INTRODUCCIÓN
Hoy es el día del cómic, del tebeo, del arte secuencial, del noveno arte… del arte que cuenta historias a través de viñetas y con el que podemos viajar muy lejos, adentrarnos en espesas junglas, perdernos en un desierto, vivir aventuras en un lejano planeta, perder la razón, tener miedo, llorar, reír y soñar. Un medio, un arte, que une lo mejor de dos mundos, el artístico, con su color, su rotulación y su dibujo, a las palabras más elocuentes. Un arte que llena nuestras vidas y que, de alguna forma, está insertado en nuestra propia forma de ser.
Y por eso hay que celebrarlo por todo lo grande y para ello nos hemos marcado un ejercicio de recuerdo para rescatar ese tebeo, ese cómic, que nos cambió la vida de alguna forma y compartirlo con todes vosotros, les lectores, no sin dejar de incitaros a que compartáis los vuestros en los comentarios y en las redes sociales, para darle carisma a este arte que nos tiene a todes tan enganchades.
Esperamos que disfrutéis de ese ejercicio de recuerdo y el día de hoy sea muy especial.
El cómic de Raúl Gutiérrez es Invencible.
Qué decir de la gran obra superheroica de Robert Kirman, Cory Walker y Ryan Ottley que no se haya dicho ya. Ciento cuarenta y cuatro números de pura épica pijamera en la que el mejor Spiderman se da la mano con el mejor Superman y con lo más apasionante de Bola de Dragón.
Cuando en 2018, con la serie terminada en USA (y por fin, ECC mediante, a día de hoy, terminada en España), mis compañeros de la redacción de Zona Negativa me hablaron de esta obra jamás pensé que iba a disfrutar tanto ni que, en mi dilatada experiencia como lector iba a sorprenderme tanto. Pero así fue. El mejor cómic de superhéroes del Siglo XXI que llegó tarde a mi corazón, pero con la fe de los conversos, hace que predique su palabra en cada plaza pública.
El cómic de Román de Muelas es Astèrix Legionari
No creo que a nadie que vaya a leer esto le interese mucho como fue mi infancia o que impacto tuvo en mí un cómic. Supongo que como (casi) todos mis compañeros y los lectores de la web leí un porrón de cómics de pequeño. Muchos los heredé de un primo mayor (Mortadelos, Asterix, Tintines, Spidermans e incluso algún Dan Defensor).
Podría decir cuál es el primer cómic que recuerdo haber leído, o alguno que me haya regalado alguien importante para mí, o uno que me comprara con mi primer sueldo, o que me emocionara, me gustara o aprendiera con él… ¿pero uno solo?
Y además ¿qué significa que me cambiara la vida? ¿Me hizo más listo? ¿Más tonto? ¿Me encontró trabajo? ¿Un piso más barato, con cuatro habitaciones y una terraza donde hacer calçotadas?
No sé, es difícil.
Nos dijeron que esto debía ser corto y llevo casi la mitad de las palabras y todavía no sé qué decir.
Me referiré a un cómic que me impactó y creo que ha influido (que no cambiado) en mi manera de ser.
Se trata de un Astérix. No es el primero ni mi preferido, pero me gusta mucho. Creo que en Astérix hay muchas cosas que se reflejan en mi manera de ser, de entender la vida y de lo que me gusta. Las ganas de llevar la contraria, la motivación de reírse de la autoridad, comer hasta hartarme, la camaradería, el trato entre amigos con esos cambios de humor, donde te puedes abroncar a gritos y luego partirte de risa, sin rencor… Son cosas que me gustan y/o definen (creo).
Pero si por algo elijo este Astérix es porque es el primero que leí con mi hija (Aina) y lo que pasó durante.
Por si no lo sabéis, en este álbum Obélix se enamora de Fabala, una bella y joven gala del poblado. Cuando Obélix la ve queda hechizado. Astérix le aconseja a su amigo que corteje a la joven. Obélix, como no podía ser de otra manera es de una timidez tan extrema como su fuerza sobrehumana.
Por indicación de Astérix (¿de dónde saca Astérix su experiencia como casamentero?) le lleva flores para pasar la tarde (¿?) con ella. En ese momento Fabala recibe la noticia de que su prometido ha sido apresado por los romanos.
A Obélix se le rompe el corazón. El amor de Fabala pertenece a otro hombre, a otro galo, un guerrero. Se siente un desgraciado y llora desconsolado a los brazos de su compañero.
No pasamos de aquí.
En cuanto Obélix aparece llorando, oigo un ruidito a mi lado y veo a Aina con el gesto compungido aguantando el llanto.
Le pregunto: “Què et passa?” y estalla en lágrimas y dice “¡Qué no están casados!”.
“Joder” pienso “no ha entendido nada.” Intento remontar y le hago spoliers para que vea que todo acaba bien, que como siempre al final hay una parranda en el poblado galo. Nada.
Dejamos Astèrix Legionari y vamos a lo seguro, al libro de la Peppa Pig en el que hay que encontrar figuritas.
Gracias Uderzo y Goscinny por este momento. Lo recordaré siempre.
El cómic de Fer García es Odio
Son muchos los cómics cuya lectura supuso un hito en mi desarrollo y me cambiaron la vida, pero de entre todos ellos, Odio, el áspero y cómico retrato que Peter Bagge realizó de la Generación X. Su descubrimiento me llegó a través de la lectura de algún número de El víbora, publicación en la que compartía páginas con otros maestros del underground americano y nacional, y que de vez en cuando compraba furtivamente a escondidas de mis padres, como si fuera una revista pronográfica (algo de ello tenía, ciertamente), desde que la descubrí en la desaparecida Norma Comics Málaga, mi librería habitual durante mi adolescencia temprana y lugar de reunión en el que pude conocer a otras personas como yo. Aquel azaroso encuentro supuso para mí el acceso a una nueva corriente de comics, que hasta ese momento desconocía, con el factor añadido de representar una puerta prohibida a un mundo adulto.
Para aquel pequeño Fer de 13 años, conocer a Buddy Bradley, con el compartía algunas experiencias como la música, la desubicación en un sistema educativo que no atendía a las especificidades de cada persona o la rebeldía contra mi familia y el refugio en mi grupo de iguales, me llevó a sentirme identificado con algunos de sus pensamientos y acciones, mientras que otros llegarían más tarde para, finalmente, darme cuenta con el paso de los años de lo imbécil que era en aquella época de mi vida. Odio es un viaje a través de las experiencias vitales y el desarrollo de nuevos estadios de madurez de su protagonista, lo cual me ha llevado a transitarlo en diversas ocasiones a lo largo de mi vida, en las que siempre he realizado diferentes aprendizajes y pasado un divertido rato de lectura, gracias a su corrosivo sentido del humor.
El cómic de Sergio Fernández es Y, el Último Hombre
Desde que tengo uso de razón, los tebeos me han acompañado. Mi madre siempre cuenta que, siendo muy pequeño, en un viaje ferroviario, una mujer sentada al lado nuestro le preguntó sorprendida cómo era posible que leyera en voz alta cada vez que pasaba una página. No sabe leer, contestó mi madre, pero se lo he leído tantas veces que se lo sabe de memoria. A pesar de esta anécdota, en comparación con muchos de mis compañeros, la afición no se convirtió en amor desmedido hasta llegar a mi mayoría de edad. Hasta entonces había devorado mil veces diferentes cómics de Astérix, Mortadelo o Tintín pero no había explorado mucho más allá lo que este medio podía ofrecer. Mi entorno nunca se ha caracterizado por su relación con las viñetas. Todo cambió con el estreno de la serie Perdidos que, desde un primer momento, se convirtió en una droga para mí. Las continuas búsquedas en internet, y los guiños en cada capítulo, dejaron en mi retina grabada una portada en español de Y, el Último Hombre que Hurley leía en uno de sus capítulos. Así descubrí el nombre de Brian K. Vaughan, autor del que, desde entonces, no me pierdo ningún trabajo.
