Uno de los temas más importantes de las primeras obras de
Creo que todo esto hace a Inio Asano un dibujante irresistible y, dada la escasez de estilos y variedad de lo que se publica en España (aunque estamos en un momento de auge buenísimo), uno de los autores japoneses más interesantes y necesarios de seguir. Como he dicho, sus obras de juventud tratan los problemas más básicos de la juventud: las escasas perspectivas de futuro profesional y las dudas ante el sentimental y el consecuente e inevitable existencialismo de unos personajes que están al límite situados en un momento de incertidumbre total. En esta época, entre 2004 y 2008, en la que publica historias cortas, Solanin y comienza Buenas noches, Punpun, Asano se encuentra personalmente (tal y como dice en el epílogo donde comenta las historias) buscando un estilo que le defina, busca los temas que quiere tratar pero también aquellas historias que puedan gustar al público. Este compendio de relatos cortos es perfecto para adentrarse en el mundo creativo del Asano de aquella época, un autor que había triunfado con Solanin, un drama sobre hacerse mayor después de terminar la universidad, y que intentaba seguir por ese mismo camino pero que obviamente no acababa de instalarse a gusto en él.
Las historias de este tomo están entre lo interesante y lo malo. Algunas como “Alfalfa” o “Domingo, 6.30 de la tarde” son demasiado obvias y aburridas, muestran todas sus intenciones desde el principio y no dan nada especialmente interesante, nada que al lector no le hayan contado mil veces. En la primera, desde la óptica de unos adolescentes que están enamorados de la misma chica, se habla de un posible abuso del profesor de gimnasia a una chica de secundaria; la segunda habla de una familia normal que está pasando cada uno de sus miembros por una pequeña crisis. En historias como estas, Asano se prueba un narrador excelente pero las historias carecen de fuerza, sobre todo la segunda resulta en un intento demasiado obvio de repetir la misma fórmula de Solanin. Otras como “17” y “La rutina y depresión de la imaginativa Eiko” se destacan bastante y se asemejan algo que Asano haría más adelante: retratar los sentimientos y bajezas de cada uno pero sin darle tanta importancia y, sobre todo, mucho más histriónicamente, dando una sensación total de parodia. Y mientras que “17” podría considerarse un éxito, la segunda es probablemente la más floja de volumen.
Al final, la tendencia es encontrar historias mucho mejor acabadas y conseguidas según van pasando los años. “Tokio” y “El fin del mundo”, publicadas ya en 2008 son mucho mejores. En la primera pone todo lo bueno y todo lo malo que he comentado antes: un mangaka que se siente frustrado y desplazado del mundo, que se cree mucho más especial que el resto, se acaba dando de bruces contra la realidad. Es el mismo tema de siempre: un personaje existencialista e inconformista y que está a punto de darse por vencido, y aunque en ese aspecto no es original, Asano recrea un mundo más complejo y juega mucho mejor con lo que no se sabe de una historia pasada y lo poco que se deja saber.
Creo que la gracia de este tomo está en ver a Inio Asano evolucionar muy poquito a poco, ver cómo intenta hacerse un camino y cómo las últimas historias cronológicamente mejoran y tratan sus temas mucho más sutilmente para finalmente contemplar a un autor que ha mejorado tanto narrativa como técnicamente y que está a punto de dar el paso a lo que acabaría haciendo más adelante en obras como Buenas noches, Punpun o La chica a la orilla del mar.
Narrativa - 8.5
Historia - 6
Interés - 6.5
7
Un tomo de historias cortas donde es posible ver a un autor buscando su camino: desde sus intento fallidos hasta piezas muy conseguidas.