Batman Vol. II Núm. 8 (Zinco) – Juan Iglesia
No voy a hablar exactamente de mi primer cómic de Batman, sino de uno que resultó decisivo para engancharme al Caballero Oscuro. Fue el cómic oportuno en el momento oportuno… el verano de 1989.
En el verano de 1989 una gigantesca ola se aproximaba por el Atlántico. Era la batmanía. Aunque en estos tiempos nos parezca inconcebible entonces las películas de EE UU tardaban meses en llegar a España. Batman se estrenó el 4 de julio y no llegó a nuestros cines hasta el 29 de septiembre. Prácticamente tres meses después. Todo el verano. De cuando los veranos te parece que duran años.
Sin autopistas de la información, sin redes sociales, con apenas una página de correo de los lectores como fuente de sabiduría y documentación había pocas maneras de enterarse si quiera de la existencia de la película. Yo me enteré por un número de la revista dominical de El País cuya portada era una fotaza increíble de Jack Nicholson como el Joker. Una película de Batman. Es difícil imaginar hoy, con media docena de pelis de superhéroes al año, lo que eso suponía entonces.
Así que todo un verano esperando, deseando, saboreando cada novedad, cada adquisición. La camiseta, la adaptación en cómic, el álbum de cromos… ¡hasta posavasos!
Al menos un par de cómics de Batman ya habían pasado por mis manos en ese momento. Seguro el nº 1 del volumen 1 de Zinco, el primer tebeo de Batman que me compraron en mi vida. El otro es un vago y borroso recuerdo que creo que era el cuarto álbum del Batman de Bruguera. Sin embargo, el verano de 1989 sólo hubo un cómic de Batman para mí: el nº 8 del volumen 2 de Zinco.
No recuerdo como lo adquirí ni cuándo. Creo que ya lo tenía de antes. Su fecha de publicación era de abril de 1988. Puede que no fuera mío sino de mi amigo comiquero del cole.
Sólo sé que ese verano se convirtió en un tesoro. Lo tenía todo: Batman, Robin, El Joker, Catwoman, fichas, un dibujo espectacular. Poco importaba entonces saber quién era Alan Davis, sólo había que disfrutar de su Batman expresivo, fibroso, brutal; de ese Joker imposible, con esos labios rubí, que en una viñeta parecía una caricatura y en otra daba miedo; o de una Catwoman con auténtica mirada felina. La historia, sin ser nada del otro mundo, contenía los suficientes momentos álgidos y alicientes como para engancharte: la imposible pareja Batman-Catwoman, la identidad de Batman en juego, la brutal paliza del final o las motivaciones del Joker (primera lección sobre la psique del Payaso del Crimen: “¡No quiero matar a Batman! ¡Disfruto más con nuestros enfrentamientos que con su simple muerte!”).
El cómic pasó por las manos de unos recientes colegas comiqueros del barrio. A través de sus páginas compartimos todo el verano y toda la espera del estreno. Era un aperitivo inmejorable para alimentar nuestra «hype» antes incluso de que existiera ese concepto. La información que nos aportaban las fichas nos ponía al corriente de todo lo necesario para afrontar la peli como auténticos expertos en la vida y milagros de Batman y el Joker y escudriñar con severos ojos de censor cada desviación del canon tebeístico (y no fueron pocas). Ese cómic y la película contribuyeron a afianzar una amistad que todavía dura.
Así, mientras lo leíamos decenas de veces, nos aprendíamos de memoria las fichas y copiábamos cada viñeta, el verano acabó, la película llegó y ya quedamos atrapados bajo el Manto del Murciélago para siempre.
El tebeo, por cierto, acabó destrozado.
Batman: Bajo la Capucha – Cristian Miguel Sepúlveda
Es ciertamente complicado afrontar este artículo, puesto que no soy precisamente el tipo con la mejor memoria posible. No, no recuerdo cuál fue el primer cómic de Batman. De hecho, empecé a leer cómic americano, y en concreto superhéroes de forma tardía, cuando tenía unos 19 años aproximadamente. Y no empecé precisamente por los clásicos, por las obras maestras de Frank Miller o Jeph Loeb, eso sí que lo recuerdo, porque cuando las descubrí, ya con el tiempo, me quedé absolutamente anonadado. El caso es que, en mi primer picoteo con los superhéroes, al ser absolutamente profano en ellos, no me atrevía a dejarme un dinero importante en un tomo, y una grapa me parecía un aperitivo muy fugaz, por lo que le pedí a un amigo de la universidad, el cual sabía que era un aficionado a los cómics, que me dejara algunos de ellos. Por mi afición a las películas de Batman, tanto a las de Tim Burton como las de Christopher Nolan, me dejó algunos cómics de Batman, de los cuáles no solo no recuerdo exactamente cuál leí primero, sino que solo uno de ellos se ha quedado grabado en mi memoria, y que es del que hoy voy a hablar:
Por aquel entonces, yo no distinguía entre Robins, aunque sabía quién era el personaje evidentemente por las adaptaciones al cine, no sabía que había diferentes personas que habían tomado el manto de Robin. Para mí, simplemente Robin había traicionado a Batman, y había intentado asesinarle, debido a una venganza personal en una historia que no conocía, como es el asesinato de Todd a manos del Joker. Posteriormente, con la edición de ECC, mucho más completa que aquel tomo en rústica creo recordar de Planeta, así como la lectura del clásico Una muerte en la familia, lo entiendes todo a la perfección. Recuerdo perfectamente esa brutal lucha bajo la lluvia entre Capucha Roja y Batman, y la posterior revelación de la identidad de Capucha Roja como el compañero de fatigas de Bruce Wayne, momento en el que me quedé irremediablemente enganchado a este universo.
Es curioso como sin conocer quién era Jason Todd ni lo que le había ocurrido, sin saber prácticamente nada,
Batman Vol. II NÚM. 58 a 62 (Zinco) – Miguel Ángel Crespo
Acababa de empezar la década de los noventa y yo era un introvertido niño de primaria que había encontrado en los cómics un estupendo terreno en el que cultivar su imaginación. En esa época el patio del colegio era un lugar hostil, en especial para los que preferíamos la lectura al balón de fútbol. Por suerte, los cómics también eran un buen motivo para socializar y a su alrededor se había montado una pequeña comunidad en la que compartir hallazgos y realizar intercambios de material. Mi grupo era pequeño, pero todos sus miembros tenían en común su pasión por las viñetas. Vivíamos en un pueblo en el que el acceso a los cómics no era fácil, así que nada nos revolucionaba más que el descubrimiento de un quiosco repleto de viejos tebeos amarillentos. Resulta que uno de los amigos de la pandilla y yo habíamos encontrado un sitio nuevo en una plaza apartada y nos disponíamos a descubrir qué maravillas escondía. En ese momento la Editorial Zinco estaba saldando muchas de sus publicaciones de la línea DC, por lo que por poco dinero se podían conseguir muchos números de personajes extraños sobre los que no teníamos ni la más remota idea por aquel entonces. En efecto, en aquel sitio nos encontramos dos tomos de Batman a un precio de risa.