Tiempo después, en una visita a la tienda de cómics Joker, me hice con el primer número publicado por Planeta tras una breve charla con Mikel Bao que acabó por despejar las pocas dudas que podía tener. Devoré la aventura de Yorick Brown como durante años hice con Perdidos y, como con aquella, sentí la necesidad de buscar más información al respecto. Y: El último hombre supuso mi primer contacto con Zona Negativa comentando un magnífico artículo firmado por José Torralba. Fue en ese mismo momento cuando Cupido me lanzó una flecha impregnada de veneno para la cual no había cura posible. Echando la vista atrás todo fue fruto de una maravillosa casualidad. En la época más rara de nuestras vidas, en pleno confinamiento, tocó volver a leer esta serie para nuestra iniciativa #QuedateEnCasa. El podcast sirvió de terapia. Y: El último hombre no había perdido ni un ápice de su frescura. Dios salve a Brian K. Vaughan.
El cómic de Miguel Ángel Crespo es Patrulla-X: Muerte viva
Con frecuencia bromeo diciendo que todo lo que sé sobre la vida lo aprendí leyendo un tebeo de la Patrulla-X de Chris Claremont. Pues bien, Muerte viva ES ese tebeo. Confieso que la primera vez que leí esta historia, surgida de las tensiones entre la recargada prosa de Chris Claremont y el preciosista dibujo de Barry Windsor-Smith, aún no era lo suficientemente maduro como para comprenderla en todo su esplendor. Carecía de la experiencia vital con la que interpretarla, pero sabía que estaba ante algo único, algo especial. Los personajes parecían dotados de una humanidad que sobrepasaba las viñetas y me hablaba directamente a mí. Con el paso de los años he ido volviendo a Muerte viva una y otra vez, reinterpretando este tebeo a la luz de mis nuevas experiencias. En todas esas ocasiones siempre he encontrado algo nuevo y ese algo siempre ha sido positivo, pues me ha hecho entender un poco más mi propia historia y me ha hecho sentir que crecía como persona.
Muerte viva es la historia de Tormenta, la diosa del clima de la Patrulla-X, a quien se le han arrebatado sus poderes y su conexión con la madre naturaleza. Ella, que vivía con más intensidad que nadie y estaba en profunda sintonía con el planeta, ha perdido la capacidad de volar. Ahora está anclada al suelo, como el resto de mortales. Para ella es como haberse quedado ciega, sorda y muda; como estar muerta en vida… y sólo piensa en morir del todo. Pero ha sido acogida por un hombre, Forja, que pasó por una experiencia traumática similar y ha aprendido a vivir con su discapacidad. Poco a poco, los delicados cuidados de Forja empezarán a erosionar la dura coraza de Tormenta y entre ellos surgirá un vínculo cada vez más intenso. Pero, ay, el amor de forja también es una cadena que ata aún más a nuestra protagonista al suelo y la tragedia pronto hace acto de presencia, pues, aunque él lo mantiene en secreto, fue Forja quien creó el arma que despojó a Tormenta de su don.
Romance, pérdida, duelo, traición, superación… todo ello condensado en apenas unas pocas páginas. ¡Qué tebeo tan increíble! El fatídico romance entre Forja y Tormenta resume los elementos que definen las relaciones humanas desde ambos lados de la balanza: confianza y temor, sinceridad y engaño, pasión y represión, libertad y dependencia. Una vez leí este tebeo después de pasar por un importante episodio depresivo y encontré en él una historia sobre cómo reconstruir una vida que se creía destruída. En otra ocasión leí este tebeo después de que un familiar llevase a cabo un intento de suicidio y lo que encontré en él fue una historia sobre la necesidad de buscar la luz aunque todo el mundo parezca sumido en tinieblas. Tiempo después leí este tebeo tras pasar varios años atrapado en una asfixiante relación de dependencia y encontré una historia en la que se defendía que no se puede sentir auténtico amor hacia nadie si antes no se siente amor hacia uno mismo. Pasan los años y yo he vivido un poco más, he amado un poco más y he sufrido un poco más. Entonces vuelvo a este tebeo entendiéndolo de forma más íntima, dándome cuenta de que las respuestas siempre estuvieron ahí desde el principio, aunque antes no fuese capaz de verlas.
Y en esos momentos en los que mis fuerzas se desvanecen, en los que siento que ya nada merece la pena, en los que creo estar lejos de todo y de todos, cuando ya sólo veo oscuridad, pienso en las últimas palabras de Tormenta en esta historia… “Quizá mis pies nunca dejen de pisar la tierra… ¡pero algún día volveré a volar!”… y me envuelve una sensación de auténtica y genuina paz. Porque, al fin y al cabo, esa frase es todo lo que necesitas saber sobre la vida.
El cómic de Pablo Sánchez es From Hell
En este día del cómic, la obra que más me ha marcado ha sido From Hell. Es la obra que siendo adolescente me mostró con más claridad las posibilidades del medio, la complejidad de relatos con capas y capas de significado. From Hell es sobre todo magia. La descripción de la Inglaterra victoriana como un Imperio decadente, la recreación de esa atmósfera callejera a caballo entre la niebla (smog) y el humo del carbón, las visiones, las sociedades secretas, las conspiraciones.
Yo ya era un fan de Alan Moore cuando comenzó a publicarse (en 5 volúmenes) en España. Planeta de Agostini subestimó las posibilidades de la obra y la tirada de esa primera edición fue muy corta. Tanto que tuvieron que reeditar la obra entera en un solo tomo a los 6 meses de finalizar la publicación de la 5ª parte. Nunca olvidaré cómo leí ese primer volumen, en el salón de la casa de mi infancia y juventud, un sábado de mayo, sentado en el sillón de mi padre e iluminado únicamente con una lámpara de pie. Supe al instante que estaba leyendo algo especial. La calidad del trabajo de Moore y Eddie Campbell era asombrosa. El capítulo 2, donde se presenta a William Gull / Jack, debería enseñarse en las escuelas de escritura creativa. Son tantos los momentos que permanecen grabados en mi mente (desde la brutal visita de Jack a John Merrick “El hombre elefante”, hasta cada uno de los asesinatos) que necesitaría 100 páginas para describirlos todos. Y como toda obra maestra que se precie, From Hell debe ser descubierta por uno mismo.
El cómic de Enrique Doblas es Batman: el regreso del señor de la noche
Yo no estaba preparado para eso.
No sé si fue un regalo, un préstamo olvidado del novio de mi hermana, o una equivocación paternal. Sinceramente, fue como un camión que te pasa por encima, pero tienes la suerte de poder levantarte.
Sólo tendría once tiernas primaveras cuando las frases lapidarias se grabaron en mi memoria: “Hay siete modos distintos de contraataque”, “Pienso en Sarah. El resto es fácil” “Buena chica. Buen soldado” …
Once años cuando las páginas impactantes se clavaron en mi retina para no abandonarla, como la silueta atravesada por el rayo de la portada, la secuencia del asesinato de Thomas y Martha, como ese infinitamente imitado grácil vuelo del héroe y su pupila.
Cuando comprendí que los cómics que tanto amaba podían ser, además, otra cosa. Un medio en el que contar historias de manera maravillosa. Que se podían construir tempos, elipsis, pequeñas historias dentro de algo más grande, se podía dar personalidad hasta a los reporteros de la televisión.
Es más, que esa historia me la contaba alguien llamado Frank Miller, y que mi atención iría dirigida a gente como él, como ese tal Klaus Janson, o esa Lynn Varley. Porque los cómics los hacían personas, y estas eran increíbles.
También me dio el vértigo de ser testigo del cambio, pues hasta ahora mis héroes ya tenían el camino labrado. El statu quo estaba escrito en piedra y las aventuras eran disfrutablemente intrascendentes. Pero aquí todo parecía tener el peso de la historia, estaba reescribiéndose y yo lo estaba leyendo.
De pronto Superman podía equivocarse en su heroicidad, un Batman despiadado podía hacer de símbolo para el bien, un policía acabado podía arremangarse para apagar un incendio y un líder mutante podía ayudar montado a caballo.
