Falcon y el Soldado de Invierno. El legado del Capitán América

Este mes de marzo se ha conmemorado el ochenta aniversario de la creación del Capitán América. Celebramos la efeméride, además de prepararnos para el estreno de la serie de Disney +, protagonizada por el Halcón y el Soldado de Invierno.

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El Capitán América cumple 80 años. Creado por Jack Kirby y Joe Simon en el año 1941 como un símbolo necesario ante el avance del nazismo, su impronta ha superado la cuatricromía y ha llegado convertirse en un icono multimedia. El día 10 de marzo se conmemoró la efeméride de su alumbramiento y en Zona Negativa hemos decidido dedicarle unas líneas a tan longevo personaje, sin duda, uno de los más populares de la Marvel actual. Su recorrido ha sido intenso, con inconvenientes interrupciones, ha tenido que lidiar con sustituciones, ha muerto en combate (no una, sino dos veces) y vuelto a recuperar, en ese ciclo sin fin que es la historia río de los superhéroes. En ese espacio de tiempo, cientos de cómics, incontables aventuras, que sería casi imposible sintetizar en una única entrada. En esta ocasión, aprovechamos para ir más allá y vamos a intentar condensar la significación de su figura a través de los años. También nos fijamos en sus eventuales sustitutos, dado que denota su importancia como símbolo.

Como no damos puntadas sin hilo, estos días se estrena la serie de Disney +, Falcon y el Soldado de Invierno (lo que para el usuario patrio sería el Halcón y el Soldado de Invierno), un show que claramente opta por centrarse en la cuestión del legado, tras los hechos acaecidos en Vengadores: Endgame. Sam y Bucky deben decidir cómo afrontar un mundo en el que Steve ya no está disponible. Se da la cuidada casualidad de que ambos dos, en el mundo del noveno arte, han vestido el traje de las barras y estrellas. Han sido los dos grandes sustitutos, por lo que vamos a ver qué tal fueron sus asuntos como Capitanes América. Pero no se trata de los únicos; hay una miríada de variantes que han paseado a lo largo de las décadas por el Universo Marvel, algunos de ellos bastante desconocidos.

Es hora de que afrontemos los hechos consumados, veamos cómo se configura el MCU sin Steve Rogers y de paso celebremos el nacimiento de su figura. Hace muchos, muchos años, un par de muchachos judíos sintieron que la ideología nazi era el peor mal que podía asolar al mundo. Y para luchar contra ello no se les ocurrió mejor manera que presentar un personaje de cómic, que en su primera portada le arreaba un buen puñetazo a Hitler. Toda una declaración de intenciones y una demostración de que se puede luchar contra la injusticia desde el ámbito más modesto. Va por ustedes, Joe y Jack, allá donde estén. Gracias por tanto.

Steve Rogers, la personalidad por encima del uniforme

La década de los años treinta del pasado siglo fue bastante compleja en general. Tras una crisis económica sin parangón, gracias al Crac del 29, en Europa, además, se vivían tiempos de guerra. El ascenso del partido nazi en una Alemania humillada tras la I Guerra Mundial, no presagiaba nada bueno. Una política de rearme, con proclamas públicas de expansión territorial, y mensajes de odio racial, ponían sobre aviso de que algo olía a podrido en Germania. El mundo comenzaba a organizarse en bloques, con una diáfana previsión de que el conflicto no tardaría en arribar. En Estados Unidos parece que ganaba la opción de la neutralidad, ante el inicio de la contienda efectiva, en 1939. De todas maneras, las simpatías también se percibían en la sociedad de la época. Al igual que la neutralidad parecía la tónica general, también existían agentes que se posicionaban a favor y en contra. Es bien conocida la existencia de elementos pro-alemanes dentro de los EEUU, la tan traída y llevada Quinta Columna. Pero sabemos que todos esos afectos quedaron sepultados con el bombardeo de Pearl Harbour en diciembre de 1941, pasando el país a entrar en la guerra, de manera formal.

Unos años antes de esto, Joe Simon y Jack Kirby trataban de hacerse un hueco en la industria del cómic. Tiras de prensa, comic-book… estos autores pasearon su arte por distintas empresas hasta que coincidieron en los dominios de Victor Fox. Fue aquí donde trabaron una longeva amistad y donde comenzaron a ser admirados en el medio como una de las primeras marcas autorales, Simon&Kirby. Esto atrajo la atención de un magnate de las revistas pulp llamado Martin Goodman, que recientemente había probado con estos cuadernillos grapados repletos de color en su nuevo proyecto, Timely Comics. La citada Timely no tenía personal propio, se dedicaba a comprar el material para rellenar sus revistas y Goodman se propuso cambiar el modus operandi, fijándose en ese par de chavales que estaban despuntando en Fox. Simon y Kirby entran a trabajar para Timely en 1940. Estaba a punto de producirse un hecho histórico dentro del mundo del noveno arte.

Los autores vivían con pasión lo que sucedía al otro lado del océano. Las noticias no eran nada halagüeñas y todo presagiaba una nueva guerra mundial. Martin Goodman, también judío, tenía sus simpatías personales, por lo que cuando Joe y Jack le presentaron su proyecto de Capitán América no pudo más que mostrarse más que encantado ante la idea. De hecho, puso su maquinaria a funcionar lo más rápido posible para que debutara en revista epónima, algo nada habitual, ya que lo extendido era el formato contenedor con título llamativo. Goodman siempre pensó que Hitler sería eliminado a las primeras de cambio. Ahora sabemos que estaba bien equivocado, pero los chicos tenían las ideas muy claras y se pusieron a perfilar el proyecto.

La idea de crear al Capitán América era la de mostrar un símbolo firme contra el nazismo. Eso lo extraemos de declaraciones de los propios interesados. La representación con la barras y estrellas, con la significación de lo bueno que tiene la democracia, supone una barrera contra esas otras ideas que representan opresión y pérdida de libertades. Suena un poco patriotero, en el mal sentido, ese que tanto abunda en los States, pero es que si uno se mete en los cómics en cuestión, es tal que así.

Steve Rogers es un muchacho todo corazón que se somete a experimentos para ayudar a su país. Pone en juego su vida sin más posible beneficio que ser útil en la lucha contra la tiranía y la opresión. El individuo al servicio de la bandera. Se le ubica en el más noble lugar donde estos tiempos exigen estar, es decir, un destacamento militar, y desde aquí se enfrenta a sus enemigos, todos ellos de afiliación fascista, acompañado de su fiel Bucky. Un mecanismo simple de blancos y negros, sin más complicación, sobre todo cuando ves a esos antagonistas exagerados, a los que no falta ni un solo defecto (avariciosos, traicioneros, cobardes, despiadados…), ser vencidos una y otra vez, de las maneras más peregrinas.

Cierto es que tampoco había una exigencia mayor para el equipo creativo. Se trataba de crear un cómic de aventuras, que pudiera enganchar a los más jóvenes y que, por encima de todo, vendiera muchos ejemplares, para ganancia de todas las partes. Por tanto, la imagen que sacamos del Steve Rogers pertrechado por Joe Simon y Jack Kirby es la del estereotipo patriota, sin ningún tipo de mácula o defecto, siempre dispuesto a dejar de lado su personalidad civil por servir a su país. Para Simon&Kirby, Steve Rogers no era más que un nombre, irrelevante en forma y fondo. Solo importaba el Capitán América. Esta misma dinámica la tendríamos al abandono de la genial pareja, despedidos por Goodman por mala praxis. Sus sucesores, un guionista al que quizás conozcan llamado Stan Lee, acompañado de dibujantes como Al Avison, Al Gabriele o Syd Shores, siguieron exactamente este mismo patrón, colección de aventuras protagonizada por un personaje que llevaba el patriotismo por bandera. Así hasta la conclusión de su primera serie regular, en el año 1949, con su número 73.

Por tanto, en esta etapa inicial de los años 40, su figura representa unos pretendidos valores que se identifican con los EEUU; el ensalce de la libertad, la lucha contra la injusticia, una cierta defensa, nada velada, de un sistema económico liberal, que potencia esa imagen imperialista que se le puede presuponer a alguien embutido en un traje que representa a los Estados Unidos y que pomposamente se denomina Capitán América, una tradición muy yankee la de auto adjudicarse el nombre de la totalidad del continente para sí.