Creo que ya lo conocía por la película de Tim Burton, pero mi concepción del personaje en aquel momento era muy difusa. Después de todo, el Joker de Jack Nickolson me daba tanto miedo entonces que aún tardaría unos años en poder verla entera. En el tomo que tenía en mis manos el Hombre Murciélago parecía un personaje distinto al que yo tenía en mente. Su traje no era negro, sino gris y azul. Su capa era enorme y parecía tener vida propia cuando el viento la agitaba a su alrededor. El de la película no parecía un superhéroe como los que a mí me gustaban, pero éste sí. En sus páginas también aparecía una mujer vestida de gato, pero su traje gris me parecía muy aburrido. Era mucho más interesante el chaval vestido de verde, rojo y amarillo que aparecía al final. No tenía ni idea de que Batman tuviese un ayudante y mucho menos uno con un traje tan chulo. Obviamente, en mi mentalidad infantil cuanto más colorido fuese el traje más atractivo me parecía. Por último, lo más importante era que en esos cómics no había ni rastro de payasos macabros. Eso estaba bien.
Yo pagué un tomo y mi amigo el otro. Nos los íbamos a intercambiar más tarde, así que cada uno compró el primero que había cogido sin pensarlo mucho. Más tarde, ya en casa, empecé a leer mi nueva adquisición… y acabé un poco decepcionado. Batman no hacía gran cosa en aquellas historias. ¿Dónde estaban las peleas? Aquel era un tomo retapado que recogía unos cuantos números de la colección de Zinco con escasa conexión entre sí. Los dos primeros narraban una historia en la que Catwoman robaba una joya con forma de gato a un mafioso. Resulta que la mujer del disfraz gris era un personaje más interesante de lo que yo creía, pero ni siquiera llegaba a cruzarse con Batman. Y el héroe no impedía el robo, ¡qué mal! En el siguiente número un criminal de poca monta utilizaba una especie de hierba mágica para enloquecer a la gente y hacer que se repitiesen crímenes pasados. ¡Hierba mágica! ¡Maldecida por una bruja! Aquello me dejó muy confuso. Pensaba que Batman luchaba contra supervillanos disfrazados que robaban objetos extraños, no contra misterios sobrenaturales. Mi confusión aumentó con la historia que había a continuación, en la que el justiciero protegía a un asesino a sueldo perseguido por la mafia, que pretendía silenciarle para siempre. ¡¿Qué tipo de superhéroe ayudaba a uno de los malos?! En el último número descubrí que el Hombre Murciélago estaba entrenando a un joven llamado Tim Drake, que respondía al nombre código de Robin, pero en ese cómic no había villanos ni peleas y se me hizo aburrido. Estaban todo el rato hablando entre ellos. ¿Y quién era ese Jason Todd que mencionaban? ¿Qué había pasado con él?
Algún tiempo después, intercambié el tomo con el de mi amigo y descubrí con gran frustración que el suyo era mucho mejor. En el suyo sí que había un supervillano como marcaban los cánones: un tipo que se hacía llamar El Ventrílocuo que llevaba un muñeco con una ametralladora. ¡Una ametralladora de verdad! Batman luchaba contra él y contra sus matones, lo cual era el tipo de cosas que por aquel entonces yo esperaba ver en un cómic de superhéroes. Durante algún tiempo le guardé cierta envidia infantil a mi amigo por haberse llevado el mejor cómic del quiosco, pero eso fue porque no tenía ni idea de lo que había comprado yo.
No sabía que había leído historias firmadas por autores de la talla de Alan Grant, Norm Breyfogle y Jim Aparo y, sobre todo, no tenía ni idea de que Batman era mucho más que un simple vigilante con capa que zurraba a matones e impedía robos extravagantes. El Hombre Murciélago podía tener dilemas morales, enamorarse de una villana, ejercer el rol de mentor (¡e incluso de padre!), combatir contra seres mágicos, investigar casos sobrenaturales o incluso viajar al espacio exterior. Y sí, también enfrentarse a payasos macabros. Batman podía hacer cualquier cosa y podía ser cualquier cosa que los guionistas y dibujantes pudiesen imaginar, aunque por entonces yo aún no lo sabía. Por suerte, durante los años posteriores tuve la oportunidad de seguir descubriendo a este personaje y a todos los que había a su alrededor. Siguientes lecturas me hicieron apreciar a Catwoman, me desvelaron quién era ese desconocido Jason Todd y me llevaron a admirar con fervor a Tim Drake. En cuanto al propio Batman, aún tengo la sensación de que no he terminado de descubrirlo del todo. De vez en cuando aparece algún autor con una refrescante y original reinterpretación que me trae a la memoria la sensación de leer aquellos números del tomo retapado que compré con mi amigo: la sensación de estar descubriendo algo nuevo y extraño que no acabas de entender del todo y que abre todo un nuevo universo de posibilidades a descubrir.
Batman, La Broma Asesina – Raúl López
Tenía poco más de nueve años cuando cayó en mis manos el cómic Batman: La broma asesina, por aquel entonces era un devorador de Don Miki y cualquier cómic de Bruguera aunque mi favorito era Superlópez. Aún no habían estrenado en España la película de Batman con Michael Keaton y Jack Nicholson con lo que mi conocimiento del personaje era mínimo, y aún menos de la figura del Joker, la relevancia de alguien como el Comisario Gordon o la relación entre Batman y Bárbara la hija del comisario.
No me avergüenza reconocer que no estaba preparado para su lectura, de hecho, fue mi primera incursión en el género superheroico con lo que bautizarse con una obra maestra como esta y un guion complejo aunque excepcional de Alan Moore no es una forma fácil de introducirse en el universo DC, con todo me dejó fascinado, ni sabía de desarrollo de personalidades, ni de referencias anteriores, ni mucho menos de narrativa gráfica. Era sencillamente una aventura soberbia en la que un villano muy muy malo cruzaba la barrera que separa el cómic infantil del adulto, disparando a una de las protagonistas de la historia, un disparo muy real y certero con unas consecuencias para la pobre chica que obviamente no llegué a vislumbrar hasta años más tarde. Un comisario con una personalidad inquebrantable al que el Joker le lleva hasta el filo del abismo, en su caso no es un dolor físico el que ha de sufrir, ni siquiera las vejaciones a las que se ve sometido, lo suyo es un bloqueo emocional tras ver el daño que su hija ha recibido y que en buena medida es culpable de ello por no haberle metido una bala entre ceja y ceja las muchas veces en que anteriormente lo han detenido. Y claro está, ese héroe, Batman, imponente, sobrio, inquebrantable quien tendrá que ejercer de lo que es, el vigilante de la ciudad y salvar al Comisario de las garras del Joker.
La broma asesina cambió la concepción que tenía del cómic, algo similar a lo que sucedió en el género cuando a principios de los ochenta la industria dio un giro de 180º con obras como Dark Knight o Watchmen, con su lectura cambiaron mis hábitos de compra y fue el germen para convertirme en el lector que soy hoy en día. Una obra maestra con letras mayúsculas que aunque han pasado treinta años desde su publicación como el buen vino mejora con el paso de los años y que quizás por su corta extensión aprovecho para releer cada pocos meses y descubrir nuevos matices en ella. Esta es la historia protagonizada por Batman que más veces he releído, será por algo.