Entendí que los héroes pueden morir, pero su leyenda nunca lo hará.
Fue como una bofetada que pica pero no duele, un fuego que prendió algo en mi interior que me alumbraría para siempre.
Fue el cómic que me cambio la vida.
El cómic de Juanjo Carrascón es Carta Blanca
Tantos cómics en nuestras estanterías y cajas que, a veces, se nos olvida que uno de ellos fue vital en nuestra vida. La propuesta de los compañeros de Zona Negativa que aquí nos ocupa se ha convertido en un verdadero rompecabezas para mí, puesto que hay tantos y tantos que han llegado a mi vida como algo inolvidable que es difícil decantarse por uno de ellos. Al final, tras mucho pensarlo, y cambiar de opinión varias veces, hay uno en concreto que dejó una huella imborrable.
Llevo unos 30 años coleccionando cómics y ha sido en fechas recientes cuando he encontrado ese que me dejó rotundamente enamorado. Me estoy refiriendo a Carta Blanca, una historia donde lo imposible en una historia de amor se convierte en posible. Dos vidas unidas y a la vez separadas que, en un ciclo de idas y vueltas son, al cabo de muchos años, una inquebrantable unión basada en el amor incondicional.
¿Por qué selecciono este cómic alejado del cotidiano mundo de super héroes en el que vivo? Sencillamente por la pureza de la historia, la sencillez del mensaje y sobre todo porque los que somos unos románticos empedernidos acabamos, gracias a Carta Blanca, en las redes de una historia preciosa que nos hace pensar en lo imposible.
El cómic de Jordi T. Pardo es The Sandman
Hay muchas lecturas que han supuesto un antes y un después en mi afición por la viñeta. Los clásicos nacionales como Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape, Superlópez y revistas como Pulgarcito y Tío Vivo. Pero también las historias noventeras de Spider-Man, el V de Vendetta de Alan Moore y David Lloyd, El Puño de la Estrella del Norte de Buronson y Hara, X de CLAMP, Fun Home de Alison Bechdel, entre otros muchos. Pero si analizo mi trayectoria como lector de cómic el punto de inflexión, el que hizo quedarme de verdad en el medio y que logró que cambiase mi perspectiva respecto a él fue The Sandman de Neil Gaiman. Hasta entonces había leído muchos cómics que me habían enamorado y con los que había conocido a personajes que me acompañarían el resto de mi vida, pero sus historias eran puerta diversión, un pasatiempo y si quería algo más sesudo recurría a los libros.
Esta es una barrera que creo que siempre debe romper el lector de cómics: percatarse que el medio no es solo un espacio de evasión, también es un lugar en el que tienen cabida todo tipo de historias y que -al igual que cualquier tipo de arte- puede adoptar las más diversas formas. Pero eso yo lo descubrí en mis años universitarios, cuando llegó Internet y encontré a personas con gustos afines a los míos. Me acerqué a The Sandman porque me lo recomendaron con entusiasmo y porque estaba disponible en la biblioteca de la facultad. Me absorbió desde el primer momento porque no había leído nada igual. Gaiman me abrió la puerta a un nuevo mundo y lo hizo en el momento apropiado. Me produce cierto vértigo -nunca mejor dicho- pensar que nunca hubiese caído en mis manos esta obra. ¿Estaría hoy aquí hablando de cómics? ¿habría dejado la afición tarde o temprano? ¿Habría conocido a tanta gente tan importante en mi vida? En definitiva, sobre eso mismo reflexiona The Sandman, ¿no? Sobre el poder de las historias y la manera en la que nos condicionan y nos definen.
El cómic de Ángel García es Ultimate Spiderman
Nací en el año 1996, por lo que apenas era un niño cuando se comenzó a publicar Ultimate Spiderman. Entonces, ya era gracias a la película un fan total del personaje. El hábito de lector que tan bien supieron inculcarme mis padres me llevó a buscar refugio en los tebeos. Recuerdo todavía cómo fue para mí encontrarme con esta colección, el impacto tan brutal que tuvo hacerme con los primeros números.
Los rediseños de personajes me flipaban. Ese duende verde convertido en un demonio gigantesco o el traje de Electro eran mis favoritos, sin contar a ese Octopus maligno, inteligente y vulgar que desde el primer número me atrapó.
En muchas ocasiones me perdía en los segundos sentidos de los diálogos o me costaba entrar en las tramas más adolescentes, pero siempre sentía como parte de mí la vida de Peter, como si se tratara de un buen amigo o de un hermano mayor al que miras con gran cariño.
Siempre me gustaron los dibujos de Bagley (algo que, al entrar en ZN, vi que no era muy compartido), cómo nos transportaban a la Nueva York Ultimate, que por estética ahora nos parece tremendamente hortera, nos daban una visión total de la acción superheroica.
Una cabecera para principiantes, como yo, que buscábamos algo distinto que no podía darnos Amazing. Sentido de pertenencia, frescura y discurso actual adaptado a nuestras vidas y lenguaje.
No pasan más de seis meses sin que vuelva a leer esos primeros números, así como el arco de Hollywood, la saga de los clones, la relación con Kitty Pryde…
La colección que cambio mi vida y me dio una afición preciosa que sigo cultivando.
El cómic de Raúl López es Biblioteca Marvel
Complicada propuesta la que se sacaron mis compañeros de la chistera para el día de hoy. Nada menos que el cómic que cambió nuestra vida. Ante esta tesitura podría poner sobre la mesa el Spiderman 100 de Forum, uno de los primeros cómics que leí de mi querido trepamuros con apenas ocho años, o La broma asesina que leí pocos meses después en su edición de Zinco. Podría recordar algunos cómics que me prestó mi profesor en EGB como La última cacería de Kraven o los X-Men de Roy Thomas y Neal Adams. También podría hablar del momento en que me convertí en coleccionista de cómics con El asombroso Spiderman 232, Motorista Fantasma 1 y New Warriors 2. Todos estos momentos marcaron mi camino como devorador de viñetas y todos ellos fueron relevantes pero claro, esto va del cómic que te cambió la vida. Y ante esta pregunta siempre digo lo mismo, en mi caso las Bibliotecas Marvel que comenzó a publicar Forum allá por 1999 e intento desarrollar el porqué.
Por entonces yo tenía veinte años, estaba en mi primer año de universidad y estaba a un mes de entrar en la empresa en la que a día de hoy aun sigo trabajando. Los cómics seguían siendo mi hobby pero claro, veníamos de tragar tantas historias terribles a finales de los noventa que sinceramente, estaba totalmente desencantado con el medio y me comenzaba a plantear dejar incluso de coleccionarlos. Si no recuerdo mal, incluso ese mes se comenzó a publicar en la serie regular la olvidable etapa de John Byrne al frente del guión y dibujo, todo eran motivos para el abandono. Y entonces llegaron las Bibliotecas Marvel, material clásico que me moría de ganas de leer, las primeras aventuras de Los 4 Fantásticos, Los Vengadores, el Capitán América,… todo un sueño hecho realidad. Recuerdo comprar de una tacada las que se publicaron ese mes y devorarlas en pocos días. También ayudó que por entonces se comenzase a reeditar el Spiderman de Stan Lee y John Romita. En fin, que los clásicos, y más concretamente, las Bibliotecas Marvel salvaron a aquel lector de cómics que estuvo a nada de tirar la toalla. De hecho, tal fue mi ‘agradecimiento’ que cuando me dio por crear una web para hablar de ‘mis cosas’ pensé que un buen homenaje a aquellos cómics era llamarla Zona Negativa, el resto es historia.