La desaparición del Abanderado de los puntos de venta vino por la bajada de popularidad de los superhéroes, a finales de la década de los 40. Otros géneros ganaban en las apetencias de los lectores. Pero en un momento dado, a Goodman le pareció que las mallas y las capas volvían a estar de moda, básicamente por la llegada de Superman a la pequeña pantalla. Además, haciendo analogías con tiempos pretéritos, EEUU tenía su guerra en marcha, en este caso en Corea, y un enemigo declarado, los comunistas, en sustitución de los manidos nazis. Tocaba tirar de símbolo y el más conocido de su empresa, ahora transmutada en Atlas, era el Capitán América. El Publisher dio la orden a su editor en jefe, Stan Lee, para que pusiera en marcha una nueva cabecera, aparte de colar su patriótica figura en variados complementos. Este autor ya tenía su bagaje con el personaje, pero le pasó la patata caliente de guionizar a Don Rico, escritor y dibujante habitual del entorno de Goodman. Al dibujo contamos con un artista de la clase de John Romita Sr. El equipo creativo diseña sus aventuras en torno a la nueva problemática, enfrentarse, de manera directa y sin paliativos, contra el comunismo y sus agentes, siguiendo el patrón anteriormente marcado para con los acólitos de Hitler. La propuesta fue un completo fracaso; el público no tuvo la misma implicación con respecto a ese enemigo invisible, pese a la evidente paranoia anticomunista de la época. La imagen de este Capitán continúa siendo la simbólica, pero en este caso todavía si cabe se siente más excesiva y paródica. No quedaba bien parado el Capi para recuperarlo en el futuro.

La llegada de los 4 Fantásticos confirmó la consolidación de los superhéroes en la compañía de Goodman, ahora ya renombrada a Marvel Cómics. Poco a poco, surgían nuevos conceptos a la vez que se recuperaba alguno que otro antiguo, extraído directamente de la Golden Age; la Antorcha Humana es reformulada en la figura de Johnny Storm y Namor se reintroduce en continuidad, tras mostrarlo como un elemento amnésico y perdido. Lo curioso es que alguien que había sido tan popular como el Capitán América fue ignorado, de manera deliberada, en el inicio de la Era Marvel. El momento justo llegó a finales de 1963 cuando tuvimos una inesperada sorpresa, en una revista secundaria como era Strange Tales, donde operaba en solitario la Antorcha Humana de los 4F. Allí aparece un personaje vestido de Capitán América, con su escudo y traje correspondiente, cometiendo una serie de fechorías. Al bueno de Johnny le sorprende esa actitud, pues reconoce al héroe de la II Guerra Mundial. Al final, se trataba de una falsa alarma, ya que era solo un malhechor disfrazado de Centinela de la Libertad.

Esta historia, simple de planteamiento, tenía un objetivo, según el propio guionista, el gran Stan Lee. El escritor y editor no estaba convencido de que la figura del Capitán cuajara en ese tiempo histórico. Nos encontramos en una época de discrepancia social, con abundantes referencias a la lucha por los derechos civiles, por parte de las minorías, poniendo en solfa esa imagen idealizada de los EEUU. Por tanto, recuperar un personaje monolítico, cuyo principal valor es ser un prototípico símbolo patriótico, era un poco problemático. De ahí la prueba de Strange Tales. El mismo Stan se mostraba sorprendido de la buena recepción de la falsa vuelta del personaje, de la cantidad de correo alabando el posible retorno. El hecho efectivo se produjo en Avengers #4 y el resto es historia.

Stan Lee se encontraba en un momento definitorio, consecuente con el desarrollo histórico del Abanderado. Era muy consciente de que el personaje estaba muy tocado, a nivel de credibilidad, por lo acontecido en los cincuenta, en el periplo anti-comunista. Debido a ello, el guionista optó por darle una vuelta de tuerca y lo convierte en el hombre fuera de su tiempo. Un mecanismo sencillo que se tornó muy efectivo, a lo largo de los años. Como parte de los Vengadores o en misiones individuales para S.H.I.E.L.D., seguimos contando con un Steve Rogers que representa el papel de abnegado soldado al servicio de un bien mayor, a la vez que en su vida civil trata de encontrar su lugar en una sociedad que no entiende. Lo vemos en pequeños detalles, como su aproximación a la tecnología, su relación con Sharon Carter, chapada a la antigua, o sus continuas fricciones con los elementos más jóvenes de su entorno, especialmente con Ojo de Halcón o durante el breve plazo que reconectó con un “Bucky”, vestido que llenó en la corta etapa de Jim Steranko el eterno sidekick de la casa, Rick Jones.

La conclusión es otro cambio de paradigma para Rogers. Más que ser un símbolo patriota, el Capitán América se convierte en un faro de moralidad, un líder perfecto para el resto de compañeros de armas. La vida privada de Steve tiene mayor peso que en sus anteriores aproximaciones, pero se sitúa en un segundo plano frente a su principal misión, actuar como el superhéroe necesario. Gran parte de esa visión como soldado en permanente lucha se la debemos a Jack Kirby, ya que el gran colaborador de Lee a los dibujos era su creador original y persistía en la idea de mantener esa visión mitificada con la que nació en los cuarenta. Stan se mostraba receloso y trató de parapetar al personaje bajo el nuevo paradigma, otorgando frecuentes episodios de flashback en la II Guerra Mundial para compensar, donde Kirby se sentía más cómodo con sus aventuras como figura idealizada.

Los años setenta fueron años de crisis generalizada en los States, tanto a nivel político como económico, algo lógico dado que ambas vertientes suelen estar interconectadas. Si algo estaba colmando la paciencia de los estadounidenses era la Guerra del Vietnam, un conflicto que se estaba haciendo eterno, a costa de montones de vidas inocentes. Se puede decir que ya a inicios de la década había un fuerte clima anti-guerra por parte de la juventud, de manera muy evidente, y cada vez más en general. No sabemos si como resultado directo o por pura casualidad, la serie individual del Capitán llevaba en caída libre desde el año 1971. La salida de Stan Lee a los guiones produjo que el interés fuera descendiendo sobremanera y los diferentes sucesores no consiguieron que el aficionado la mantuviera en la lista de la compra. Resultado, a finales de 1972 era una cabecera abocada a la cancelación.

Por aquellos entonces era Roy Thomas el editor en jefe, un autor defensor a ultranza de la Golden Age. No iba a dejar morir la colección sin luchar. Y para ello se la entregó a un escritor joven, con ideas frescas, dispuesto a abordar el reto sin ningún miedo. Aquel guionista era Steve Englehart. Pero claro, aquí hay que hacer unas matizaciones. Englehart era un muchacho que se había criado leyendo cómics, por lo que entendía la mayor parte de sus rudimentos. La pega venía por su ideología, ya que Steve se declaraba de ideas progresistas, acostumbrado a rondar los ambientes de la Contracultura y además objetor de conciencia. Un tipo que se había negado a realizar su servicio militar, ¿qué hacía escribiendo al soldado definitivo? Hasta el propio Englehart ha comentado su reacción del momento, puro estupor, cuando se lo ofrecieron.

Roy Thomas sabía bien a quién le otorgaba el proyecto. Conocía de las destrezas del guionista pero es que además había negociado con él ciertas cuestiones a tratar con el personaje. Roy andaba preocupado, no por temas políticos, sino por la continuidad del Capitán América. Siempre le incomodó la manera de recuperarlo en Vengadores, con la historia aquella de la congelación desde 1945, cuando hay registros de cómics suyos años después. Stan Lee no estuvo interesado en esa problemática; nuevo origen y se acabó. Pero Thomas necesitaba cerrar esos cabos sueltos para que la continuidad Marvel fuese lo más acertada posible. Englehart aceptó tratar con el Capitán América que discurrió durante el breve revival de los 50, pero declinó el asunto post-1945, no dejando más remedio que fuese el propio Thomas el que tuviera que explicar lo acaecido en esos años, algún tiempo después.

Ocurrió en la serie Invasores, un producto muy influenciado por la forma de concebir los cómics por parte de Roy Thomas, donde observábamos a un Steve Rogers envuelto en aventuras deliberadamente retro, ya que se ubican en plena II Guerra Mundial, con un tratamiento del personaje podríamos que decir más clasicorro de lo habitual, más cercano al espíritu Kirby, como símbolo de resistencia ante el avance nazi en Europa.

Volviendo al Capi de Steve Englehart y Sal Buscema (nunca olvidemos a Our Pal Sal), su primer arco tuvo que ver con ese remedo anti-comunista, que tan mal sabor de boca dejó en la parroquia. La contraposición entre la versión actual de Capi, frente a una pasada de rosca, totalmente fanática, servía a la pareja de creadores para mostrar, bien a las claras, que el patriotismo mal entendido no hacía ningún bien a la sociedad. Cierto es que se disfraza con un suero corrupto de Supersoldado, un villano en la sombra y demás recursos del género, pero Rogers marca una línea roja con la actuación de su más inmediato predecesor; el verdadero Centinela de la Libertad jamás se hubiera comportado así con sus conciudadanos.