Dedicado con todo el cariño a Alan Moore y Brian Bolland, gracias infinitas por cambiar mi forma de ver los cómics.
Batman: Año Uno (Norma) – Víctor Rodriguez
Reconozco que empecé a leer comics de Batman tarde, con unos veinte años. Hasta entonces me habían interesado muchos otros personajes. A Batman lo tenía controlado con las películas de Burton y Schumacher, la serie animada de Bruce Timm y, como no, la de Adam West. Lo poco que había leído de Batman en cómics eran apariciones suyas en JLA y en la serie Superman/Batman, con ese primer arco argumental titulado Enemigos Públicos, que me encantó. Y resulta que antes de leer esta obra, había leído La Broma Asesina, obra que no considero que tenga a Batman como protagonista. No me había centrado en sus cómics en solitario hasta que un amigo me prestó el tomo de Batman: Año Uno publicado por Norma Editorial. Fue una auténtica experiencia.
Recuerdo que me impactó la oscuridad de la decadente y corrupta Gotham, una ciudad que siempre la relacioné con una noche constante por la negrura de las películas. También me sorprendió la presentación de Bruce Wayne, como nunca lo había visto retratado hasta entonces. Su entrenamiento, golpeando un tronco hasta partirlo, es una imagen que siempre me fascina. Y también su explicación de cómo ataca a sus rivales, emitiendo sonidos de bestias para asustarlos. Bueno, su interrupción en la cena de los mafiosos… es una imagen tremenda.
Para mi, Batman: Año Uno es el auténtico origen del personaje. Habrá otras interpretaciones, pero ninguna puede superar la oscuridad, la fuerza, el impacto y la calidad de esta pequeña obra (por su extensión) de Frank Miller y David Mazzucchelli. Me quedé con las ganas de que hubiera un Año Dos, Tres, Cuatro… pero ahora mismo creo que es un relato perfecto tal como es. Un año inolvidable.
Batman vol. 1 – nº 8 (Zinco) – Luis Javier Capote Pérez
Cuando Gustavo Higuero propuso un artículo especial dedicado al primer tebeo del caballero oscuro que los aquí presentes habíamos leído, me puse a hacer memoria y acabé recordando, no solamente el cómic en cuestión, sino las circunstancias que rodearon su adquisición y lectura.
A mediados de los ochenta, yo era un chico que terminaba lo que en aquellos tiempos se llamaba EGB –Educación General Básica-. Vivía en La Palma, una isla periférica en el archipiélago canario donde se vivían las circunstancias y costes de la doble insularidad. Así pues, no es extraño que el primer tebeo de Batman que me eché al coleto lector estuviera fechado en septiembre de 1984, pese a haber sido comprado en febrero de 1985 -¿o quizá, 1986?-. En la negociación habitual entre padres e hijos, mi contrapartida por hacer unos recados un sábado por la tarde era la adquisición de un cómic, del uno de los sitios por los que tenía que pasar. La posibilidad, la mera idea de hacer una colección se antojaba un poco complicada, aunque es menester reconocer que las cabeceras de Bruguera llegaban con regularidad. Forum y Zinco se asomaban tímidamente aquí y allá, en quioscos, librerías, papelerías y tiendas de todo un poco. En una de ellas había varios tebeos protagonizados por los personajes deceeros y, después de pensarlo un buen rato, me decidí por Batman. Acostumbrado al Superman y al Spider-Man en versión brugueriana, aposté por ver en acción a este personaje cuya publicidad había visto y del que solo sabía que era aliado del Hombre de Acero. Se trataba de la octava entrega del primer volumen de Zinco dedicado al personaje.
El número trae una historia auto-conclusiva y la entrega correspondiente a una saga que venía desarrollándose y cuyo desenlace –como era habitual en aquellos tiempos- permanecería –y permanece- en la incógnita. En el primer relato, Batman se enfrentaba a la amenaza de un zepelín, de la mano de un tipo frustrado por el hecho de que el desastre del Hindenburg hubiera malogrado el desarrollo de este medio de transporte aéreo. La justificación del progenitor que dio su vida por un sueño y sus fútiles intentos de llevarlo a cabo aparecía como motor del villano que, al final de la historia, quedaba neutralizado. Un propuesta arquetípica y tópica donde el detective no demostraba salirse mucho del guion general del empijamado. Sin embargo, la segunda era harina de otro costal: Batman intentaba desentrañar el misterio de una amenaza que ponía en peligro a muchísima gente, mientras interrogaba –muy expeditivamente- a una especie de profeta con un sospechoso parecido a Jesucristo. El capítulo en cuestión, presentaba al que, desde ese momento y para mí, sería el villano definitivo de la franquicia: Ra’s al Ghul. Por supuesto, también aparecía su hija Talia y descubría que a Batman uno y otra le llamaban respectivamente «detective» y «amado». También veía a Robin –probablemente, Jason Todd- ser capturado por el adversario de su mentor y la historia quedaba colgada. El hecho de que el relato terminaba allí me fastidió y, por un tiempo, preferí la primera parte del tebeo, por su carácter auto-conclusivo. Sin embargo, con los años he aprendido a apreciar el segundo: al niño de trece años le sorprendió que un súper-héroe pudiera propinar una trompada a un esbirro de su oponente –cuando este último es incapaz de evitar que el detective deduzca la estrategia de su amo-. El nombre de la cabeza del demonio era evocador y fascinante y, desde entonces, Batman pasó a ser uno de mis personajes preferidos… aunque tardaría al menos diez años en comprar otro tebeo protagonizado por él.
Después de escribir estas líneas, he vuelto a aquella tarde-noche de sábado de 1986 -¿o era 1985?-; al antiguo piso familiar, al sillón de la sala en el que me senté para leer, a aquel último año de colegio, a aquel mes de febrero donde rondaba por todas partes el ruido carnavalero. El hecho de que las fechas estén tan claras en unos detalles y tan oscuras en otros, me hace consciente del hecho de que han pasado más de treinta años y que sonría con nostalgia al recordar ese momento mágico del primer tebeo y, al mismo tiempo, recuerde con cariño a quienes estaban entonces y, durante un tiempo, me acompañaron en un camino vital donde, afortunadamente, nunca han faltado los tebeos.
P. S. Hasta ayer, no me enteré de que los autores de la primera historia eran Gerry Conway y Paul Kupperberg. El editor, el recientemente fallecido Len Wein. De la segunda, aún no he hallado referencias.
Las Mejores Historias de Batman (Zinco) / Caballeros de la Bellaquería – Giovanni Casella
Corrían los primeros años de la década de los 90 y en mis manos cayó un tomo recopilatorio de Zinco titulado: Las mejores historias de Batman jamás contadas. De entre todos los números que incluía, me causó especial impacto la historia publicada en
Ese cómic en el momento que lo leí tenía algo especial, y es que reunía a dos de los más grandes e icónicos villanos de Batman que se ponían de acuerdo para luchar juntos contra un mal común, el propio Batman. Estos villanos no eran ni más ni menos que El Joker y El Pingüino. Esta especie de Team-Up forzado y forzoso tenía como protagonistas a los dos malos de las películas de Batman y Batman Returns en una sola historia. De este modo, y aunque el cómic se publicó en 1940, en la época en que lo leí me pareció el equipo ideal para derrotar a Batman. Y ésta es una de las grandezas de Batman y de por qué ha perdurado tanto en el tiempo: su galería de villanos. Una galería que destaca tanto en calidad como en cantidad. En esta historia, Batman no es más que un mero secundario, siendo la malvada pareja la auténtica protagonista de la obra.