Quien sabe, a lo mejor las actuales Bibliotecas Marvel también salvarán a algún lector, en mi caso por lo menos me han servido para cerrar el círculo y cumplir uno de mis mayores sueños. Pronto más detalles…
El cómic de Mònica Rex es Utena. La chica revolucionaria
¿Una lectura puede cambiarte la vida? Quizás, la mayor prueba de que la respuesta es que sí es esta misma publicación. Un puñado de personas explicando como las páginas de un cómic hicieron que viera el mundo de otra manera. La mayoría de experiencias hablaran de la adolescencia y la niñez. Mi caso no será una excepción. En mi caso, la historia que determinó mi manera de entender el mundo fue
Utena es una historia de sororidad. Una historia donde todos los amores son válidos. Su protagonista, Utena, no está dispuesta a aceptar la posición de sumisión e inferioridad que sufre Anthy. Para salvarla de este miserable presente entrará en el circuito de duelos del Consejo de Estudiantes. La magia que hay en esta historia responde a una gran metáfora sobre el paso a la edad adulta, la sexualidad, los traumas de la infancia, el destino y la superación.
El anime de
El cómic de Tristan Cardona es Comanche. El cielo rojo sobre Wyoming
Hoy quiero hablar del díptico de Los lobos del Wyoming de la serie Comanche. De Greg y Hermann.
Yo ya había leído mucha historieta. Tenía unos catorce o quince años cuando me regalaron estos dos álbumes. Había aprendido a leer con el TBO, ya conocía El hombre enmascarado, Príncipe Valiente y Flash Gordon editado por Buru Lan, me había reído con Magín el mago de Ibáñez y había disfrutado con El loto azul de Tintín o había alucinado con el The Spirit en blanco y negro de la revista publicada por Garbo. Y me gustaba muchísimo Blueberry… Pero esto era diferente. Era más áspero, más seco y mucho más intenso. Ya al final del primer álbum, viendo el destino del reverendo Braggshaw y la maldición que le cae a Red Dust, comprendí que estaba ante algo muy serio. Pero, con la conclusión de la segunda parte, con ese terrible final, donde casi se puede oír una harmónica plañidera puntuando sus notas sobre el cielo crepuscular del poblado de Laramie, entonces comprendí que el cómic había conseguido entrar definitivamente en la edad adulta. Y yo iba a empezar a hacerlo, siempre a su lado, el resto de mi vida.
Salut!
PD: Unos años más tarde leí El desierto sin luz, la continuación de la historia y una crónica de las consecuencias de todo lo que pasa en los dos álbumes mencionados, y mi admiración por los dos autores aumentó incluso aun más.
El cómic de Laura Calvo es D. Gray-man
Son muchos los mangas que me han marcado de un modo u otro. Sin embargo, ante la pregunta de cuál ha sido especialmente importante para mí, el primero que me viene a la cabeza es D. Gray-man, de HOSHINO Katsura. Y es que este es el culpable de que ahora mismo tenga problemas de espacio en mi habitación.
Para cuando descubrí la historia de Allen Walker, los exorcistas, la Orden de las Sombras y su lucha contra el Conde del Milenio y los akuma, ya contaba con algunos mangas en mis estanterías. Había comprado varios tomos de Slayers por ver a los personajes del anime de mi infancia en viñetas. También había empezado a leer Death Note después de terminar su serie animada, que me había fascinado. Pero no había indagado mucho más. D. Gray-man fue un antes y un después para mí no solo porque me tenía enganchada, sino porque me llevó a interesarme de verdad por el cómic japonés y a descubrir nuevas historias, nuevos autores.
Recuerdo que seguía la serie según se iba publicando. Había varios tomos en las tiendas, pero no todos, así que tenía que esperar —por lo general, un par de meses— para saber cómo continuaban las aventuras de Allen, Kanda, Lenalee, Lavi, Krory y los demás. Pero a veces la salida de los tomos se retrasaba y había que tener un poquito más de paciencia. Así que decidí llenar esos huecos, esas esperas, con otros mangas. Al principio, iba con cautela: historias cortas, obras cuyo anime conocía… Sin embargo, enseguida me atreví con títulos de los que apenas había oído hablar y que me llamaban la atención. Poco a poco, mi mangateca fue creciendo y llenando mis estanterías, haciendo compañía a mis libros —que también son un montón… No tengo remedio—.
D. Gray-man todavía es uno de mis cómics japoneses favoritos —pese a los continuos hiatus y el no saber cuándo podré leer el final— y les tengo mucho cariño a sus personajes. Además, siempre será especial para mí por abrirme las puertas de esta afición con la que tanto disfruto.
El cómic de Pablo GR es Air Gear
Sabes que eres un friki cuando intentas imitar a tus personajes favoritos de los cómics. Siempre desde la seguridad, no saltéis por la ventana ni intentéis parar camiones niños. Así que en mi adolescencia aún inocente de este mundo colosal del manga y el cómic, descubriese esta serie de patinadores y me entrara por los ojos de tal manera que me pusiera a hacer mi propio equipo de stormriders.
Air Gear no es una serie para todo el mundo, ni una serie de culto, ni tan siquiera es una serie seria. Ha tenido un anime, sí, y ha intentado salir adelante solo consiguiendo adaptar los primeros 12 tomos con una animación un tanto mediocre (mención honorífica a la banda sonora y el opening que son pura ambrosía celestial). Y aún con esas ha tenido una legión de fans siguiendo la serie, haciendo fanarts, replicando la web de las batallas en la vida real, viviendo la serie a tope. Joer si hasta me he encontrado gente haciendo cosplay de la serie en A Coruña que somos cuatro matados, dos de los cuales íbamos de Ikki y Simca (saludos al Akito e Ikki que me encontré en mi primera Expotaku, os guardo en el corazón).
Que la premisa es rockera, adolescente y gamberra del todo. Equipos de patinadores motorizados se enfrentan en batallas a la cual más loca para hacerse con la cima de la torre. ¿Qué hay en la cima? La gloria. Luego aparecen patinadores con habilidades loquísimas y con patines tuneados con piezas únicas (llegan a lanzar casi ondas vitales con los pies como Goku ahí lo dejo). Nuestro prota vive con una fijación por volar cual kiwi soñador, y será con esa convicción férrea y un equipo muy molón que arrasen por donde pasen.
Aunque ahora tenga una visión más crítica y pueda sacarle todas las faltas al guion o a su dibujo, es una serie que seguiré recomendado a quien quiera escuchar mi tostón otaku. Es una serie que seguirá conmigo y seguiré releyendo, seguirá dándome alas y seguirá recordándome que para ser feliz, lo único que tengo que hacer, es mirar hacia arriba (¡y que me den mis putos patines motorizados!).
El cómic de Diego García Rouco es La vida es buena si no te rindes.
No ha sida nada fácil buscar una obra de la que pudiera afirmar con certeza que me cambio la vida puesto que todo lo que vas leyendo, escuchando o viendo va uniéndose a tu bagaje personal para acabar por modelarte como persona. Así que podría citar cientos de cómics, aunque siguiendo estrictamente el título del articulo la elección más justa tendría que haber sido El perdón y la furia ya que la reseña que le presente a Raúl López me abrió las puertas de esta casa y eso sí que es algo que me ha cambiado la vida ya que me ha permitido conocer a un grupo gente maravillosa que se ha escrito en mi vida modificándola de manera irreversible.
Sin embargo, mi elegida ha sido La vida es buena si no te rindes de Seth. Los motivos para la elección tienen más que ver con mi evolución como lector y las puertas que me abrió su aparición a mediados de 1999 en la colección Drawn and Quarterly presenta de La Factoría. En aquellos años mis lecturas comiqueras estaban evolucionado hastiado de las fórmulas repetitivas y cíclicas de los superhéroes hacia otros terrenos más estimulantes, libres y diversos. Un proceso de búsqueda que ya había comenzado en otros campos culturales como la literatura o el cine, pero la oferta editorial comiquera a finales de los noventa en España era más limitada, llena de cómics con más brillo en las portadas que en el contenido. Pese a la creencia general y los infames tebeos de superhéroes que se produjeron, esa década fue especialmente fecunda en el cómic norteamericano con una confluencia de autores que removieron el medio demostrando que el talento surgía a borbotones fuera del control de DC y Marvel. De entre todos los cómics que descubrí en esos años esta obra de Seth, un autor con el que conecté de una forma muy fácil, gracias una especial sensibilidad que siempre está presente en sus historias y a la pausa a la hora de contar unas historias que me recuerdan lo maravillosos que pueden ser los momentos más pequeños. Además, habla de tratarse de un cómic que trata sobre la historia del cómic algo que es una de mis grandes debilidades.
