Ha pasado un año más y volvemos a estar en Halloween. Los muertos se levantan de sus tumbas, los demonios cruzan el umbral que separa nuestro mundo del suyo y las brujas, vampiros y otras criaturas de la noche hacen estragos en la noche. Las calabazas, los gatos negros y los disfrace toman las calles… ¡en Zona Negativa publicamos la segunda entrega del especial anual La Liga Extraordinaria de los Monstruos! Nuestra intención con esta publicación es cada año enfocarla en uno de esos monstruos clásicos que nos han acompañado durante toda nuestra mortalidad. En pasado Halloween fue el turno de la criatura que llevaba por nombre Frankenstein, pero este año cambiamos de tercio con una de las criaturas más terroríficas y populares de la literatura de terror: el Conde Drácula.
Este personaje creado por Bram Stoker en 1987 es uno de los más influyentes en la cultura popular y su historia se ha contado de mil maneras y en todo medio conocido… ¡incluyendo los cómics! En las viñetas hemos disfrutado de cientos de versiones del llamado Rey de los Vampiros y en la siguiente publicación podréis conocer y/o recordar algunas de ellas y comprobar cómo ha ido evolucionando (o no) a lo largo de las décadas. Seguramente vosotros también tendréis vuestra propia historia ligada a este personaje. Este es un lugar oportuno para contarla. ¿Cómo conociste al inmortal Drácula? ¿Cuál es tu versión preferida del mismo? ¿Conoces todas las encarnaciones de las que hablamos en esta entrada? No temas, entra, comenta por tu propia voluntad y deja parte de la felicidad que llevas contigo.
¡Y al acabar de leer esta publicación no te vayas! Sigue atento a la spooky programación de hoy en Zona Negativa, porque también tendrás oportunidad de conocer a algunos chupasangres herederos del manto de Drácula en una serie de recomendaciones selectas que nos harán desde la sección de cómic independiente titulada 10 cómics de vampiros para disfrutar en Halloween. ¡No dudéis en hincarle el diente! Muhajajajaja!
EL ORIGEN DE DRÁCULA, por Pablo Sánchez-López
La historia del origen de Drácula es la de un olvido, un relato (casi) perdido en las brumas del pasado. La historia es cruel con quienes tuvieron las ideas pero no fueron capaces de darles la forma que convertiría esas ideas en grandes desarrollos tecnológicos o en conceptos perdurables de la cultura popular. Las raíces de la idea del vampiro datan del siglo XVIII con obras como Der vampir, escrita por Heinrich August Ossenfelder (1748) o La novia de Corinto, de Goethe (1797). Sin embargo, el origen del vampiro moderno no está en la novela de Bram Stoker sino en las pesadillas de un joven médico llamado John Polidori. Y al igual que con Frankenstein, el vampiro surge de forma cuasi accidental en una de las reuniones más importantes de la historia de la literatura universal (sino la que más).
En 1816, en la Villa Diodati a orillas del lago Ginebra, se juntaron el futuro matrimonio Shelley, Lord Byron, Claire Clairmont y el médico de Byron, Polidori. Byron propuso a los asistentes que cada uno escribiera una historia de terror. De este particular brainstorming nació Frankenstein, personaje que fagocitó la otra gran invención en Diodati, el vampiro. Polidori, resentido hacia Byron por su comportamiento caprichoso y, hoy diríamos, tóxico hacia sus amigos y compañeros, llegó a publicar Vampyre: A Tale en 1819 pero sin éxito de crítica o público. La vida de Polidori terminó en tragedia al suicidarse con tan solo 26 años de edad. Quién esté interesado en leer más sobre lo ocurrido en la Villa Diodati puede aproximarse a este evento desde dos fantásticos libros de géneros muy diferentes, uno pensado como “documental” –El año del verano que nunca llegó de William Ospina– y otro como relato de fanta-ficción –La fuerza de su mirada de Tim Powers-.
El vampiro de Polidori es una versión deformada de Lord Byron, un aristócrata ególatra y seductor empedernido que absorbe la fuerza vital de todo aquel que tiene la mala suerte de cruzarse en su camino. El malogrado médico-escritor no inventó la idea del chupasangre pero su obra, ahora semi-olvidada, fue la piedra sobre la que se levantaron todas las obras posteriores que jugaban con el concepto del vampiro, siendo la más conocida la novela publicada por Bram Stoker en 1897, Drácula.
Drácula sería la obra que pasaría a formar parte de la cultura popular como el texto fundamental para entender el vampiro como personaje. La novela, entroncada en el género de la fantasía gótica, enlazaría al personaje con una figura histórica como la de Vlad II el Empalador, regente de Valaquia, al sur de Rumanía, y cuya figura, en constantes enfrentamientos con los turcos durante el siglo XIV, desarrolló un aura de ferocidad y crueldad. Del rumano proviene, además, el nombre de Drácula puesto que Stoker se basó en la palabra Dracul o Draculea que en rumano significa “Diablo” y también se puede utilizar como sinónimo de Satán.
