El fin del mundo a pequeña escala
Cuando sea mayor quiero tener la energía de Jeff Lemire. De verdad, fijaos: entre la lista de novedades que se publican en nuestro país, prácticamente no hay mes en el que su nombre no esté en alguna obra. Y además, con magníficos resultados, debo decir. Es como si el canadiense se hubiera caído en la marmita de la creatividad y no pudiera parar el brutal torrente de historias que fluye por su cabeza. Hay quien dice que todas ellas llevan siempre el mismo filtro, esa firma tan distinguible de un autor que parece que no puede dejar de obsesionarse con lo rural y lo familiar, pero sinceramente: cuando eres tan bueno, ¿cuál es el problema?
Después de esta introducción supongo que ya no sorprenderé a nadie con mi postura con respecto a Lemire. Cada nuevo proyecto es para mí un motivo de celebración, y por mucho que haya una serie de patrones que repita en un gran número de sus obras, este veterano autor no deja de demostrar que es un auténtico todoterreno capaz de enfrentarse a cualquier género. Si hablamos de pijameo, en Marvel y en DC demostró su oficio, pero después mostraría que con libertad podía hacer mucho más. Lo que primero sería un paso por el renacer de Valiant ampliamente reconocido, después pasaría a ser ya directamente un universo superheroico personal creado junto a Dean Ormston y otro puñado de artistas en esa maravilla llamada Black Hammer. Ha tocado la ciencia-ficción con Sentient o Descender, la fantasía con su prima-hermana Ascender, el terror con la genial Gideon Falls o el apocalipsis con la recién adaptada Sweet Tooth. Nada se le resiste, y a todo es capaz de imprimirle ese costumbrismo, ese sello personal de intimismo tan particular que brilla con más fuerza en trabajos de la talla de Essex County o Royal City, trabajos en los que el aire huele a lluvia y a soledad.
Family Tree es, en su línea, una historia nueva y a la vez ya vista dentro de la producción del autor. Estrenada en 2019 en tierras estadounidenses, esta obra creada junto al artista Phil Hester supone el séptimo trabajo de Lemire dentro de Image Comics, una editorial en la que parece encontrarse cómodo desde hace ya mucho tiempo. La historia nos lleva hasta el año 1997 en el apartado pueblo de Lowell, donde según rezan sus primeras palabras, “comenzó el fin del mundo”. Loretta, una mujer que cuida como puede de sus dos hijos sola, se encuentra de pronto sumida en una extraña pesadilla. Meg, su hija pequeña, comienza a tener un picor en el brazo que desvela una sorpresa aterradora: la pequeña se está convirtiendo poco a poco en una especie de árbol. Una extraña afección que no parece tener explicación y que devuelve a sus vidas a su suegro Judd, un viejo más duro que una noche al raso que parece saber mucho sobre la enfermedad de su hija y sobre el grupo de fanáticos que está tratando de darles caza y acabar con sus vidas.
Son muchos los que dicen que Lemire muchas veces se dedica a repetir el mismo enfoque en todas sus historias, y desde luego, es indiscutible que Family Tree es una obra en la que se respira su firma por los cuatro costados. Un pueblo olvidable en medio de una ruta a ninguna parte como escenario, una familia con traumas y conflictos que trata de salir adelante ante la adversidad… Son señas de identidad claras que además en este caso se ven acompañadas por ciertos detalles, tales como ese planteamiento apocalíptico y ese niño a la huida junto a un anciano letal, que harán que recordemos inevitablemente a su magnífica Sweet Tooth mezclada con pinceladas de unas y otras obras suyas.
Y es así, Lemire es un autor que suele disparar a la misma diana, pero también suele ser siempre igual de certero. En su primer volumen Family Tree no es una obra que deslumbre por un desarrollo especialmente novedoso, pero cuenta con la firmeza de un guion tan férreo como acostumbra a darnos el autor de Black Hammer. La escritura de los personajes mantiene la excelencia que nos suele regalar habitualmente, y como siempre, en apenas dos pinceladas tenemos una presentación suficiente para introducirnos en su historia sin apenas esfuerzo, atrapándonos especialmente con la consternación de ver a una madre descubrir que su hija está siendo víctima de una enfermedad degenerativa. Se nos habla de un fin del mundo y de unos sectarios sanguinarios, pero no hay mayor terror dentro de Family Tree que el de ver a un niño al que la vida se le apaga mucho, mucho antes de lo que le debería tocar.
La trama avanza como un tiro, y rápidamente nos encontramos sumidos en la acción y la intriga de los secretos que se esconden detrás de la enfermedad de la pobre Meg y las explicaciones que, por el momento, se liberan con cuentagotas. Es un cómic que se lee a una velocidad endiablada, y probablemente esa sea su mayor pega. Con una extensión de cuatro números y 96 breves páginas, este primer volumen de Family Tree nos deja con más hambre de la que suele dejarnos el tomo introductorio de la mayoría de las series. Es además un tomo que deja la sensación de no ser más que una pincelada inicial a una historia que tiene mucho recorrido por delante, y sin embargo, su final ya está anunciado para el próximo mes de junio con su número 12, lo que constata que la serie será bastante corta. Si cumple con las expectativas con tan poco espacio para desarrollarse, será una pregunta a la que tendremos que responder más adelante, pero por el momento lo que no se puede negar es que su inicio es muy adictivo.
Quizás por ese halo que evoca en parte a Sweet Tooth, resulta fácil imaginarse esta obra dibujada por el propio Lemire, al que a pesar de que algunos lectores consideran feísta, servidor considera un dibujante excepcional en términos narrativos. Por ello, no se hace extraño encontrar a un artista del corte de Phil Hester encargado de la batuta artística de la obra. El veterano dibujante de Green Arrow encaja a la perfección con el tipo de historia que escribe Lemire, y con el grueso entintado de Eric Gapstur logra aportar a la obra una estética perfecta para el tono melancólico de la historia, aunque sin dejar de mostrarse solvente durante las escenas de acción. No es una obra de gran detalle a nivel de dibujo, sino que, al igual que les vimos realizar en la recomendable Shipwreck de Aftershock, realiza un diseño mucho más minimalista en el que sus formas poliédricas toman por completo el protagonismo del trazo para darle una personalidad especial. Combinado con la paleta cromática de Ryan Cody, que busca pocos colores y se centra sobre todo en una presencia mayoritaria de tonos cetrinos y verdosos, tenemos finalmente un estilo simple y con mucha carga sensorial que se aleja de los ornamentos para centrarse en la emotividad de su historia.
Family Tree es la enésima constatación de que sin moverse de los solitarios pueblos de la llanura estadounidense, Jeff Lemire es un autor con muchísimas historias que seguir contando. Un cómic ágil y preciso cuyo mayor defecto es que se lee demasiado rápido como para saciarnos.
Lo mejor
• La ya mil veces elogiada capacidad de Lemire para dar vida a los conflictos familiares.
• El estilo visual que aportan Hester, Gapstur y Cody para darle personalidad a la obra.
Lo peor
• Este primer volumen resulta extremadamente corto y sabe a poco.
• Quien busque variedad podría decepcionarse: esta obra es un Lemire de manual.
Guion - 8
Dibujo - 8
Interés - 8
8
Fugaz
Lemire vuelve con una serie en la que Phil Hester se mimetiza con el estilo del canadiense y crean una historia de intriga y dolor cuyo mayor defecto es lo corta que se hace.
Despues de su Green Arrow, siempre asocio los comics de Lemire con el dibujo de Sorrentino, creo que todo ese ambiente tétrico y lugubre lo plasma de manera incrieble el bueno de Sorrentino.