El guionista comienza a otorgarle mucha importancia a la personalidad bajo la máscara. A eso ayuda la figura del Halcón, el que desde años se había ganado el puesto de acompañante oficial del Abanderado. Sam Wilson era asistente social, por tanto, preocupado por la gente de su entorno, mayormente afroamericanos con problemas económicos. Englehart se involucra por ahí en el tema social, dejando de lado al agente de S.H.I.E.L.D. molón y pasando a preocuparse por asuntos más mundanos. Ya hemos comentado que los setenta son tiempos de crisis.

Y ninguna crisis, en el imaginario popular norteamericano, ha sido tan importante como el Watergate. Richard Nixon, las escuchas al partido demócrata, Bob Woodward y Carl Bernstein, el impeachment y la reprobación general a un presidente norteamericano…. toda esta información circulando en los medios de comunicación del país, era demasiado golosa como para dejarla pasar. Steve Englehart introduce un ciclo donde una organización de villanos, el Imperio Secreto, ha conseguido infiltrarse en las más altas instancias, dentro de la Casa Blanca y muy cerca del Despacho Oval. El descubrimiento de ese impactante hecho produce un cambio definitorio en la mente de Steve Rogers. Decide que las barras y estrellas han sido corrompidas, por lo que no hay ninguna dignidad en portarlas como emblema. A partir de ahora se hará llamar Nómada y el uniforme patriótico queda descartado, por indigno.

Este el momento clave. Puede que alguien que no sea muy ducho en cómics vea la imagen del Capi y no pueda evitar una cierta sensación de propaganda imperialista, una labor de colonización cultural por parte de una empresa de cómics. Pues ese es el instante en el que se utiliza la etapa Englehart para desmontar todos esos prejuicios. En estos tebeos se demuestra que la base que sustenta la grandeza del personaje es Steve Rogers, no las barras y las estrellas. Es él el que se opone al proceder corrupto de los políticos, el que decide dejar de lado su herencia como símbolo patriótico, cuando claramente se observa que hay cosas en su país que no funcionan. Suya es la valentía de anteponer la conciencia ante el deber. Ese es su auténtico legado, no el escudo, no la bandera, sino sus ideales personales.

El statu quo no tardó en volver a la normalidad y el propio guionista devolvió el equipamiento completo para que Rogers volviese a ser el Capitán América, con todas las de la ley. Aun así, la marca para la no vuelta atrás quedaba trazada. Steve Englehart acabó su etapa en muy mala lid, dejando paso a un corta etapa interina, preparando la llegada de Jack Kirby a la colección como autor completo.

Ya hemos comentado, líneas arriba, que el Rey tenía una concepción muy concreta del personaje. Para Jack, el Capitán América es ese símbolo inquebrantable ante el mal o la tiranía. Eso de abandonar el traje y el escudo no debió de ser de su agrado. También hay que comprender que Kirby pertenece a otra época. Estamos hablando de alguien que luchó en la II Guerra Mundial, rifle en mano, cavando trincheras y casi muriendo en ellas. Era normal que para él todavía llevara aparejada la figura del Abanderado una cierta ración extra de idealismo. Por eso, su etapa en la serie es muy, pero muy diferente a la Steve Englehart.

Todavía con esas aclaraciones, su primer ciclo, el de “La Bomba Loca”, contiene su ración de política, al presentar al enemigo en la sombra vestido de cónclave conservador, incluidos los ropajes a la manera colonial. Pero a Kirby le interesa más la aventura, el romance, la acción explosiva….. El aura de polémica vino con un número especial que conmemoraba el Bicentenario de EEUU. El año 1976 se celebra una efeméride muy importante, el 200 cumpleaños del surgimiento de la nación. Unos fastos que se vivieron a lo largo y ancho de todo el país. Ese número especial vendría, curiosamente, después del #200 de la colección. Se trata de un ejemplar conmemorativo, en el que el Rey sometía al Capi a un viaje por diferentes momentos históricos; todo muy solemne e institucional. A cierto sector del público le pareció que el autor tenía un escaso sentido crítico, dado el pasado político reciente. La guerra del Vietnam, la lucha por los derechos civiles, los escándalos políticos, el intervencionismo en terreno ajeno, el juego sucio de la C.I.A…. unos cuantos puntos negros, para al menos dejar constancia de ellos. Pero no, Jack Kirby se dedicó a celebrar la grandeza de su país con el Capitán América como eje principal.

El Rey fue tachado de elemento conservador y un clima muy negativo comenzó a aflorar en el correo del lector. En realidad, Jack era alguien de tendencias liberales, votante demócrata, nunca jamás republicano, según declaraciones de su hija. Era un tipo chapado a la antigua, pero para nada conservador. Kirby tuvo que lidiar con un ambiente negativo durante el resto de su periplo, antes de su abandono definitivo, dejando unos cómics cuyo principal reclamo era la aventura y la acción, al estilo clásico.

La línea divisoria que supuso la concepción del personaje en los años setenta, con ese tira afloja entre clasicismo y evolución, siguió marcando la tónica de los siguientes autores, dejando de lado cualquier aproximación política, más centrados en lo superheroico. El hecho de recurrir a vilanos como Cráneo Rojo o al Barón Zemo, conectaba a lo lejos con su pasado como luchador contra los nazis, contra la maldad, en general. Quizás un conato de profundidad lo recobramos con la etapa de Roger Stern y John Byrne, en la que anunciaba que el Capitán América se presentaba a la presidencia de la nación; visto más como un simple gancho argumental, ya que no se llega a ahondar en los entresijos de unas elecciones, resulta curiosa la imagen de un Steve Rogers como candidato presidencial.

Un golpe importante sobre la mesa nos lo trajo uno de los grandes autores del Capi, Mark Gruenwald. En plena era de Ronald Reagan, donde cada vez se hacía más patente la deriva conservadora, con abundantes conflictos a nivel internacional, el guionista planteó una nueva pérdida de fe en el modelo norteamericano, que recordaba mucho a sus crisis en la etapa Englehart. Solo que en este caso no es el propio Steve el que decide abandonar los fastos de Capitán América, sino que es el gobierno el que alienta, de manera autoritaria, que debe ceder su lealtad al estado, sin ningún tipo de falla. De nuevo, volvemos a ver a un Steve Rogers que decide mantenerse fiel a sus principios, siendo despojado del traje y el escudo. La comparación con el Súper-Patriota, John Walker, un tipo curtido en la guerra, con la cabeza repleta de pájaros y falsos ideales, todavía reafirma más la figura de un Steve Rogers que continúa la senda del superhéroe, ahora solo identificado con el simple mote de Capitán. Walker se convertirá en el Usagente, un personaje a veces excesivo pero que básicamente se identifica como de los buenos, al formar parte de varias formaciones de superhéroes, entre ellas los Vengadores.

La larga etapa de Gruenwald juega mucho con las esencias de lo que representa el Capitán América, oscilando entre las dos vertientes principales, su simbología y la capacidad para dirigir su destino, por parte del buen Steve Rogers. También es cierto que su longitud provocó una pronunciada sensación de hastío de cara a su final, con repeticiones e ideas peregrinas, por lo que la siguiente etapa debería ser recibida con expectativas. Aquel equipo creativo que venía a solucionar el entuerto era el formado por Mark Waid y Ron Garney, con una visión del personaje idealizada y luminosa. Esta etapa fue cortada de raíz, por motivos creativos. Nuevos vientos, arriesgadas aproximaciones. Solo una pequeña pega, que se trata del infame Heroes Reborn pertrechado por Rob Liefeld y afiliados.

No hay forma humana de defensa de aquel experimento. Sin embargo, la idea de la que partía sí tiene su aquel. Un Steve Rogers durmiente, viviendo en un tranquilo entorno familiar, por supuesto impostado, es mantenido en una falsa realidad, hasta que es despertado para cumplir su correspondiente misión. La imagen de un Capitán América sometido a los poderes gubernamentales da mucho que pensar, pues al fin y a la postre, en un mundo realista, organizaciones como S.H.I.E.L.D. apenas tendrían ningún tipo de reparo en utilizar sus recursos de esta manera. Y es que sabiendo de sus capacidades, cualquier gobierno consideraría al Capitán un arma muy poderosa.

Corramos un tupido velo con respecto a Heroes Reborn y continuemos el relato. Se produce la vuelta de Waid y Garney, para retomar el hilo que se vio cortado por imperativo categórico. Su Steve Rogers es muy superheroico, un personaje intachable que siempre hace lo correcto; un ejemplo a seguir. Su sucesor, Dan Jurgens, subió un poco más las apuestas y convirtió la cabecera en algo de tipo patriótico, con excesivo sabor a tarta a manzana. Estamos en los albores del cambio de siglo y la cabecera del Capitán América sonaba más a años 40 que nunca. Un retroceso, sin duda, para lo concepción del personaje, pero el trabajo de Jurgens en estos años en Marvel se reconoce por los continuos homenajes a etapas anteriores (caso también de su Thor, en gran parte de su recorrido).

