La nueva serie regular dedicada a los Eternos es uno de los lanzamientos recientes más destacados de Marvel y la propia editorial es muy consciente de ello. La colección cuenta con un equipo creativo de primer nivel, ha sido promocionada de forma reiterada y su primer número se ha lanzado con cerca de cuarenta portadas variantes distintas, una estrategia (bastante cuestionable, por cierto) que suele servir para inflar las ventas. Sabiendo que hay una película basada en estos personajes en el horizonte, está claro que el objetivo del título que vamos a reseñar a continuación es capitalizar la curiosidad de los lectores, interesados en todo lo que tenga que ver con el MCU pero en su mayoría poco versados en la mitología de estos personajes cuasidivinos creados por Jack Kirby. En efecto, los Eternos nunca han gozado de una gran popularidad pese a ser una de las aportaciones más personales de Kirby. Esta ni siquiera es la primera vez que la Casa de las Ideas les concede un título capitaneado por autores de primer nivel para que traten de ganarse el favor del público: recordemos por ejemplo la miniserie realizada por Neil Gaiman y John Romita Jr. en 2006, que ya entonces intentó colocarlos en una posición destacada dentro del Universo Marvel sin llegar a cumplir por completo su objetivo. Muy a nuestro pesar, los Eternos son, como mucho, personajes minoritarios. No obstante, la nueva propuesta de Kieron Gillen, Esad Ribić y Matt Wilson pretende mostrar que el regreso de los Eternos es el acontecimiento más destacado en el cosmos marvelita desde la proclamación de Krakoa como nación mutante.
La mención de los mutantes de Jonathan Hickman no es gratuita, ya que los Eternos de Kieron Gillen se inspiran en gran medida en ellos. Gillen ha pasado los últimos años alejado de Marvel y cosechando buenas críticas con sus proyectos independientes, como The Wicked + The Divine, Once & Future o Die, pero tras su regreso a la editorial la influencia de Hickman se ha hecho patente en su trabajo. Gillen volvió a la Casa de las Ideas para guionizar Warhammer 40.000: Marneus Calgar, cómic inspirado en la famosa franquicia de Games Workshop de la que él mismo es un gran aficionado. En sus páginas es evidente que el guionista ha hecho suyos algunos recursos antes asociados a Hickman, como el uso de páginas de texto, esquemas y pictogramas para enriquecer el contexto de la narración. Obras anteriores de Gillen como la excelente Journey Into Mystery ya habían recurrido a recursos de este tipo, pero con frecuencia con un cierto tono humorístico que desafiaba las expectativas del lector: en el ejemplo más memorable, la resolución de uno de sus arcos argumentales no se narraba de forma tradicional sino convirtiendo las viñetas de una doble página en una suerte de tablero propio de un juego de mesa. En cambio, las páginas cargadas con texto, iconos y diagramas que aparecen en Eternals #1, al igual que las que pueblan hoy los cómics de la franquicia mutante, cumplen un propósito puramente expositivo, volcando cantidades ingentes de información en el lector. Si bien no todos los autores de las colecciones mutantes las utilizan con la misma habilidad, estas páginas forman parte de la narración porque ofrecen datos que no pueden conocerse de otra forma. En ese sentido, parte de la narración de Gillen se encuentra fuera de las viñetas, en esos esquemas y diagramas que parecen diseñados para que el lector los estudie con cuidado y se plantee preguntas sobre ellos. Cabe mencionar que el responsable del elegante diseño de estas páginas especiales es el rotulista del cómic, Clayton Cowles, también rotulista de The Wicked + The Divine.
La principal diferencia con el estilo de Hickman está en el tono: mientras que los textos y pictogramas del guionista mutante suelen ser grandilocuentes y ambiciosos, los de Gillen no parecen tomarse demasiado en serio a sí mismos. Esto se hace patente ya en la página en la que aparecen los créditos iniciales de Eternals #1, en las que el texto “hace mucho, mucho tiempo los dioses espaciales alienígenas llegaron a la Tierra. Crearon a cien Eternos. Crearon a cien Desviantes. Y se fueron” está rematado de forma juguetona con el emoji de encogerse de hombros ( ¯\_(ツ)_/¯ ). El contraste entre la seriedad del texto, que apela al pasado mitológico marvelita y evoca potentes imágenes kirbyanas, y la actitud que expresa el emoji nos indica que bajo esta recreación, actualización o modernización de los Eternos subyace un tono un tanto subversivo. Esto no debería sorprender a ningún aficionado al trabajo de Gillen, a quien tanto le gusta reinterpretar o deconstruir mitologías desde una óptica cínica y posmoderna (como en el caso de las divinidades pop de The Wicked + The Divine o de la versión de la Tierra Media de Tolkien que puede verse en las páginas de Die). Puede que esta sea una serie auspiciada por un futuro estreno cinematográfico e impulsada por unos editores que quieren aprovecharse de él, pero no por ello deja de ser una serie de Gillen con el estilo propio de este autor.