Stoker sentaría las bases del personaje, con su capacidad de transformarse en ciertos animales pero también con debilidades muy marcadas como las cruces, el ajo o el agua bendita. La siguiente aportación fundamental al mito vampírico considero que es responsabilidad de Anne Rice en su corpus de novelas vampíricas pero especialmente Entrevista con el Vampiro (1976) en la que se desarrolla la idea del clan de vampiros como familia putativa que se transmite de “padres” a “hijos”. Además, Rice le dio una vuelta de tuerca al estereotipo de aristócrata para dejar de lado la idea de un personaje carca y escondido en criptas por uno más dado al exceso y el lujo que no solo es un depredador de humanos sino que gusta de vivir como uno de ellos pero con todas las comodidades posibles. Pueden parecer cambios no tan importantes pero la mitología de Rice ha sido mucho más influyente en los últimos 50 años que la obra de Stoker (y no únicamente por razones de cercanía temporal) incluso en escritores que han buscado una nueva vuelta de tuerca al concepto como George RR. Martin en El sueño del Fevre (1982).
Pero volviendo al protagonista de esta nuestra entrada de Halloween, Drácula es, con mucho, el prototipo de vampiro. Y no solo eso, es también un personaje que ha pasado a formar parte, por méritos propios del imaginario cultural. Si hablamos de productos de la industria del entretenimiento, se calcula que Drácula ha protagonizado, de una manera u otra, más de 200 obras, incluyendo películas, series de televisión, videojuegos, musicales y, como no, cómics. He aquí, amigo lector, una muestra de algunas de las más conocidas representaciones del Rey de los Vampiros en el noveno arte.
Algunas versiones de Drácula en el cómic
Drácula, de Fernando Fernández, por Ángel García
El año pasado, Cartem reeditaba una de las mejores, si no la mejor sin condicionantes, trasposiciones del mito al mundo del cómic. Obra de un auténtico genio, Fernando Fernández, resultaba la adaptación perfecta de la novela. No sólo por su buen hacer a la hora de captar la personalidad de la obra escrita, sino por transformar desde el arte muchos de los aspectos más atractivos de la aterradora figura construida sobre Drácula.
La principal aportación de Fernández, más allá de lo inteligente que resulta en la trasposición de estilo de Bram Stoker, está en el arte. En lo bien que representa al vampiro y sus víctimas, a través de páginas muy complicadas, en las que la combinación de colores y figuras traspasan la viñeta como un grito brutal y aterrador.
Un trabajo espectacular, metódico, pausado, con un conocimiento enciclopédico de las posibilidades del terror. Desde el juego de sombras y tonalidades negras, que profundizan en el misterio del personaje, a la violencia cargada de un erotismo difícil, agresivo, que ya estaba en la novela pero que aquí se trabaja de un modo distinto, radical y visual, por las propias posibilidades que ofrece el medio.
Sin alejarse demasiado de lo que conocemos, se siente como parte de algo diferente, personal, que parte de la educación e inquietudes del autor del cómic. El camino hacia el final de la obra, lejos de mostrar agotamiento en sus fórmulas, una vez levantado el velo sobre el villano, con la introducción de nuevos personajes y la caza que surge, va mejorando hasta llegar a niveles a priori inalcanzables.
La edición actual reproduce los óleos originales de la historia, lo cual da cuenta de cuán cuidado ha sido el proceso. Más allá de lo brutal que resulta ver a este Drácula, con toques de seductor, en las escenas más escandalosas en las que se juega con la carga sexual siempre acompañada de un tratamiento homicida, es una reproducción definitiva del espacio que rodea al personaje.
El ambiente exterior, lo lúgubre que se siente todo, limpio pero sucio en su profundidad. Silencioso pero siempre a la espera de una voz pidiendo ayuda. Que nadie escucha y nadie siente. También los interiores del castillo, decadente en su opulencia y excesivo hasta para la riqueza de un monarca en expansión de su desgracia.
Una obra maestra, en definitiva, que no puede faltar en la biblioteca de un fiel seguidor del personaje.
¿Drácula, Dracul, Vlad? ¡Bah…!, de Alberto Breccia, por Fer García
Desde que fuera concebido por Bram Stoker, el personaje de Drácula ha sido explorado por numerosos autores desde diferentes puntos de vista, pero pocos han sido los que se han aproximado a él para hacer un retrato decadente. Este fue precisamente el enfoque adoptado por Alberto Breccia, figura clave de la historieta argentina gracias a su labor en obras esenciales de la talla de Mort Cinder, El eternauta o Perramus, quien encontró en los escritos de Poe, Lovecraft y Stoker, así como en los cuentos europeos, una fuente de inspiración para realizar fabulosas adaptaciones a las viñetas, sin esconder su fuerte personalidad como dibujante.
En el año 1984 vio la luz Drácula, Dracul, Vlad?… ¡Bah!, en la que ofrecía una visión crepuscular de este inmortal personaje, que en su plenitud era capaz de poner el mundo a sus pies para conseguir sus propósitos e infundir terror en los corazones de aquellos que tenían contacto con él, pero a quien el inexorable paso del tiempo había dejado atrás, convirtiéndolo en una entelequia de menguante poder, incapaz de recuperar su imponente presencia y su habilidad para seducir y atraer a los pobres seres humanos. Así, Drácula se ve superado por nuevos iconos como los superhéroes, la pérdida de sus colmillos o las injusticias sociales que sumen en la miseria a la población.