En todo caso, no debemos pasar por alto una importante adición que introdujo el guionista en el trasfondo del personaje. Costaba pensar que aquellos militares y científicos, en plenos años 40, tuvieran todo controlado ante un experimento de la dificultad del Proyecto Renacimiento. Lo más lógico es que hubieran existido diversas pruebas, para comprobar el alcance del Suero de Súper-Soldado. Así, Jurgens presenta al Protocida, alguien sobre el que se probó una beta del suero y no llegó a cuajar, de la manera que lo logró en Steve. De nuevo, con una versión corrupta de lo que podría ser el Capitán América, los autores logran resaltar los valores y la importancia de Steve Rogers (algo que ya se había visto en las etapas de Englehart o de Gruenwald).

Esta posibilidad, que hubiera más experimentos con el suero, terminó por fructificar en la serie “La Verdad”, donde se establecía en continuidad que los primeros conejillos de india, tras la muerte de Erskine, fueron soldados afroamericanos, la casta más baja del ejército. De aquí surgió el bueno de Isaiah Bradley, alguien que por su esfuerzo debiera ser igual de apreciado que el Capitán, aunque, por motivos evidentes, esta historia fue sepultada por los altos estamentos políticos. Bienvenidos a la era de la conspiración, donde las cloacas del estado están repletas de secretos y víctimas. ¿Queda alguien que recuerde aquella idea de que Steve Rogers era el Arma I, el primero de muchos intentos llevados por el programa ahora mundialmente conocido como Arma Plus? Pues fue tal que así. Medias verdades, no del todo bien contadas, hacen que el relato sea complicado de seguir.

Lo cierto es que la etapa de Jurgens termina con un boom: la muerte del Capitán América. Algo del todo inexplicable dado que a renglón seguido tuvimos la versión Marvel Knights de John Ney Rieber y John Cassaday, con un Steve más fresco que una lechuga. No hay explicación a este hecho, nunca la hubo y tememos que jamás la habrá. De manera alegórica, se puede decir que se trata de un renacimiento conceptual, pues el Capitán que tenemos en estos cómics es el más conservador, patriótico y servil que hayamos visto, en eras modernas. Hay que entender el periodo en que surge esta obra. Nos encontramos en 2002, con los ecos del 11-S todavía rechinando en las cabezas de los ciudadanos norteamericanos, el mayor ataque terrorista sufrido en suelo patrio, de toda su historia. El entonces presidente, George Bush Jr., de clara tendencia conservadora, comenzó una “guerra contra el terror”, a nivel internacional, recabando apoyos de países aliados, entre los que se encontraba Gran Bretaña y España (el famoso trío de las Azores). Un ambiente de recelos, con un claro retroceso de las libertades, en pos de una pretendida seguridad, posicionaba a la nación en una burbuja de autocompasión y vendettas. Las figuras de Bin Laden y Sadam Hussein se transmutaban en el mismo demonio en persona.

Eso mismo queda retratado en el breve volumen de Marvel Knights. Un país dolido deposita su fuerza en soldados, que luchan contra ese “Eje del Mal” que tanto le gustaba citar a Bush Jr. El patriotismo se torna insufrible mientras los autores (Rieber y su sucesor, Chuck Austen) se intentan justificar con conspiraciones de todo tipo, malvados intentos de ruptura del sistema por parte de elementos externos. Esta es la peor versión del Capitán, casi irreconocible por aquellos que le llevábamos leyendo años. Un despropósito que Joe Quesada trató de arreglar con el relevo en los guiones (de Rieber y Austen) por Dave Gibbons y Robert Morales, en las antípodas ideológicas de sus predecesores.

Este giro hacia lo conservador se sentía en el ambiente social de la época. Ya lo advertía Christopher Priest en la serie que compartían el Capi y el Halcón, un nuevo Estados Unidos estaba surgiendo y una renovada forma de montar guerras se andaba gestando. La confianza en los estamentos oficiales cada vez estaba más mermada, por parte de los más desfavorecidos. Qué íbamos a pensar cuando teníamos en tiendas experimentos como Captain America: The Choosen, orquestada por Dave Morrell y Mitch Breitweiser, donde teníamos una obra que alentaba el militarismo más recalcitrante y convertía a Rogers en una especie de mesías de la guerra.

Lo que disfrutó un enfant terrible como Mark Millar cuando le pidieron reinventar los Vengadores en la línea Ultimate. El guionista escocés se propuso adaptar un tipo de superhéroe a un panorama digamos realista. Es lógico identificar al Capitán como el soldado definitivo de la Era Bush y de esa guisa lo tenemos en Ultimates, aunque es destacable el enfoque paródico, pasado de vueltas, de muchos de esos personajes. Se puede decir que era una interpretación próxima al ambiente conservador que reinaba en el ambiente.

Millar también sería el encargado de gestionar el mayor conflicto ideológico del S. XXI entre superhéroes. La serie regular era comandada por Ed Brubaker, donde el pulp y el noir se hicieron elementos consustanciales para el Capitán América, pero el escocés situó al Centinela de la Libertad en el centro de su Civil War, uno de los eventos más exitosos de toda la historia Marvel. La trama parte de un hecho que ya se había estado rumoreando de forma previa en los cómics, el establecimiento de un acta de registro superhumano. Una forma de controlar a los individuos que se dedican al noble oficio heroico, vestidos con mallas y ocultos bajo un pseudónimo. Ese planteamiento nos deja una división en la comunidad, los que aceptan ponerse al servicio de los organismos oficiales, comandados por Iron Man, o los lo que ven como una coacción a sus libertades individuales, además de un posible perjuicio para sus seres queridos. El desacuerdo se muestra insalvable, por lo que la lucha entre bandos queda preparada, ¿de qué lado estás?

La lógica interna nos diría que el Capitán América se adscribiría al bando progubernamental. No deja de ser un soldado y no pocas veces, a lo largo de su vida editorial, se le ha presentado como servicial agente de S.H.I.E.L.D., por tanto, como protector del statu quo. Pero se nota que Millar debió de leer a Englehart o a Gruenwald (o algún editor se lo contó), porque el guionista le otorga el papel de líder del bando rebelde, aquel que pretende defender las libertades, frente a las imposiciones de las altas esferas. Muy gráfico el encuentro entre Rogers y Maria Hill en el Helitransporte para determinar que en la mente del Capitán, de nuevo, prima más sus convicciones que sus deberes para con el estado.

Otra brecha evidente la sentimos con el cruce entre el Abanderado y el Castigador. Dos ex combatientes quebrados por las consecuencias de una guerra; dos maneras muy de distintas de afrontar la vida del soldado. Steve, ante la admiración del Frank Castle, le deja muy claro que no se parecen en nada y que las actitudes del Punisher no casan, de ninguna forma, con las intenciones del bando rebelde. Una muy buena jugada la de Millar aquí.

Lo importante es que el guionista escocés pretendía que hubiese una equidistancia en los planteamientos, que al lector le costarse posicionarse de un bando o de otro. Pero al final no pudo evitar desplazar esa balanza hacia el lado del Capitán, dado que enfrente teníamos a un grupo de héroes que se dedicaba a construir prisiones para sus compañeros, dar vida a un clon robótico de Thor o directamente contar con asesinos reconocidos para perseguir a sus amigos de toda la vida. Pese a ello, el Centinela de la Libertad llevó el asunto hacía lo personal, derivando el evento en ese final anticlimático donde Steve decide poner fin a la rebelión, consciente de que la lucha no le hacía ningún bien a la gente, al fin y a la postre, la razón por la que se dedicaban al noble arte superheroico.

Tras los eventos de la Guerra Civil, el Capi murió, por segunda vez, aunque Ed Brubaker, encargado de organizar el deceso, lo volvió a recuperar, tras la etapa interina de Bucky Barnes. Estamos en años muy recientes, donde guionistas como Rick Remender, Nick Spencer o Mark Waid, en su tercera intentona, nos mostraron al personaje en un registro aventurero y superheroico. De lo anterior, vamos a resaltar al Capitán Hydra, ese reverso tenebroso de lo que representa el Abanderado si hubiera nacido en el lado equivocado, que a su vez dio lugar a un evento interesante como fue Imperio Secreto, innegable homenaje a cierta etapa que nos hemos esforzado en resaltar. El actual guionista, Ta-Nehesi Coates, es un escritor muy versado en temas políticos y sociales, por lo que parecía un candidato excelente para manejar a un carácter con tan variadas aristas. De su periplo, que todo apunta a estar en su recta final, seguramente se hablará en próximos textos. Manténgase a la espera.