El tono jocoso se prolonga con la inclusión de un narrador en primera persona que, además de ser omnisciente, juega a romper la cuarta pared e incluye alguna que otra referencia a la cultura popular humana (como una mención totalmente gratuita a la película Gremlins). Estos guiños no sólo son graciosos, sino que además cumplen una función metanarrativa, acentuando la distancia que separa a los Eternos de los simples humanos y demostrando que, pese a todo su poder, conocimiento y experiencia, sienten poco o ningún interés hacia ellos y su cultura. Lo irónico del asunto es que, como comentaremos más adelante, son los humanos y no los Eternos el auténtico foco de interés de aquellos dioses espaciales alienígenas que llegaron a la Tierra hace tanto tiempo. La voz del narrador, de hecho, también tiene algo de alienígena y ultraterreno, pues se trata de la voz de la propia Tierra; no del planeta como objeto astronómico, sino más bien del planeta como máquina celestial diseñada por una voluntad divina y dotada con un objetivo concreto. Los Eternos son, de hecho, simples engranajes de esa máquina infinitamente compleja e imposible de comprender por una mente mortal. El narrador, o “la Máquina” si se prefiere, incluso llega a compadecerse de ellos, pues pese a ser criaturas semidivinas no dejan de ser meras herramientas de un poder superior.
Proteger a los Celestiales. Proteger a la Máquina. Corregir el exceso de desviación. Esos son los tres principios que guían a los Eternos; esa es su función última y no pueden escapar de ella. En determinado momento del cómic, la Máquina avisa a los dos protagonistas de que se está produciendo un exceso de desviación (lo que viene a ser un eufemismo para referirse a la presencia de un Desviante, es decir, un miembro de la especie rival que comparte el planeta con humanos y Eternos). El aviso en cuestión no sólo les produce dolor, sino que también les genera la pulsión de obedecer de forma irresistible a su función. Su voluntad es irrelevante, por lo que no muestran resistencia a la orden y no hay celebración tras su victoria. Lo único que importa es que han cumplido su función, como buenos engranajes que son. Es más, completada su función deben enfrentarse a una realidad muy siniestra: que sin ella no tienen propósito alguno; que en verdad no son héroes ni dioses, sino simples piezas de la Máquina.
Repasar la extensa mitología de los Eternos excede las limitaciones de esta reseña (y además Zona Negativa cuenta con mejores textos al respecto, como este fantástico artículo escrito por nuestro compañero Arturo Porras), pero es necesario recordar algunos puntos. Los Celestiales son esos dioses alienígenas que visitaron la Tierra en tiempos prehistóricos y experimentaron con los primates primitivos, dando lugar a tres ramas evolutivas: los perfectos y semidivinos Eternos, los deformes y mutables Desviantes y, finalmente, los seres humanos, a los que permitieron evolucionar de forma natural tras colocar en su material genético el potencial para crear seres excepcionales en el futuro lejano. Los Eternos son, como su nombre indica, inmortales e inmutables, mientras que los Desviantes se encuentran en permanente estado de mutación y cambio, hasta el punto de que cada Desviante es distinto de sus congéneres en todos los aspectos. Ambas especies han estado en guerra desde tiempos inmemoriales, pero lo cierto es que el verdadero propósito de su creación por parte de los Celestiales siempre fue un misterio… hasta tiempos recientes. Al comienzo de la etapa de Jason Aaron como guionista de los Vengadores, los Eternos descubrieron lo que nosotros como lectores llevábamos tiempo sospechando: que el auténtico objetivo de los dioses del espacio era que la semilla que un día pusieron en la especie humana diese lugar a la proliferación de héroes superhumanos capaces de alterar por sí mismos el destino del cosmos. Por tanto, ni Eternos ni Desviantes fueron realmente importantes en sus planes. Tras descubrir esto, un frenesí suicida asoló a los Eternos, que enloquecieron al descubrir que el propósito de su existencia era una gran mentira. Toda su sociedad implosionó en una orgía de sangre y muerte… permitiendo que Eternals #1 llegue ahora para hacer borrón y cuenta nueva.