El cómic es ágil, ameno, y tiene las ideas muy claras. Uno como lector sabe que la alianza formada por estos dos tipos que están al margen de la ley no va a ir a buen puerto, pero la propuesta es francamente atractiva. Ese duelo de egos constante será su perdición.
Para finalizar, querría indicar que uno de los elementos que más me gustaron de la historia es que tiene una estructura circular porque acaba en el mismo punto donde empieza. Y no lo olviden, tanto El Joker como El Pingüino son unos auténticos caballeros. A su manera, claro.
La Caída del Murciélago (Zinco) – Rubén Merino
Como algunos de mis compañeros, es complicado recordar exactamente el primer cómic del murciélago que cayó en mis manos. El hecho de haber nacido en 1990 marcó inevitablemente mi relación con el mundo de los superhéroes a la enorme fama que cosechó Batman con las dos películas de
Ya en plena preadolescencia comencé a interesarme mucho más por la figura de Batman dentro del mundo del cómic y a buscar alguna historia que dejase de lado ese tono más ligero y excéntrico para volverse algo más maduro y oscuro. Buscando información sobre alguna novela gráfica surgieron los nombres típicos:
Busqué en las bibliotecas de mi zona alguna manera de leer una historia que resultaba tan digna de ser devorada y tuve la oportunidad de disfrutar de la edición de Zinco que dividía la historia en varios volúmenes y lo que encontré fue mucho más de lo que esperaba. Era de las primeras veces que me enfrentaba a un cómic, algo para mi lleno de color y divertido o heróico hasta ese momento, como una tragedia. Estaba viendo como mi gran héroe de la infancia veía sus días más negros, como poco a poco se apagaba, y pese a que intentaba asirse con todas sus fuerzas y tenacidad a la vida, finalmente era destrozado por un enemigo a todas luces superior, no solo físicamente, sino también en el plano psicológico. La presencia de Bane era mucho más poderosa que la del resto de villanos que acostumbraba a conocer (con la obvia salvedad del Joker) y la épica y el gran uso que Grant, Dixon y compañía hacían de los secundarios, aliados y enemigos del murciélago, me tenía sobrepasado. No quedaría ahí la cosa, pues después de los dos arcos iniciales de la historia, veía con incredulidad como no solo Batman era un hombre de carne y hueso que podía verse superado, sino que fui testigo por primera vez de cómo la capucha pasaba a otras manos, con la aparición de la figura fascinante de Azrael, que con su diseño y su modo de actuar me ganaba totalmente, haciendo cosas que Wayne jamás haría, pero a la vez dejando la sensación de que una situación así, tan dura y visceral, era insostenible hasta el punto de la pérdida del norte del nuevo protagonista y el retorno de mi Batman, en unos capítulos de superación humana y personal que volvían a poner al personaje en el pedestal que siempre le había reservado.
Con el paso de los años coincido con muchos en que no es ni de lejos la mejor historia de Batman, ni el apartado de guión, ni en el apartado artístico, pero La caída del murciélago siempre tendrá para mí un sentido especial, por ser la primera vez que vi al ídolo caer, por ese caos y épica que está presente en toda la historia, por algunas de las escenas más icónicas del mundo del cómic que nos regalan Bane y Bats y por ser una manera perfecta de plasmar en un medio como el cómic la caída y resurrección de un mito gracias a la superación del humano que se esfuerza día a día por mantenerlo vivo. Una historia emblemática del murciélago y uno de los grandes momentos que todo el mundo recuerda en este
Batman: El Largo Halloween (Norma)- Jordi T. Pardo
Mi relación con Batman fue algo tardía, en parte porque mi contacto con el Universo DC partió desde la “periferia”. No recuerdo exactamente cual fue la primera vez que me encontré al personaje en las páginas de un cómic, pero posiblemente fuese en su aparición en los números de La Cosa del Pantano de la etapa de Alan Moore. Luego me acerqué a los grandes clásicos «millerianos»: Batman: Año Uno y El Regreso del Caballero Oscuro. El segundo lo devoré en la biblioteca de mi facultad junto a algunos tomos de The Sandman que estaban en la sección de historia del arte. Es allí dónde nació mi verdadera pasión por los cómics, dónde descubrí que había mundo más allá de Mortadelo y Filemón. Pero mi verdadero amor por Batman viene de un cómic que me prestó un amigo, furibundo coleccionista de Iron Man y Hellblazer (siempre me llamó la atención ese interés por dos personajes tan dispares). Ese cómic fue
Lo primero que me llamó la atención de El Largo Halloween era, por supuesto, el dibujo de Tim Sale. Era totalmente diferente a todo lo que había podido catar hasta ese momento. Era fresco, intenso, artístico y espectacular en toda sus dimensiones. Tanto Batman como todo su universo, y especialmente sus villanos, eran totalmente reconocibles, con un aire clásico que no pasaba desapercibido, pero al mismo tiempo funcionaba como una reinterpretación de lo más sugerente. A día de hoy, el Batman de Tim Sale me sigue pareciendo una de las versiones más icónicas del personaje. Tiempo después, ya más curtido en lecturas, me percaté del gran narrador que resulta ser Tim Sale, de una manera tan sutil como puede serlo un maestro. La historia me atrapó, era una introducción al universo de Batman, pero muy bien planteada y en base a un misterio que lograba mantener la intriga hasta la última página. Pasaban muchas cosas en cada número y no había momento en que pareciese bajar el ritmo. El guion estaba claramente al servicio del dibujo.
Después de leer El Largo Halloween me interese por los otros trabajos que Jeph Loeb y Tim Sale habían realizado juntos, disfrutando de Victoria Oscura –aunque en menor grado, todo hay que decirlo- , los especiales de Haunted Knight, Superman: Para todas las estaciones y sus trabajos en Marvel Comics, las imprescindibles Daredevil: Yellow y Spider-Man: Blue. Muchas de ellas obras de una calidad incuestionable que me sirvieron para adentrarme a un nivel más intimo en los respectivos universos de DC y Marvel. No obstante, con el paso del tiempo he sido consciente que fue el trazo de Tim Sale el que obró el milagro. Sin quitarle méritos al trabajo de Jeph Loeb, ha sido siempre su compañero él la estrella de estas colaboraciones. En mi caso, este autor logró que mi imagen de Batman fuese irremediablemente ligada a su interpretación del personaje, muy por encima de la de cualquier otro autor que me pueda venir a la mente.