Otro aspecto fundamental de la obra de Breccia es el componente político, un elemento indispensable en muchos de sus trabajos, que tienen una profundidad más allá de lo argumental, con la que el dibujante denunciaba los desmanes del convulso escenario político en el que le tocó vivir y los crímenes cometidos por la dictadura militar, que silenció a muchos de los que se atrevieron a alzar la voz con la esperanza de poner fin al terror. En este caso, el patetismo que desprende el personaje protagonista y la forma en la que es presentado como un ser fuera de su tiempo, superado por los avances y las nuevas formas de concebir el mundo, supone una metáfora de un gobierno dictatorial que había llegado a su fin un año antes, de la necesidad de hacer justicia a sus víctimas y dejar el pasado atrás para otear nuevos horizontes.
Si el contraste entre el blanco y el negro había caracterizado la primera parte de su carrera como autor, dominándolo y adquiriendo una gran capacidad de impacto y visual síntesis gráfica hasta convertirse en un referente para otros grandes autores, a partir de la década de los 70 comenzó a llevar a cabo una experimentación gráfica que incluía un particular tratamiento del color, como podemos comprobar en esta obra. Tenemos, por tanto, una visión de Drácula que no se ajusta al tenebroso canon de la literatura gótica, sino que se aproxima al impresionismo, recibe influencias del cine mudo e imbuye de color las páginas para plantear un delirio visual que refleja de maravilla ese mundo que se ha vuelto ajeno al príncipe de las tinieblas, que se percibe como un escenario incomprensible en el que ya no tiene cabida.
Sin utilizar una sola palabra, abruma la portentosa habilidad narrativa de Breccia, que está en continuo diálogo con su personaje y es capaz de transmitir un contundente mensaje, que constituye un último acto de rebeldía contra quienes le arrebataron a seres queridos y una vida mejor. Por ello, este título supone un estimulante y peculiar acercamiento a la figura de Drácula, una excusa para plasmar que los horrores perpetrados por los regímenes gubernamentales totalitarios han superado de largo aquellos concebidos por la imaginación de los autores y una oportunidad para recordar a los que ya no están, a los perseguidos, a los que hicieron frente a la injusticia y lo pagaron con su vida.
Batman & Dracula, de Doug Moench y Kelley Jones, por Gustavo Higuero
Batman & Drácula: Lluvia Roja se publicó en 1991, apenas dos años después del nacimiento de la línea Otros Mundos (la que se inauguró con Luz de Gas) y llegó a España por primera vez de la mano de Zinco en 1993 en formato prestigio, encargada de narrar acontecimientos en mundos alternativos de los superhéroes de DC Comics en los que las situaciones, contextos y en general su propia vida había sido muy distinta de lo que hasta entonces conocíamos nosotros. Posteriormente ha sido rescatada por Planeta en un solo tomo que recopilaba la obra original y las dos continuaciones (1994 y 1999 respectivamente) de la obra (porque el trabajo realizado por Doug Moench y Kelly Jones fue todo un éxito), así como por ECC que replicaba la fórmula editorial.
La premisa es bien sencilla narrando el ansiado combate entre las dos figuras de la noche por excelencia, Drácula y Batman. Dos mitos de la cultura popular, con puntos en común y marcadas diferencias, en un trabajo de guion en el que la tensión se va saboreando cada vez más hasta legar al clímax con un más que inesperado desenlace. Un guion que conjunga con los elementos más clásicos del género de terror, mezclado con el de los superheroes, para construir un relato enfermizo.
El legendario vampiro llega a Gotham para saciar su sed de sangre y maldad, y como era de esperar, se enfrentará a Batman, quien jamás se ha enfrentado a un enemigo así. Asistimos a la progresiva vampirización de Batman por parte de Tanya, antigua seguidora de Drácula, pues sabe que si no es con las mismas armas no podrá vencer. Tras la batalla de rigor, Bruce Wayne desaparecerá y solamente quedará un hombre murciélago que vigila las noches de la ciudad.
Batman & Dracula es una obra malsana en sí misma, para amantes del terror macabro. Sin Kelley Jones este Otros Mundos habría sido uno más, pero sus dibujos casan a la perfección con el ambiente enfermizo que se respira en esta Gotham. Sus anatomías inconstantes, su incómodo detallismo, sus deformaciones extremas, el juego que se hace con las sombras… se hacen uno con el retorcido guión de Moench, como ejemplo claro de lo que es una fusión entre palabras e imagen de manera que el uno no puede existir sin el otro. Una simbiosis que hacen de este trabajo uno de los mejores Otros Mudos de cuanto se han editado alrededor de la figura del Caballero Oscuro.
