Flash de bronce
«Acéptalo tú. Voy a luchar por mi vida»
Cary Bates estuvo relacionado con el Velocista Escarlata, de manera más o menos regular, desde el año 1968 hasta 1985. Su trabajo se puede leer en los números 179, 206, 209-212, 218-292, 294-305, 307-312, 314-350. Un total de 131 entregas, en las que el guionista de Superman selló el destino de Barry Allen con la trilogía que comenzó a principios de 1979, con la muerte de Iris West, y se cerró con el juicio de Barry por asesinato a finales de 1985.
El final de la trilogía (queda por llegar la parte central donde Flash comete el crimen por el que será juzgado) se editó ya hace un tiempo, pero de forma reciente, ECC, ha publicado el inicio de este periplo que se inicia con la peor de las tragedias posibles: la muerte de Iris West.
Habiendo leído el desenlace de la trilogía, emprendemos un viaje al pasado para poder leer los acontecimientos que desencadenaran el juicio que selló el destino final del héroe, según se dice, en el evento, Crisis en Tierras infinitas. Un viaje que pone en marcha Bates para mostrar el lado más oscuro y cruel de la vida de un superhéroe.
La historia comienza con las típicas aventuras de Flash persiguiendo a villanos de lo más variopinto, mientras se explora, de manera superficial, la actual vida de casado de Iris y Barry, su trabajo policial y como estas tres facetas mas erosionando a su matrimonio, su trabajo y por ende su rendimiento como héroe.
Estamos ante historias que funcionan como hilo conductor de la trama central. Una trama que Bates construye a fuego lento, sin prisa alguna, para ir posicionando las piezas en su sitio y disponer del tablero de juego a su gusto para cuando toca comenzar a dejar caer las fichas y jugar con la identidad del asesino de Iris.
Son cómic de 1979, con DC metida en serios problemas empresariales, anclada en un pasado del que no parecía poder salir, viendo como solo los Titanes (que aún tendrían que llegar para demostrar como se podían hacer las cosas de otra forma en DC) y la Legión de Levitz son los baluartes de la nueva DC. Bates demuestra un esfuerzo titánico por añadir ese extra que los lectores demandan con lo añadidos comentados. Ya no estamos frente a un Flash perfecto, controlando a los bajos fondos de la ciudad. Barry tiene una vida desastrosa en lo profesional y en lo personal, porque para ironía de los lectores, ser el hombre más rápido de la Tierra de poco le sirve a la hora de gestionar su vida cuando no viste de rojo.
Pero que lo intente no significa que logre aportar naturalidad a lo que cuenta. Su trabajo peca de drama forzado, mientras apenas rasca la superficie de muchas de las tramas que plantea. Un par de viñetas aquí, un par allá, no son suficientes para aportar ese grado de humanidad que los héroes de DC necesitaban en esos momentos. El conflicto entre el bien y el mal lo es todo y solo queda apartado en momentos puntuales con los que Bates juega para ocultar al lector la identidad del villano que está detrás de la muerte de su mujer.
Y aún con estas pegas, se agradece leer este trabajo precrisis, por su estructura, su construcción global, como inicio de un todo que define a Barry como no se había hecho antes en su serie regular desde que viera la luz al inicio de la Edad de Plata en el mítico Showcase #04 de 1956. Cates utiliza recursos narrativos tan relevantes como la fiesta de disfraces, con el fin de poder crear confusión al lector, dotando de un grado extra sus esfuerzos por añadir sofisticación a la serie. Sin embargo, aún siendo un tomo fundamental para todo aficionado al personaje y al Universo DC, no sería honesto decir que Cates borda el trabajo, pues apenas araña la superficie de la perdida de Iris, dejando todo en manos de un ardid algo forzado que añade un componente extra de dramatismo anacrónico para los aires de cambio que ya imperaban en la industria desde que Marvel había roto las normas con sus colecciones.
Bates si triunfa en dotar de equilibrio a la historia entre la faceta civil de Barry y la de Flash conjugando bien su trabajo y su vida superheroica. Esto hace que el conjunto de la historia se vea enriquecida y se puedan atisbar los destellos del cambio.
En lo visual estos números se reparten entre varios dibujantes. El que firma más números es Alex Saviuk, seguido de Don Heck, para tener en el vagón de cola a Irv Novick y Rich Buckler. Todos ellos siguen una estela muy similar en lo que a estilo se refiere, destacando todos ellos por su rigidez y falta de fluidez en las escenas de acción. Don Heck hace gala de un trazo más sucio y grueso, con algo más de fuerza, logrando ser el que mejor plasma los efectos cinéticos. A nivel de expresiones y lenguaje corporal, así como fondos, en general el acabado final es correcto, sin aspavientos, sin nada que realmente impacte, quedando todo dentro de lo funcional y aséptico.
En la edición de ECC, las portadas de cada cómic aparecen insertadas a lo largo del tomo, lo que es de agradecer y se puede disfrutar el arte de Ross Andru, Dick Giordano y José Luís García-Lopez, lo que hace que los dibujantes de los interiores queden un poco más en evidencia frente a estos titanes de lápiz.
