Los años pasan de forma inexorable. El tiempo, esa magnitud física con la que los seres humanos medimos la separación entre acontecimientos, es algo que obsesiona desde hace milenios a toda la humanidad. Sale el sol, pasa el día, llega la noche. Un ciclo y otro más, días, meses, años, décadas, van acumulándose y son motivo de celebración. El 2020 en DC Comics ha sido un año de aniversarios de todo tipo, Catwoman, Joker, Robin, Green Lantern y el que nos atañe, Flash, han soplado 80 velas, desde que en 1940 comenzaran sus carreras editoriales. Todos han tenido sus correspondientes especiales, pero Flash añade un tomo distinto, en la línea del que se publicó de Action Comics y Detective Comics (es cierto que Joker también tiene su particular recopilación de historias) con el que realizar un fugaz recorrido por los 80 años de carreras del Velocista Escarlata.
Flash es el personaje más importante del Universo DC. Hace tiempo se realizó un texto analizando dicha sentencia y que podéis leer aquí de nuevo. Es por ello que vamos a ir directos al meollo y meternos de lleno en los pormenores de este tomo recopilatorio, que no está exento de debate.
Recopilar historias de un personaje como Flash a lo largo de 80 años con el fin de dar una muestra de su trayectoria editorial es una labor ingrata. Y lo es por la simple razón de que es un ejercicio que difícilmente puede contentar a todos los aficionados y lectores, ya que muchos determinaran que deberían haber incluido otras historias y no las que ahí aparecen. Y aquí no va a ser menos. Dejamos ese punto para el debate, aportando solo lo que este humilde redactor considera lo que podría faltar a este tomo que, de forma general, se muestra muy equilibrado en los comics seleccionados.
Tras la lectura integra se echa de menos la no inclusión de algún número de la corta etapa de Mike Baron en la colección, como valedor del relanzamiento que tuvo a raíz de la muerte de Barry Allen en Crisis. Baron tomó a Wally con la misión de despojarlo de la sombra de Allen, de dotarlo de personalidad de forma independiente, pues hasta entonces había estado en los Titanes y con Barry. Lo hizo millonario, lo mostró altivo, confundido, descentrado, aplastado por el peso del legado e introdujo limitaciones en sus poderes como la ingesta de alimentos de forma regular para no caer desfallecido. Incluir una historia de su trabajo hubiera sido la guinda a este magnifico tomo recopilatorio.
Y tras poner el pero a la recopilación, personal y subjetiva, toca pasar página y desgranar que ofrece tanto al lector veterano como al novel este tomo recopilatorio.
La obra recorre de forma cronológica la carrera de Flash, por lo que como no puede ser de otra forma arranca con el Flash Comics #01 de 1940, cómic en el que se presentó en sociedad a Jay Garrick. Un cómic que nace motivado por el éxito de las cabeceras previas de Action Comics y Detective Comics, y que empujó a la editorial a buscar nuevas propuestas con las que saciar la voracidad de los lectores por los superhéroes.
Vin Sullivan había abandonado la editorial y la llegada de Whitney Ellsworth como editor sirvió para dar un empuje extra a la energía creativa que pugnaba por materializarse en nuevas colecciones y por supuesto, nuevos personajes. Con fecha de enero de 1940 llegó a los quioscos Flash Comics con el que DC rompe la barrera del sonido y supera la velocidad de la luz, cuando por obra de Gardner Fox y dibujos de Harry Lambert, el joven estudiante, Jay Garrick, sufre un accidente con agua pesada que le infiere poderes de supervelocidad. Fue un número en el que también vieron la luz Hawkman y Johnny Thunder.
La historia que se narra goza del estilo desenfadado de la época, marcada por las diferencias obvias frente a los dos grandes, Batman y Superman, pero inmersa en todo momento en realzar la faceta heroica del personaje que si se distancia y mucho de otros héroes al revelar su identidad a su novia, Joan Williams.
La siguiente historia salta en el tiempo siete años y traslada al lector al Flash Comics #89, con la entrada en escena de Espina, una versión femenina del mito de Stevenson, Dr. Jeckyll y Mr. Hyde. Los responsables de tal incursión son Robert Kanigher, al guion, y Joe Kubert en los lápices. ¿Qué empuja a introducir este número en el tomo? Pues para ello es necesario dejarse llevar por el excelente texto que escribe Roy Thomas y que explica que ocurría con los originales de los comics que ya estaban dibujados, pero cuya serie se cancelaba. Poner el Flash Comics #89, para poner a continuación el Flash Comics #96 (1948) tiene todo el sentido del mundo cuando en este tomo se incluye una historia inédita, rescatada de la forma más increíble, pero que viene a cerrar esta especie de trilogía alrededor de esta villana.