Hemos llegado al final del repaso. Si han seguido atentamente el hilo, verán el punto que tratábamos de demostrar. Es cierto que el Capitán América es uno de los personajes con más carga política del mundo de los superhéroes, no en vano, nació como símbolo patriótico. Pero también es una realidad que sus filias y afectos han variado, dependiendo de los autores que se han hecho cargo de él. Una evolución que no siempre ha sido hacia un sentido, sino que ha tenido retrocesos y avances, en cada una de sus vertientes. Lo más importante es que casi todos los autores que han trabajado en la confección de su vida editorial han comprendido que la parte fundamental de la entente es Steve Rogers; manejar con soltura la identidad civil te proporciona un éxito automático. Y es que ese ha sido uno de los mantras históricos de Marvel, la persona antes que el superhéroe, y no hay duda que ciertos ejecutivos de Hollywood lo han aprendido bien.

Kevin Feige lo tuvo claro cuando adaptó el personaje a la gran pantalla. Se puede ver con claridad meridiana su arco de crecimiento. Como figura patriótica y soldado, evoluciona hacia el hombre fuera de su tiempo, en los tiempos de S.H.I.E.L.D. El diálogo entre Phil Coulson y el Capi en la primera de Vengadores nos muestra que ni el propio Steve está seguro de encajar en este nuevo mundo. Así y todo, lo vimos convertirse en el líder necesario y de paso, enfrentarse a su propio gobierno, defendiendo sus propios ideales; “esto no es libertad, es miedo” le suelta a la cara a Nick Furia frente a su gran proyecto. Y no solo eso, es capaz de plantarse ante la totalidad de las Naciones Unidas, que han redactado los Acuerdos de Sokovia, en aras de controlar la actividad superheroica. Pese a que haya quien piense que es lo correcto, Rogers no está de acuerdo con venderse a los designios políticos. Memorable la escena con Tony Stark y la casi firma de los acuerdos, “a veces te rompería esa dentadura perfecta”, porque Steve se mueve por lo que le dicta su conciencia.

El final de ese arco de personaje lo tenemos con su retiro y la cesión del manto a su fiel Sam Wilson. El Halcón, acompañado de ese extraño socio que es el Soldado de Invierno, se ve abocado a afrontar un mundo sin Steve Rogers. Suya es la papeleta; veremos que tal lo hacen. Lo bueno es que en los cómics ya se han visto en esa tesitura y ninguno de los dos ha salido mal parado. Nada mal.

Bucky Barnes y Sam Wilson. Sucesores designados

El Soldado de Invierno y el Halcón, o más bien, Bucky y Sam, ambos dos tuvieron que afrontar un hecho traumático en los cómics, la imposibilidad de Steve de seguir vistiendo el manto de Capitán América. El primero, tras los desgarradores hechos de Civil War, en los que Rogers fue asesinado. O al menos, así lo creímos en su momento. El segundo, consecuencia directa de la lucha con el Clavo de Hierro, que provocó la eliminación del suero de Súper-Soldado de la sangre de Steve, llevando a nuestro héroe a un envejecimiento acelerado. El resultado fue que la pareja tuvo que hacer frente al legado del Capitán, vistiendo el traje de las barras y estrellas, tal cual vamos a ver reflejado en la pequeña pantalla. Esta es su historia como sustitutos ocasionales.

Los lectores veteranos de Marvel Comics convivimos durante años con un hecho innegable. Esa verdad absoluta era que James «Bucky» Barnes, compañero infatigable del Capitán América, había fallecido en acto de servicio durante la Segunda Guerra Mundial. Es más, su muerte era la bajada de telón a esa dorada época, abriéndose un nuevo capítulo para el héroe de las barras y estrellas, ya en la actualidad.

Bucky, como era llamado cariñosamente, se trataba de un émulo del Robin de Batman. Era el toque jovial y distendido, valiente y tenaz, de una pareja de patriotas que luchaban contra el horror nazi. Tenemos que tener en cuenta que trabajar codo con codo con Rogers era para Bucky luchar con el máximo exponente de la lucha por la libertad. Un ejemplo a seguir, una referencia, donde los valores de la democracia y de la igualdad eran los pilares que sustentaban su vida. El Capitán América, símbolo de la tierra prometida, adalid de la justicia, era su amigo, su hermano de armas.

Este personaje inseparable del Capitán América debutó mucho tiempo atrás en Captain America Comics vol. 1 #1, allá por 1941. Junto con Steve Rogers, lucharon mano a mano en el bando aliado. Sabríamos de su fatal destino cuando el Capitán América despertó en Avengers vol.1 #4, ya en 1964. En boca de Steve descubrimos que James «Bucky» Barnes murió en una explosión que supuso que Steve Rogers quedase en animación suspendida.

Todos asumimos este fatal desenlace durante cuarenta años. De repente nuestros esquemas se rompieron. Un guionista que había tomado las riendas de la serie del Capitán América, un tal Ed Brubaker, trajo al personaje de regreso como el Soldado de Invierno allá por 2004.

A medida que avanzaba la historia, nos enteramos de que los soviéticos encontraron a Bucky flotando en el agua, le lavaron el cerebro, le implantaron un brazo biónico y lo usaron para eliminar a ciertos objetivos. Después de la caída de la U.R.S.S., terminó en un antiguo almacén de armas donde Aleksander Lukin lo encontró, utilizándolo como una vulgar arma. Tras la revelación de quién era, el Capitán América intentará restaurar a su amigo, a su hermano de armas, usando el Cubo Cósmico para permitirle recordar todo lo que había hecho. Son cómics intensos emocionalmente en los que observamos a Steve Rogers navegando contracorriente para recuperar a Bucky, a sabiendas de las implicaciones que tiene, ya que hablamos del pasado de un asesino. La amistad será lo que haga anteponer esa oscuridad frente a un apoyo incondicional al que fue su gran amigo y compañero durante la Segunda Guerra Mundial.

Tras el asesinato de Steve, James se encontrará desempeñando un papel mucho más importante de lo que jamás hubiera imaginado: ser el nuevo Capitán América. La situación es de una magnitud tal que a nadie le hubiese gustado asumir ese rol. Estar a la altura de lo que simboliza el Capitán América puede ser una carga excesivamente dura. Sumado a esta losa, se añadía un pasado donde la manipulación lo había convertido en un monstruo sin alma, capaz de matar al individuo que se le ordenase. Sabíamos que Bucky había sido manipulado, que sus manos estaban manchadas de sangre y los recuerdos de un pasado terrible como asesino hacían mella en James.

Con un traje nuevo (y nada agradecido en cuanto a su diseño, dicho sea de paso) y el escudo de toda la vida, Bucky hizo todo lo posible para continuar con el manto como héroe en solitario, haciendo suyo un legado que era casi imposible de asumir.

Mientras Steve Rogers, que había vuelto a la vida, se hacía cargo de S.H.I.E.L.D., Bucky mantuvo su papel de Capitán América hasta que lo juzgaron por sus crímenes como el Soldado de Invierno. El pasado a manos de los soviéticos volvía al presente, debiendo pagar por unos crímenes que si bien tenemos claro que cometió, lo hizo bajo control mental. Realmente Bucky nunca encajó como Capitán América. Se sentía encorsetado, y limitado. Su recuerdo de un ideal, la fuerte carga de un símbolo que es ser el Capitán América, el concepto idílico de quién es y qué significa ser Steve Rogers, así como los remordimientos que sentía por haber sido un asesino, eran clavos en un ataúd que se preveía cerrar casi desde que se asumió ese rol.

A pesar de ello, el grato recuerdo de un más que digno sucesor de Steve Rogers hacen rememorar unos maravillosos años donde Ed Brubaker nos regaló la visión actualizada y adecuada al nuevo milenio de un héroe con ochenta años a sus espaldas.

Hablar de Sam Wilson, del Capitán que supo volar, es hacerlo de uno de los secundarios más entrañables de Marvel Comics, y cuyo destino ha estado siempre o casi siempre unido al de Steve Rogers, desde que apareciera como enemigo involuntario de éste en Captain America #117, con fecha de portada de septiembre de 1969, en un cómic en el que se enfrentaba al Centinela de la Libertad por obra del control mental del pérfido Cráneo Rojo.

Desde que las diferencias entre ambos personajes fueran solventadas, el Halcón formó parte de la vida de Rogers casi como su sidekick o mano derecha, ejerciendo con personalidad propia y sin tratar de emular a Bucky, el papel que en cierto modo encarnara Barnes durante la Segunda Guerra Mundial. En la laureada etapa de Ed Brubaker, asumió primero con reticencia y después con total aceptación el papel del Soldado de Invierno como nuevo Capitán e hizo cuanto pudo por ayudar a un Bucky, al que desde entonces pudo llamar amigo, sin sentirse en ningún momento desplazado o celoso porque fuera Barnes y no él, el elegido para sustituir a un Steve Rogers que por aquel entonces creíamos muerto.

