Edición original: Marvel Comics – diciembre 1990 Edición España: Comics Forum- diciembre 1993 Guión: Michael Higgins Dibujo: Tom Morgan, Justin Thyme, Chris Wozniak Entintado: Josef Rubinstein, Tom Morgan Color: Brad Vancata, Joe Rosas Portada: Tom Morgan Precio: 900 pesetas
Excalibur constituye, dentro de la nutrida y un tanto prolija historia mutante, un caso singular, siendo varias las razones que motivan esta afirmación por mi parte. En primer lugar, se trata de una cabecera que siempre se situó aparte respecto del resto de las series-x. Su primera aparición inauguró prácticamente el formato prestigio en Marvel y planteó una colaboración que Chris Claremont llevaba persiguiendo largo tiempo: trabajar junto a Alan Davis. El artista británico había eludido, más allá de encargos puntuales, la posibilidad de vincular su firma a la de la exitosa Patrulla-X, pero este nuevo desafío introducía para él diversos ganchos: para empezar, la posibilidad de trabajar en la franquicia mutante pero fuera de las presiones de la serie titular; para seguir, el reencuentro con personajes que conocía bien, como el Capitán Britania y Meggan (cuyas andanzas había dibujado a partir de los guiones de Alan Moore o Jaime Delano) y la ambientación en un Reino Unido “exagerado” en sus típicos tópicos; para terminar, un cambio de registro en el tono dramático y atormentador de las historias firmadas por el patriarca mutante: Excalibur sería una serie de tono cómico, siguiendo la senda marcada por Keith Giffen, J. M. DeMatteis y Kevin Maguire en la serie dedicada a la Liga de la Justicia Internacional. Davis conseguiría hacer suya la serie y retornaría a la misma en una etapa en solitario que una parte notable de la afición pone a un nivel superior que el que corresponde a los primeros compases de la serie. Estos motivos de elogio constituyen, no obstante, las causas de que la serie no se hiciera con un puesto permanente en el panteón de las cabeceras permanentes. Las etapas en las que no estaban ni Claremont ni, sobre todo, Davis, se movieron entre lo anodino y lo olvidable. Premisas atractivas como la presencia de Warren Ellis y Carlos Pacheco se vieron malogradas por la presencia de dibujantes sustitutos de mucha menor calidad; la puntilla vino de la mano de la “adhesión” de esta serie al resto de la franquicia-X en plena Marvelución. Con la pérdida de su autonomía, la cabecera languideció con la presencia de autores tan olvidables como Ben Raab y posteriores relanzamientos (con parte del equipo original o sin él, con Claremont o sin él) han pasado sin pena ni gloria. Como la famosa espada cuyo nombre tomó, la serie sólo ha podido ser manejada en condiciones por una persona. Quizá por eso la salida de productos aledaños relacionados con la colección fuera vista con cierto escepticismo en su momento, pasando a engrosar todos ellos la larga lista de obras olvidadas y / u olvidables. La III Guerra Sobrenatural es un ejemplo de los días en los que el Capitán Britania y sus compañeros de faro tenían el gancho suficiente como para sostener formatos especiales y, en consecuencia, más caros.
Uno de los detalles que suele recordarse más a menudo de la primera fase de la serie original es el uso de las dimensiones, realidades y mundos alternativos como excusa para poner al equipo en toda suerte de situaciones absurdas, surrealistas o descacharrantes. De una familia compuesta por dinosaurios a un mundo en el que el nazismo gobierna la Tierra y Excalibur, perdón, la Escuadra Relámpago es una de sus puntas de lanza. Claremont aprovecha la ocasión para presentar el lado cómico de situaciones que tradicionalmente habían sido como gasolina para la llama del drama. Los vaivenes en los poderes de Brian y Meggan, las secuelas de Kitty y Kurt tras la masacre mutante, el misterio del retorno de Rachel… Don Chris forzó un poco la máquina, hasta el punto de que algunos estudiosos –como el profesor Loki- criticaron el hecho de que el otrora pitagorín Braddock se hubiera convertido en un acémila musculoso y torpón. Sin embargo, con humor o sin él, la presencia de la ideología nazi y la imagen de una ucronía en el que Hitler y sus secuaces se hicieron con el poder siempre causa mal rollo. Esta novela gráfica supone el regreso de Excalibur al entorno en el que medraban sus versiones nacionalsocialistas, pero ausente de cualquier tono jocoso, lo cual convierte la historia en un relato oscuro y siniestro.
