“El conocimiento es una posesión preciosa… pero puede ser un alma de doble filo! ¡Usadlo con sabiduría, Meemir!”.
La Colección Sin Fronteras de la editorial Dolmen, dedicada al cómic de prensa norteamericano, va a buen ritmo. Tiene en su haber grandes logros, diría que históricos, como son las magníficas ediciones de Prince Valiant, Terry and the pirates o las dailies de Johnny Hazard… también algunos productos discutibles – las sundays de Mandrake el mago en blanco y negro – y otras colecciones que son más discrecionales como la etapa de Burne Hogarth al frente de la strip de Tarzan.
Sin embargo, acaba de aterrizar a la colección uno de los lanzamientos más esperados para los amantes de las strips norteamericanas; una serie que se ha publicado en múltiples ocasiones en castellano, pero siempre de una manera chapucera – las tiras diarias a color, remontada, en desorden, clausurándola casi al comenzar… – y nunca ha tenido hasta la fecha una edición digna del enorme interés y la enorme calidad de la obra. Se trata de
Una gran panorámica general preside la primera viñeta de la primera tira diaria del 19 de noviembre de 1951. Observamos un cohete iniciando su despegue, mientras en un plano más cercano operarios y público general lo observa alzarse entre enormes estructuras industriales. Un texto describe, literariamente, la escena: “Una noche fría de invierno, un cohete se eleva en los cielos de Ohio, desprendiendo rojas nubes de fuego. ¡La expedición X-3 parte hacia Júpiter!” y un padre le exclama a su asombrado niño: “¡Échale un buen vistazo, hijo! ¡Puede que nunca volvamos a ver a esa nave!”.
Se trata de un comienzo muy original para una serie de ficción fantástica de aquellos años. Un inicio innovador, con un tono costumbrista, casi de reportaje periodístico que supone una auténtica declaración de principios. Dan Barry se confesaba fan de Alex Raymond pero no de su personaje y como los responsables del syndicate le habían dado carta blanca, decidió adaptar la serie a los nuevos tiempos, dándole un enfoque menos fantástico y más científico, siempre dentro de las limitaciones del medio y de la época. Como eslogan podríamos decir que cambió la espada por la pistola de rayos.
Pero hizo mucho más; la llegada de Barry a la strip en 1951 supuso una auténtica revolución por varias razones. En primer lugar, significó un relanzamiento de las tiras después de siete años de hiato. Porque la agencia distribuidora y propietaria de la serie, King Features Syndicate, decidió parar las dailies en 1944. En cambio, las páginas dominicales siguieron publicándose de manera independiente tras la marcha de Raymond, en un primer momento a cargo de Austin Briggs y más tarde por Mac Raboy.
El dibujante de Indiana Jones introdujo, además, numerosos cambios para diferenciarse de todo lo realizado hasta la fecha. La primera y principal modificación es de registro. Si el Flash Gordon de Raymond era pura space opera; es decir una traslación de los argumentos de las novelas de caballería al futuro y ubicados en planetas desconocidos, el planteamiento de Dan Barry es de ciencia ficción que suele ser un intento de reflejar nuestra sociedad en tiempos futuros y lugares remotos. Para ello se dotó de un personaje protagonista mucho más humano, de secundarios más activos y de unos argumentos que en cierta medida difieren bastante del puro torneo caballeresco. Su primera historia, tras el despegue del cohete que hemos narrado, transcurre en una prisión espacial y contiene elementos del género negro en su variante más carcelaria. Es un argumento que ya había explorado en formato comic book en la revista Crime Does Not Pay #48 de noviembre de 1946 con el título de Mutiny on the Rock.
Para la segunda aventura los personajes se trasladan a un planeta helado y la historia presenta unas características más parecidas a la etapa clásica de la strip ya que nos encontramos con una hermosa reina, con un regente malvado y con un Flash Gordon que se erige en el esforzado opositor al régimen autoritario que se establece… aunque acabe bastante magullado y se le noten los efectos de una paliza durante varias semanas.