Sería hacia el final de la etapa de Rick Remender, en All-New Captain America #1, de fecha de portada noviembre de 2014, el momento en el que Sam Wilson pasaría a engrosar las filas de aquellos que han sido el Capitán América. De este modo, y ante la pérdida de los efectos del suero del supersoldado en un Rogers que de repente, envejece físicamente de golpe, aparentando la edad que realmente tenía, Sam es el elegido por su mentor y amigo para ser el nuevo Capitán América.

Su actuación como Capitán América se vería sobre todo en la posterior etapa de la colección, la de Nick Spencer en la serie Sam Wilson: Captain America, y en Los Vengadores de Mark Waid, en los que ejercería un papel muy importante como pieza clave de aquella alienación vengativa.

En manos de Nick Spencer, guionista que dio a Sam todo su desarrollo como Cantinela de la Libertad, Sam sería un capitán muy distinto a Steve, y no solo porque este último fuera en realidad y por determinados hechos que luego fueron revertidos, miembro de Hydra, sino porque Sam era un Capitán América del barrio, que trataba de ayudar a los más desfavorecidos, creyendo en la América a pie de calle y llevando a cabo su sentido de la justicia más como un vigilante urbano que como un Héroe de altos vuelos (y ello a pesar de sus alas). Con la opinión pública dividida en torno a su labor como Capitán, y luchando en contra de aquel #DevuelveElEscudo que le granjeó la enemistad de buena parte del gobierno y del USAgente, Wilson se reveló como un Capitán América del pueblo y para el pueblo, y en definitiva, como un héroe de verdad.

Quién es quién. Los «otros» Capitanes América

El mundo de los superhéroes es muy dado a los guiños. Es habitual el cambio de status, la muerte y renacimiento, y el legado, básicamente. Por tanto, no nos debe extrañar nada que el traje de Capitán América haya sido vestido por diferentes usuarios. Dejando clara la importancia de Steve Rogers, Bucky Barnes y Sam Wilson, como los tres fundamentales, todavía nos queda un pequeño surtido de derivados que recordar. No están todos, pero sí los que a nosotros nos han parecido los más interesantes.

Isaiah Bradley. El supersoldado cobaya

Isaiah Bradley

Bradley era un muchacho de color al que el ataque japonés de Pearl Harbour cambió para siempre su vida. Obligado a alistarse en el ejército, formó parte de un comando afroamericano segregado de 300 hombres. Cual es la sorpresa cuando este batallón es llamado a formar parte de experimentos secretos. Varios altos mandos estaban convencidos de que se podía replicar la fórmula del doctor Erskine, que había fructificado en Steve Rogers. Así que, pensando que a nadie le importaría que un puñado de hombres negros fueran sometidos a experimentos clandestinos, pusieron la maquinaria en marcha. Todo muy sucio, muy sórdido, muy injusto. Solo Isaiah y algunos compadres tuvieron resultados sólidos, contando pues como supersoldados, realizando importantes misiones durante la guerra. La historia, sepultada por años, la supimos gracias a la serie limitada The Truth, obra de Robert Morales y Kyle Baker.

Tras sus vicisitudes en el campo de batalla, el olvido. El ejército, el gobierno, digamos que cualquier organismo oficial, dio la espalda a Bradley. Lo dejó en la vida civil con una mano delante y otra detrás, además de que el suero produjo impredecibles efectos secundarios (una esterilidad que le impidió darle un hermano a su única hija, Sarah Gail). Con el paso del tiempo, su comunidad comenzó a reconocer a Isaiah como el «Capitán América Negro», al menos una pequeña satisfacción después de los servicios ofrecidos.

Otro aspecto para sentirse orgulloso es que su nieto, Eli Bradley, ha llegado a convertirse en un héroe reconocido como parte de los Jóvenes Vengadores, Patriota, un nombre que también ha tenido su significación en el mercado patriótico, por lo que se puede decir que el apellido Bradley al fin tiene la relevancia necesaria, y que ni siquiera el desprecio de gobiernos y militares podrán borrar los servicios de este super-soldado afroamericano.

Espíritu del 76. El sustituto nostálgico

Naslund

La historia de William Naslund es bastante trágica y lacrimógena. A la vez, alambicada y necesitada de explicaciones. Para empezar, el personaje llamado Espíritu del 76, alter ego de Naslund, es alguien que que por cronología debería pertenecer a la Golden Age, pero en realidad fue creado en los setenta del pasado siglo. Retrocontinuidad, le llaman. También es cierto que su papel fue ideado para cubrir un hueco, uno muy grande para cierto guionista. Hablamos de Roy Thomas, un escritor muy implicado en que todos los engranajes del Universo Marvel funcionen a la perfección. A Thomas le molestaba sobremanera que nadie se hubiera interesado en explicar el porqué el Capitán andaba congelado desde 1945 y sin embargo existían tebeos con sus aventuras, con fechas posteriores. Se propuso arreglar tal desaguisado y para ello utilizó un grupo que estaba manejando desde su misma concepción, los Invasores.

No sería en la cabecera del superequipo, sino en otro proyecto del gran Roy, What If?, más concretamente en su #4. Acompañado al dibujo por Frank Robbins, observamos el ascenso y caída de William Naslund. Vestido de Espíritu del 76, se encontraba en Europa, luchando en primera línea contra la armada nazi, cuando de repente recibe una orden directa del despacho oval: el regreso a EEUU. El mismo presidente Harry Truman tiene un ofrecimiento muy especial; le comunica que Steve Rogers y Bucky han muerto en combate, por lo que alguien debe seguir manteniendo el símbolo en pie y resulta que ha sido elegido. Naslund tiene el honor de vestirse de Capitán América.

Desgraciadamente para él, una pelea en Boston con las huestes del robótico Adam II provocó la muerte de nuestro protagonista. El símbolo yacía muerto en plena defensa de las libertades. Casualidades del destino, que en ese mismo lugar teníamos al Patriota, otro personaje de corte patriótico ese sí creado en la Golden Age. Jeff Mace era un reportero que en sus ratos libres se vestía con la personalidad del Patriota, luchando contra las fuerzas que amenazaban a la América de la época. Pues bien, Mace vio la importancia del momento y se puso el traje de Capitán América, para no permitir la victoria de Adam II, apoyándose en el resto de los Invasores. Al final, el bueno de Jeff contó el sacrificio de Naslund, provocando un acto de contricción en los miembros de los Invasores. Mace sería aceptado en el grupo y vestido de Capitán, se mantendría en el candelero superheroico, hasta que el final de la década, los empijamados dejaron de ser relevantes y Jeff Mace retornó a su amada profesión, la de reportero.

William Burnside. El Capitán América de los años 50

Capi Loco

Apareció por primera vez, según su historia ficcional, en Captain America #153, con fecha de portada de septiembre de 1972 (si bien podemos decir que su historia de publicación comienza en Young Men #24, decidiéndose a posteriori y por continuidad retroactiva, que el Capitán América de aquellos cómics era Burnside). Fue asimilado por Steve Englehart y Sal Buscema, quienes solucionaron los agujeros de guion en los que no se entendía por qué si Steve Rogers había estado congelado desde su muerte en 1944, a su renacimiento en la década de los sesenta (renacimiento que se va adelantando en el tiempo debido al funcionamiento del tiempo Marvel), existía un Capitán América en la década de los cincuenta.

Pues bien, éste no era otro que William Burnside, un profesor de universidad que estaba obsesionado con la figura del Capitán América, tanto que llegó a recrear el suero del supersoldado y a hacerse la cirugía estética para convertirse en un fiel reflejo de su admirado héroe, contando con Jack Monroe, su alumno y Bucky particular, que hiciera lo propio. De este modo, fue el Capitán América de la década de los cincuenta… hasta que poco antes de la llegada de la descongelación de Rogers, se revela que el suero del supersoldado de Burnside no era perfecto, volviéndole loco a él y a Monroe, por lo que fue dejado en animación suspendida por el gobierno.

Posteriormente, sería rescatado en la etapa de Ed Brubaker al frente de la colección, en la que Cráneo Rojo lo utilizaría para jugar con la mente de Sharon Carter y para desprestigiar a Bucky como Centinela de la Libertad, causando no pocos problemas al mismo. Finalmente, sería en el último número de Brubaker al frente de la colección en el que Burnside diría adiós en una cama de hospital, muriendo frente a un Steve Rogers que le sostenía la mano y que atendió su funeral, dignificando su figura como Capitán América a pesar de sus malas acciones, siempre producto de la locura.

Nómada. Un Steve Rogers descreído

Naslund

Como hemos apuntado en el análisis de la figura de Steve Rogers, Nómada es la identidad desprovista de todo símbolo patriótico que el viejo soldado adopta cuando en Captain America #180 (de fecha de portada de diciembre de 1974) se decepciona con el gobierno estadounidense, al descubrir que los más altos cargos del mismo formaban parte del Imperio Secreto, en lo que sin duda no era sino la forma que Marvel y Steve Eaglehart tenían de mostrar su descontento al escándalo del Watergate.

