Flash de Mark Waid. Parte II.

Waid corre de la mano de Flash camino de la grandeza, y nosotros los acompañamos.

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A estas alturas (1994), Mark Waid ya se había establecido como el guionista estrella (y, no lo olvidemos, revelación) de la serie de Flash. Pero su trabajo no había hecho más que empezar.

Waid ya había pisado el acelerador para convertirse en el guionista de moda del momento y en la leyenda de toda una generación. Pero Capitán América y Kingdom Come todavía no habían llegado, y Waid tenía que «conformarse» con Flash y con su papel de escritor en la serie de segunda fila Legión`93.

Pero es de suponer que aún así estaría bastante contento, teniendo en cuenta que era un apestado poco tiempo atrás, y que estaba capeando las olas del temporal más grande que golpeaba al comic americano desde los años 50.

En 1993, las estrellas de Marvel (estrellas en el más amplio sentido de la palabra, y si no que se lo pregunten a Spike Lee) dejaron el barco y fundaron Image, una editorial en la que esperaban conservar los derechos de propiedad intelectual de todas sus ideas. El problema era que en Image no había ninguna idea en absoluto. El propio nombre de la editorial lo decía todo, y el resto de editoriales se lanzaron como locos a imitar su estilo MTV.

Podría decirse que los lectores maduros tenían tres tablas de salvación donde agarrarse en medio de este temporal: las pequeñas editoriales indies que empezaban a despuntar, Vértigo…y el Flash de Mark Waid. Esta situación no tardaría en cambiar, y la colección del velocista escarlata demostró ser más un puente o un paréntesis necesario que un cambio perdurable.

Flash:Impulso
 

Edición original: Flash núms. 84-94 USA, Flash núm. 0 USA, Justice League Quarterly núms. 5-6 y 8-9 USA.
Edición nacional/ España: Flash: Impulso (ECC Ediciones)
Guión: Mark Waid
Dibujo: Carlos Pacheco, Eduardo Barreto, Kris Renkewitz, Mike McKone, Mike Wieringo, Rob Haynes, Rod Whigham.
Formato: Cartoné, 448 págs. A color
Precio: 38,50€

 

Es cierto que tras la montaña rusa emocional que supuso el anterior arco argumental, los primeros números de este tomo son, en comparación, un tanto flojos. Pequeños episodios donde Waid repite la misma fórmula que había vuelto a poner en el candelero a esta colección: un héroe maduro viviendo aventuras con regusto clásico y grandes dosis de humor y emoción.

No obstante, el siguiente gran punto de inflexión de la colección no tardará en llegar. Como comentamos en el primer artículo de esta serie, el theme o eje argumental alrededor del cual Mark Waid había decidido cimentar su etapa era el concepto de legado. Mejor dicho, el concepto de paternidad, entendido este a la manera tradicional del género de superhéroes. Es decir, un traspaso gradual de competencias y responsabilidades entroncadas alrededor de la guerra y el instinto protector.

Waid, guionista inteligente como pocos, sabía que el camino lógico para seguir avanzando en esa línea (y ya que ya había resuelto los conflictos paternofiliales de Wally West) era presentar al «hijo» de Flash.

Bart Allen, mejor conocido como Impulso, cuenta con una historia personal tan interesante como enrevesada. Antes de que Barry Allen muriera luchando contra El Anti-Monitor en Crisis en Tierras Infinitas, vivió unos breves momentos de paz junto a su mujer, Iris Allen, en el futuro. Allen volvió al pasado para morir, e Iris se quedó solo con dos mellizos. Estos dos mellizos, Don y Dawn Allen, tuvieron hijos a su vez. Bart era el hijo de Don, continuando la línea hereditaria masculina de la que hablábamos antes: Jay Garrick- Barry Allen – Wally West – Don Allen – Bart Allen.


Bart Allen, a.k.a Impulso.

No obstante, no era este, evidentemente, el conflicto principal de Bart Allen. La fuerza de la velocidad había actuado de manera extraña en él, provocando un crecimiento totalmente acelerado y descontrolado. Si su mente seguía siendo la de un niño de dos años, su cuerpo era el de un crío de cinco o seis veranos. Sumándole a todo esto la supervelocidad, era obvio que Bart se convertiría en un tornado muy difícil de controlar.