Son tres historias cargadas del dramatismo narrativo de finales de los años cuarenta, con un Jay Garrick haciendo frente a una villana distinta a lo que hasta entonces se había visto, pues su faceta dual resultaba tan inquietante como su crueldad.
El declive ya se empezaba a dejar notar en las ventas de los cómics dedicados a superhéroes, por lo que la serie acabó cancelada, esperando tiempos más propicios. Su hueco se llenó de cómics del oeste, de ciencia ficción (que arrasaba en los años 50), bélicos, terror y misterio, siendo los únicos supervivientes Wonder Woman, Superman y Batman. Y no sería hasta 1956 cuando las cosas iban a cambiar de nuevo.
Y la siguiente historia no puede ser más necesaria, como obvia.
En octubre de 1956 se publica el Showcase #04, lo que hoy los estudiosos del cómic USA, les sirve para marcar el inicio de la Edad de Plata. En DC arranca una nueva era y esta serie, un banco de pruebas para nuevas propuestas, sirve de presentación al nuevo Flash.
La Edad de Plata se caracteriza por el resurgimiento de los superhéroes, mientras el Western se va apagando progresivamente. Se opta por actualizar a los personajes de la Edad de Oro y crear nuevos. Los modernizados conservaban el nombre, pero estrenaba nuevos uniformes e identidades civiles, buscando que sus poderes tuvieran más una explicación científica que mágica.
Para presentar al publico a Barry Allen se unieron los talentos de Robert Kanigher y de Carmine Infantino, que relataron como al joven policía forense le caía un rayo y acababa rociado de un sinfín de productos químicos que le conferían la habilidad de moverse a una velocidad extraordinaria. Y aquí se sientan las bases de algunos conceptos que arrastraría Barry a lo largo de toda su carrera como héroe. Y además se produce un ejercicio de metalenguaje espectacular cuando Barry toma el nombre de su personaje de cómic favorito, Flash, que no es otro que Jay Garrick.
Los tiempos han cambiado y la narración discurre por senderos mucho más dinámicos, despojándose del tono simple de los años cuarenta, para adentrase en los entresijos de la vida personal de Barry, al tiempo que se añaden ideas más complejas a la naturaleza del heroísmo como concepto. Flash continuó la numeración donde se quedó Flash Comics con el ansia de cambiarlo todo en la incipiente Edad de Plata.
Los siguientes tres números son tan necesarios en este tomo como interesantes. El primero es el Flash #106 (1959) con los superhéroes ya gozando de nuevo de las mieles del éxito (es el año de la modernización de Green Lantern), con la presentación de Supergirl, Batmito, el Escuadrón Suicida, entre otros. Y la serie de Flash no iba a ser menos. En el número 195 llegó el Amo de los Espejos, pero en el 106, que es el que se encarta en el tomo, se presenta en sociedad Gorila Grodd, uno de los villanos más duros y peligroso del velocista. Su historia es un inicio de lo que luego llegaría a ser Grodd, pero su potencial ya quedaba muy claro para los lectores del momento, que disfrutan con la incursión del simio en Central City.
Es una historia de corte muy ingenuo, escrita por John Broome y dibujo de Carmine Infantino, que tiene serias lagunas argumentales a la hora de marcar bien la línea motivacional de Grodd, pero construye un escenario sólido con el que poder tener asentado un nuevo concepto que aún perdura a día de hoy, Ciudad Gorila.
Y le llega el turno al Flash #110, con la llegada de Wally West, Kid Flash, en un número en el que ni siquiera aparece en la portada, pero si se narra su primera aventura y origen de sus poderes. Con Broome e Infantino de nuevo capitaneando la trama, la aventura del joven Wally es de una sencillez tan grande que funciona a la perfección. Aunque haya que perdonar que el origen de sus poderes sea el mismo que el de Barry, algo que muchos años después, alguien se encargó de explicar de manera muy acertada.
Y no hay dos sin tres.
Le llega al turno a uno de los cómics más importantes de la historia editorial de DC Comics, el Flash #123, titulado el Flash de los dos mundos, que establece la base del multiverso, al explicar que Jay Garrick vivía sus aventuras en otra Tierra, mientras que Barry corría las suyas en otra distinta, separadas por distintas frecuencias vibratorias.