Esta identidad, luego heredada por algunos personajes como Jack Monroe (el Bucky de los 50), la Bucky de un futuro y tierra paralelas, o Ian (el hijo de Arnim Zola de la Dimensión Z), duraría poco en lo que a Rogers se refiere, y es que en Captain America #184, el Centinela de la Libertad se daba cuenta de que el Capitán América no era el soldado al servicio de un gobierno; su esencia era ser el héroe de su país, un nación que necesitaba a su protector, el cual era independiente de todo gobierno o de la afiliación política de éste.

La llegada de Nómada resulta todo un momento clave en la historia editorial del Capitán América, y por eso hemos querido reflejarlo aparte, ya que no solo por su llegada escondía una fuerte crítica a la política estadounidense de aquel momento, sino porque su abandono dejó claro que el patriotismo que enarbolaba el Capitán América iba más allá del gobierno y de las instituciones; el Centinela de la Libertad estaba unido a la idea de Estados Unidos como tal, como un concepto más filosófico que político, el del héroe justo que protege a su pueblo, sea éste de toda raza o condición.

Roscoe Simons. El fanático que llegó demasiado lejos

Roscoe

El abandono del traje y escudo, por parte de Steve Rogers, propició un momento trascendental para el personaje. Steve Englehart sabía muy bien que el hecho de romper el statu quo de alguien con tanta solera como el Centinela de la Libertad le podría traer problemas. El editor de la serie, Len Wein, le dio el visto bueno para sacar adelante su historia del Nómada, pero le requería una puerta de atrás, en el caso de que la recepción de la trama fuera incendiaria. Englehart intuía, por tanto, que ese cambio venía limitado en el tiempo; la cantidad del mismo iba a depender de los lectores. Todavía con eso, el guionista debía hilar una subtrama que le llevara de vuelta, al punto de salida, en caso de necesidad. Y esa pasaba por Roscoe.

Roscoe Simons era una aficionado entusiasta de las aventuras del Capitán América. Por eso, cuando se anunció públicamente que Steve se deshacía de su traje y escudo, Roscoe empezó a fantasear con la posibilidad de recoger el testigo. Lo cierto es que este chico no fue el primero que trató de hacerse pasar por el Capi. Un par de tipos de bajo calado, llamados Bob Russo y «Cicatriz» Turpin, intentaron usurpar el legado de Rogers, pero obviamente no consiguieron su aprobación. No así Simons, al que Steve supo ver un buen fondo, necesario para ser un superhéroe. Le cedió el traje y el escudo, además de poner al Halcón como su entrenador personal. Ni todo el adiestramiento del mundo fue suficiente cuando Cráneo Rojo apareció en escena, matando al joven Roscoe, ya que el villano pensaba que estaba frente a su eterno archienemigo (Captain America #183).

Este hecho tan traumático puso en entredicho la crisis de fe del héroe. Por su culpa, un inocente había sido asesinado, por lo que decidió abandonar la personalidad de Nómada y volver a las viejas costumbres, para dar cuenta del malvado Cráneo. Roscoe ha quedado para la historia como un Capitán irrelevante, de transición, más bien un vehículo para una vuelta a las esencias de la colección.

USAgente. El Buen Soldado

USAgente

Hubo una época en la que Steve Rogers abandonó el escudo que había portado durante años, en un acto que denotaba su completa desazón con un Gobierno que le había defraudado, en varias ocasiones.

El legado continuó. La elección fue ciertamente extraña. John Walker fue la elección para llevar el traje y escudo del Centinela de la Libertad.

John Walker fue creado por Mark Gruenwald y Paul Neary, debutando como en las páginas de Captain América vol.1 #323 en 1986. No era la primera vez que aparecía en las páginas de la colección, puesto que su identidad anterior era la del Súperpatriota. Imaginemos ya el perfil que tenemos delante. Se trataba de un justiciero que hablaba de la gloria pasada, de la fuerza y poder de la nación estadounidense, respaldado por su propia propaganda. No estamos hablando de Donald Trump, sino de una persona con frustraciones, temores e inseguridades. En este sentido Gruenwald consiguió a la perfección tratar al personaje de Walker en una saga que demostró quién es el Capitán América, qué significa y su importancia como garante de la libertad y la democracia.

El hermano mayor de Walker murió en Vietnam, siendo por ello considerado un héroe de guerra. Idolatrado por su hermano, pero atrapado en su sombra, Walker decidió demostrar su valía al unirse al ejército. Esta elección se tornó en desdicha puesto que no hay nada más peligroso que vivir a la sombra de alguien. Sin conseguir satisfacer ese apetito de gloria y reconocimiento John Walker se convirtió en un hombre frustrado.

Tras la dimisión de Rogers los mandamases del gobierno se vieron en la necesidad de elegir quién sería el mejor reemplazo. Ya se sugirió en ese momento que fuese Sam Wilson, pero el público no estaba preparado para un Capitán América negro. En su lugar, la opción fue Walker, asumiendo su nuevo status en Captain América vol.1 #333.

Desde el primer momento, se percibió que eran dos versiones distintas del Capitán América. Insisto, era parte de la trama de Gruenwald. De esta manera podíamos conocer la naturaleza auténtica de un héroe en lucha constante por la libertad dentro de unos valores democráticos inquebrantables. Ver la antítesis de lo que era Rogers nos permitía conocerlo mejor.

Después de retomar su papel como Capitán América y siendo el propio Walker el que entregase el escudo a Rogers, reconociendo quién era su digno portador, ambos coexistieron como contrapartes políticamente opuestas, con un respeto mutuo tomado la identidad del USAgente. Era un momento en que Iron Man volaba con una pistola Gattling gigante en el hombro, el doble alienígena de Spider-Man se comía los cerebros de sus enemigos, y una imitación de Thor llevaba una chaqueta de cuero y coleta. Walker se vistió con la versión negra del traje del Capitán América, obtuvo un escudo propio y luchó contra el crimen como agente estadounidense, eso sí, con su propio modus operandi y principios rectores.

El Capitán. El hombre antes que el símbolo

Captain

Mark Gruenwald fue otro de esos autores que buceó en las esencias del Capitán América y de su identidad civil, Steve Rogers. El Comité de Actividades Superhumanas utilizó un resquicio burocrático para intentar controlar al Abanderado. Según sus propias disposiciones, Rogers nunca fue licenciado del ejército, ya que fue dado por muerto en 1945.

Como consecuencia de esto se produce un pulso entre el estado y el superhéroe, siendo despojado de su traje y de su escudo por una cuestión de principios. Steve decidió que aquello no tenía porqué afectarle, aunque al final lo haría, y mucho, por lo que se agenciaría un disfraz nuevo, de tonos negros, similar en la concepción al clásico, pero sin contar con las barras y estrellas, y un escudo de adamamtium, resaltamos, sin toques patrióticos. De esta manera, serviría al mundo libre como el Capitán.

Sabiendo que la comisión estaba siendo manipulada desde el interior, el lector era consciente de que tarde o temprano, Steve retornaría a su imagen arquetípica. El propio John Walker, aquel que había sido designado como el sucesor gubernamental, decide dimitir para que Steve ocupe su lugar en el organigrama superheroico. Tal y como debía ser.

Años después, tendríamos una derivación de este Capitán, con un Steve Rogers alejado del traje, pero continuando su labor como héroe. Hablamos de la personalidad de Supersoldado o simplemente, Comandante Rogers. Después del periodo en el que Ed Brubaker lo mantuvo muerto y enterrado, el mismo autor lo hizo volver de la tumba para darle una nueva función. Recordamos que en estos días Bucky Barnes lucía como Capitán América y nada indicaba que fuera a dejar el uniforme. Rogers se convirtió en un activo en la sombra, participando en la concepción de los Vengadores Secretos y de esa guisa se mantuvo hasta la recuperación de su legado, volviendo Bucky a transitar por el Universo Marvel como el Soldado de Invierno.

Capitán América Ultimate

Captain America Ultimate

Creado por Mark Millar y Bryan Hitch para sus Ultimates, el Steve Rogers del Universo Ultimate tenía un origen casi idéntico al del tradicional, con la diferencia de que éste despertaba en un EEUU que acababa de entrar en el Siglo XXI, y no en el de la década de los sesenta.

Marcadamente político y fiel servidor de su gobierno, este Steve Rogers encarnaba el Acta Patriótica Americana, la Seguridad por encima de la Libertad, y ese intervencionismo en el extranjero que caracterizó al EEUU post 11-S que era capaz de casi cualquier cosa en su lucha contra el terrorismo. Desde luego, el equipo creativo buscaba un impacto deliberado, que se viera que había una diferencia sustancial entre las dos versiones, la canónica y la Ultimate. A Millar siempre le ha gustado reimaginar a estos iconos cómo si hubieran sido creados en tiempos actuales, mostrando que el tiempo y el lugar concreto importan como valor histórico.