Quizás porque empezó a temer el riesgo de repetir esquemas, por la falta de ideas o por el trabajo excesivo, es en este momento cuando el guionista Harvey Kurtzman empieza a colaborar con Dan Barry en la serie. Concretamente el debut se produce en las tiras del torneo en el circo de la Ciudad de Hielo, hacia el 8 de abril de 1952. Kurtzman estuvo en la strip exactamente un año, hasta la conclusión de la historia titulada El señor Murlin, del 20 de abril de 1953, y desconocemos si participó en la creación de los chicos del espacio que fueron presentados en la aventura siguiente.
El creador de la revista Mad aportó a la serie muchas ideas innovadoras, desde el concepto de la ciudad condenada de su primera aventura a invenciones tan originales como el argumento de El bosque horripilante, la caja del tiempo o la asombrosa máquina bautizada con el horrible nombre de Cornucopiak; una especie de impresora digital, pero a lo bestia, o en un símil mucho más comiquero, una shmoo mecánica y electrónica. Además, Kurtzman introduce un cierto hálito humanista, un enfoque solidario mucho más cercano al público medio norteamericano que el abstracto código caballeresco que predominaba en casi todas las series de space opera.
Barry admiraba el talento de Harvey Kurtzman pero le irritaba su método de trabajo que consistía en presentar un guion literario acompañado de un desglose gráfico muy detallado de la acción. Eran esbozos donde la progresión narrativa estaba perfectamente definida y que condicionaban en demasía el trabajo de Barry, o eso afirmaba en las entrevistas. Por ello, y porque Kurtzman cada vez tenía más trabajo como editor y autor en la editorial EC, sus caminos se separaron en abril del 53 y Barry continúo solo hasta que llegaron otros escritores.
¿Y de Kurtzman que nos ha quedado? Pues cierta propensión argumental hacia un humanismo ligeramente optimista, reivindicativo y avanzado. Lejos de la fe ciega e ingenua hacia la ciencia de décadas anteriores, el guionista expone una filosofía que privilegia la fraternidad, la justicia y la igualdad. Un futuro esperanzador que proporciona el progreso, pero si es controlado por la razón y por una cierta ética solidaria proveniente de la mejor tradición judeocristiana. Historias como Tártaro, El bosque horripilante o la primera parte de Los chicos del espacio exponen y denuncian de una manera suave y alegórica las peores taras del capitalismo radical; la opresión del pueblo mediante la ignorancia y el consumismo desaforado. Conocimiento con control; es la idea clave usada por los responsables de esta etapa de la serie que tienen como mérito, además, el hecho de construir unas tramas sólidas, cercanas, emocionantes, atractivas y pobladas de personajes originales y carismáticos.
Más tarde llegarán escritores como Harry Harrison, Sid Jacobson y otros, además del propio Barry, que crearán tramas menos comprometidas, más nihilistas, mucho más modernas incluso… pero hay que reconocerle a Harvey Kurtzman, y a los que le apoyaron, la valentía de ofrecer en un producto mass media y en plena histeria macartista, unas historias valientes y levemente progresistas. Son aventuras parecidas a ciertas películas de acción realizadas por la industria cinematográfica de Hollywood en aquella época como El halcón y la flecha (1950) de Jacques Tourneur con guion de Waldo Salt, El temible burlón (1952) de Robert Siodmak con guion de Roland Kibbee e incluso la asombrosa El hidalgo de los mares (1951) de Raoul Walsh.
Gráficamente, esta larga etapa de la strip tiene también múltiples autores. Su principal responsable, el que firma y coordina todo el producto es Dan Barry. Pero durante muchas etapas contó con ayudantes no acreditados que le secundaron y aportaron su talento en el entintado e incluso en los bocetos. Son artistas de la magnitud de Frank Frazetta, del único Jack Davis, de Al Williamson e incluso de su hermano Sy Barry. Y estos son los reconocidos, porque al mirar detenidamente algunas tiras podemos intuir en el arte de otros colaboradores como Roy G. Krenkel, especialmente en el pasaje del bosque terrorífico o incluso de Angelo Torres, miembros los dos – junto a Williamson, Frazetta y otros – del grupo artístico llamado The Fleagle Gang, como los bautizó Kurtzman en alusión a una conocida banda de ladrones de principios del siglo XX.