Tenéis una reseña de la obra en este enlace firmada por Javier Agrafojo. Si queréis leer una entrevista con Seth aquí podéis leer la que le hice con Sergio Fernández, uno de esos maravillosos amigos que mencionaba antes.
El cómic de Pablo Menéndez es Dylan Dog
Con ocho o nueve años, Dylan Dog me fascinaba por la sangre y el sexo. Me daba miedo, y me fascinaba porque me daba miedo. Tuve que estar bastante crecidito (y con esto no quiero decir que entonces disfrutara más o mejor con Dylan; aunque si pude valorar su amistad con mayor gratitud) para descubrir el poso existencialista y las referencias (de todo tipo y condición) de los guiones del maestro, del genio, del italiano Tiziano Sclavi, a quien Umberto Eco comparaba sin complejos con Homero y los escribas de la Biblia.
Podría hablar aquí de muchas historias clásicas: El amanecer de los muertos vivientes (#1), Morgana (#27), Historia de Nadie (#43), La historia de Dylan Dog (#100), todas ellas escritas por Slavi. O podría hablar de alguna historia moderna de Roberto Recchioni, como Mater Morbi (#280) o Mater Dolorosa (#361), quien creo que es el guionista que más se ha acercado al espíritu de Sclavi. Pero no.
Voy a hablar de Medusa (#167), una historia escrita por Paola Barbato y dibujada por Bruno Brindisi. No está ni de lejos entre las mejores historias del personaje, pero es la primera que leí.
De crío me fascinaba la mitología; especialmente la griega. Y no hace falta ser Colombo para llegar a la conclusión de que juntar mitología griega, terror y erotismo en noventa y ocho páginas fue como una bomba atómica en mi cerebro.
La historia era sencilla. Dylan Dog, el carismático investigador de las pesadillas, debe enfrentarse al misterio de Ely Edelgase, una arqueóloga que dice haber encontrado el escudo de Perseo y la cabeza de Medusa. Ely dice tener fotogenia. Llevas gafas opacas. Evita tener contacto cercano o íntimo con nadie. De nuevo, no hace falta ser Colombo para intuir que estamos ante un caso de reencarnación.
Algunas historias de Dylan Dog me han gustado más. Otras menos. Pero solo otra historia (A través del espejo; #10) me ha impactado tanto tiempo y me ha generado traumas tan profundos como Medusa.
Aunque, ahora que lo pienso, A través del espejo es un cómic mucho mejor, pertenece a la época clásica de Slavi y también es de las primeras historias que leí. Quizás debería haber hablado de esa historia. O de otro personaje mítico de la factoría Bonelli, Nathan Never. Pero ya es tarde. Se ha hecho de noche, y en la noche proliferan los monstruos: es decir, nosotros.
El cómic de Gustavo Higuero es Millenium
Para poder entender mejor lo que este cómic significó hay que hacer antes un pequeño resumen de mi recorrido personal en lo que a la lectura se refiere.
Mientras cursaba la EGB nunca mostré interés por la lectura. Había tenues intentos, algunos impuestos por las materias curriculares, otros por pequeños destellos internos, pero la realidad era que no me acercaba a un libro con verdadera intencionalidad y mucho menos quedaba atrapado en esto de viajar a través de las palabras impresas. Por supuesto, coqueteaba con algunos tebeos de Mortadelo y Superlopez, otros de la revista Guai, incluso, durante mi estancia hospitalaria por la operación de apendicitis, llegue a tener entre mis manos algún retapado del Capitán América y los Vengadores, pero sin que su lectura encendiera en mi llama alguna por querer continuar las aventuras de tan variopintos personajes. También recuerdo intentarlo con la serie de los Transformers, pero el resultado fue irregular, pues lo deje en su segunda entrega, así como disfrutar de la lectura de un tomo de Novaro de Superman, pero sin que nada me empujará a querer leer nada más del personaje. Las letras y yo parecíamos condenados a permanecer como el agua y el aceite, juntos, pero no mezclados.
Entonces llegó el mes de octubre de 1988 y a las tiendas llegó el primer número de una serie titulada Millenium. En realidad, yo no me enteré de que aquello había sucedido y fue a través de un compañero, Pablo, que se trajo esa primera entrega, como supe de la existencia de ese cómic. Lo ojeamos en el recreo y lo que había entre sus páginas fue algo fascinante. Había muchos personajes, algunos me resultaban conocidos, como Superman y Batman, pero la inmensa mayoría me eran unos absolutos desconocidos.
Pero allí estaba, delante de mis ojos, el cómic que me cambio la vida, algo que no sabía entonces y que solo pude concretar pasados unos buenos 20 años. Le pedí a mi madre ir por los quioscos del barrio buscándolo, hasta que nuestra peregrinación obtuvo sus frutos y me hice con un ejemplar. No se trata de mi cómic favorito, pues tengo muchos tras tantos años de lecturas (a las que se sumaron los libros cuando cumplí 15 años), pero se trata del cómic que puso todo en marcha, que se clavó en mi ser de tal forma que quisiera seguir leyendo más, que cada número me arrastraba al siguiente. Descubrir ese Universo DC me llenaba de satisfacción mes a mes. Fue algo catártico, demencialmente celestial. Desde entonces he leído mucho, he leído cómics impresionantes en todos los sentidos, pero lo que Millenium significó en mi vida no lo ha logrado ningún otro cómic. Y eso hace que no solo me cambiara la vida, sino que sea profundamente importante para mi en mi vida, porque sin Millenium es muy probable que no estuviera escribiendo esto hoy en día.
El cómic de Igor Álvarez Muñiz es The Authority.
Si algo adoro del mundo del cómic es su fuerza. En estos más de treinta años que llevo como lector asiduo hay tantos cómics que me han volado la cabeza, que me han cambiado o que han dejado una impronta fuerte en mi, que podría hacer una entrada diaria como esta, con obras distintas, durante un año y seguro que me dejaba cosas. Empezando por Daredevil que me enganchó al medio, La Patrulla-X de Claremont que me hizo comprar mes a mes o siguiendo por el Predicador que me enseñó el más allá, y eso sin salir del instituto. Pero hoy me apetece resalta una obra que me cambió, por cómo enfoca a los supers, y que cambió a su vez cómo otros autores los trataron posteriormente. The Authority.
Yo ya era de los que tenía el placer, puede que un poco culpable, de disfrutar de Stormwatch, desde su principio (sigo considerando maravilloso el arco de la muerte de Batallón) pero es innegable que cuando Warren Ellis tomó el mando de la serie la calidad aumentó considerablemente. Tras utilizar un cruce con la famosa franquicia Alien para deshacerse de la mayoría de personajes, Ellis aprovechó para crear The Authority, con un pletórico Bryan Hitch, una pseudo-continuación con personajes propios en la que se reflexiona sobre muchas cosas, entre ellas el poder y la política.
Violencia, comedia y algo de drama llegaban con una actitud crítica que trajo más de un problema a su editorial, DC, por la muestra pública de dos hombres besándose, censurada hasta años después, llenaban las páginas de esta serie que globalizaba el concepto de «superhéroe». The Authority trascendió a su autor, avanzó en su propia colección con autores muy variados que, si no superaron a su creador, llegaron alto, no solo estuvieron presentes hasta el fin del universo Wildstorm (World’s End) cuando DC cerró el sello, sino que llegaron a integrarse en el universo superheroico principal de la editorial, con algunos cambios, tuvieron un reboot y ahora se anuncia una futura película. No todo es recomendable, pero The Authority fueron una parte importante del motor del cambio en los superhéroes del presente siglo. Y también de mi forma de verlos… Ahora que lo pienso, esto mismo podría decir de Planetary. Me la guardo para el año que viene.