A pesar del posible rechazo de estar ante versión militarizada del héroe de las barras y estrellas, Millar nos enseñó a amar al personaje, demostrándonos que con un buen guion casi todo es posible, y hasta su desaparición tras Cataclismo, este Capitán América sería junto a Peter Parker, uno de los mejores personajes de la extinta Tierra-1610.

Danielle Cage. La Capitana América del año 20XX

Danielle

Hablar de Danielle Cage es hablar de un personaje conocido los fans de Marvel, y es que ésta no es otra que la hija de Luke Cage y Jessica Jones que nos presentara Bendis en estado de gestación al final de Alias, y que adoraramos como bebé en sus Nuevos Vengadores. Llamada así en honor a Danny Rand, el mejor amigo y prácticamente un hermano para Luke, su padre, Danielle es todavía hoy, y siguiendo el lento pero seguro tiempo Marvel, una niña de poco más de dos años.

Sin embargo, en la Tierra-15061, concretamente en el especial Avengers: Ultron Forever #1 de Al Ewing y Alan Davis (con fecha de portada de abril de 2015), Danielle es la Capitana América del año 20XX, planteado en su momento como un futuro lejano en el que la niña ya sería toda una adulta que, heredando los poderes de sus padres, había tomado el legado del Capitán América.

Durante una de las inundaciones de Manhattan perpetradas por Cráneo Dorado, fue transportada a un futuro alternativo, situado cien años más tarde, junto con otros héroes de otras épocas como un James Rhodes de los tiempos en los que comenzó a sustituir a Tony Stark como Iron Man, un Hulk que llevaba muy poco tiempo siendo un monstruo, un Thor inmortal y unos Viuda Negra y Visión de la época en la que Danielle era todavía un bebé.

Dicho reclutamiento había sido llevado a cabo por el Doctor Muerte, que se situaba como la última esperanza contra el Padre de Todos Ultron, señor de esa realidad y dueño de un futuro alternativos en el que esclavizaba a los héroes. Con la ayuda de Doom, Danielle y sus compañeros de viaje, derrotarían a Ultron y serían devueltos a sus respectivas épocas, siendo el objetivo primordial de la hija de Jessica y Luke la derrota de Cráneo Dorado, que acabaría consiguiendo posteriormente, confirmándose como la Capitana América de su tiempo.

Roberta Mendez. La Capitana América de 2099

Samantha

Roberta Méndez aparece por primera vez en el especial Secret Wars: 2099 #1, de fecha de portada de mayo de 2015, escrito por Peter David y dibujado por Will Sliney. Aquel número serviría como presentación de esta mujer, la Capitana América del año 2099, en la versión de este popular futuro marveliano de la Tierra-23291, con la que PAD jugaría en su posterior etapa al frente de la colección de Spiderman 2099. En dicha serie, Miguel O’Hara quedaba atrapado en nuestro tiempo, dejando su futuro a merced de Alchemax, la megacorporación maligna de Miguel Stone que hacía las veces de villano de dicho tiempo, y que no era si no una versión alternativa de Miguel O’Hara que, en este caso, era reconocido por su verdadero padre Tyberius, gobernando Alchemax con mano de hierro.

En su época, Roberta Méndez fue forzada a convertirse en Capitana América contra su voluntad, puesto que se le inyectó el suero de Supersoldado sin su consentimiento, y era miembro de los Vengadores de Alchemax, un grupo de superhéroes que, como Roberta, luchaban a favor de la megacorporación contra su voluntad y que desempeñaban acciones que distaban mucho de ser justas y heroicas.

Tan es así, que Roberta desconocía que en realidad era la Capitana América, pues no podía recordar sus actividades como tal, hasta que fue dueña de sí misma, y lucha contra Miguel Stone, para después ser transportada al Universo Marvel Primordial (el habitual que antes fuera el 616), donde gracias a la ayuda del Miguel O’Hara del 2099 habitual, que estaba atascado en el año 2019, terminaría por volver a su tiempo (y tierra paralela propia) para liberarlo del yugo de Alchemax y de Miguel Stone.

Samantha Wilson. La Capitana América de la Tierra 65

Samantha

Finalmente, nos queda hablar de Samantha Wilson, aparecida por primera vez en Spider-Gwen Vol 2 #1 (de fecha de portada de octubre de 2015) de Jason Latour y Robbie Rodríguez, y por tanto perteneciente a la Tierra-65, la Tierra alternativa de la que llegaría la Spider-Girl de dicho universo que no era otra que la Gwen Stacy de la mencionada tierra alternativa.

Pues bien, si en aquella tierra, Peter Parker era el lagarto, y el manto de Spider-Man era tomado por una mujer, mientras que Frank Castle pertenecía a la policía, y Mathew Murdock era el pérfido Kingpin del crimen, lo lógico es que su Capitán América no fuera el habitual. Así llegamos a Samantha Wilson (cuyo nombre en clave femenina de El Halcón no supone una casualidad ni mucho menos), joven afroamericana que durante la Segunda Guerra Mundial y a pesar de las dificultades que ello le suponía por su sexo y su raza, dejó la escuela para acabar como aviadora del ejército estadounidense, donde era menospreciada y no recibía misiones de calado.

Ello llamaría la atención de Peggy Carter, quien la seleccionaría como sujeto para el Proyecto Renacimiento, que tras ser saboteado a manos de los nazis, la convertiría en la única Capitana América de su tiempo y universo, hasta que por la mano del pérfido Arnim Zola, viajaría perdida entre universos durante setenta y cinco años, regresando a una Tierra-65 moderna en la que se convertiría en su Centinela de la libertad.

De todas las etapas del Capitán América, ¿cuáles son tus favoritas?

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Jack Knight
Jack Knight
Lector
15 marzo, 2021 18:35

Curioso, sin ser tampoco de mis personajes favoritos, si considero que el Capi es de los que mejores etapas tiene a lo largo de la historia. Mi top 5:

1) Brubaker
2) DeMatteis
3) Englehart
4) Gruenwald
5) Waid

Dejaría fuera a la de Stern-Byrne por la brevedad en comparación con las otras pero podría estar ahí perfectamente.

Justiciero Desmesurado
Justiciero Desmesurado
Lector
15 marzo, 2021 21:05

Veo en las votaciones que Brubaker parte la pana. ¿Va a resultar que de los personajes clásicos Marvel el Bueno del Capitán va a tener su etapa definitiva (que no definitoria) en el siglo XXI?. Conste que yo vote a Gruenwald (que tiene un montón de dibujantes horribles que le bajan puntos)
 
En cuanto la guía de “los otros” (hay bastantes más de los que uno piensa cuando los cuentas) por ayudar a completar faltaría Sueño Americano. La “Capitan America” amiga de Spidergirl del universo MC2.

Chenis
Chenis
Lector
15 marzo, 2021 22:13

Bestial artículo señores¡¡¡¡ No he podido terminar de leerlo porque el trabajo llama y hay mucho por hacer pero tengo que terminar de leerlo. Por otro lado, que lejos queda el segundo autor preferido del Capitan america¡¡¡ Brubaker los destruyo a todos¡¡ nunca habia leido nada del personajes por ese prejuicio antichauvinista que muchos tenemos contra los yankees, pero gracias a que consegui los tomos Marvel Deluxe de Panini a mitad de precio, es que tuve mi primer acercamiento … y quede encantado con lo que estaba contando Brubaker.

Jack Knight
Jack Knight
Lector
En respuesta a  Chenis
15 marzo, 2021 22:44

Imagino que al ser una etapa más contemporánea también habrá tenido más lectores que la mayoría de las otras.
En cualquier caso yo también la he votado, para mi la etapa de Brubaker es la definitoria del personaje, como fue la de Miller a Daredevil, Simonson a Thor o más contemporáneo, Ennis a Punisher.

Especialmente meritorio en el caso de Brubaker porque el Capitán América ya era un personaje con grandes etapas a sus espaldas, pero lo llevó a un nuevo nivel.

Ignacio
Lector
16 marzo, 2021 7:05

1-Brubaker
2-Lee y Kirby
3-Stern y Byrne
4-Lee y Colan
5-Gruenwald y Dwyer
6-Engleheart
7-Waid y Garney
8-DeMatteis y Zeck

AlbierZot
AlbierZot
Lector
16 marzo, 2021 9:41

El Capitán América tiene etapas gloriosas y sin duda Brubaker lo petó a nivel ‘Born Again’ pero la etapa de Lee/Kirby es imbatible No sólo es la mejor etapa del personaje si no una de las mejores de toda la Marvel clásica. No se pueden hacer mejores tebeos.

Jorge Alberto
Jorge Alberto
Lector
16 marzo, 2021 11:45

He votado por la versión de Liefeld.

Solo quiero ver el mundo arder.