Clásicos del Cómic: Batman – Pedro Pascual
Si tuviese que elegir el primer cómic de Batman que leí, tendría que remontarme a mi edad infantil de los años 80, donde mis padres traían junto a los mortadelos y los zipi zape, tebeos de Batman, Superman y La Masa. Pero, desgraciadamente, no tengo recuerdo de cuales podían ser. Mas adelante, ya en mi temprana adolescencia, tengo consciencia de leer historias protagonizadas por el muñeco Scarface, que disfrute, pero, por no se que razón, al poco tiempo me alejé del mundo de los superhéroes – aunque ya en el siglo XXI devore los tomos de Planeta del Batman /Detective Comics de Norm Breyfogle.
De lo que si tengo absoluta memoria, es que el cómic de Batman que me hizo regresar al mundo del Cruzado de la Capa, fue un tomo promocional que te regalaban comprando el AS. 200 páginas que contenian 8 historias de diferentes épocas del Caballero Oscuro.
Ya con 26 años, vi con otros ojos los dos primeros cómics de la Edad de Oro; la primera aparación del Joker contenida en Batman#1 o El Peligro ataca tres veces de Don Cameron y Dick Sprang presente en Detective Comics#86. A continuación disfrute con una sonrisa en la boca, la historia de finales de la edad de plata, El debut millonario de Batgirl, de Gardner Fox y Carmine Infantino (Detective Comic#359).
Con las dos aventuras de los años setenta dibujadas por Neal Adams que venían a continuación, fue cuando redescubri, que Batman no era solo un divertimento infantil y juvenil, y como ejemplo Han disparado al Senador de Bob Haney, coprotagonizado por Batman y Green Arrow( The Brave and the Bold #85) y la mítica La Hija del diablo de Dennis O´neil (Batman#232), con la aparición de Ra’s al ghul y su hija Talia.
Tras ello, ya estaba preparado para caer rendido ante lo más actual de Batman, pero ante el número de Sombras del Pasado de Ed Brubaker y Scott McDaniel (Batman#595) me sentí algo perdido al desconocer la situación de que vívia en esos momentos Bruce Wayne ¿quién era esa Sasha?, pero su referencia al pasado y el ser autoconclusivo, consiguió que mi enamoramiento continuase y explotase con el one shot Scottish Connection.
Vista hoy, la historia de Alan Grant es correcta y poco más, pero en su momento, me entusiasmó aquella aventura fuera de Gotham, con presencia de misterios templarios, aunque tal vez, pueda ser que mi emoción viniese por el impresionante dibujo, de un autor que se convertiría en uno de mis preferidos, Frank Quitely. Eduardo Risso puso la guinda al pastel en Gotham Knights #08 escrito por Brian Azzarello, para que un servidor ya no dejase al Cruzado de la Capa durante la siguiente década.
Cómo curiosidad, reseñar, que con la intención de conocer a que cómics correspondían estos tebeos recopilados en una rustica de pequeño tamaño (del tipo Clásicos DC de Planeta), el buscador Altavista me mostró el siguiente enlace donde se detallaba lo que buscaba: https://www.zonanegativa.com/contenido-superman-y-batman-del-diario-as/ Así, que al mismo tiempo que redescubrí Batman, descubri un portal que me informaba sobre ello.
Especial Millenium Núm. 2 (Zinco) – Gustavo Higuero
Es curioso que mi primer cómic de Batman sea uno que en principio carece de cualquier tipo de interés especial. Su relevancia estriba en formar parte de los cruces que se producían en esos lejanos meses de 1988 en los que el Universo DC estaba inmerso en el nuevo crossover editorial, Millenium. En un primer momento pensé que había sido la edición de Zinco de La Broma Asesina, pero tras cotejar las fechas estaba claro que mi primera toma de contacto de verdad con el Hombre Murciélago se había producido en la serie que fue el principio de toda una afición.
La historia se centra en desarrollar lo planteado en la serie central de Millenium, revelando que el Comisario Gordon es un Manhunter que no duda en agredir a Batman con tal de lograr su objetivo: eliminar al Hombre Floronico.
Jim Starlin y Jim Aparo, son los dos Jim que fueron capaces de fascinar la imaginación de un muchacho de 13 años que se estaba subiendo a un tren en marcha, aprendiendo a golpe de correo y de preguntar a otros amigos con mayor recorrido tebeístico, quien era ese villano denominado Espantapájaros. Lo relevante de esta historia no es su calidad, sino su efectividad a la hora de atraparme de lleno y querer seguir sabiendo más de ese tipo con traje de murciélago que parecía estar obsesionado con parar el crimen de su ciudad.
Batman se sentía profundamente traicionado por Gordon, pues al principio no era consciente de que era en realidad un robot, sino que piensa que su amigo, el hombre en quien confiaría su vida, lo ha traicionado de la peor forma posible. El dibujo de Aparo me gustó especialmente por su puesta en escena, su dinamismo y su tono clásico, aunque por aquel entonces no era consciente de eso, ni de nada pues eran tiempos donde las historias se medían por otros parámetros.
La portada me encantó, las figuras de Robin y Batman cayendo hacia la nada, en un vórtice rosa de rayos rectos, que poco o nada tenía que ver con la historia que encerraba en su interior el cómic, pero que cumplía con el objetivo de resultar atractiva para el posible comprador. Millenium fue mi primera serie y fue la que me permitió conocer a una enorme cantidad de personajes, entre ellos Batman, del que ya había oído algo, pues su existencia no puede pasar desapercibida para nadie y menos para un chaval de mi edad en aquel ya lejano 1988.
Fue un encuentro fortuito, dentro de esta maxiserie de Zinco, que prendió la llama, que propició que luego entrara en casa La Broma Asesina (dejándome sin paga para todo el mes) y el especial del 50 aniversario y Batman The Cult… y un sinfín de historias después el camino que me ha llevado a estar hoy donde estoy empezó con una simple historia, ni buena ni mala, simplemente una historia de Batman, con la que un muchacho de 13 años cambió para siempre, para mejor.
Batman: El Regreso del Caballero Oscuro – Alejandro García
Tuve la suerte de conocer a Batman, como cualquier otro niño de finales de siglo, a través de lo audiovisual. Las emisiones de Batman: The Animated Series de los geniales Bruce Timm y Eric Radomski y sus continuadoras
El terreno audiovisual del justiciero nocturno me sirvió para asentar las bases de un mundo que, años después, me resultaría apasionante a través de los cómics. Tanto las series animadas como las películas me habían introducido en Gotham y al gran elenco de personajes que corrían por sus calles, siendo buenos o malos. Pronto elegí a mis favoritos y a mis repudiados, quedándome con sus nombres para conocerlos mucho más a fondo en mi adolescencia.
Conforme uno llega a los quince se va haciendo independiente, llámenlo rebelde o como quieran, y comienza a modelar una personalidad y unos gustos propios a través del autodescubrimiento. La adolescencia es una época llena de hallazgos que van desde lo fisiológico hasta lo cultural, y en este último campo conecté con los cómics.
Yo ya había consumido tebeos en mi niñez, de todo género y procedencia, pero uno no se lo toma en serio hasta que tiene la libertad absoluta de acercarse a una tienda especializada y empezar a elegir de manera más o menos sibarita su próxima colección, gracias a sus propios ahorros. En este sentido fue Batman quien me introdujo no sólo al género de los superhéroes sino a lo que algunos llaman «novela gráfica».