Una mañana, el grupo recibe la visita de su amigo Alistaire Stuart. Su llegada les pilla por sorpresa, pero no tanto como el carácter hostil y los términos de su despedida. El sonoro “heil Hitler” deja patente que algo no va bien y algunas averiguaciones posteriores permite al equipo deducir que están en el mundo del que provienen sus versiones nazis (o al menos, eso parece). Los mutantes constituyen una de tantas minorías que languidecen bajo la bota del Tercer Reich y sólo unos pocos que han acreditado su utilidad sobreviven manteniendo una posición como ejecutores. Uno de ellos, no obstante, ha alcanzado un puesto destacado en el organigrama de la jerarquía nazi: Charles Xavier. Quien en el mundo que Kitty y Kurt conocen es un maestro y un padre, aquí es un hombre igualmente centrado en una meta relacionada con una nueva especie humana, pero es el reverso tenebroso de aquél (o quizá no tanto, si tomamos en cuenta ciertas ideas de Claremont sobre Charles y Magnus o la posterior aparición de Onslaught). Pryde es mutante y además judía; Rachel es una poderosa telépata, por lo que sus reacciones al horror son más instintivas y viscerales.
Mientras tanto, el progresivo aumento de poder de Xavier no pasa desapercibido entre los otros gerifaltes nazis. Adolf Hitler aún vive, aunque postrado en una silla de ruedas y dejado de lado por el arrogante Charles. Para revertir esta situación decide llamar a su lado a su primogénito, Cráneo Rojo, del que tuvo que deshacerse previamente por tener una ambición equiparable al nuevo hombre fuerte del régimen. Estas maniobras son un reflejo de los tejemanejes que en el auténtico Tercer Reich tuvieron lugar entre los distintos jerarcas que, bajo el símbolo general de obediencia al cabo austríaco, peleaban para posicionarse de forma preeminente frente al resto y conformar un disparate organizativo que contribuyó importantemente a la derrota… pero ésa es otra historia.
Las dos líneas argumentales presentadas confluyen en el personaje de este Xavier nazi que controla a algunos mutantes, experimenta con otros (la imagen de la Patrulla-X original como cobayas es con mucho la más impactante de todo el tebeo) y busca complacer a su Führer con el descubrimiento de un ser humano definitivamente superior, con el fin de afianzar definitivamente su puesto de sucesor. Excalibur tendrá que sobrevivir en este nuevo mundo y buscar la forma de darle esperanza, mientras combaten con versiones alternativas de familiares y amigos. Una materia prima interesante, aunque las ucronías a mayor gloria de la causa nazi estuvieran ya un poco vistas.
Los autores, con buen criterio en mi opinión, deciden decantarse por un tono oscuro y serio, saliéndose de la pauta dominante en la serie principal (aunque aluden a ella para indicar que la historia está dentro de la continuidad). Los conceptos manejados y las versiones alternativas resultan atrayentes, pero desgraciadamente, a la hora de enfrentarse al desenlace la historia se vuelve un tanto confusa, como si hubiera que poner fin a toda prisa a la misma para seguir con la serie regular. Los conceptos presentados (que, hay que recordar, no son del todo originales) son despachados a toda prisa, dando como resultado final un cómic que empieza bien y termina dejando cierta sensación de falta.
Por lo que respecta al equipo creativo, hay que destacar la presencia de Michael Higgins en el apartado literario. Su trayectoria en Marvel se caracterizó principalmente por la realización de trabajos puntuales para series como Marvel Comics Presents o números de relleno en colecciones como la propia Excalibur. Esta novela gráfica es, probablemente, su trabajo más destacado, aunque yo mencionaría también su participación en Atlantis ataca como guionista del capítulo protagonizado por los Vengadores. Un malentendido con John Byrne (responsable en esos días de la franquicia vengativa) determinó la aparición de un personaje (Tigra) que no estaba en condiciones de asomar el hocico, lo que desembocó en una disculpa en viñetas por parte del popular autor británico-estadounidense-canadiense. En la parte gráfica hay que destacar la triple presencia de Justin Thyme, Chris Wozniak y Tom Morgan, nombres (sobre todo el tercero) tan prolíficos en los noventa como desaparecidos en la actualidad.
El resultado final es una historia más bien intrascendente que a estas alturas resulta recomendable para seguidores acérrimos del equipo original.