El cómic de Nacho Teso es Nuevos Vengadores
Brian Michael Bendis. Los Nuevos Vengadores. Esta es la combinación que define a la Marvel que entra en el nuevo siglo y que logra elevarse a nuevas cotas de calidad, impacto y alcance. Y dado que hoy hablamos de cómics que nos cambiaron la vida, no tengo ningún motivo para contenerme a la hora de valorar uno de los mayores clásicos modernos de Marvel Comics. Porque, tras el paso de los años, las idas y venidas, las nuevas etapas y hasta la marcha del guionista, una verdad irrefutable permanece: estas siguen siendo las raíces sobre la que se sostiene la historia moderna de la editorial.
El punto cero fue Vengadores Desunidos, por supuesto. Pero aquella historia fue el punto y aparte sobre el que abonar. Desde Nuevos Vengadores se empezó a crecer y desde ahí se alcanzaba todo. Para un joven muchacho como el que era yo entonces esto fue perfecto. Tenía un asiento privilegiado para la historia río que se estaba desarrollando, podía ver a Spider-Man y Lobezno entre los Héroes Más Poderosos de la Tierra, descubría nuevas facetas de Luke Cage y conocía por primera vez a nuevos personajes como Jessica Jones. Si aparecía un nuevo Capitán América, un nuevo camino se abría ante mí. Si llegaba a un evento y un grupo me llamaba la atención, podía mirar atrás y seguir su trayectoria. Si Norman Osborn se hacía con el poder, yo me pasaba un año deseando que le rompieran la mandíbula de un puñetazo. Todo lo bueno que podía ofrecer mi guionista favorito iba acompañado de dibujantes Top que sabían que estaban bajo el foco y demostraban su talento continuamente.
Nuevos Vengadores era La Serie que leer. Sus páginas me abrieron al resto del actual universo Marvel. Y, desde ahí, la trayectoria es clara hasta escribir estas líneas. No se me ocurre mejor definición de «cambiarme la vida».
El cómic de Samuel Secades es ¡En busca de Reed Richards!.
Dicen que el primer amor nunca se olvida, y en el caso del cómic que me hizo convertirme irremediablemente en aficionado al medio fue ni más ni menos que el primero que cayó en mis manos. Comprado en un kiosko (de aquellos en los que los cómics compartían espacio con revistas, chucherías y demás) de manera aleatoria como regalo de mis padres, sin más criterio para su elección que su colorida portada, ¡En busca de Reed Richards! (así, con exclamaciones y todo), cayó en las manos de un niño de diez años que aún seguía ojiplático tras ver el Batman de Tim Burton en el cine y que quería devorar cualquier cosa que oliese a superhéroes. Y curiosamente fue Marvel la que me encontró en aquel entonces con el Supergrupo por excelencia (sin contar al comandado por Superlópez). Y lo que me conquistó de aquel tebeo, que me acompañó durante muchos años y que acabó sucumbiendo al uso y al desgaste, fue precisamente que me colocaba en medio de la acción en la cúspide de Los 4 Fantásticos de John Byrne; un maravilloso in media res donde descubría que Mr. Fantástico había desaparecido misteriosamente, que los 4F venían de una épica batalla contra el Doctor Muerte, que la Bruja Escarlata estaba llorando a su querida Visión, inconsciente vaya usted a saber por qué (todos aquellos asteriscos me llevaban a tesoros aún por descubrir), y que Namor se excedía flirteando con Sue Storm, incluso plantándole un beso en plena azotea del edificio Baxter que, lo reconozco, me incomodó bastante (menuda mojigatería me gastaba de pequeño, al parecer). Por si eso fuera poco, los ahora preocupados 3F se embarcaban en un viaje a la Luna para visitar al Vigilante (allí conocí a Jack Kirby sin saberlo), que a su vez me hablaba de Lilandra Neramani, de los Shi’ar y, sobre todo, de un tal Galactus que devoraba planetas y que era más antiguo que el mismo Universo. Como comprenderéis, todo aquello despertó en mí un hambre desconocida por rellenar los huecos de tan asombrosa y divertidísima mitología que se abría ante mis (cuatro, ya por aquel entonces) ojos. Para rematar toda aquella locura, el propio Vigilante se iba a buscar a un tal John Byrne, el mismo tipo que firmaba el cómic, para que ejerciese de testigo y narrador del juicio a un Reed Richards estirado hasta el límite en una máquina de tortura alienígena que me traumó durante años, y cuyo pecado había sido salvar la vida a Galactus (¿no era eso lo que hacían los héroes?). Así que el dibujante se dibujaba a sí mismo, y la Primera Familia asistía impotente al juicio a su marido, cuñado y mejor amigo. No supe como continuaba la historia (ni de dónde venía) hasta muchos años después, por lo que aquellos lindes del Universo Marvel eran la piedra filosofal de mi nueva imaginación, unas Sagradas Escrituras a las que aún venero a mis (consulta el calendario) cuarenta y dos añazos. El kiosko terminó cerrando y fundí aquel tebeo de tanto leerlo (aunque lo recuperé años después perdido en el cajón de una tienda de cómics como si hubiera descubierto el Santo Grial), pero las viñetas se quedaron para siempre a vivir conmigo.
El cómic de Luis Javier Capote Pérez es Dreadstar.
Cuando ya tienes un buen número de lecturas en el macuto, resulta un tanto complicado decantarse por una obra específica, a la hora de plantearse qué tebeo fue el que cambió mi vida. La existencia es una sucesión de experiencias y, aunque hay un puñado de comics especiales para mí y, casualmente, casi todos los descubrí en el mismo año, no puedo decantarme por uno u otro. Todos ellos construyeron mi afición, mis preferencias y mis gustos, así que, si tengo que mencionar uno, tengo que hacerlo con las aventuras de Dreadstar y compañía.
La primera vez que leí un tebeo de la colección protagonizada por esta banda de forajidos cósmicos, tenía trece años. Fue una compra para amenizar un viaje por mar y me llamó la atención su portada, en la que Vanth se descomponía de forma aterradora. Devoré aquel cómic una y otra vez, cuando no sabía qué era la línea Epic ni quién era Jim Starlin. Me fascinaron el diseño de los personajes: Dreadstar y su espada, el hechicero Syzygy Darklock, la mentalista Sauce 327, el último hombre-gato Oedi, el socarrón Skeevo Phlatus y, desde luego, el Alto Señor Papal. No volví a encontrar ningún tebeo más (la distribución en una isla periférica supone el pago de una doble insularidad) pero, cuando años después, me mudé a Tenerife para los estudios universitarios, me encontré con la segunda edición que Forum dedicaba a la colección. Para entonces, ya tenía más lecturas a cuestas y, pudiendo empezar la serie desde el principio, pude disfrutar de la propuesta que el señor Muerte presentaba para su creación favorita.
En Dreadstar, los temas recurrentes de la obra de Starlin están presentes en todo momento, al tiempo que podemos encontrar similitudes con otros trabajos y creaciones previas, como su labor con el Capitán Marvel o Warlock o su valiosa aportación a la casa de las ideas con Thanos de Titán: la divinidad, la muerte, el poder, el apocalipsis a un nivel galáctico o la misión destinada a un héroe reluctante. Si a esos ingredientes añadimos una pizca de guerra de las galaxias y le sumamos un conflicto entre imperio y papado, tenemos como resultado un tebeo trepidante, donde rara vez hay espacio para la pausa.