Seguro que en mi niñez leí algo del enmascarado, pero los tres primeros cómics que disfruté conscientemente de ello fueron:
La introducción al universo editorial del personaje fue ideal gracias al consejo de los libreros, esas personas encantadoras que no dudan en recomendar cosas buenas si se les pregunta. La primera película de la trilogía de Christopher Nolan también ayudó a posar mi interés de nuevo sobre el personaje.
El cómic de Los hombres monstruo de Matt Wagner me pareció bastante normal, e incluso algo «infantil», bastante parecido a la faceta que ya conocía del personaje gracias a la serie de Bruce Timm. Comprendí entonces que debía abandonar la idea del «dibujo bonito» y lanzarme sin miedo a estéticas más clásicas o extravagantes. También quería tramas más adultas, más duras, y ahí fue cuando me topé con los Batman de Frank Miller.
Año Uno me encantó y pronto pasé a ser fan absoluto de la estética de David Mazzuchelli, quien para mí ha dejado uno de los aspectos artísticos más bellos del murciélago. Aunque lo impactante estaba en los guiones de Miller.
Si Año Uno me reveló el origen más certero del murciélago y me permitió conocer las profundas dimensiones psicológicas de personajes como Jim Gordon, Selina Kyle o, incluso, del propio Bruce Wayne, El regreso del caballero oscuro pulverizó todas mis expectativas y me demostró que el cómic podía ser un arte.
Accedí a la obra de Frank Miller gracias a la biblioteca pública de mi pueblo. Se trataba de la edición absolute de Planeta deAgostini, por lo que perdí la sensación de serialización de los cuatro números originales que la integran (a saber, El regreso del caballero oscuro, El triunfo del señor de la noche, A la caza del señor de la noche y La caída del señor de la noche), pero gané enteros con la experiencia compacta y la sensación de lectura «novelizada».
No olvidaré su lectura en mi cama, a la luz de la lámpara, pasando hojas sin ningún tipo de freno y con una emoción inaudita en mí. En ese momento estaba teniendo lugar uno de esos descubrimientos que suceden en la adolescencia y te cambian: acababa de descubrir al auténtico Caballero Oscuro; la versión más cruda y realista del mito.
Comprendí entonces que no quería separarme de aquello. Que Batman siempre tendría un hueco en mi corazón y que, tarde o temprano, siempre acabaría volviendo a él. En mitad de la noche más oscura si hiciese falta, con o sin la ayuda de la bat-señal.
Han pasado casi diez años, pero la ucronía ochentera compuesta por Miller me sigue impactando como el primer día. Su planteamiento de un Bruce Wayne quincuagenario que regresa a la actividad después de un largo retiro (haciendo uso del típico relato del héroe viejo que vuelve a la carga por última vez) con el fin de limpiar su amada ciudad me parece excepcional. Para mí es la historia que convierte a Batman en leyenda, dentro y fuera de las páginas.
Se dice que fue el origen de la novela gráfica superheroica y comercial junto a
Hace unos días se anunció el cartel de la Heroes Comic Con de Madrid, creado por Frank Miller y protagonizado por la santísima trinidad del Universo DC sobre el Edificio Metrópolis de la capital española. Me hizo especial ilusión, no sólo por lo que supone que un autor como Miller siga en forma y nos haya concedido un hito remarcable de manera casi exclusiva, sino porque en la figura de Batman aún veo a ese Caballero Oscuro que tanto me gustó y que nunca olvidaré.
Detective Comics: The Mud Pack – Daniel Gavilán
Parte de esa generación cuya primera aproximación a Batman vino propiciada por la era transmedia en la que lo habitual era conocer al personaje por otros medios antes que los comics -medios que podían ir desde las reposiciones de la vieja serie en imagen real de Adam West, las idem de las series animadas de los Superamigos y derivados, la película de Tim Burton o la mítica serie de Paul Dini y Bruce Timm-, mi primer cómic de Batman me supuso un considerable shock, al encontrar en él un acercamiento mucho más oscuro y siniestro al justiciero de la capa de lo que estaba acostumbrado. Ni siquiera era un cómic propio, sin un hallazgo en casa de mis tíos, que ya desde aquella portada con alguien blandiendo un cuchillo sobre un Hombre Murciélago a quien alguien parecía haber convertido en una estatua de barro se aseguró todo mi interés.
Era como uno de aquellos castigos bíblicos del Antiguo Testamento, en el que la mano de algún dios implacable sin rostro había condenado a Batman a una atroz penitencia que el afrontaba con estoica entereza. Una imagen cortesía del histórico Norm Breyfogle, y que solo era un preludio de los horrores que nos aguardaban dentro del cómic. Y aunque no se si era también vuestro caso, a mi por aquel entonces todo lo que daba miedo me provocaba una fascinación irresistible que me era imposible evitar. Siendo uno de aquellos críos a los que a sus padres le prohibían tajantemente -o al menos eso intentaban simular- ver cualquier película que pudiera incluir material que la calificase como no apropiada para él, siempre buscaba cualquier ocasión para esconderme detrás de un sofá, mirar desde debajo de la mesa, aprovechar que no había nadie en casa o hacer como que me tapaba la cara, para entregarme al sobrecogimiento de ver como los caballeros de la reluciente Camelot eran reducidos a pasto putrefacto pasto para los cuervos en su búsqueda del Santo Grial, los nazis eran consumidos por los horrores del Arca de la Alianza o la tripulación del Orca y el comando de Dutch eran masacrados sistemáticamente por sus monstruos -cuando no andaba viendo con mis primos los ciclos de Pesadilla en Elm Street y la mítica Noche de Lobos o preguntándole a mis padres como era el Alien de aquella película que no me dejaron ver la noche anterior-, en el caso de Batman tenía muy claro que no había ningún villano que diese tanto miedo como Cara de Barro. Sobra decir por tanto que era mi antagonista favorito del hombre murciélago.
Personaje al que conociera por la citada serie de animación de Timm y Dini, la cuestión es que si la versión a la que daba voz Ron Perlman ya resultaba perturbadoramente imponente, en aquel cómic -que incluía los números #604 y #605 de Detective Comics- no solo tenía un Cara de Barro, sino cuatro Caras de Barro diferentes, cada cual más aterrador. Desde la presentación del atribulado Preston Payne entre las tormentosas paredes de Arkham, la orgía de muerte y carne deforme provocada por su huida, la introducción de Basil Karlo a golpe de sanguinario cuchillo, los flashbacks de fatalidad y tragedia, las misteriosas pelirrojas con poderes mentales cuyos cuerpos se disolvían en masas sucias e informes o las pesadillas siniestras, aquel era un cómic que sin duda era capaz de darle al crío imberbe de entonces esos escalofríos con los que sentía encogerse todo por dentro. Demonios, con la forma en la que Alan Grant abordaba a Batman, hasta el propio murciélago daba miedo. La cuestión es que desde aquel primer cómic del personaje, siempre he disfrutado más de Batman mientras más cerca ha estado de los relatos de horror y condenación, por no hablar de que -como efecto secundario- soy incapaz de aproximarme a la etapa actual de Detective Comics, y ver en la versión Renacimiento de Cara de Barro nada que se le parezca ni remotamente a todo lo que para mi hace grande al personaje.