Don Drácula, de TEZUKA Osamu, por Jordi T. Pardo
La leyenda de Drácula también ha tenido sus ecos en Oriente y no son pocas las historias que nos han ofrecido su propia versión del personaje de Bram Stoker. Pero puestos a señalar alguna de ellas no podemos evitar hacernos eco de Don Drácula, la interpretación que el mismísimo Dios del Manga TEZUKA Osamu nos legó para la posteridad a finales de los años setenta. Estamos ante un Drácula de corte humorístico muy cercano a los primerizos trabajos de Tezuka en el medio como son sus historias de Astroboy, La Princesa Caballero y la seminal La nueva isla del tesoro. La serie fue publicada en origen en la revista Shuukan Shounen Champion de Akita Shoten llegando a recopilarse posteriormente en tres volúmenes. Este es uno de los trabajos del creador de Black Jack, Adolf y Fénix que permanecía inédito en nuestro país hasta la fecha, pero recientemente Planeta Cómic anunció su publicación de cara a enero del próximo año.
En esta obra nos encontramos a un Conde Drácula que se ha trasladado «accidentalmente» desde la oscura y tenebrosa Transilvania al distrito de Nerima en Tokio. Allí intenta aclimatarse a un nuevo contexto, lidiar con unos vecinos que no creen en vampiros y educar a Chócola, sub hija mitad vampiro y mitad hombre lobo que está en la edad del pavo. Le ayuda en sus tareas su fiel sirviente Igor, un trozo de pan pese a su apariencia y cuya principal debilidad son las mujeres. Por si esto fuera poco, Rip Van Helsing también se encuentra en Tokio a la búsqueda y captura de Don Drácula… ¡aunque eso será si sus hemorroides se lo permiten! La vida no es fácil para el Rey de los Vampiros como queda patente en esta pequeña sinopsis de la obra de Tezuka que abordar su leyenda desde la más absoluta parodia e ignorando cualquier tipo de conexión con la obra original de Bram Stoker.
Lo que nos propone Don Drácula es una reinvención libre de este personaje al que -a pesar de todo- reconocemos a primera vista por su nombre y por unas facciones y vestimenta deudora de la imagen teatral de este vampiro que el cine se encargó de perpetuar en el imaginario colectivo. Ni siquiera Tezuka logra escapar a esto último y nos dibuja al personaje con sus afilados colmillos, ojos inyectados en sangre, una elegante capa negra y un corte de pelo que nos puede retrotraer al de Cristopher Lee. Por otro lado, son habituales en la historia los guiños, y la aparición de todo tipo de personajes de la literatura gótica ligada al género de terror, como la Carmilla de Sheridan Le Fanu y el Dorian Gray de Oscar Wilde. Todos ellos tan infieles a su versión más canónica como el propio Drácula protagonista de esta particular obra del Dios del Manga.
La historia fue adaptada al anime en los ochenta por Tezuka Productions en una serie de tan solo ocho episodios que en 2008 editó en DVD en nuestro país Divisa Home Video a través de su sello Divimagic. En su día solo los cuatro primeros episodios de esta producción llegaron a emitirse en la televisión japonesa ya que su estreno coincidió con la quiebra de la compañía fundada por Tezuka. Este es solo un detalle más que nos indica que estamos ante una de las obras menores del este mangaka. El personaje no ha tenido mayor repercusión más allá de algún cameo en otros trabajos de Tezuka como Black Jack. Tampoco es una versión indispensable del Conde Drácula ni una de las más recordadas, pero si una muestra de hasta donde ha llegado su influencia y la manera en la que se ha interpretado su leyenda en otras latitudes.
Uncanny X-Men: Night screams!, de Chris Claremont y Bill Sienkiewicz, por Juanjo Carrascón
Cuando se produjo la Segunda Génesis de la Patrulla-X los lectores quedaron prendados, no de Jean Grey, sino de una mujer poderosa, de pelo platino, africana, cuyo protagonismo incluso rivalizaría con cierto pequeñajo peludo, con garras y mala leche. Me refiero lógicamente a Tormenta. Ororo Munroe, se convirtió en ese lugarteniente en el cual se apoyaba Summers, y al final su ascenso como indiscutible líder convirtió en un mito a esta ladrona y a la vez diosa. La icónica mutante fue un personaje muy importante desde su presentación en Giant-Size X-Men #1 de Len Wein y Dave Cockrum.
En aquellos años de primacía mutante, ya tras la marcha de John Byrne, la serie seguía rumbo directo al altar de las etapas míticas de la colección. Siempre sorprendía, siempre dejaba con ganas de devorar la siguiente entrega. Y un día el enemigo a batir no iba a ser el Club Fuego Infernal, ni tampoco Magneto o su Hermandad. No, en este caso la amenaza vendría del más allá, de la noche, de las sobrecogedoras tinieblas.
Los lectores nunca imaginamos que esa devoción que sentíamos hacía la poderosa mutante, mucho mayor que la que había hacia el canijo canadiense, sería igualmente sentida por cierta figura clásica de la literatura. Me estoy refiriendo a Drácula, el Señor de los Vampiros en el Universo Marvel.