Pero a pesar de las diferentes manos implicadas, la tira mantiene una coherencia estilística notable y una calidad altísima. Flash Gordon de Dan Barry se distingue por su narrativa cinematográfica, llena de secuencias de acción perfectamente coreografiadas y por un equilibrio perfecto entre claridad expositiva y la riqueza de decorados y paisajes. La figura humana es el centro de las historias, los protagonistas están perfectamente definidos y los secundarios tienen personalidad y atractivo. El entintado es rotundo, elegante y preciso y dependiendo del estilo de la historia – o de los colaboradores – se privilegia la mancha densa, el rayado manual o la trama mecánica para los fondos, definidos siempre de forma impecable. La iluminación es expresiva y puntúa de manera acertada las situaciones emocionantes del relato. Al menos en sus primeros años, Dan Barry y equipo consiguen unir lo mejor de la clásica espectacularidad del arte de Alex Raymond con el realismo cotidiano de las strips de después de la Segunda Guerra Mundial. Una buena muestra de ello es la historia titulada Los chicos del espacio, la última de este tomo, donde la serie alcanza una de sus cumbres artísticas, con innovaciones como dividir una viñeta de la tira en cuatro acciones para describir una pelea entre muchachos.
Todo esto contribuye a que esta serie sea la punta de lanza de una segunda edad de oro de las strips norteamericanas, una eclosión que coincide con el final de la Segunda Guerra Mundial y que en su variante realista o aventurera cuenta con obras tan influyentes como Rip Kirby de Alex Raymond, Tarzan de Russ Manning, Casey Ruggles y posteriormente Lance de Warren Tufts, Mary Perkins, on stage de Leonard Starr, la original Ben Casey de Neal Adams, The heart of Juliet Jones de Elliot Caplin y Stan Drake y por supuesto la que estamos analizando en esta reseña.
Daniel Barry (1923-1997) nació en Long Branch en el estado norteamericano de New Jersey. Su hermano menor Seymour Sy Barry también fue historietista, conocido por encargarse de la strip clásica The Phantom durante más de treinta años.
La carrera de Dan Barry se distingue por la alternancia de sus trabajos entre la industria de los comic books y las strips sindicadas para la prensa. Sus inicios se sitúan antes de la Segunda Guerra Mundial cuando colaboró con editoriales pioneras del comic book como Fawcett, Hillman Periodicals, Street & Smith Comics, Feature Comics y Novelty Press en series como Blue Bolt, Captain Midnight, Airboy o Doc Savage.
Tras servir en las fuerzas aéreas en la gran contienda, colabora en la serie Tarzan para la prensa como ayudante sin acreditar de Burne Hogarth. En este período también trabaja como free-lance para diferentes compañías de comic books como Lev Gleason en Crime Does Not Pay o DC con dos series; Vigilante y Big Town donde dejará muestras de su arte elegante, claro y atractivo que será una referencia durante varios años en el mundo del comic book. En 1948 y durante un breve espacio de tiempo se encarga de las dailies de la strip de Tarzan, substituyendo efímeramente a Burne Hogarth que volverá a retomar la serie hasta 1950.