Me sumo. Recién salido del pleistoceno, el primer Batman que recuerdo (y conservo) sería éste:
En una selección inmejorable (The Brave and The Bold 158, 160, 169) Batman se deja robar el protagonismo por una deslumbrante Diana (de paisano, gafas a lo Jacqueline Bisset, suéter blanco) y una Supergirl que hace gala de sus extraordinarios poderes. Pero el numerazo se lo lleva de calle ‘El ángel de la misericordia, ángel de la muerte’ de Zatanna. Con portadón incluido y un Jim Aparo imponente. Qué buena reedición tendrían estos tebeos después del fiasco de Planeta…
http://proyectodc.com/covers/52884.jpg
El vellocino de oro
Muchas gracias por el artículo y todas las aportaciones. Me alegra poder decir que tengo todos los cómics comentados.
Tengo una pregunta, no se si es my tonta pero bueno. ¿Porqué se celebra hoy el Batman Day? Hay algo detrás de la fecha o es sólo una excusa sacacuartos? Ya me diréis, Gracias!
No es el primer cómics de Batman que compré, pero el primero que me marcó es la primera aparición de Ra’ s al Ghul que publicó ¿Bruguera? en España. En esa época mis padres me compraban los cómics y fue increíble la fuerza de ese tebeo. Brutal!
http://3.bp.blogspot.com/-VeyC9PPomFw/U4dHtM1DTdI/AAAAAAAAFG0/eXogeyqep7s/s1600/batman-albumes-bruguera-05.jpg
Igverni, se empezó con esto hace tres años con el 75 aniversario de Batman. La cosa fue bien y ya lleva tres celebraciones. Asi que esta a medio camino de ser aniversario y sacacuartos, pero personalmente estas iniciativas estan bien porque dan viabilidad a esto que nos apasiona, los comics. 🙂
Gracias por tu aportación.
Gracias por la info Gustavo.
Lo cierto es que bienvenido sea todo lo que sirva dar visibilidad a nuestro hobby.
Creo que mi primer cómic fue las 10 noches de la bestia, pero no estoy nada seguro, es del que guardo más recuerdo.
Mi primer comic de batman fue una reedicion de novaro de una editorial colombiana (creo) llamada cinco (no confundir con zinco) cuyo numero no se, pero que contenia el brave and the bold en el cual batman luchaba junto a hawk & dove.
http://blog.adlo.es/images/2011/06/HAY18.jpg
Mi primer Batman fue el nº1 de Tierra de Nadie publicado por Norma. Menuda manera de estrenarme: un cómic en el que Batman casi ni aparecía (Azrael y los bat-villanos dominaban la función) y, para rematar, por un precio abusivo propio de la editorial.
Menos mal que era fan de la serie de Bruce Timm y de las películas de Burton, que si no, no me acerco más a un cómic de Batman. Eso sí, luego cayó ‘El regreso del Señor de la Noche’ (NO el Caballero Oscuro, por aquel entonces) y el resto es historia…
Hola, recuerdo que los primerosc comics de Batman que lei y que recuerdo son los pertencientes a la historia Dark Knight, Dark City son los numeror Batman 452-454.
Que buena idea y que viejo me siento cuando veo que alguien pone a «Under the hood» o a «knightfall» en esta lista.i
Yo creo que mi primer «cómic the Batman» fue el primer número de Batman & Outsiders publicado por una editorial argentina que «castellanizaba» horriblemente los nombres de los súper héroes (Blue Beattle era «Bicho Azul»… Boster gold era » Astro dorado», etc…)
Pero no es ese el que se me viene a la mente cuando pienso en mi primera vez de cómic con Batman sino un número de Zinco de Suicide Squad que tenía a Batman en portada y justamente por eso lo compré.
Así que se podría decir que, en mis sentimientos, mi primer cómic de Batman fue este mismo:
http://media.comicbook.com/uploads1/2014/11/suicide-squad-10-cover-113056.jpg
Ufff ni recuerdo,así de primeras diría que este:
http://2.bp.blogspot.com/-eauxDn1BUhw/Ulm9Io7bVyI/AAAAAAAAlcM/xNsHE93ev3Q/s1600/batman_vs_hulk.jpg
Yo empecé con los tomitos del coleccionable de El Mundo, con los 2 y 3. Así recuerdo con muy especial cario historias como la de Hiedra Venenosa en el parque, el discurso de Dos Caras, y sobre todo, la historia de Agente Caído, con la que conocí y aprendí a encariñarme con los policías de Gotham. Aun sigo teniendo la saga entre mis favoritas del murciélago
De pequeño poco dinero me daban y solia comprar comics sueltos, un poco de todo. Aunque tuve suerte y de visita a casa de unos amigos de mis padres su hijo
tenia de todo: desde los mortadelos y ect…, europeo pero también mucho de vértice, mundicomics, brugera y ect… supongo que ahí pude leer por primera vez al murciélago. Aunque me acuerdo de tener el album de brugera en que salía el Dr Phosporo y Batman abrazada a una sensual Batgirl (De hecho ahora tengo todos los álbumes) el Batman/Hulk, una especie de pocket de ases alemán en que Batman se enfrentaba al espantapajaro y sus «hombres de paja» y mi preferido ese del primer volumen con portada e interior de Garcia Lopez en que iba a emular las tallas del Monte Rushmore con Batman atado a la montaña. Prácticamente todos esos comics se me deshicieron de tanto leerlos y los ejemplares no son los originales, menos creo que el Batman y Superman comprado cuando salio.
Otro que se suma.
Aunque mi primer acercamiento a Batman no fue mediante los cómics, sino que fue con la fantastica «Batman: The Animated Series», mi primer comic que tuve de Batman fue una edición de EEUU de «Batman: La broma asesina». He de comentar que tardé lo suyo en leerla, pues estaba en inglés y mi nivel de aquel idioma cuando era niño era nulo, así que entre diccionarios inglés-castellano (inet en aquella época poco), miles de anotaciones en una libreta y mucha paciencia me lo acabé leyendo y disfrutando (quizás aún más por todo el tiempo que emplee para ello).
Gracias por el articulo, muy interesante vuestras primeras lecturas. Mi primer comic de batman fue muerte en la familia 1 y el 2 , fue el segundo , los compre juntos en una tienda de segunda mano ,edicion zinco ,cuando tendria 10 o 11 años. Me sorprendio la indiferencia de la madre de jason ,me parecio bastante cruda la historia. Descubri que habia un universo batman mucho mas desarrollado en los comics que en la serie animada y me engancho para siempre. Estuve mucho tiempo queriendo leer la parte 3 , pero nunca lo encontre . No lo lei hasta hace poco con el coleccionable , dandome cuenta de que ya habia leido lo importante . Tuve mucha suerte cuando lei bajo la capucha sin saber ningun tipo de spoiler. Como no podria ser se otra forma jason es de mis personajes favoritos.
Que grande es Batman!