El (discutible y poco aplaudido) argumento de Aaron es aprovechado por Gillen para subvertir la mitología kyrbiana y cargarla de angustia existencial. Esto es tan pronunciado que el cómic llega a definir a los semidioses Eternos como la simple “tapa de la placa de Petri” en la que se desarrollaron los humanos. Ellos nunca fueron importantes y, por tanto, su función es en realidad inútil. Son herramientas sin propósito ni finalidad. Están obligados a cumplir los tres principios, pero siendo conscientes de que no sirven para nada, de que nunca sirvieron para nada y de que nunca servirán para nada. Todos sus eones al servicio de los Celestiales han sido para nada. Los lectores que disfruten con el tono fatalista de otros trabajos de Gillen se sentirán como en casa leyendo la nueva serie de los Eternos.
No obstante, esta subversión de la mitología kyrbiana pretende revitalizarla, no descartarla por completo. Es cierto que Eternals pretende ser una serie accesible para nuevos lectores, un borrón y cuenta nueva, pero Gillen respeta la obra de Kirby tanto como se nutre de ella. El primer número de la serie puede leerse sin conocer para nada a estos personajes, pero se disfruta mucho más con cierto bagaje, pues es ese bagaje lo que permite comprobar lo verdaderamente atrevida que es la propuesta. Aparte de aprovechar la crisis existencial que sufren los Eternos para definir su nuevo lugar en el cosmos marvelita, Gillen se acerca a la perspectiva de Kirby reduciendo a los personajes principales a meros arquetipos. De esta forma, la voz del narrador define a Ikaris como “una flecha”: directo e imparable en su avance hacia su objetivo, sin plantearse siquiera los motivos de la mano que le ha disparado hacia él. En otra colección, incluso en otra dentro del género de superhéroes, el uso de personajes tan arquetípicos podría ser síntoma de una excesiva simplicidad, pero si nos referimos a los Eternos tiene mucho sentido. Ellos son protodeidades, es decir, las bases que inspiraron a las complejas mitologías humanas a lo largo de los milenios. “Por algún motivo los humanos nos confunden constantemente con los dioses. Eso molesta enormemente a los dioses”, afirma Ikaris, que poco o nada tiene que ver con el Ícaro mitológico. Al fin y al cabo el Ícaro mitológico tenía motivaciones humanas, mientras que Ikaris no es ni remotamente humano. Ikaris es un concepto, una plantilla, un arquetipo. No es un dios que sienta ambición, orgullo o miedo por sus acciones, sino que es una flecha: es voluntad pura, concentrada, enfocada y dirigida… pero es la voluntad de otro.
Aunque son inmortales, los Eternos pueden morir… o más bien sus cuerpos pueden ser destruidos. Al ser seres conscientes hasta un nivel molecular, siguen existiendo tras la muerte y vuelven a reintegrarse a su sociedad cuando sus cuerpos son reconstruidos en las llamadas Cámaras de Resurrección. De esta forma, Eternals #1 comienza con la resurrección de Ikaris tras haber sido el último de su especie en morir en la locura colectiva que les inundó tras descubrir la horrible verdad sobre los Celestiales. Si bien el concepto de Cámara de Resurrección viene directamente de la época de Kirby, la propuesta de Gillen toma algunos elementos que recuerdan a los mutantes de Hickman más allá de la estética de sus diagramas. Por ejemplo, ahora los Eternos pueden ser reconstruidos usando copias de seguridad anteriores a determinados eventos, perdiendo parte de sus recuerdos en el proceso (y siendo seres tan longevos, los intervalos entre copias de seguridad pueden abarcar milenios). Además, el proceso de resurrección puede alterar el cuerpo físico del Eterno, cambiando aspectos como su género o el color de piel (algo que sucede, según especifica el propio número, “cada veinte o veinticinco mil años más o menos”).