Su aparición en la colección insignia de la Casa de las Ideas en aquella época fue, más allá de dar luz al personaje cuya gloria pasada empezaba a difuminarse pese a aparecer en las páginas del Doctor Extraño, una terrible derrota para la que hasta la fecha había sido una de las mutantes más poderosas del amplio elenco manejado por Claremont.
El famoso vampiro previamente fue un personaje importante a lo largo de la década de 1970 a través de apariciones en su propio cómic homónimo, The Tomb of Dracula, así como en Doctor Strange. Hasta la fecha fue un personaje independiente y que no solía verse inmerso en series super heroicas al uso.
En Uncanny X-Men vol. 1 #159 Chris Claremont y Bill Sienkiewicz nos ofrecieron una peculiar historia. Rompiendo nuevamente moldes prefijados, lo sobrenatural iba a invadir el 1407 de Graymalkin Lane. Ororo, mientras pasea de noche por Nueva York es agredida y muestra una pequeña herida en su cuello (no era un «chupón»). A los días, nuestra protagonista empieza a comportarse de manera irregular y nada acorde con su forma de ser. La avispada y joven Kitty detecta los claros síntomas de vampirismo en su amiga y mentora. La trama se vertebrará con la diosa del viento y Drácula como epicentro.
Lo genial de lo que nos contó Claremont es el marcado deseo que mostrará Drácula por poseer a Tormenta, diosa, reina e implacable guerrera mutante. Necesariamente la Patrulla-X se enfrentará al poderoso vampiro, quien pretendía convertir a Tormenta en su reina, en su consorte. Aunque estaba esclavizada por el señor de los vampiros, Ororo acabará resistiéndose gracias a la jovencita de la mansión, Kitty. La poderosa fuerza de voluntad de Tormenta le libera del control no doblegándose al poder del vampiro. Drácula huirá impresionado por semejante demostración de fuerza de voluntad, aunque aquí no acabará el deseo por la diosa del viento. En Uncanny X-Men Annual vol. 1 #6 con Claremont y Sienkiewicz de nuevo al timón, volverán a enfrentar fuerzas de voluntad y Ororo volverá a demostrarnos porque es el mejor personaje mutante de la franquicia, o lo fue.
Como curiosidad decir que en la Tierra 1298 (a la que viajó Kaos tras su aparente muerte) la Patrulla-X también luchó contra Drácula, pero en esta realidad, Tormenta se convirtió en vampiro y siguió siéndolo. Igualmente, en la Tierra-21710, Drácula encuentra a Ororo cuando era una adolescente que vive como ladrona en Egipto. Como podéis ver esta relación ha cruzado universos y está claro que el vínculo de Vlad con Ororo trasciende más allá de ese maravilloso Uncanny X-Men vol. 1 #159.
Tened cuidado queridos lectores si una vez leída esta entrada notáis un escozor en el cuello, no vaya a ser que os hayáis llevado algún bocado con funestas consecuencias……
Doctor Extraño: La caída de los vampiros, de Roger Stern, Dan Green y Paul Smith, por Luis Javier Capote Pérez
Una de las críticas que suele hacerse al guionista Roger Stern de su paso por la Marvel de los años ochenta es su condición de “destructor” de ciertos conceptos que, previamente -y posteriormente, porque, en un ejercicio de economía circular, todo se recicla, se recupera y se aprovecha para el convento marvelita- habían servido de escenario, detonante o excusa para la elaboración de todo tipo de historias. Así, a don Roger le debemos la destrucción de la Tierra Salvaje -posteriormente recuperada por Chris Claremont durante La Guerra de la Evolución- y, para lo que aquí interesa, la eliminación de todos los vampiros que pululaban, con nocturnidad y alevosía, por el universo 616. ¿Una historia para recordar o una demostración de incompetencia creativa? Vamos a verlo.
La aventura se enmarca en la etapa en la que Stern se encargó de escribir la colección dedicada al Doctor Extraño. El maestro de las artes místicas es uno de esos personajes cuya popularidad nunca ha sido lo bastante fuerte como para sostener una colección, pero sí lo suficiente como para tentar a la suerte. Con todo, hay que indicar que sus cabeceras han tenido una duración bastante prolongada y, en parte, ello se ha debido a la suerte, la buena suerte, de contar con buenos autores. En lo que respecta al buen doctor, Stern tuvo la suerte, la buena suerte, de hacer equipo con ilustradores de la talla de Marshall Rogers, Michael Golden (puntualmente), Dan Green y Paul Smith. Cada uno tenía su propio estilo, pero todos ellos supieron plasmar el mundo fantástico en el que se movía Extraño. El hilo conductor de todo este periodo es la evolución del personaje de Clea, de eterna pareja del protagonista a líder de una revolución extradimensional y la consecuente redefinición de la relación entre ambos, pero ésa es historia para otro día. Para lo que aquí interesa, en el momento en el que el hechicero cruza espada con Drácula, tenemos a un héroe renovado y dispuesto a afrontar uno de sus desafíos más complejos.