Su abuela, Iris Allen, no se veía capacitada para criarle, de modo que viajó al pasado, y le encomendó a su sobrino, Wally West, que se ocupará del joven Impulso. Un lío ¿verdad? Pues esto no había hecho más que empezar.

Adelantándose en el tiempo a la retrocontinuidad que tan de moda se pondría diez años después, Waid extendió el legado de los velocistas escarlatas hacia el pasado. Cuando Wally West se dio cuenta de que tutelar a Bart Allen era una tarea suprema, le pasó el testigo a Max Mercury, un corredor y viajero del tiempo a quien los indios conocían como «el que corre más que el viento». La serie de Flash no dejaba de innovar y plantar semillas que germinarían en décadas posteriores.

Max Mercury

Es también especialmente reseñable que a estas alturas de la época Waid en Flash, los dibujantes empezaron a destacar, de dos maneras diferentes y por dos motivos diferentes. Mike Wieringo, que a la postre acabaría convirtiéndose en compañero inseparable de Waid, comenzó aquí a perfilar su peculiar estilo cartoon con toques de hiperrealismo y manga, muy expresivo, dinámico y atractivo.

Por otro lado, fue en Flash donde los pioneros españoles del comic de superhéroes realizaron sus primeros trabajos. Carlos Pacheco y Salvador Larroca plantaron la bandera del comic patrio con un estilo clásico, típicamente superheroico, que no tardaría en quedar un tanto desfasado y convertirse, por tanto, en algo entrañable.

Porque la aparición de Impulso coincidió en el tiempo, más o menos, con la aparición de nuevas influencias y técnicas que revolucionarían la producción industrial de superhéroes para siempre.

Por un lado, el manga comenzaba a llegar de forma masiva a las costas estadounidenses. Akira, Dragon Ball o Ghost in the Shell pronto contagiarían a una nueva generación de autores, tanto en el aspecto hipercinético y más superficial (Humberto Ramos, Joe Madureira o J.Scott Campbell como ejemplos claros), como en sus ilimitadas posibilidades narrativas (Brian Hitch, por ejemplo).

La segunda gran revolución vino de la mano de las nuevas técnicas de impresión digital, que permitieron desterrar a la clásica gama de cuatro colores («la simbología divina de los superhéroes», en palabras de Scott McCloud), y crear nuevos mundos llenos de colores vivos, estridentes, y reflejar pictóricamente la infinita gama de grises del mundo real.

Flash se convirtió en un puente entre dos épocas y dos generaciones.

Cuando Humberto Ramos se hizo cargo (junto a Mark Waid) de la nueva serie protagonizada por Impulso, se hizo evidente que Flash se había convertido, tanto a nivel diegético como extradiegético, en una especie de parábola sobre la necesidad de cambiar y evolucionar, en un puente que uniría dos generaciones y dos modos de entender el comic americano.

Flash: Velocidad Terminal
 

Edición original: Flash núms. 95-107 USA, Flash Annual núm. 8 USA, Underworld Unleashed núms. 1 a 3 USA.
Edición nacional/ España: Flash: Velocidad Terminal. ECC Ediciones.
Guión: Mark Waid, Michael Jan Friedman, Tom Peyer.
Dibujo: Carlos Pacheco, David Brewer, Howard Porter, Humberto Ramos, Óscar Jiménez, Roger Robinson, Rom Lim, Salvador Larroca.
Formato: Cartoné, 496 págs. A color.
Precio: 41,50€ .

 

Por la época en la que se publicaron los primeros números incluidos en este volumen, Waid ya escribía sus primeros comics para Marvel, iniciando una relación que (con sus encuentros y desencuentros, sus obras maestras y sus tebeos olvidables) se ha extendido a lo largo de más de dos décadas.

Y aunque nos estemos adelantando un poco en el tiempo, no podríamos pasar por alto en estos números de Flash el hecho de que Waid utiliza aquí por primera vez una herramienta argumental que repetiría después prácticamente hasta el hartazgo: las conspiraciones extranjeras contra el mundo libre y sus defensores.