Para narrar tan relevante historia Gardner Fox regresa a los guiones, con Infantino aferrado a los lápices, pues ambos ya habían creado las aventuras del Flash de la Edad de Oro. Una historia que enfrenta a los dos héroes al Violinista, el Pensador y Shade, lo que acaba de la única forma posible, por con Jay Garrick convencido de que no debe colgar le casco y seguir activo. Era el año 1961 y el mundo es un lugar un poco más oscuro. La Guerra Fría era algo más que un concepto, la competitiva carrera espacial y los imponentes movimientos raciales estaban moldeando a una nueva sociedad americana. Y reaccionando a esto, los cómics se muestras más colaborativos que nunca, con científicos creando maravillas para toda la humanidad, los alienígenas y los humanos trabajan juntos, y DC quiere ser la editorial donde poder evadirse de ese mundo incierto que asoma en el horizonte.
Y continuando con este recorrido llega el turno de tres nuevas entregas míticas dentro de la historia de Flash. Flash #155 (1965), con una reunión de sus villanos más clásicos que motivaría a la creación de los Rogues. El Flash #275 (1979), donde Iris West tiene un destino fatal (aunque este número queda algo descontextualizado al no contener el tomo el #274 y el #276) y el Flash #300 (1981), una entrega significativa por la forma tan hábil con la que Cary Bates (que ya no se alejaría del Velocista hasta Crisis) e Infantino hacen todo un recorrido por los villanos y secundarios de Barry, con una historia de misterio que mantiene en vilo al lector hasta sus páginas finales.
Mucho de este material ha visto la luz en otros tomos especiales, pero hay joyas como la trilogía de Espina, que bien merecen ser rescatadas de la marisma editorial de la Edad de Oro.
Un lector veterano podría en este punto también decir que faltaría añadir a esta primera selección algún número del famoso juicio a Barry Allen por la muerte de Zoom. Es cierto que se ha ignorado tan importante saga, pero podría entenderse como algo premeditado dado que se trata de una historia larga muy interconectada y la inclusión de un solo número hubiera quedado especialmente falta de contexto, siendo más un pegote añadido de mala forma que algo representativo. Y es que dicen las malas lenguas que esta historia fue la que puso a Barry en el punto de mira para que muriera en Crisis y dejar paso a Wally y al concepto de legado.
Tras saltarse los 14 números de Baron y con la llegada de Messner-Loebs a la serie en el número 15 USA, se produce un nuevo salto temporal hasta el Flash #54 (1994), con Loebs narrando una historia en la que Flash debe realizar de verdad un acto de heroísmo puro al saltar desde un avión para salvar a una azafata, sin saber si podrá realmente evitar morir en su intento de rescate.
Hacemos un alto para centrar un momento la atención en el material que se ha publicado en España de Flash postcrisis.
Zinco editó en sus primeros años varias series en formato ampliado, entre las que se encontraba Flash. Fueron 14 entregas en las que se publicaron números USA comprendido entre el 292 y el 322. Un caos de publicación que se saldó de forma fulminante y que condenó al Velocista a no tener serie propia en Zinco hasta la publicación de los tomos dedicados a publicar parte de la etapa de Waid.
Sin embargo, si existieron excepciones y desde la editorial se le dio cancha en varias ocasiones. La primera fue a través del especial Legends, que no era sino los dos primeros números de la serie regular USA de Mike Baron y Jackson Guice con Wally West como protagonista absoluto tras la muerte de Barry.
Seguidamente le llegó de nuevo una oportunidad dentro de la serie contenedor, Universo DC, concretamente los números 7-9 (1989), con los números USA correspondientes a Flash #3-8. Historias muy recordadas por los aficionados del momento con la entrada en escena de la Trinidad Roja y un turbio romance con marido de por medio que resultaba especialmente impactante.
La siguiente vez que Flash tuvo la ocasión de llegar a los quioscos fue en una miniserie que venia a ser la celebración del 50 aniversario del personaje. En ella Zinco publicó números de la etapa de Messner-Loebs, Flash #19-29, dejando perdidos en el limbo los números de Baron. Y tras esto llegarían los tomos con los primeros números del tándem Waid/Wieringo. Un paso fugaz el del Velocista por la editorial, como puede verse, aunque se pudo disfrutar algo más del personaje en la serie regular de la Liga de la Justicia de Europa de la que era miembro activo.
