Edición original: Ex Machina # 6-10 USA (DC/ Wildstorm).
Edición nacional/ España: ECC ediciones.
Guión: Brian K Vaughan.
Dibujo: Tony Harris.
Entintado: Tom Feister.
Color: JD Mettler.
Formato: Rústica, 128 páginas.
Precio: 12,50 Euros.
Hace algo más de un mes comenzamos con la empresa de reseñar completa la serie Ex Machina: Aprovechando que ECC la está reeditando en diez tomos, dimos cuenta del primero, y lógicamente hoy vamos a abordar el segundo. Como ya comentábamos, se trata de una serie de reseñas planteadas desde una primera lectura, a pesar de que la obra ya tenga unos años. También es conveniente avisar de que al redactor le pasa una cosa curiosa con Brian K. Vaughan: tanto los primeros números de Y, el ultimo hombre como los de Saga, gustándole, tampoco le impresionaron demasiado. Fue dando una oportunidad a las colecciones y según se iba avanzando en su lectura, como poco a poco el disfrute de las series fue creciendo hasta convertirle en incondicional de ambas. Con Ex Machina, de momento parece que va a sucederle igual. Por otro lado, la opinión generalizada es que la serie va perdiendo fuelle hasta finalizar de forma bastante chapucera, pero se va a intentar no verse mediatizado por estas críticas para obtener una opinión lo mas propia y pura posible. Ya veremos qué nos tiene reservado el futuro de esta cabecera, pero de momento, quizás debido exclusivamente a que uno ya ha ido encariñándose con los personajes y la trama, adelantamos que este redactor ha disfrutado más de éste tomo que del anterior, por poco extendida que sea esta opinión. Se piden disculpas si por ello se dañan sensibilidades.
Cada uno de los números americanos que componen el tomo titulado La marca comienza con un flashback. En ellos se nos va narrando una historia pasada que tendrá una muy íntima relación con lo que acontece en el presente (o más bien, en el presente de la publicación de la serie, en 2005). Así, asistimos a las diversas etapas de la relación que el protagonista Mitch Hundred fue desarrollando con Jackson Georges, un miembro de la Agencia Nacional de Seguridad. En el año 2000, con Mitch usando su alias superpoderoso de La Gran Máquina, la amistad entre éste y Georges -e incluso su familia- fue floreciendo. Pero tras el 11 de Septiembre de 2001, la tensión por los tristes hechos vividos en aquel día quebró esta relación.
En 2005, Mitch Hundred ha abandonado hace tiempo su identidad superheroica tras hacerla pública. Ahora es el alcalde de Nueva York y sus preocupaciones son más amplias que atrapar a algún ratero usando sus poderes de controlar las máquinas, su traje, su pistola sacada de Buck Rogers y su mochila cohete. Hundred no llegó a la alcaldía encabezando una lista electoral Republicana o Demócrata, sino como candidato independiente, y por ello sus puntos de vista políticos difieren con los de ambos partidos. Él se considera un hombre práctico y razonable, un ingeniero que busca implementar soluciones independientemente de los dogmas ideológicos; o sea, lo que viene llamándose un tecnócrata. Esta figura se supone exenta de ideas políticas preconcebidas, y por tanto sobre el papel parecería una forma óptima e imparcial de gobierno. Habría que discutir si eso es así en el mundo real, pero el hecho es que aplicándole a Hundred esta postura en la que lo único que teóricamente determina sus medidas es la razón, Vaughan se siente libre para lanzar variados debates sobre cuestiones sociales sin que parezca que adopta una posición a favor de nadie en el panorama político estadounidense. De ese modo, rebaja la impresión de ser panfletario y se evita en una medida ser prejuzgado por sus lectores y descartado por quienes pudiesen opinar que es “del otro bando”.
Vaughan además declaró en su día que la serie surgía en parte por su indignación ante la falta de líderes válidos en ambos lados del bipartidismo norteamericano, y efectivamente, usa Ex Machina de una forma algo catártica, creando en la ficción un dirigente político que responde a lo que parece que él piensa que debería haber en el mundo real. Eso no quita para que el escritor comprenda que nadie puede ser perfecto y que Mitch se equivoque a veces, pero sin duda los debates que éste mantiene con otros secundarios (especialmente con el teniente de alcalde Dave Wylie) sobre la escuela pública o la regularización del matrimonio homosexual responden a ideas que el propio Vaughan se plantea y a las que da vueltas desde diversos ángulos.
Por otra parte, truculentos hechos relacionados con el símbolo alienígena que dio sus poderes a Mitch y con ese feliz año 2000 que pasó junto a la familia Georges empiezan a producirse en el Metro y las cloacas de Nueva York. Y además, veremos cómo la periodista Suzanne Padilla empieza a cobrar mayor importancia en la vida del alcalde…aunque no todo es lo que parece, ni lo que sucede realmente deja todo el mundo en muy buen lugar. Y de propina… ¿es la teoría que Mitch le cuenta a Suzanne sobre el origen del símbolo y sus poderes una broma, o en realidad va en serio? ¿Y qué pinta un canción desconocida de Nirvana en todo esto?
El apartado gráfico de Tony Harris es soberbio de nuevo, y es difícil añadir algo más sobre ello. Como ya adelantábamos, Vaughn vuelve a arreglárselas para que, de momento, según avanza la serie crezca el interés y el cariño que el lector pueda sentir por los personajes. Además, la trama sobre la procedencia de su capacidades sobrehumanas y todo lo que las rodea empieza a arrojar intrigantes posibilidades de futuro que hacen que uno empiece a elucubrar y a engancharse a la colección.
De momento Ex Machina avanza bien, creciendo poco a poco pero de forma constante. Veremos qué sucede en los próximos tomos