La lectura de toda la colección «épica» sirvió para que, en cuanto tuve oportunidad, me lanzara a pillar las ediciones de La odisea de la metamorfosis y de la etapa editada por First Comics. La primera, sumada a las novelas gráficas dedicadas a Vanth y a Syzygy, constituyen, desde mi punto de vista, el pináculo de los trabajos de don Jim. La segunda implica una cierta pérdida del encanto y la originalidad de la propuesta inicial, para convertir a Dreadstar y compañía en los atribulados protagonistas de una serie más convencional y menos interesantes. Con todo, casi cuarenta años después, el autor ha recuperado al que, según sus propias palabras, es su personaje favorito, en su encarnación clásica y resolviendo cabos sueltos que quedaron pendientes largo tiempo ha. Es una buena ocasión para descubrir quién es ese caballero que tanto se parece a su autor y que porta la espada con mejor diseño que jamás se haya visto en una viñeta.
¡Feliz día del cómic!
Estoy muy cercano a la experiencia de Enrique y Gustavo Higuero…pero con Román es coincidencia total!! Herede mucha revista de mi viejo (Satiricon, Patoruzu,Humor, Mafalda, Nippur, etc) en sus cajas sagradas que estaban de mi abuela, pero Asterix era lo más, y de entre ellos Legionario lejos, lejos mi favorito. Lo debo haber leido ochocientas mil veces, me se de memoria hasta los jeroglificos de Campodetenis. Y seguro es uno de los responsables de que haya seguido leyendo no solo comics, sino toda lectura en general, y gran obsesion con la historia antigua sobre todo en la primaria.
Aunque…no sería justo si no mencionara a la Muerte de Superman y La Broma Asesina edición Perfil como los que me afianzaron sobre todo a ese costado comiqueril. Pero no estaría mal Asterix Legionario si tuviera que elegir uno solo, y varios años mas temprano en mi vida (preescolar). Gran informe.
100% de acuerdo. Asterix es imbatible y de mis cómics de infancia creo que es el único que aún hoy disfruto de la misma manera, aunque por motivos diferentes. También me gustaban mucho El combate de los jefes, Los Godos. Asterix y Cleopatra y tantos otros.
Gracias por comentar, como siempre es un placer leerte.
Jeje justo tenia los mismos heredados, y Gladiador y la Residencia de los Dioses creo. Al Combate de los Jefes le faltaban las últimas páginas, no supe como terminaba hasta hace poco. Cleopatra le pelea muy fuerte tambien el puesto a Legionario es top top.
Después mi abuelo que trabajaba en editorial El Ateneo me fue consiguiendo muchos más.
¡Qué buena iniciativa! Yo lo tengo bastante claro también: el 7 de Excalibur de Fórum, por Claremont y Davis, que fue el primer cómic que compré en un kiosco por «voluntad propia». Es decir, había leído cómics antes que mis padres me compraban o regalaban (Don Miki, Zipi y Zape, La Masa) pero aquel número de Excalibur fue el primero que elegí de forma consciente. Y aquellas páginas del crossover con Inferno fueron el origen de mi pasión comiquera, que se mantiene viva hasta hoy. ¡Feliz Día del Cómic a todos!
Gracias y gracias a ti por tu aportación. De alguna forma todos nos conocemos un poco mejor gracias a compartir estos recuerdos asociados al noveno arte. Que gran serie fue ese Excalibur de Claremont con Davis en sus inicios. Por tu elección somos de una quinta similar, 🙂 ¿Puede ser?
Todo esto iba muy bien hasta que he leído ese todes enganchades y ye misme me he sentide absolutamente desenganchade de le artícule.
Une pene que le homenaje tan sentide a le medie haye quedade enturbiade per le errore gramaticale tan de mode en estes tiempes.
Y ahora ya en serio, ese género gramatical supuestamente neutro acabado en e únicamente engloba a las personas no binarias, y pretendiendo ser inclusivos estáis excluyendo a las personas de sexo femenino y también a las de sexo masculino, en realidad a más del 90%de la población.
Las personas no binarias se reconocen a sí mismas con ese género acabado en e, pero eso no engloba a la totalidad de la humanidad. Se puede optar por el género masculino como recomienda la rae por criterios de economía del lenguaje, pero el género acabado en e, hoy en día agramatical,tal vez no lo sea en el futuro si finalmente termina habiendo un consenso entre los hablantes del español sobre que ése sea el camino a seguir, únicamente representa a ese colectivo no binario.
Si se pretende ser auténticamente inclusivo, aunque ello atente contra el principio de economía del lenguaje, se debe optar por todas, todos y todes enganchadas, enganchados y enganchades.
Y puestos a conciliar la inclusividad y la economía del lenguaje sugiero como filólogo decir el medio que nos tiene a todas las personas enganchadas. La palabra persona, aunque de género gramatical femenino engloba al total de la humanidad, engloba a todos,todas y todes. No es lo mismo el género gramatical que el contenido semántico. La palabra persona no contiene desde un punto de vista semántico ningún atisbo de feminidad biológica aunque su género gramatical sea el femenino. Con eso quedaría resuelto el problema, estaríamos ante un artículo coherente desde un punto de vista gramatical.
Por lo demás, un homenaje al medio desde la nostalgia que no he disfrutado porque estas cosas me sacan irremediablemente del partido.
Mi primer tebeo fue Astérix y los Godos. De hecho, conservo el ejemplar, hecho polvo, pero lo conservo. Debía de ser 1980 o 1981. A lo sumo el año de naranjito. El siguiente fue Las Siete Bolas de Cristal, de Tintín. Y a partir de ahí, fueron cayendo el resto de álbumes de ambos personajes cada vez que era mi cumpleaños, mi santo o navidad.
Pero lo que creo que me enganchó de forma definitiva fue un verano en el que mi padre acudía a buscarme cada fin de semana con el Spiderman de Bruguera que había salido esa semana. Ahí ya no hubo vuelta atrás.
Siempre he dicho que ha habido cinco tebeos que han marcado mi vida en diversas etapas de la misma. Astérix y Spiderman marcaron mi infancia, la Patrulla de Claremont marcó mi adolescencia y Watchmen y el Teniente Blueberry marcaron mi llegada a la vida adulta.
Supongo que podría decir que Terry y los Piratas ha marcado mi definitiva llegada a la mediana edad.
Qué mayor me hago…
Puede que nos hagamos mayores, pero ahí quedan los recuerdos de antaño para seguir recordándonos porque estamos hoy aquí. Los cómic fosilizan no solo esas historias, sino que además nos permite retener emociones asociadas a esas lecturas. Mil gracias por compartir con todos esos cómics que te marcaron a lo largo de tu vida.
Yo soy incapaz de quedarme solo con uno. Siguiendo el ejemplo de Ignacio, me es más sencillo verlo como un cómic por cada etapa de la vida.
Los primeros cómics que marcaron mi vida serían los derivados de la serie de animación Batman TAS, que pedía a mis padres incluso antes de saber leer. Ahí empezó la afición.
Durante algunos años me distancié (videojuegos, series de televisión etc) y fue con unos 10-11 años con los que volví y ya me quedé gracias a la JLA de Morrison. No había leído nada más épico que eso y muchos años después pocas veces he experimentado esa sensación.
Durante el instituto fueron Sandman y Starman las dos que más me marcaron como lector y que tengo para siempre asociados a esa etapa de mi vida.
En la Universidad seguí leyendo pero tanto por motivos de tiempo como económicos no estuve tan pegado al medio como me hubiese gustado. En cualquier caso las que siempre siguieron ahí fueron Walking Dead e Invencible.
Y ya en la “vida adulta” fue y sigue siendo Deadly Class el que me hace recordar por qué sigo metido en esto y que todo este viaje siga mereciendo la pena tanto tiempo después.
Esto no quiere decir que estos sean mis cómics favoritos (reconozco que varios de ellos sí) pero si son los que han tenido una relevancia especial en mi vida, acompañándome en un periodo u otro.
Que relato tan especial de toda una vida dentro de las viñetas. Los cómic son mucho más que solo una historia, pues se quedan con nosotros y nos acompañan durante todo nuestro crecimiento personal. Es todo un placer leerte. Mil gracias por tu aportación a la iniciativa.