Hay quien pensará que este sistema de resurrección que tanto recuerda a los Protocolos de Resurrección de Krakoa (pese a basarse, como ya hemos indicado, en un concepto muy anterior) se debe a una única razón: el reparto de la futura película de los Eternos dentro del MCU. El elenco de actores y actrices de dicho film apostó claramente por la diversidad pese a que los Eternos de los cómics no son especialmente diversos, en especial en lo referido al color de la piel, y por ello recibió muchas críticas por parte de aquellos que se dedican a criticar de forma sistemática todo aquello que huela mínimamente a diversidad. Son estas voces críticas las que verán con malos ojos que ahora los Eternos puedan variar su aspecto más tradicional, como de hecho sucede en este primer número con Duende, el Eterno de aspecto más juvenil, que ha pasado de ser un chico a ser una chica. Quién sabe si más adelante otros personajes pasarán por un cambio similar para asemejarse más a sus homólogos cinematográficos o por puro capricho de los autores (alguna imagen se ha visto ya de Makkari que seguramente no gustará a todo el mundo). En cualquier caso, y en previsión de los posibles comentarios negativos, conviene recordar que los arquetipos están por encima de trivialidades como el color o el género. Después de todo, a una flecha le importa poco si es masculina o femenina.
Así pues, los dos grandes protagonistas del número son Ikaris y Duende. Ikaris, una de las figuras más relevantes de la sociedad de los Eternos, ha sido el último en resucitar y su primera tarea es liberar a Duende, que ha sido revertida a una copia de seguridad anterior como castigo por acciones pasadas y ha sido aprisionada en una instalación conocida como La Exclusión. Parece que Duende ignoró su función y trató de liberarse de la Máquina, poniendo en peligro a la propia Máquina, lo que a su vez es el peor crimen posible para un Eterno. Sin embargo, Zuras, el líder de los Eternos, ha decidido por motivos desconocidos que sea liberada. Tras una breve visita a Nueva York para poder contar con el inevitable cameo de otro famoso personaje marvelita (en este caso Iron Man), el dúo regresa a Olimpia, la principal ciudad de los Eternos, para descubrir que Zuras ha sido asesinado.
Obviamente, la Máquina le traerá de vuelta pronto, pero cualquier poder que sea capaz de asesinar de una forma tan violenta a un Eterno (la cabeza de Zuras ha sido literalmente aplastada por una mano enorme) es un poder a tener en cuenta. La posterior investigación lleva a Ikaris y a Duende hasta Titanos, la antigua capital de su especie, arrasada tras un fallo catastrófico en un experimento para controlar el flujo del tiempo. Es allí donde se presenta un misterio (Ikaris asiste a una visión de un futuro que no puede explicar) y donde aparece el antagonista y supuesto asesino de Zuras: Thanos de Titán, un pariente lejano de los Eternos con el que casi todos los lectores estarán familiarizados de una forma u otra.
Thanos, que ha regresado de la muerte por enésima vez, no parece estar en plena forma y acusa a los Eternos de ser una blasfemia y una afrenta contra el propio universo, ya que todo lo que vive tiene también que morir. Su aparición cierra el número, adelantando su choque contra Ikaris en la segunda entrega. Parece claro que él es el responsable de la muerte de Zuras, pero quizá sea algo demasiado evidente y los próximos números nos reserven alguna que otra sorpresa. En cualquier caso, la aparición del Titán Loco supone un cliffhanger lo suficientemente potente como para querer continuar con la lectura.
Decíamos al principio que Eternals cuenta con un equipo creativo de primer nivel y eso se nota. Gillen aporta unos diálogos frescos y chispeantes, al mismo tiempo que presenta conceptos atractivos y sugerentes. Los textos con los que describe las distintas localizaciones que forman parte de la cultura de los Eternos son fabulosos, por ejemplo: La Exclusión está “sellada entre seis moléculas artificiales escondidas bajo el Polo Sur” mientras que Titanos está “superimpuesta entre dentro de tres segundos y hace dos segundos”. Además, la voz del narrador resulta ser todo un acierto por su capacidad para matizar los eventos mostrados en las viñetas y su divertido juego metanarrativo. Sin embargo, el guionista sabe perfectamente cuándo el peso principal de la narración debe recaer en el dibujo, reduciendo el texto al mínimo o limitándose a dar una leve puntilla cuando el momento así lo requiere. No podía ser de otra forma contando con un talento como el de Esad Ribić como aliado.