Yo no lo recuerdo muy bien, pero creo que lo primero que leí de Batman, fue el coleccionable en tapa dura «La Saga de Ra´s al Ghul» de Planeta. Me dejó fascinado, además de que me costó una pasta… Cuando acabé con el, supe que Batman y yo estabamos destinados a seguir juntos.. Resulta que vuelta a leer, la saga no es lo que me pareció cuando lo lei ya hará mas de 15 años… Habiendo leido las mejores obras de Batman, esa se queda un poco atrás, pero bueno, fue la que me introdujo con Batman…
Ávido lector de novelas desde que aprendí a leer (los cuentos me parecían infantiles ya en mi infancia, porque se suponía que debía leer sólo cuentos para niños) y las historietas solo las conocía de leerlas en la peluquería y ninguna de superhéroes. Allá por los ochentas vi las películas de Superman y Supergirl y me enganché, sabía la existencia de los comics pero no los busqué. En la secundaria, tendría 14-15 años un amigo llegó de un viaje a Buenos Aires (yo vivía en Jujuy, Argentina bien al norte donde nada de esto llegaba) con comics Zinco de la Legión, algunos de Batman, otros de Forum, y los llevó a la escuela. ¡Gran hallazgo! Me los prestó y los devoré. Eran otro mundo. Ahí conocí a Batman, junto a muchos otros. No recuerdo exactamente cuál fué el número, pero sí que justo en Argentina Perfil comenzó su publicación. Ahí conocí al Batman de la JLI. Pero así tarde igual en reunir el valor, y el dinero, para seguir su colección. Finalmente comencé, con La banda de barro, The mud pack. Me voló la cabeza. Desde entonces estoy enganchado. Y aunque nunca será mi favorito, ese lugar lo ocupa Superman, Batman me ofreció las mejores historias que este medio puede ofrecer: La Broma Asesina, Dark Knigth returns, Arkam Assilum, su participación en la muerte de Ted Kord (nunca se lo perdonaré), Una muerte en la familia, Un lugar solitario para morir y muchas otras.
Gracias por el articulo, siempre es interesante ver de donde y cuando noe enganchamos.
P/D: aún conservo mis cuatro números de La banda de barro, con sus hojas ya amarillas- Un lugar solitario para morir se la regalé a mi mejor amigo, el sí fanático de Batman.
Aunque he de reconocer (como ya he comentado otras veces en alguna de esas entradas «nostálgicas» que se suelen realizar en Zonanegativa de ciento en viento), yo me enganché de verdad –coleccionar mensualmente y querer completar una colección– a los cómics con los Teen Titans de Zinco.
Sin embargo, muchos años antes ya había consumido toda clase de tebeos (desde Mortadelos a Don Mickys, pasando por Pulgarcitos y superhéroes de Forúm sobre todo) y de entre ellos puedo recordar que mis primeros cómics de Batman fueron 2, aunque no sé seguro cuál de ambos fue el primero.
Recuerdo que en el chalét familiar donde pasábamos toda la familia el verano, aparecieron unos tomos grandes de Bruguera con historias de Superman y Batman (aunque en su interior compartían aventuras con otros superhéroes DC) y el que más se me quedó grabado fue este:
En el tomo en cuestión había varias historias, pero la que más recuerdo es una súper bien dibujada de Batman junto con una especie de circo de Freeks y un malvado con una guadaña de lo más terrorífica. Años después –muchos– descubrí que se trataba de «La Noche del Segador» de Dennis O’Neil, Neal Adams y Dick Giordano… ¡todo un clásico que, por obra del destino, he vuelto a recuperar gracias a los 2 tomos que ECC ha publicado recientemente sobre estos autores! Además, se incluía una historia corta (pero muy chula) de Robin y Batgirl en la que perseguían a un villano que utilizaba varias identidades malignas para cometer sus crímenes y de este modo que no pudieran relacionarlo entre ellos.
El otro tomo que recuerdo es un Pocket de Ases, también de Bruguera, donde aparecían muchas historias de Batman y Robin, a un tamaño ridículo y con una tipografía de máquina de escribir que con dos palabras ya llenaban el bocadillo y los editores se las veían para sintetizar en muy poco texto lo que ponía realmente (de ahí que la mitad de las veces el texto no tubiera mucho sentido).
En él aparecía una historia que no olvidaré nunca con un villano al que no he vuelto a ver: un tipo con un casco del que salía luz de diferentes colores y que según fuera de un color u otro… ¿te cambiaban las emociones? Siempre he deseado saber el nombre del villano y si fue flor de un día o volvió a parecer con los años.
Aunque he de reconocer (como ya he comentado otras veces en alguna de esas entradas «nostálgicas» que se suelen realizar en Zonanegativa de ciento en viento), yo me enganché de verdad –coleccionar mensualmente y querer completar una colección– a los cómics con los Teen Titans de Zinco.
Sin embargo, muchos años antes ya había consumido toda clase de tebeos (desde Mortadelos a Don Mickys, pasando por Pulgarcitos y superhéroes de Forúm sobre todo) y de entre ellos puedo recordar que mis primeros cómics de Batman fueron 2, aunque no sé seguro cuál de ambos fue el primero.
Recuerdo que en el chalét familiar donde pasábamos toda la familia el verano, aparecieron unos tomos grandes de Bruguera con historias de Superman y Batman (aunque en su interior compartían aventuras con otros superhéroes DC) y el que más se me quedó grabado fue este:
En el tomo en cuestión había varias historias, pero la que más recuerdo es una súper bien dibujada de Batman junto con una especie de circo de Freeks y un malvado con una guadaña de lo más terrorífica. Años después –muchos– descubrí que se trataba de «La Noche del Segador» de Dennis O’Neil, Neal Adams y Dick Giordano… ¡todo un clásico que, por obra del destino, he vuelto a recuperar gracias a los 2 tomos que ECC ha publicado recientemente sobre estos autores! Además, se incluía una historia corta (pero muy chula) de Robin y Batgirl en la que perseguían a un villano que utilizaba varias identidades malignas para cometer sus crímenes y de este modo que no pudieran relacionarlo entre ellos.
El otro tomo que recuerdo es un Pocket de Ases, también de Bruguera, donde aparecían muchas historias de Batman y Robin, a un tamaño ridículo y con una tipografía de máquina de escribir que con dos palabras ya llenaban el bocadillo y los editores se las veían para sintetizar en muy poco texto lo que ponía realmente (de ahí que la mitad de las veces el texto no tubiera mucho sentido).
En él aparecía una historia que no olvidaré nunca con un villano al que no he vuelto a ver: un tipo con un casco del que salía luz de diferentes colores y que según fuera de un color u otro… ¿te cambiaban las emociones? Siempre he deseado saber el nombre del villano y si fue flor de un día o volvió a parecer con los años.
Sorry, no sé cómo meter las imágenes en este nuevo formato…
En mi caso tuve dos comics de distintas ediciones al mismo tiempo para leer de Batman y por suerte los dos resultaron increibles.
Batman Vol. 1 Nº 420 que es la última parte de «las 10 Noches de la Bestia» y Batman Vol. 1 Nº que es la primera parte de la «Hija del Demonio» y aparte es la primera aparición de Ra´s al Ghul, son dos comics que me volaron la cabeza, gran manera de empezar con el hombre murcielago.