Como yo soy algo viejuno, recuerdo empezar con Mortadelos y Don Mikis, Spirou Ardillas y Fuera Bordas. Y después ya seguí con el Daredevil de Frank Miller, Vengadores de Shooter, Crisis en Tierras Infinitas, Vertigo, etc. La verdad es que pillé muy buena época…
Especial buen recuerdo tengo del primer Astérix (Gladiador) que leí de casualidad al confundirlo con otro personaje; y el primer Tintín (La Isla Negra), descubierto en el trastero de mis abuelos. A partir de ahí ya no paré hasta hacerme con todos, los iba pidiendo por mi cumple. Y así hasta ahora, que ya no me caben los comics en casa…
Feliz día del cómic!!
Lo de que no caben en casa es un mal que sufrimos muchos de los que pasamos por aquí.
Me alegra y sorprende un poco ver que Astérix fue nuestra primera dosis para muchos.
Y lo bien que aguantan esos tebeos.
Gracias por comentar
Halá, un diván, pues aquí vamos!!!
Aprendí a leer con los personajes de Bruguera, tanto en los super mortadelos y compañía que eran un compendio de personajes como con los tochales de super humor que había por la casa. Y por la casa también había los entrañables comics de Astérix, estos que provocaron que durante los primeros cursos de la EGB un profesor de historia, impresionado por mi temprana sapiencia me preguntara “¿Cómo es que sabes tanto de mitología y de lo romanos?” … pues por Astérix machote. De repente además de bueno en los deportes, desmontando así el primer mito de los lectores de comics, (sí era buen atleta y de los primeros elegidos para cualquier equipo) además era “culto”, así que jódete y revuélvete en tu tumba Fredric Wertham, que yo y tantos otros fuimos mejores y tuvimos mejor rendimiento académico gracias a las viñetas.
No recuerdo con certeza cual fue mi primer comic de supers, porque sí sabia quieres eran Batman, Spiderman o Superman, pero si recuerdo cual fue el punto de inflexión infantil. Cuando paseando de muy niño con mi abuelo me compro un tebeo de Hulk que me hizo flipar. Una masa salvaje influenciada por Pesadilla destrozaba naves de SHIELD como si el mañana no existiera, Muuucho tiempo después (décadas en plural) identifique ese como el número 298 de la colección, por Bill Mantlo y Sal Buscema. Revisitado muchos años después me asombra como quedo grabado casi viñeta a viñeta.
Más crecido pero aún sin bello corporal, picaba en los kioskos un poco de todo, pero fijos quedaron los X-Men de Claremont (en tiempos de Romita Jr) de los que iba atrapando lo que pudiera por compras o “prestamos” y por supuesto el mejor entre todos, Spiderman, con el que me di cuenta de que el que me caía bien de verdad era Peter Parker, y sobre todo su eterno enfrentamiento con la némesis definitiva del héroe, más terrorífica e implacable que todos los villanos juntos, el pago de alquiler de fin de més, era imposible no empatizar con él.
En está colección entro de complemento cierto tipo ciego vestido de rojo y mascara con cuernecitos. Historias protagonizadas por ese tipo sin poderes y a la vez tan fuerte, con el corazón de un campeón y de carácter tan profundo escrito por Deny O´Neil y así con los meses entra en escena un tal Miller con una cosa llamada “Born Again”, y sin saberlo uno entra en contacto con la maestría.
Uno crece, y para gastar el dinero gana preferencia el alcohol con los amigos y por supuesto las chicas son el centro del universo. Ya eres mayor y dejas los dibujos para los niños. Pasados los 25 y en uno de los primeros trabajos (puaggg) veo en la mesa de un compañero, un chico jebata una pequeña pila de comics que traía para leer en el metro o autobús. Las portadas son más bien de dibujo feista y pone “Hellbrazer”, pido que me preste un pary… enganchado de por vida.
Yo voy a morir leyendo comics hasta mis últimos días y la urna de mis cenizas la van a forrar con viñetas sí o sí.
Y creo que ya me extendí demasiado. Ufff, que a gusto me he quedado y ahorrado la sesión del psicólogo.
El primer cómic que leí recuerdo que fue Dragon Ball serie roja nº57. Me habré leído ese cómic 1 millón de veces. Era el número donde Goku derrota a Bu con la Genkidama, no tenía ningun contexto del cómic: quien era Mr.Satan, por que empezaba con Dende y Kaio Shin pidiendo deseos al dragón de Namek, que había pasado con la tierra, por que el Bu gordo luchaba contra el pequeño, por que Vegeta estaba muerto…. Aun así, me encantaba.
Recuerdo que como siempre me veían leyendo ese cómic, un día comiendo en casa de mis abuelos, mi tía decidió bajar conmigo al quiosco (recordáis cuando se vendían ahí?) y me compró varios números de la serie amarilla, luego más adelante de la serie azul conseguiría los números de la saga de Cell y los Androides, aunque no todos.
En mi adolescencia conseguí algún número más de la serie roja, como el combate de Goku y Majin Vegeta o Gotenks y Vegetto contra Bu. finalmente empezaron a publicar la colección Ultimate y fue la primera que me hice. Es curioso porque no soy lector de Manga y es el único que tengo. Seguramente los haya mucho mejores, pero para mi esta en lo más alto. Hace poco hablaba con un amigo de comprar DB Super, pero esperare a una edición similar a la que tengo DB y DBZ.
Luego cuando decidí empezar a leer y coleccionar Marvel y DC, empecé por esta última y el primer comic que compre fue Batman Año Uno en su edición Absolute de Planeta.
Ha llovido ya mucho desde que empecé con Dragon Ball, hasta hoy y espero que sigan así muchos años más. Ahora mismo (y muchos amigos que tengo en esta web lo saben porque les doy mucho la turra) estoy encantado con Invencible, probablemente la mejor serie de superheroes que hay.
Gracias a todos por compartir vuestras anécdotas y Feliz Día del Cómic!!
Calavera Lunar 237
Qué artículo tan bonito.
Cada uno nos enganchamos de diferentes formas al mundillo, en mi caso,al igual que Raúl,fue con la Bliblioteca Marvel y los primeros tomos de Spider-Man,que me pilló todavía más joven., aunque el primer cómic que recuerdo haber leído es Marvel: The End.
Mi primer cómic fue el tomito pequeño del volumen 1 de Vértice con los Amazing Spiderman 19 y 20. Ni siquiera sabía leer aún.
El primero que leí fue el cómic del volumen 3 de Vértice que recogía los Amazing 121 y 122. Sí, son los de la Muerte de Gwen. Afortunado que es uno. Ese fue el que en concreto me marcó.
De ahí, a la eternidad.
Se escribe «apenas».
«Yo hace tiempo que no leo a penas los artículos, salvo alguna excepción y me quedo en los comentarios que es lo más interesante de lejos de la web. Deje de leerlos, en parte, cuando encontré perlas como las que comentas, pero lo del «todes vosotros» y es que me peta la cabeza. Ya no tienen ni coherencia con su propia incoherencia. De todas formas hace tiempo que ZN es el diario «wuok» de los comics, me lo espero todo de sus redactores, aunque bueno sigue valiendo para leer las noticias recopiladas de CC, Newsarama y CBR así como de cine y tv».
Puedes pensar lo que te dé la gana, pero agradeceríamos que al menos tuvieses un mínimo de respeto y educación por el trabajo que aquí se realiza. Si no te gusta lo que te ofrecemos la decisión parece lógica, lo que no es de recibo es estar aquí en cada publicación echando pestes de absolutamente todo y despreciando y haciendo de menos un contenido que lleva muchas horas de dedicación y sacrificios a mis compañeros. Gracias.
Las críticas siempre son bien recibidas y se valoran cuando son constructivas, las tuyas no pasan de pataletas porque el contenido no tiene el enfoque o dicen lo que a ti te gustaría y no aportan ningún punto de mejora. Y nos lo tomamos como un ataque porque nos faltas el respecto continuamente y para muestra tu último comentario.Si estás cabreado con el mundo no es nuestra culpa.
Usted, como ha dicho que no nos lee, está atacando. Fuck off, que dirían los ingleses.