Edición original: Marvel Comics – diciembre 1990 Edición España: Comics Forum- diciembre 1993 Guión: Michael Higgins Dibujo: Tom Morgan, Justin Thyme, Chris Wozniak Entintado: Josef Rubinstein, Tom Morgan Color: Brad Vancata, Joe Rosas Portada: Tom Morgan Precio: 900 pesetas Excalibur constituye, dentro de la nutrida y un tanto…
¡¡Que pesadilla de tío el Wozniak!!! Lo recuerdo sobre todo por arruinar la recta final de la etapa Giffen/De Matteis en las Ligas, dibujando parte de la macrosaga que entrelazaba las series de la JLA y la JLE y concluía la etapa de este duo de guionistas en estas series. Que en una serie que había tenido de dibujantes a Maguire, Hughes o Ty Templeton metieran al individuo este fue una ocurrencia de bombero….torero. ¡¡el horrorr!!!. Tom Morgan era algo mejor, pero no para tirar cohetes, lo recuerdo en Iron Man , Punisher 2099 y muchos annualas aquí y allá, se prodigó bastante el muchacho en los 90. Y al tal Thyme ni lo recuerdo, la verdad ¡¡y eso que tengo esta N.G. por ahí en alguna parte!! Y bueno, de ella recuerdo más o menos lo que comentas, muy del estilo de los primeros tiempos de Excalibur, realidades alternativas, con rediseños y nuevas versiones alternativas de distintos personajes, alguna ocurrencia original, etc…. pero claro, sin la maestría de Alan Davis y Chris Claremont, y sin sentido del humor alguno, como tú también comentas. Así que eso, para incondiconlaes (mucho) de Excalibur y poco más.
El tal thyme no te suena de nada ¡ básicamente porque no existe ! Es la manera de nombrar a aquel o aquellos que han ayudado a acabar la tarea , un seudónimo vamos, que oculta un juego de palabras,del inglés just in time.osea» justo a tiempo»
Curioso que un producto de este tipo que se supone más cuidado y hecho sin prisas sufriera retrasos, cosas de rellenar calendario y ese tipo de asuntos contractuales imagino
¡¡¡La leche!!! Pues sí, si ya el «baile» de dibujantes en un mismo cómic que empezó a ser frecuente en los 90 era lamentable en una grapa, en un producto que se supone más «prestigoso» como una N.G. era aún más chungo, y esto del «Justito a tiempo» ni te cuento…..
Ya podría Panini animarse con la reedición del Excalibur de Claremont y Davis. Conmigo tienen una deuda pendiente: me comí con patatas su edición en BoME, que interrumpieron tras dos tomos y nunca más se supo.
abcdef
Lector
16 abril, 2015 15:44
Recuerdo todo el desconsuelo y la decepción que sentía en aquella época por la cantidad de subproductos como éste que se publicaban… No leí, ni siquiera lo ojeé.
¡¡Que pesadilla de tío el Wozniak!!! Lo recuerdo sobre todo por arruinar la recta final de la etapa Giffen/De Matteis en las Ligas, dibujando parte de la macrosaga que entrelazaba las series de la JLA y la JLE y concluía la etapa de este duo de guionistas en estas series. Que en una serie que había tenido de dibujantes a Maguire, Hughes o Ty Templeton metieran al individuo este fue una ocurrencia de bombero….torero. ¡¡el horrorr!!!. Tom Morgan era algo mejor, pero no para tirar cohetes, lo recuerdo en Iron Man , Punisher 2099 y muchos annualas aquí y allá, se prodigó bastante el muchacho en los 90. Y al tal Thyme ni lo recuerdo, la verdad ¡¡y eso que tengo esta N.G. por ahí en alguna parte!! Y bueno, de ella recuerdo más o menos lo que comentas, muy del estilo de los primeros tiempos de Excalibur, realidades alternativas, con rediseños y nuevas versiones alternativas de distintos personajes, alguna ocurrencia original, etc…. pero claro, sin la maestría de Alan Davis y Chris Claremont, y sin sentido del humor alguno, como tú también comentas. Así que eso, para incondiconlaes (mucho) de Excalibur y poco más.
Aquí otro sufridor de Wozniak, si es que es ver esa portada y se te cae el alma a los pies.
El tal thyme no te suena de nada ¡ básicamente porque no existe ! Es la manera de nombrar a aquel o aquellos que han ayudado a acabar la tarea , un seudónimo vamos, que oculta un juego de palabras,del inglés just in time.osea» justo a tiempo»
Curioso que un producto de este tipo que se supone más cuidado y hecho sin prisas sufriera retrasos, cosas de rellenar calendario y ese tipo de asuntos contractuales imagino
¡¡¡La leche!!! Pues sí, si ya el «baile» de dibujantes en un mismo cómic que empezó a ser frecuente en los 90 era lamentable en una grapa, en un producto que se supone más «prestigoso» como una N.G. era aún más chungo, y esto del «Justito a tiempo» ni te cuento…..
Nunca se acostará uno sin saber una cosa más.
«incondicionales» quería decir…..
Ya podría Panini animarse con la reedición del Excalibur de Claremont y Davis. Conmigo tienen una deuda pendiente: me comí con patatas su edición en BoME, que interrumpieron tras dos tomos y nunca más se supo.
Recuerdo todo el desconsuelo y la decepción que sentía en aquella época por la cantidad de subproductos como éste que se publicaban… No leí, ni siquiera lo ojeé.