La empresa distribuidora King Features Syndicate se fija en Barry para relanzar las tiras diarias de su serie Flash Gordon, en 1951 tras siete años de pausa. Las páginas dominicales corrían a cargo de Mac Raboy por esta época. Dan Barry le imprime un estilo más moderno a la strip, adaptándola a su tiempo y convirtiéndola, otra vez, en una serie de referencia. En 1967, tras la muerte de Raboy, se encarga también de las páginas dominicales. Durante los casi cuarenta años de permanencia, Barry contó con numerosos ayudantes en los guiones como Harvey Kurtzman, Harry Harrison, Syd Jacobson o Bob Kanigher y en el arte con Frank Frazetta, Jack Davis, su hermano Sy, y también Al Williamson, Fred Kida o Bob Fujitani que llegaría a ser esencial, especialmente en las sundays.
En 1986, se encargó durante unas semanas de la strip de The Amazing Spider-Man. Dejó Flash Gordon en 1990 a causa de las reducciones presupuestarias en la empresa distribuidora, sus sucesores fueron el equipo formado por Ralph Reese, Bruce Jones y Gray Morrow. A partir de entonces Barry realizó diversos trabajos alimenticios entre los que destacan su versión del personaje de Indiana Jones o algunos comic books de Predator para la editorial Dark Horse e incluso series pornoeróticas como Slim & Nun o Doctora Dare para Penthouse Comix, esta última serie junto a artistas de la talla de Gray Morrow y Alfonso Font.
Dan Barry ha sido considerado como uno de los principales representantes de un estilo claro, sofisticado y elegante que fue el más prestigioso durante varias décadas en la industria del comic book norteamericano, una forma de dibujar proveniente de la órbita del gran Alex Raymond que algunos bautizaron como el New York Slick y que contó con practicantes tan ilustres como Leonard Starr, John Prentice, Ken Bald o Stan Drake, perdiendo su vigencia con la llegada de la silver age y los cómics de superhéroes.
La edición de este primer tomo a cargo de Dolmen Editorial es excelente. Contiene las siguientes historias:
La prisión del espacio (19/11/1951 a 16/02/1952)
La ciudad de los hielos (18/02/1952 a 14/06/1952)
Los hombres mariposa (16/06/1952 a 09/08/1952)
Tártaro (11/08/1952 a 18/10/1952)
El bosque horripilante (20/10/1952 a 30/12/1952)
Mr. Murlin (31/12/1952 a 20/04/1953)
Los chicos del espacio (21/04/1953 a 24/10/1953)
Son casi dos años de tiras diarias que están impresas de la mejor manera posible y con un buen papel. Si la comparamos con las dos ediciones de referencia como son la que realizó en España la editorial Panini en 2011 y la edición británica de Titan Books del 2016, podemos comprobar que la reproducción es casi idéntica a la inglesa. El tamaño es algo menor que la de Titan y casi igual que la de Panini. Además, esta edición contiene las mismas historias que el volumen de Titan y ambas tienen una más que el tomo de Panini que clausuró la colección tras publicar tan solo el primer volumen. La edición de Dolmen cuenta con un amplio texto introductorio a cargo del director de la Colección Sin Fronteras, Rafael Marín y el precio es alto pero no abusivo.
Por todo ello crucemos los dedos y esperemos que – esta vez sí – la colección iniciada por Dolmen Editorial tenga una navegación plácida y segura para que nos lleve nuestro destino. En este caso sería – como mínimo – más allá de las estrellas, donde se produjeron las asombrosas batallas que Flash Gordon mantuvo contra los Skorpi.
Si en un futuro no muy lejano podemos disfrutar de esta rivalidad galáctica que tanto influyó en algunas editoriales de cómics superheroicos, si podemos acompañar a nuestro protagonista por estos escenarios tan sugerentes y llenos de epopeyas siderales, entonces se habrá saldado otra deuda pendiente contraída por nuestras editoriales desde hace muchas décadas. Si esto sucede, los lectores de cómics en castellano tendremos nuestras estanterías más repletas, nuestros bolsillos un poco más vacíos y muchos menos argumentos para seguir instalados en la queja perpetua, que ya va siendo hora…
Salut!
