87 números USA. Esos son los números que se han publicado ya en España de la serie regular de Flash. Es una buena cantidad de números y en ellos hay una considerable cantidad de historias, tramas y personajes. Si algo caracteriza, de manera general, a la serie de Flash, es que en su cabecera hay largas etapas con el mismo guionista. Si se mira atrás pronto surgen nombres como el de Gardner Fox, Cary Bates, Mike Baron, incluso podemos meter a Messner-Loeb (aunque tan solo realizó poco más de una treintena de entregas), Mark Waid, Johns y Joshua Williamson, que sigue a bordo de una de las etapas más larga del Velocista Escarlata.
Hay un peligro cuando un guionista está tanto tiempo al frente de una misma serie (hay excepciones, claro, sino que se lo digan a Claremont o a David o Levitz) y es que hay que tener un talento especial para ser capaz de reinventar la serie cada cierto tiempo, conjugar muy bien a los secundarios, evolucionar a su protagonista y no dejar de crecer si no se quiere mostrar signos de cansancio. Hay guionistas que son de distancias cortas y los hay capaces de hacer maratones sin apenas mostrar fatiga. Williamson no pertenece a estos últimos.
Williamson ya viene mostrando agotamiento crónico antes de Año Uno, donde pareció crecerse nuevo, para entrar directamente en barrena y dejar a la serie en un angustioso piloto automático. Y con esto en mente llega el momento de ver que ha sabido hacer con las posibilidades que le brindaron las consecuencias de la llegada de la Liga de la Condena a Central City y el pacto de Luthor con el Capitán Frío.
Tenemos a Flash mostrando serios problemas con sus poderes, o más concretamente con su conexión con la Fuerza de la Velocidad. Los villanos, por otro lado, están a pleno rendimiento, más poderosos que nunca, con unos diseños, en algunos casos, cuestionables, pero que sin duda son más representativos de los poderes a los que están anclados. Central City está contra las cuerdas, pues han ganado a Flash y por tanto el control de la ciudad se encuentra bajo el yugo de hierro del Capitán Frio. Así de simple y así de eficaz.
Tras los anteriores números en los que Williamson se desespera intentando añadir nuevos conceptos a la mitología personal de Flash, parece relajarse y apostar todo por algo menos pretencioso y si más mundano, pero eficiente. Un enfrentamiento entre el bien y el mal al que le sobran páginas, pero que no se atraganta tanto como las anteriores entregas, por mantenerse más neutral en el tratamiento general de los personajes.
El guionista de Batman y Superman juega con los elementos típicos del género y los mueve con eficacia, logrando que el conjunto no quede distorsionado. Su tratamiento de los villanos no es tan certero como el de Johns, en el fondo, pero en la forma le sirve para poder elabora la estructura básica en la que sostener su historia. Una historia, por otro lado, algo simplona, que apenas tiene espacio para la épica y que distorsiona mucho a la figura de Snart, cuya imagen no queda bien definida hasta los números finales del arco. Números que son los mejores y que se disfrutan con verdadera pasión.
Uno de los muchos puntos débiles de Willamson al frente de Flash es el errático tratamiento que hace de los secundarios y su relación con Barry. Un tratamiento que fluctúa de forma desconcertante y en el que apenas hay espacio para profundizar de verdad en las otras facetas de la vida de Allen como policía, en su relación con Iris, con Wallace… En este arco en concreto este problema desaparece por la eliminación de estos elementos y centrar la atención en los vilanos, lo que hace que todo resulte más natural, más racional, para acabar siendo un todo más equilibrado.
No se habla de que la serie cambie de registro, ni que su calidad se vea especialmente mejorada, pero si hay una marcada evolución en la gestión general de la serie que bien puede ser un espejismo debido a los tediosos números anteriores. Sea como sea, la cuestión es que es una buena noticia para los seguidores de la serie y del personaje en concreto, que pueden disfrutar más de las aventuras de su héroe favorito.
En cuanto al apartado gráfico la serie mantiene un buen nivel, sobre todo al enorme trabajo que realizan Rafa Sandoval y Jordi Tarragona que, con un estilo fino, elegante y depurado, particularmente fluido, narrativamente hablando, aportan una solidez visual de la que se beneficia mucho el trabajo de Williamson. El detalle del trabajo de Sandoval y las tintas de Tarragona se transmite al lector a través de la fuerza de sus trazos a la hora de mostrar a Flash moviéndose a altas velocidades. Cada página destila horas de duro esfuerzo. Por otro lado, está Cristian Duce que frente a Sandoval queda en evidencia. Cumple, pero no emociona de la misma forma, con rostros algo extraños que descolocan y una narrativa más torpe que la que exhiben el tándem Sandoval / Tarragona.
Flash necesita un cambio de guionista. Un cambio que el propio Williamson ya ha anunciado y que permitirá que llegue un nuevo escritor a la serie. Un escritor con ideas frescas, con un estilo distinto, que pueda propulsar a Flash a un nuevo nivel. Mientras tanto, disfrutemos con estos arcos y con los especiales que vienen el mes que viene, pues hay Flash para rato.
Mejora.
Guion - 6
Dibujo - 8
Interés - 7
7
Si en las anteriores entregas la serie se encontraba en piloto automático, con el cierre de este arco se recupera un tono más acertado y se vislumbra una mejora en fondo y forma. Sin embargo queda mucho por hacer para que la serie de verdad resulte estimulante.