El artista croata sigue demostrando con Eternals que sabe elegir muy bien los proyectos en los que se implica. Ribić no se ha prodigado tanto en Marvel como nos gustaría, ya que prefiere tomarse su tiempo en cada trabajo. El resultado de esta política ha sido que casi todo lo que ha publicado para la Casa de las Ideas roza la excelencia. El dibujante de Secret Wars o King Thor realiza un magnífico despliegue visual en Eternals, reflejando la grandiosidad de las ciudades de los Eternos y ofreciendo una acertada sensación de escala y magnificencia. Frente al hieratismo que transmitían en algunas ocasiones las creaciones de Kirby, los Eternos de Ribić son extraordinariamente expresivos. Los Eternos de Kirby no carecían precisamente de dinamismo, pero el amplio abanico emocional que reflejan los rostros que dibuja Ribić resulta sorprendente. Por otro lado, mientras que las figuras de Kirby se decantaban hacia la robustez y la contundencia, las de Ribić son mucho más esbeltas y flexibles. Estos cambios les sientan muy bien a Ikaris y compañía.
Cualquier comentario sobre Eternals no puede obviar tampoco el soberbio trabajo de su colorista, Matthew Wilson, quizá uno de los mejores profesionales del color de esta industria. El colorista es compañero habitual de Gillen, con el que ha coincidido en otras series como Young Avengers o The Wicked + The Divine. Si el despliegue de Ribić es bastante impresionante, el de Wilson ya roza lo escandaloso. Los colores elevan el trabajo del dibujante, reforzando con intensidad el tono que transmite cada escena: la llegada de Duende a Nueva York es luminosa y exultante, mientras que el enfrentamiento contra el Desviante en las alcantarillas resulta lúgubre y ominoso. El color de este cómic es muy expresivo y cuenta con una textura muy particular que ayuda a que el conjunto transmita la sensación de no ser un cómic de superhéroes al uso: Eternals parece más bien una epopeya mítica en la que se intercalan elementos de ciencia ficción y terror.
En resumidas cuentas, el resultado final está a la altura de lo que se espera de un lanzamiento destacado de Marvel y no tiene nada que envidiar a fenómenos recientes como House of X y Powers of X. El regreso de los Eternos, por tanto, debería estar marcado en el radar de cualquier lector, independientemente de su conocimiento previo acerca de estos personajes. Parece muy difícil que el nuevo volumen de Eternals triunfe en su empeño de popularizar a estas creaciones de Kirby, ya que la infinidad de intentos previos por parte de la Casa de las Ideas siempre ha tenido resultados discretos como mucho. No obstante, esta propuesta es lo bastante contundente como para lograrlo.
Gillen, Ribić y Wilson ofrecen un excelente punto de enganche para nuevos lectores al mismo tiempo que juegan a subvertir la obra clásica de Kirby, respetando su cosmogonía pero impregnándola de un tono fatalista muy apropiado para el momento temporal que nos ha tocado vivir. Además, lo mostrado hasta el momento no es más que la punta del iceberg. Buena parte de los Eternos más conocidos ni siquiera aparecen en el primer número, pero no cabe duda de que acabarán pasando por las páginas de la colección: aún tenemos que ver a personajes como Thena, Sersi, Makkari o Ajak bajo el filtro de Gillen, Ribić y Wilson. Es más, el equipo creativo tiene una lista de cien Eternos con los que jugar, repartidos entre diferentes localizaciones y con circunstancias propias. De hecho, la imaginación se dispara al repasar los diagramas que acompañan a este primer número y comprobar que algunas de las incógnitas que albergan pueden esconder futuras historias, cada cual más jugosa que la anterior. Simplemente por plantear unas pocas cuestiones: ¿Quiénes son los otros nueve Eternos que están recluidos en La Exclusión junto a Duende y por qué han sido castigados? ¿Por qué los nombres de los Eternos que forman “The Hex” (“El Maleficio”) aparecen censurados? ¿Qué ha sido de los Eternos que se encuentran en una “localización desconocida”? Y, por supuesto, ¿qué ha llevado a Thanos a lanzarse ahora contra sus primos de la Tierra? En conclusión, parece que hay mucho potencial en esta nueva colección. Esperemos que tenga la ocasión de expresarlo como se merece.