Con la publicación de este tomo se salda una larga y pendiente deuda con los aficionados a Flash y al Universo DC. Un tomo indispensable en toda biblioteca, que capta a la perfección el tono de una DC errática, pero consciente de que debe evolucionar. Un trabajo que cristaliza la esencia de la Edad de Bronce de los cómics, comprendida entre 1970 y 1985. Si Flash inauguró la Edad de Plata, no es descabellado decir que la Edad de Bronce murió con su muerte en Crisis, en una especie de alfa y omega que arrancó con su serie regular, alcanzó su máximo apogeo a principios de 1979 y culminó en 1985 con el peor de los finales. Ahora solo queda esperar la llegada del tercer tomo, el que sirva como enlace entre lo ya publicado y la vieja herida editorial quedará cerrada para siempre en nuestro país.
Lo mejor
• Tener entre las manos un pedazo de la historia de DC Comics.
• El agradable aroma de clásico que desprende.
• La manera en la que cristaliza un momento clave en la historia de DC y del personaje.
Lo peor
• Adolece de los errores de la editorial en aquellos días.
• El dibujo no está a la altura de la lo que se quiere contar.
Guion - 7
Dibujo - 7
Interés - 10
8
Clásico.
Una obra que representa el principio del fin de la Edad de Bronce y el principio del fin de Barry Allen. Un clásico atemporal que adolece de lo mejor y lo peor de una época dura para DC Comics.
Muy buena reseña Gustavo, imagino que te habrá costado ser tan objetivo ;P
Que loco que uno de los personajes más trágicos de DC como es Barry, al hacer esta mezcla conceptual con Wally, queda como el «payaso» de la Liga para el gran público actual. Viendo los años es quizás el primero que empieza a tener tragedias a lo Spiderman (en forma bien tardía en la década…), creo que Aquaman pierde a su hijo más tarde, y muuuucho antes de la tragediocracia de los primeros ´90.
¿Cuando dices Barry como payaso, te refieres a la Liga cinematográfica o a la Liga en los cómics? Entiendo que te refieres al cine. Es interesante lo que planteas sobre que sea una mezcla de Barry y Wally. Para mí es un personaje me plena construcción y su película lo acabará por definir. Queda ver en qué dirección se decantará la balanza.
Tan solo matizar que la perdida de Arthur Jr. se produce en Aquaman #60 y es de febrero de 1978, por lo que es anterior por cosa de un año a la perdida de Barry. Pero vamos están en un suspiro como quien dice. 🙂 Mil gracias por comentar.
Si claro, el cinematografico, el de las pelis animadas del siglo xxi (o sea, la imagen más extendida para cualquiera menor de 30 años), y el post Rebirth es un hibrido de la nada misma, aunque admito que después de Johns no lei nada mas alla de sus participaciones en eventos o La Chapa. Creo que ningun superheroe estaba bien muerto como Barry. Y gracias, no estaba seguro lo de Arthur.
Pues no puedo estar más de acuerdo con lo que Barry debería haber continuado muerto en le Universo DC. Con wally se realizó una de las mejores transiciones de legado de DC, con una serie regular que fue construyendo a un personaje que venía de ser Kid Flash en los Titanes, para luego asumir un manto que le iba grande, transitando por la aceptación y la asimilación de ser Flash. Y todo ello culminó con ser el Flash de toda una generación de lectores.
Personajes que eres vs. personajes que “quieres ser”. ¿Quién no ha sido alguna vez ese Wally dubitativo de Legends? Apartando balas con una barra de plomo. Lo lees una vez y lo recuerdas siempre.
Flash ha tenido siempre malos dibujantes, con Carmine Infantino al frente.
Siempre es demasiado absoluto 🙂 y me vienen a la mente los nombres de dibujantes tan buenos como Carlos Pacheco, Mike Weringo, Oscar Jimenez, Angel Unzueta, Francis Manapul, Daniel Acuña, Greg Larocque, Fernando Pasarin, Brandon Peterson, Howard Porter, Rafa Sandoval…
Es como todo en la vida, hay momentos en los que no ha gozado de buenos dibujantes y en otras ocasiones a tenido a grandes profesionales dibujando sus carreras. 🙂
Carmine?! INFANTINO?!? MAL DIBUJANTEEEEE???!!! Ahora mismo me escribes mil veces en la pizarra «no escribiré más improperios sin estudiar primero» ;P
Jejeje
Buffr,sí,absolutamente de acuerdo. Yo cuando de chaval lo veía en aquellos tebeos de los 80 echaba pestes de él. Lo recuerdo en Los Vengadores y en los Nuevos Titanes, y daba bastante grima.
Muchos años después, ya adulto descubrí que ese dibujante lamentable en realidad era una leyenda en unas horas absolutamente bajas.
Pero sí,el peor Infantino está en un nivel parecido al peor Milgrom o el peor Trimpe. Absolutamente infame, muy malo.
El mejor Infantino sin embargo estaba a un nivel con el que jamás podrían soñar Al Milgrom o Herb Trimpe en sus mejores momentos.
Bueno, el mejor Infantino tampoco es que fuera García López o Romita…
Recuerdo su dibujo en el Nova de Vértice… ufff, escalofríos me entran.