Las peripecias y los combates de Wally y Bart contra la organización criminal conocida como Kobra no dejan de ser aventuras divertidas repletas de acción, pero nos permiten poner sobre la palestra el conflicto ideológico inherente a los «comics de papá» que por aquel entonces escribía Waid, y que germinaría en posteriormente en obras como Capitán América o Kingdom Come.

Como escribe Julio Embid en su libro Con capa y antifaz: La ideología del superhéroe, la mutabilidad privativa del concepto de vigilante enmascarado propicia que el carácter de los dioses hechos de papel y tinta dependa en buena medida de la sensibilidad del artista encargado de narrar sus aventuras. No obstante, como también sostiene Embid, la naturaleza del héroe americano es fundamentalmente conservadora. O al menos, su naturaleza esta profundamente ligada a conceptos conservadores como el capital económico (Batman, Iron Man), el mundo rural y la religión (Superman), o la idea de nación liberal (Capitán América).

No es extraño, por tanto, que un nativo del medio oeste como Waid sienta una especial predilección por esta faceta política del héroe enmascarado, al igual que los guionistas británicos de la generación anterior se expresaran críticamente contra lo que, en esencia, consideraban una encarnación más del imperialismo cultural norteamericano, como hicieron los hippies que les precedieron.

O´Neil, Moore, Miller, Morrison, Waid, Ellis…Todos ellos tuvieron la suerte de que sus inclinaciones «naturales» coincidieran en el tiempo con lo que el medio demandaba en aquel momento. Si el comic necesitaba un revulsivo artístico, allí estaban los punks británicos. Si el comic necesitaba volver a las raíces, allí estaría el conservador (aunque siempre critico) Mark Waid (quien también ha demostrado ser capaz de encargarse del único superhéroes de izquierdas de todo el panteón superheroico: Daredevil).


¿Que bulle en la cabeza de Mark Waid?

Este tercer tomo de la (nunca está de más decirlo) fantástica recopilación en tapa dura con ánimo completista realizada por ECC de la etapa de Mark Waid, se completa con un evento de tres números conocido como Inframundo desencadenado.

Este pequeño paréntesis en las tramas principales de la colección, no puede dejar de verse como otro más de los (maravillosos intentos) que DC llevó a cabo para intentar fusionar las diversas esferas de realidad que convivían en el Universo DC. Hasta los propios lectores lo olvidamos en ocasiones, pero Superman y los muchachos de La Legión de Superhéroes del año 3000 comparten espacio vital con Satanás, los ciudadanos del planeta Meta y Prez, el chico presidente.

En Inframundo desencadenado, un demonio llamado Nerón recorre el Universo DC ofreciendo tanto a héroes como a villanos su mayor deseo a cambio, como no podía ser de otra forma, de su alma. Será Flash quien reciba una de las ofertas más tentadoras: resucitar a su tío, Barry Allen.

Si hay algo que se le pueda achacar a la mítica etapa de Mark Waid es el constante baile de dibujantes, por otro lado un mal inherente a la propia industria del comic americano. Especialmente sangrante es el caso de Oscar Jiménez, otro dibujante español de gran talento que fue vetado por los editores de DC tras realizar este y otros encargos para la editorial.

Pero en general, la serie de Flash era (y sigue siendo) una de las mejores colecciones superheroicas de los años 90, y de toda la historia de DC. Y lo mejor de todo es que las mejores aventuras todavía estaban por llegar, como descubriremos en la tercera parte de esta serie de artículos. Grant Morrison y La Liga de la Justicia asomaban en el horizonte.


Mark Waid: El corazón y el alma de Flash.

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sparkyal
sparkyal
Lector
28 febrero, 2019 20:19

Dos preguntas:
¿Por qué fue vetado Oscar Jiménez?
¿El último tomo que venía con páginas desordenadas ha sido reeditado correctamente?
Tengo la miniedición de Planeta y quiero pillar ésta pero sólo lo haré si todos los tomos están bien, no voy a comprar un tomo de 40 euros con las páginas desordenadas y no voy a empezarla si no puedo completarla.

sparkyal
sparkyal
Lector
En respuesta a  Pablo Menendez
1 marzo, 2019 21:38

Gracias

Cerock
Cerock
Lector
4 marzo, 2019 15:37

La mejor estapa de Flash en su historia es la de Waid, lástima que mucho de lo memorable que realizó se perdiera con el renacimiento.