Retomando el Flash #54 nos encontramos con un Messner-Loebs centrado en mostrar la faceta más heroica del personaje, con un número auto conclusivo que refleja muy bien dicho aspecto. El guionista se mantuvo en la serie desde el número 19 hasta el 61, con dos anuales, en los que además fue el responsable de sacar del armario al Flautista, con lo que se nota de forma muy patente que los tiempos de la Edad de Plata han pasado y las historias no se concentran tanto en la acción, sino en los secundarios de las serie y los villanos, añadiendo trasfondo a todos ellos, siendo sus máximos valores Waid y posteriormente Geoff Johns.
Waid se hizo con la serie en el número 62, pero en el tomo se encarta el número 91 (1994), una entrega también auto conclusiva, que se centra en analizar la obsesión de Wally por poder estar en todos sitios a la vez, en la que Waid explora y explica la imposibilidad de tal cosa por muy rápido que puedas ser. Una elegante forma de justificar que alguien como Flash no sea capaz de solventar todos los problemas que rodean al mundo.
No hay más presencia de Waid en el tomo, aunque suya es la etapa más larga, post crisis, en el personaje, ya que se encargó, salvo de algunos números realizados por Morrison y Millar, desde el 62 al 162 USA de la serie regular. Y es precisamente a estos dos guionistas a los que toca dar la bienvenida en el siguiente número que se recoge en este tomo.
El Flash #133 (1998) escrito Morrison y Millar, con dibujo de Paul Ryan, se centra en la figura del Amo de los Espejos. La historia sirve como punto clave a la hora de poder dejar claro el peso que adquieren los villanos dentro de la serie, siendo señores de las tramas, con un número donde el Amo de los Espejos sube el nivel de peligrosidad gracias a la intervención, fuera de pista, de Nerón, en la saga Underworld.
Y llegamos a Johns, cuyo trabajo con el velocista empezó en Flash #163 y acabó en el 230, con una etapa marcada por los vilanos y cuyo desenlace trajo de nuevo a Barry Allen al Universo DC. Fruto de ello es el Flash #182(2002), con dibujos de Scott Kolins, donde Johns escribe todo un número sin Flash, para centrar la atención en el capitán Frio. Un número muy especial porque se centra en dar una profundidad emocional al personaje como no se había hecho antes, aportando datos de su infancia. Una historia con la que el lector se siente trasportado al submundo de este personaje que lo lleva de mero villano a ser todo un referente dentro de la galería de enemigos de Flash.
No se trata de material inédito, todo está adecuadamente editado por Planeta y por ECC, pero son historias potentes, que ayudan a tener claro lo que Flash representa dentro del Universo DC. Se podría haber añadido alguna de sus historias en al Liga, pero es obvio que se ha optado, porque hay que poner ciertos criterios a la hora de seleccionar, por añadir solo historias de su serie regular en solitario.
Y las dos siguientes entregas son las más recientes, Flash #0 (2011), de los Nuevos 52, a manos de Francis Manapul, con el nuevo origen derivado de Flashpoint. Manapul y Buccellato fueron los artífices de una de las pocas series que logró tener un mínimo de calidad en la iniciativa de los Nuevos 52, con un excelente acabado visual y una interesante caracterización de Barry para el siglo XXI.
Y para casi cerrar el tomo, le llega el turno a Joshua Williamson (hacedor de una etapa larga pero irregular), actual guionista de la serie de Flash en Renacimiento, que nos lleva de la mano a una historia de corte navideño, con dibujo de Neil Googe, centrada en una de las características de Barry como Flash, la esperanza.
La encargada de dar cierre es Gail Simone y una historia corta de 2019 en la que Flash se ve las aras con Ola de Calor. El trabajo de Simone apenas puede percibirse en una trama tan contenida, pero contiene unas interesantes reflexiones sobre como la supervelocidad condiciona la vida normal de Barry. Un relato breve pero emocional por como encarar el tener super poderes capaces de hacer ver la realidad a cámara lenta.
En resumen, un tomo recopilatorio equilibrado, con sus más y sus menos a nivel de selección, pero que en general cumple con el cometido de la obra. Un tomo que además incorpora interesantes textos de Waid, Messner-Loebs, Didio (lo cual no deja de ser irónico), Roy Thomas… que rematan la experiencia de poder tener entre las manos un trabajo que abarca 80 años de vida editorial. Toca esperar un poco, pero los cien años se presentan apasionantes.