Dada la naturaleza sobrenatural del señor de Valaquia, era cosa inevitable que su camino y el del mago se acabaran cruzando, protagonizando sendos enfrentamientos. Ora en la colección de uno, ora en la del otro, el vampiro era para el místico un enemigo de envergadura, de modo y manera que sus duelos nunca tuvieran un resultado definitivo. Después de todo, hubo un tiempo en el que ambos protagonizaban sus respectivas cabeceras y la posibilidad de una muerte -o re-muerte, en el caso de Drácula- era impensable. Sin embargo, para los ochenta, el gusto por el terror llevaba largo tiempo desaparecido y la serie del amo de los vampiros largo tiempo cancelada. Autores como Chris Claremont aprovechan el bagaje de la colección para contar sus propias historias, lo que sirve para que veamos a la Patrulla-X luchando contra el amigo Vlad -y descubriendo que Lobezno es ateo, por cierto-. Así pues, no es extraño que Stern aproveche el pasado existente entre Extraño y Drácula para contar una última batalla.
El resultado es una aventura trepidante y emocionante, en la que se recupera a personajes como Frank Drake, Hannibal King y, por supuesto, Blade, el trío de cazadores de vampiros que sobrevivió a la cancelación de la serie. Rachel Van Helsing ha caído previamente, víctima de la maldición del chupasangre. Un hechizo, la fórmula Montesi, contenido en el Darkhold -el Necronomicón de Marvel- puede borrar a todos los no-muertos y Stephen, acompañado por sus nuevos aliados, se dispone a ejecutarlo. Consciente del riesgo, Drácula pone en movimiento todos sus recursos para detenerles, iniciando un juego de misterio, engaño y persecución, que culmina en una batalla en una fortaleza asediada. Un final digno del señor conde y una de las batallas más importantes del buen doctor.
¿Fue una mala decisión eliminar a los vampiros de Marvel, como dicen sus críticos? Cualquiera que eche una mirada a la larga historia de la editorial y, ya puestos, de cualquier editorial del sector, verá que nada es definitivo ni permanente, en lo que a muerte y destrucción se refiere. Desde que enmendó la plana a la muerte de Fénix, la veda quedó abierta y, más pronto que tarde, había que plantearse que Drácula y sus vampiros volverían a Marvel, tan pronto como el gusto por este tipo de seres retornara al interés general. Ya en los años ochenta, la escritora Anne Rice había iniciado una prolífica serie de libros con Lestat, el vampiro, continuación y revisión de su novela Entrevista con el vampiro y, ya a principios de los noventa, Francis Ford Coppola haría su particular adaptación de la novela de Bram Stoker. No es extraño que, ya en una nueva colección dedicada al Doctor Extraño, el veterano guionista Roy Thomas, junto a Dann Thomas como co-guionista y Jackson Guice como ilustrador, se lanzara a recuperar a los vampiros, siguiendo su inimitable estilo de hacer ejercicios de retrocontinuidad. Así pues, y dado que no hay decisión que no sea reversible en el negocio -salvo la muerte del Capitán Marvel y la de Ben Parker- solamente cabe decir que es una buena historia y que sirvió para que hubiera otra que le diera la vuelta, aunque la presencia de los chupópteros no-muertos en Marvel, treinta años después de su recuperación, no haya dado ningún episodio memorable y sí algunos de cierta vergüenza ajena.
Drácula de Bram Stoker, de Roy Thomas y Mike Mignola, por Miguel Ángel Crespo
Al incluir al autor de la obra original en su título, Drácula de Bram Stoker, la película de Francis Ford Coppola estrenada en 1992, dejaba clara su intención de ofrecer una adaptación lo más fiel posible a la novela en la que se basaba. Las numerosas adaptaciones previas de la historia del célebre conde habían optado por mostrar su faceta depredadora, su rostro más seductor o su vertiente más monstruosa, pero pocas habían decidido seguir el camino de la cinta de Coppola y presentar a Drácula como al héroe trágico de un romance gótico. Los otros aspectos estaban ahí: el depredador, el seductor, el monstruo… pero añadiendo también al príncipe caído en desgracia. En ese sentido, fue fundamental la labor de diseño de vestuario de Eiko Ishioka, por la que fue premiada con un Óscar, para dar vida a las distintas caras de Drácula. La armadura carmesí con cabeza de chacal que aparece al inicio de la cinta, la larga túnica roja que luce el vampiro en su castillo o el caballeroso atuendo que viste durante su visita a Londres son algunos ejemplos de la ecléctica y estimulante estética de esta película. Sumando a eso la actuación del camaleónico Gary Oldman y la exótica banda sonora de Wojciech Kilar se completaba una receta de lo más atractiva.
La llegada de la película a la gran pantalla estuvo acompañada por la publicación de un cómic llevado a cabo por un equipo creativo de auténtico lujo: guion de Roy Thomas, dibujo de Mike Mignola, tintas de John Nyberg y color de Mark Chiarello. No obstante, ciertos problemas legales impidieron su reedición durante dos décadas, convirtiendo aquellos ejemplares lanzados en su día por Ediciones B en un ansiado objeto de coleccionista. Afortunadamente, hoy contamos con una edición de Norma Editorial que incluso recupera el color original y cuya lectura se recomienda tanto a los amantes de la película como a cualquier lector interesado en la figura de Drácula.
