Elemental, mi querido…
En 1887, Arthur Conan Doyle publicaba en la revista Beeton’s Christmas Annual una novela de misterio que pasaría a la historia: Estudio en escarlata. En ella se encuentran los orígenes del detective más famoso del mundo, quien contará por primera vez con la inestimable ayuda del Dr. Watson para resolver un crimen que tiene a la policía en jaque. 34 años después, en 1921, Howard Phillips Lovecraft publicaba en la revista The Wolverine un relato fantástico titulado La ciudad sin nombre, donde un arqueólogo explora una misteriosa ciudad sin nombre en la que se topa con templos gigantescos, tumbas pertenecientes a extraños seres de apariencia reptiliana y distintos grabados que narran su llegada a nuestro planeta y su posterior decadencia. Es el primer relato relacionado con los mitos de Cthulhu.
En 2004, Neil Gaiman, fascinado como muchos otros por el trabajo de Conan Doyle y Lovecraft, decidió recurrir a su amplia imaginación y habilidad como escritor para fusionar la obra de ambos autores en un nuevo relato cuyo sugerente título sería Estudio en esmeralda. Se trata de un relato corto, de 9 páginas, publicado por primera vez en la antología Shadows over Baker Street y motivo de que Gaiman se llevase varios premios de alto prestigio como el premio Hugo a la mejor historia corta. La versión original en inglés está disponible para quien desee leerla en la página web oficial de Neil Gaiman. También se puede encontrar en español actualmente como parte de la antología Objetos Frágiles, publicada por Roca Editorial.
Por último, en 2018, el ganador de un Eisner Rafael Albuquerque y Rafael Scavone realizaron una adaptación al cómic de Estudio en esmeralda para la editorial Dark Horse; una adaptación que ahora aterriza en el mercado español de la mano de Planeta Cómic.
Estudio en esmeralda es, desde su punto de partida, un proyecto muy ambicioso; y no hablo de una ambición entendida desde el concepto de escribir un libro de miles de páginas ni de acompañarlo con una intensa campaña publicitaria, sino de una ambición creativa, de un reto que le resultaría desafiante e intimidante a cualquier autor. Mezclar dos de los espacios ficticios más celebrados de la historia ya es de por sí una tarea muy imponente que entraña ciertos riesgos, pero si encima esos dos espacios ficticios son concretamente el universo de Sherlock Holmes y la mitología lovecraftiana, entonces la justa se convierte por derecho propio en mayúscula.
Y es que son muchos los escritores que han comentado alguna vez la dificultad que entrañan los elementos necesarios para componer un relato de Sherlock Holmes. Por un lado, se necesita idear un misterio sobre el que gire la historia, cuya resolución no sea fácil de adivinar, pero que tampoco parezca cogida con pinzas. Como el propio Watson diría, “una vez se explica, parece evidente”. Eso nos lleva al segundo punto clave de dificultad: el detective. La pregunta que mejor explica la dificultad subyacente a la escritura de este elemento es simple: ¿cómo escribes a alguien más inteligente que tú? La respuesta, por supuesto, no es para nada tan simple. Bien es cierto que el escritor se encuentra en una posición ventajosa que puede serle de ayuda; es decir, cuenta con todo el tiempo del mundo para planificar cada detalle de su historia y disponer sus piezas con el fin de lograr el efecto adecuado sobre el lector. Pero esa posición ventajosa no sirve por sí sola para conseguir fascinar al público; para escribir una elegante deducción que parezca a la vez entendible e inalcanzable; para tejer un misterio que al final se desenrede con un sutil movimiento, y no cortándolo con unas motosierra.
Tampoco es menor la dificultad que entraña escribir relatos basados en la mitología lovecraftiana o el estilo de horror cósmico que empleaba el escritor de Providence. Ya se ha hablado de sobra de lo difícil que es escribir un tipo de terror que se basa en ideas irrealizables y el miedo a lo desconocido. Podríamos, como en el caso anterior, resumirlo en una pregunta: ¿cómo es posible plasmar un concepto imposible? La mitología lovecraftiana engloba lugares extraños, cultos secretos y, faltaría más, tentáculos; pero nada de eso equipara su importancia de cara a la adecuada eficacia de las historias con la del miedo a lo desconocido y la inquietud generada por esos conceptos imposibles. Esta tarea se hace todavía más cuesta arriba cuando nos trasladamos a un medio visual, donde no te puedes apoyar en el comodín de la imaginación de los propios lectores.
Aun así, Estudio en esmeralda es un cómic que se enfrenta con acierto a estas dos dificultades. Más a la primera que a la segunda, eso es verdad; pero no por insuficiencia de la obra. A pesar de que en ella se mezclen los dos mundos mencionados, la realidad es que lo que encontramos aquí no es tanto una fusión equitativa de Sherlock Holmes y mitología lovecraftiana, sino un relato principalmente basado en Sherlock Holmes que también recurre a algunos elementos lovecraftianos para darle el giro de efecto deseado.
De este modo, estamos ante una obra que cumple en todo momento en su tarea de entretener y que sabe cómo jugar con sus complicadas cartas. El guion es frenético, salta de una escena a otra sin parar y avanza la acción a una velocidad vertiginosa sin perder al lector por el camino. Los diálogos están escritos con soltura y elegancia, los personajes son fácilmente identificables desde el primer momento y, pese a ello, denotan cierta profundidad. Eso sí, aunque en general el guion sea entretenido, cumpla bien sus objetivos e incluso guarde un par de giros geniales, la impresión final con la que me he quedado es la de que esta historia sabe a poco. El relato original consta de solo 9 páginas y, por tanto, tampoco es que dé para mucho más; pero aun así, tengo la impresión de que unas cuantas escenas adicionales le habrían venido de perlas.
En contraste con lo anterior, al dibujo de Rafael Albuquerque no se le puede poner ninguna pega. Es, en todos los sentidos, impecable. Puede que, por la propia naturaleza del guion, no haya dispuesto de escenas en las que lucirse con más espectacularidad, pero en general se trata de un trabajo muy sólido.
Lo mejor
• El dibujo de Rafael Albuquerque.
• Los giros de guion.
• Sherlock Holmes + Lovecraft.
Lo peor
• Más Sherlock Holmes que Lovecraft.
• Quizá la historia resulte algo acelerada.
Guion - 7.5
Dibujo - 8.5
Interés - 7
7.7
Esmeralda
Estudio en esmeralda es una obra muy sólida y entretenida que mezcla el mundo de Sherlock Holmes y la mitología lovecraftiana con originalidad y acierto. Una adaptación al cómic que hace justicia al relato original de Gaiman con un gran dibujo de Albuquerque.
He leído la historia original un par de veces. En España salió en Sombras sobre Baker Street. Compendio de historias que mezclan a sherlock Holmes y los mitos.
¿La adaptación al cómic aporta alguna escena o situación que no saliese en la narración?
No aporta nuevas escenas o situaciones. Es una adaptación que sigue al pie de la letra el relato original.
El relato original es de lo mejor que se ha escrito sobre los Mitos en las últimas décadas. Y esta adaptación gráfica es igual de maravillosa. El dibujo de Albuquerque es una delicia, y el giro del relato se mantiene perfectamente. Súper recomendable. Lo único negativo, que se lee enseguida.