Guión - 9
Dibujo - 9.5
Interés - 9.5
9.3
Reborn
Un nuevo enfoque para un clásico de toda la vida. Muy interesante y gráficamente excelsa
Del dibujo nada que objetar es maravilloso en todos los sentidos, en cuanto a los guiones discrepo para mi no son de 9 y me ha costado terminarlo, creo que han envejecido bastante mal quizás son algo mejores que los de Alex Raymond pero me siguen resultando bastante flojos en general, son de una ingenuidad y con una falta de coherencia argumental que hoy en día creo que no pasan el corte.
Gracias por tu reseña, Tristán. Como siempre, logras contagiar tu entusiasmo y pasión por todo este material que amamos los lectores más veteranos. Creo que el trabajo de Dan Barry y sus ilustres colaboradores fue fundamental para la vigencia del personaje y así como hablas de una segunda edad de oro en las strips, haría extensivo el concepto y aseguraría que esta es la segunda edad de oro para el querido Flash Gordon.
Cuando era joven, allá por el año 1990, coleccioné la edición que hizo Tebeos S.A. tanto de Príncipe Valiente como de Flash Gordon, y llevado por mi ignorancia, el dibujo de las tiras diarias Dan Barry me pareció muy pobre en comparación con las últimas y apolíneas páginas dominicales de Raymond, así que dejé la colección. Hace poco, 30 años después, he tenido la enorme suerte de poder conseguir esa edición completa de 67 cuadernos por un precio irrisorio y al fin resolver esa deuda con Barry y con algunos de sus entintadores (no recuerdo quien hacía las tintas hacia el año 60/61, pero es una verdadera maravilla sobre todo en la expresiones faciales). Tras saber apreciar a Alex Toth y a todos sus «nietos actuales», Dan Barry se ha situado para mí en ese podio ideal de dibujantes que a base de un dibujo aparentemente sencillo son capaces de contar historias de una forma limpia y ordenada, sin excentricidades que luego tengan que ser pagadas por el prematuro envejecimiento de su estiloo la imposición del carácter del autor sobre la obra (como por ejemplo Sienki en los Nuevos Mutantes).
En cuanto a los guiones, por una parte, una recopilación de tiras diarias sufre de pesadez, repetición y lentitud necesariamente porque no es el formato para el que fue pensado, ya sea Terry y los Piratas o Flash Gordon. Por otra parte, y en cuanto a la temática, veo una cierta indecisión en cuanto a qué tipo de ci-fi quiere apuntar, si bien a la más tecnológica y de anticipación (como pueda ser esa prisión espacial), o más a la space-opera en la tradición de Raymond (o Burroughs) con esos encuentros con civilizaciones alienígenas/historicistas. Va dando tumbos y a menudo chirrían entre ellas.
sibaix,
puedo entender lo que te pasa con el guion, pero no coincido contigo. Creo que uno tiene que entender la época y las circunstacias de cada obra y aun así, esta etapa de Flash Gordon contiene momentos que destacan y mucho por encima de la media de las strips y de los comic books, incluso actuales. Es lo que he intentado explicar.
Nippur,
Un placer compartir con vosotros esta afición y efectivamente Barry le dio nueva vida a esta strip.
pelayo,
el principal problema con el Flash Gordon de Barry es que muchas de las ediciones anteriores destrozaban el arte. Desconozco la calidad de esta que me comentas, pero solo ahora podemos apreciar en su medida la magnitud de la strip con ediciones como la de Titan o esta de Dolmen que esperemos abarque toda la mejor época de la serie.
En cuanto al guion, estoy más de acuerdo contigo que con sibaix; los podemos acusar de erráticos e incluso incoherentes pero es un mal común en los cómics de prensa. Hay pocas series que guarden una coherencia argumental perfecta en toda su trayectoria: Prince Valiant, Terry and the Pirates, Krazy Kat, Rip Kirby y algunos ejemplos más… En cambio disfrutamos de momentos e historias memorables y unos argumentos mucho más adultos que en los comic books. A mí me parece que el Flash Gordon de Dan Barry sí que pasa el corte.
Gracias a todos por comentar.