Sin renunciar a su estilo de líneas sencillas y desgarbadas, Mike Mignola supo hacer suya la estética de la producción cinematográfica y adaptarla a la narrativa de su medio, llegando a jugar con las mismas transiciones característica de la película. Pero su trabajo de adaptación no se limitaba a reproducir fotogramas, sino que se llevaba las imágenes de la cinta de Coppola a su terreno y jugaba con los planos y las sombras de cada viñeta para potenciar el dramatismo de las escenas. Aunque los personajes de este cómic se parecen a los actores que los interpretaron, es indudable que han pasado por los lápices del artista y comparten algo del ADN que caracteriza a las obras del padre de Hellboy. Como cabía esperar, la estética de Mignola resultó ser una pareja de lo más apropiada para la de Eiko Ishioka.
El Drácula de Mignola acentúa el aura de misterio que envuelve al personaje y potencia al máximo sus distintas facetas, especialmente la monstruosa, que resulta mucho más imponente y aterradora que el híbrido entre humano y murciélago que aparece en la película. Sin embargo, es el caballero de noble porte y mirada anhelante el que más se beneficia de pasar por el filtro del dibujante. El Drácula que viaja hasta Londres para seducir a Mina Harker y volver así a sentir el amor que una vez sintió está plasmado de forma exquisita, evidenciando la pátina de tristeza que le envuelve pero también la naturaleza bestial que clama por romper la fina cáscara de amabilidad y porte civilizado y dar rienda suelta al mal que conlleva su maldición. Este es un Drácula complejo, rico en matices, en el que cualquier lector encontrará algo de su agrado. También es, como el de la película, un Drácula con el que no resulta difícil empatizar. Quizá sea el Drácula más… humano.
Esto es así porque, ante todo, esta es una historia de amor. No son la violencia ni la fe las fuerzas que acaban derrotando al vampiro, sino el amor. De igual forma, no es la sangre la que concede el poder de la inmortalidad: es el amor el que atraviesa océanos de tiempo para reunir de nuevo a los amantes que fueron separados injustamente. Hablamos de un amor condenado, un amor prohibido, un amor que escapa a la comprensión humana, pero amor al fin y al cabo. ¿Y qué hay más aterrador que eso? ¿Cómo podemos nosotros, meros mortales, afirmar que sabemos lo que es amar si no hemos tenido que atravesar océanos de tiempo para reunirnos con nuestra persona amada? ¿Cómo podemos creer que sabemos lo que es amar si no hemos tenido que morir por amor? He aquí el romance gótico en todo su esplendor. He aquí una de las interpretaciones más memorables del conde, una que le permite volver a sentir algo que un cadáver no muerto debería ser incapaz de sentir: un amor que nada tiene que ver con el amor mortal y que perdurará durante toda la eternidad.
Hellsing, de HIRANO Kōta, por Mònica Rex
Si de adaptaciones del señor de los
Pero, ¿qué tiene Hellsing de especial? Todo lo que nuestro yo adolescente quería leer en los años dos mil. Grandes dosis de violencia ejercida por varías organizaciones secretas en cuyas filas militan algunos de los personajes más peculiares y carismáticos de una Inglaterra steampunk.
Lady Hellsing es la actual heredera de la Orden real de Caballeros Protestantes. Una organización que lucha contra diferentes seres de la noche, contando entre sus filas con un vampiro milenario: Alucard. Pero, no solamente los no-muertos amenazan la organización de Hellsing. La organización católica Iscariote 13 se enfrentará a su homóloga protestante todas las veces que sea necesario para que no solamente los vivos venzan, sino para que lo haga el catolicismo. El padre Andersen, Maxwell, Yumiko, Heynckel y los demás católicos lucharán en una guerra de carisma contra los protestantes Alucard, Ceres e Integra. Y, de esta guerra, los mayores beneficiados somos nosotros: los lectores.
Y, por si toda la mitología cristiana enfrentada no fuera suficiente,
Acción, humor y traiciones en un manga cuyo vampiro principal sólo podía ser uno. El rey de los no-muertos: Drácula.
Drácula, de George Bess, por Samuel Secades
Existen multitud de obras que han sido mil veces adaptadas de mil diferentes maneras en la Historia del Arte, pero pocas que hayan tenido una carrera como la de Drácula. Casi tan turbulenta como la travesía del Demeter, el navío en el que el Conde viajaba junto a tierras londinenses acompañado de su propia tierra transilvana, la historia de Drácula ha sido retorcida y moldeada al antojo de cada medio en el que ha caído; más allá, incluso, y es que el propio personaje ha trascendido a la novela de Bram Stoker para convertirse en el molde maestro del Vampiro romántico por encima de otros referentes como el anterior de Polidori. Así pues, Drácula ha sido a menudo desligado de su obra; es por eso que cada vez que volvemos a la historia epistolar de Bram Stoker lo hacemos casi de manera litúrgica, tal y como Francis Ford Coppola decidió levantar su ambiciosa (y extraordinaria) adaptación cinematográfica, y tal y como el no menos talentoso Georges Bess decidió enfocar su propia adaptación del mito. Si Coppola utilizó y homenajeó a cada técnica tradicional de la cinematografía para adaptar al medio la novela de Bram Stoker, Bess hace lo propio con su adaptación a las viñetas de la historia mil veces contada para contarla como si fuera la primera vez.