Guion - 7.5
Dibujo - 7.5
Interés - 9
8
Recomendable. 100%
Valorar un tomo con diversas historias es simpre dicifil. Hacerlo de un que recorre los 80 años de un personaje aún más difícil. Es una obra para los muy fan de Flash. Un tomo para los que quieras tener una foto fija de sus 80 años editoriales. Un tomo impresionante que se muestra equilibrado en su selección.
Con Flash es (casi) el único caso en el que podemos inflar el pecho acá en Argentina, ya que DC/Perfil editó (en la época que estaba la serie de TV) los números de Baron y Guice, y luego los de Messner-Loebs, a lo largo de 50 números (bajo el increíble nombre de Flushman, pero esa es otra larga historia…). Obvio que en el momento de mayor calidad de la historia de DC (la VERDADERA Edad de Oro, la post-Crisis), con el Superman de Byrne, el Batman de Miller, Starlin, Aparo & cia, la WW de Perez, la LJA de Giffen, etc., Flash no era el comic más perfecto, pero hay historias y personajes muy buenos a lo largo de esas historias de Wally que quedaron inéditas en Europa: el Kilg%Re, el Grueso, la droga V5, toda la historia del «Puercoespin» (mi favorita, en la que Wally, cuando recupera su supervelocidad, casi devasta EEUU), todos los secundarios, los crossover con Millenium e Invasion!, el triptico de Grodd (que se publicó como un especial en Grandes Historias)…el último número que edito Perfil (no se a que corresponde USA), en el que se cerraban un montón de tramas y Wally obtenía el traje que usaría a lo largo de los ´90 para mi era el mejor candidato para ser recopilado. En fin, una etapa no perfecta, pero a la cual le guardo un gran cariño.
Excelente etapa, conservo los cincuenta números de Perfil (alcanzaron el número cincuenta USA, de hecho fue la única colección que publicaron sin saltear números además de LJE y Aventuras de Batman). Los personajes secundarios muy tridimensionales, el héroe muy humano, con defectos, fallas, errores, va aprendiendo e incorporando cosas a lo largo de su camino. Muy buena etapa, la descargué de Comixology hace unos meses y la releí hasta el final de la etapa Messner Loebs (creo que es el número 61 USA), nunca pude con la etapa posterior de Waid por el cambio de tono y de personajes secundarios radical que hizo. A propósito de esto hace un par de años en un artículo de CBR revelaron que según Waid él quería contar con dichos personajes, pero Messner Loebs pidió llevárselos a Wonder Woman (donde finalmente no los utilizo), vaya uno a saber si será verdad o si simplemente Waid quería un cambio de tono
Con la nota me dieron ganas de seguir donde me quede…hace 25 años!! Si, de Messner Loebs llegaba al #61, me lei los 11 números de un tirón, tiene un lindo cierre, centrado como siempre en lo importante:los personajes, dando el pie al romance con Linda. Si me costaba y me cuesta Laroque (esos arcos cigomaticos enormes!). Asi que, cumplido el hueco, no me queda otra que empezar de una vez un eterno pendiente: Waid y Johns.
Los números de Baron/Guice en los que debutaba Wally eran MUY buenos. Pena que nunca se hayan reeditado….
Realmente Messner-Loebs es uno de los olvidados, que hizo un buen trabajo en Flash, practicamente creandole una identidad a Wally que despues explotaria con Waid.
Como dije (aproveché las vacaciones), terminé lo que me faltaba de Messner-Loebs post DC/Perfil y finalmente me metí con Waid…voy por el número 100 y se me piantó una lágrima. La verdad que es mucho mejor de lo que pensaba. SI bien Baron y M-L sembraron algunas semillas, es tremendamente épico lo que escribió Waid. No puedo dejar de leer. Creo que si no fuera por los inevitables novenchotismos adquiridos de Larroque, Weringo (todos parecen Michelin!!), Larroca, etc., sería un Top 10 de las series regulares de la historia. Y no puedo evitar que Perfil justo canceló a la puerta de editar en forma exclusiva para Argentina esta etapa…
Si, estuvo claro desde siempre: había una revista de chimentos (que vendía miles de ejemplares) que se llamaba Flash, por eso no podían nombrarlo igual. Cuenta Accorsi años después que se barajaron varios nombres (The Flash, Universo DC presentá: Flash, Aventuras de Flash, etc., ) y eligieron el peor: el hombre inodoro. Lo más loco es que muchas veces en el interior o en la LJE le decían Flash…pero si no fuera así no tendría el toque inolvidable de esas ediciones, en mi caso LA razón para unirme a DC por siempre.