Guión - 8.5
Dibujo - 9
Interés - 9
8.8
乁_(ツ)_ㄏ
Eternals es uno de los lanzamientos más potentes de Marvel en los últimos meses. El equipo formado por Kieron Gillen, Esad Ribić y Matt Wilson ofrece una relectura de estos clásicos personajes creados por Jack Kirby que respeta su versión original al mismo tiempo que la subvierte y la lleva hasta nuevos territorios. El texto es inteligente y divertido, mientras que el dibujo es vistoso, expresivo y dinámico. El color, por su parte, es simplemente extraordinario. Aunque la premisa inicial de la historia parece simple, el contexto es tan rico que el primer número apenas ha empezado a mostrar todo su potencial. El futuro de la serie parece muy prometedor.
La verdad es que he disfrutado mucho este primer número y me ha dado bastante hype e interés por la pelicula, que era casi nulo antes de leer este comic. Y no, no es por lo cambios de género de los personajes, es porque los Eternos no me parecían tan interesantes de por si (a excepción de Sersi).
Me lo leí no hace mucho y me resultó muy interesante. A Gillen lo tengo leído por la trilogía de Phonogram y allí ya me encantó su estilo de narración. Ribic es tremendo artista y hace que los Eternos se vean rotundos aunque con el rostro de Sprite me llevé un derrape (¿en serio es una niña de once años?). El color de Wilson es excelente, a veces da la impresión de ser tridimensional. Y todas las posibilidades de tantos eternos y Thanos por ahí me hacen esperar hasta febrero. Junto al Moon Knight de Lemire y el Inmortal Hulk de Al Ewing una de las pocas seriesMarvel de actualidad que leo.
Por cierto, muy bien escrito el artículo y explicativo con el trasfondo, para un lector nuevo es muy útil. Buen trabajo :).
P. D. Dios me debo leer The Wicked + The Divne.
Te recomiendo The Wicked + The Divine, es una serie fantástica.
Y bueno, a mi me pasó lo mismo con Sprite, al verla dibujada por Ribic pensé que era un niño, y me quedé en plan WTF cuando explicaron que ahora era una niña. Ribic dibuja muy buenas escenas y fondos, pero tengo sentimientos muy encontrados con sus rostros.
Esto tiene arreglo: cuando Ribic necesite un fill-in rezamos para que Marvel ponga a McKelvie con Gillen y asunto arreglado.
Y sí, con mi amor por McKelvie-Gillen pronto deberé leerme The Wicked + The Divine (como Phonogram pero con más glam). Me termino el Hellblazer de Doyle y Tynion IV y voy para allá (a menos que el regreso de Deadly Class se cruce en mi camino).
No le tenía muchas ganas, pero la crítica ha despertado un poco las ganas. Gracias!
Hombre, ahora que lo pienso, ¿soy el único al que la viñeta con el cadáver de Zuras calcinado le recuerda a Mister Milagro y el cadaver de Orion?
No, el problema no es la diversidad, el problema es encajarnos porque si a la fuerza a los eternos del MCU como si los comics solo sirvan ya como material promocional de la película.
Este es el problema real.
Me sumo a la critica de Billyboy. Si mal no recuerdo en los 90s se introdujo un eterno que representaba a las mitologias americanas. Pues deberian ir mas en se camino y aprovechar a esos personajes en vez de hacer cambios de este tipo. Ya no se vera a Mar-Vell en pantalla y ni mencionar la forma retorcida de introducir a un Nick Furia negro para que coincidiera con Samuel Jackson y que poco se ha aprovechado.
El Nick Furia basado en Samuel L. Jackson realmente no sale del MCU. El origen de este Nick Furia con la cara del actor viene ya del Universo Ultimate, del año 2001, 7 años antes que la primera peli de Iron Man.
Fue después cuando consiguieron fichar a Samuel L. Jackson, lo pusieron en la escena post créditos y los fans que sabían de que iba el rollo se volvieron locos.
Hay otros casos de sinergia de MCU a cómics, pero justo este es un caso mucho más particular.
Solo la de Thena? La de Makkari da miedo.
De todas formas, fueron honestos al explicar esto. Y Gillen ya se preocupa mucho por la diversidad y algún cambio habría metido. Al menos Gillen tiene buena mano con el desarrollo y relaciones entre personajes, así que creo que saldrá algo muy bueno de aquí (hasta que pongan a Cates o cancelen la serie por bajas ventas)
Jesus, espero que nunca pongan a Cates. Es de las peores cosas que le ha pasado a Marvel en estos años, ni siquiera Bendis era tan atroz a posta.