Y es que nos encontramos con una adaptación monumental, tanto en forma como en fondo. Ayudado por una fantástica edición de gran tamaño y una deliciosa portada heredada de la edición de Glénat, el Drácula de Georges Bess es una obra nacida para ser paladeada página a página; la elección del blanco y negro ayuda sobremanera a centrar la mirada en el trazo de Bess, que se toma su tiempo en contar la historia y nos deleita con un detallado estudio de personajes y una soberbia ambientación en cada uno de los escenarios, desde ese comienzo en el cementerio del acantilado pasando por los oscuros y tenebrosos paisajes transilvanos o el imponente castillo del Conde. Con los personajes tenemos otro de los grandes aciertos de la obra, y es que Bess nos ofrece un recital en el diseño de los rostros, deteniéndose especialmente en Drácula y su aterrador aspecto cuando nos es presentado a través de los ojos de Jonathan Harker, y sus terroríficas transformaciones en todo tipo de criaturas que nos recuerdan al mejor Bernie Wrighston. La aparición de los lobos en el viaje hacia el castillo o la emboscada a Lucy en el cementerio, transformada ya en una sierva del demonio y procurándose niños de alimento, hacen de la lectura de este Drácula de Georges Bess una lectura apasionante y terrorífica.
Otro aspecto fundamental de esta adaptación es sin duda su narración, quizás lo más difícil a la hora de trasladar una historia como la del Drácula de Bram Stoker. Es algo que ya comentaba nuestro compañero Aitor Aguileta en su reseña de la obra de Georges Bess para Zona Negativa, y es que Bess solventa y esquiva el carácter epistolar de la narración original tan farragoso a la hora de adaptarlo a las viñetas, y lo convierte en un uso extraordinario de la introspección de los personajes y sus propios pensamientos, usando escasamente los bocadillos y manteniendo un tono literario y apasionante en el guion. La historia avanza de manera fluida y la narración deja el espacio suficiente para que Bess pueda expandir las páginas con su impactante y evocador dibujo que incita a una lectura pausada para detenerse ante cada detalle y dar espacio al escalofrío que ya nos recorría en las páginas de Stoker; más aún aquí, donde la presencia del Conde es palpable en cada viñeta y en cada una de sus aterradoras formas.
Una joya de adaptación la que nos regaló Georges Bess y una joya de edición de Norma Editorial que merece un lugar de honor al lado de las mejores versiones de la inmortal obra de Bram Stoker, y que invita a acercarse a ella en estos (supuestos) días sombríos del año (maldito cambio climático), cuando el sol descienda, como en aquella víspera de San Jorge en la que los lugareños intentaban que el desdichado Jonathan Harker no se adentrara en los bosques transilvanos, no podemos sino dejarnos llevar por una aterradora historia mil veces contada, pero nunca contada de este modo.
La maldición de Drácula de Marv Wolfman y Gene Colan, por Sergio Fernández
El binomio compuesto por Marv Wolfman y Gene Colan tocó techo con La tumba de Drácula, prestigiosa serie de culto setentera que tenía como protagonista al señor de la noche. Sin embargo, igual que en la ficción el príncipe transilvano se resiste a morir, esta particular dupla creativa estaba destinada a recuperar al personaje pasados los años. A diferencia de la aplaudida serie de Marvel,
Pero pongámonos en situación. Corría el año 1996 cuando Mike Richardson, editor jefe de la citada editorial, le propuso al autor neoyorquino reencontrarse con el príncipe de las tinieblas. A pesar de que el guionista de Crisis en Tierras Infinitas aceptó al momento llevar a cabo dicha empresa, el cómic vio la luz en 1998. Previamente, Wolfman había concebido una historia con nuevos secundarios al no poder utilizar aquellos de La Casa de las Ideas. Ese problema no existía con el vampiro por excelencia puesto que es un personaje de dominio público.
La maldición de Drácula luce a las mil maravillas por el trabajo de un Colan en estado de gracia. Su dibujo, cargado de grises y difuminados, luce a las mil maravillas merced a la decisión de no entintarlo. De esta manera, podemos disfrutar de los lápices del dibujante nacido en El Bronx de manera totalmente natural.
Si bien La Maldición de Drácula sabe a poco, lo cierto es que su historia atrapa hasta leerse del tirón. Con un narrador testigo que predomina a lo largo y ancho de los tres episodios, un grupo de lo más variopinto formado por Jonathan Van Helsing, Nikita Kazan, Hiroshima, Simon y el recién reclutado Sebastián Seward tratará de dar caza al padre de los chupasangres en la Bahía de San Francisco. Despojada de elementos superheroícos y con un tono adulto, La Maldición de Drácula es un cómic de terror que tiene como telón de fondo la carrera a la presidencia de los Estados Unidos. Una Casa Blanca que corre el riesgo de ser teñida de rojo…