Para toda una generación de lectores Wally West es mucho más que un nombre bajo la máscara roja. Desde que a mediados de 1985 sostuviera el traje de Flash entre sus manos, asumiendo la muerte de Barry Allen, hasta el día de hoy, han pasado muchas cosas en la vida de Wally. Y sin embargo su idilio con los lectores empezó mucho antes en los Titanes. Idilio que llegó a su máxima expresión durante la época de Mark Waid y continuó con Johns, como digno portador del legado que empezó tras Crisis.
Pero el idilio se rompió y no por el abandono de los lectores a Wally, sino por el regreso de Barry Allen, dejando a toda una generación sin “su” Flash, que pasó a ocupar un papel secundario. Tanto fue así que con la llegada de Flashpoint su existencia fue eliminada del Universo DC, desconociéndose su paradero durante todos los Nuevos 52. Hasta que llegó Renacimiento y Wally regresó al Universo DC.
Y a partir de este punto todo se vuelve extraño, editorialmente hablando. Wally estrena uniforme, se une a los Titanes y aparece de vez en cuando en la serie de Flash, mientras se le da a toda su vida un halo de tragedia extrema, pues Linda no lo recuerda y sus hijos, obviamente, no existen.
Y llega Héroes en Crisis. Un trabajo de Tom King, en el que la injerencia editorial se hace fuerte por encima de los intereses creativos y se determina que Wally debe ser el villano de la función. Una miniserie que polarizó a los aficionados.
Y esto deriva en Flash Porvenir, un título, todo hay que decirlo, especialmente bien jugado a nivel de traducción, en el que el equipo creativo, compuesto por Scott Lobdell y Brett Booth, se hacen cargo de tutelar la última gran historia del personaje dentro (o no) del Universo DC. Y esos son los seis números (tres en la edición local) que nos van a ocupar en el siguiente texto.
Flash Porvenir comienza con la aparición de Tempus Fuginaut, una entidad de nueva creación, con la forma de un vigilante protector del Multiverso. Un Multiverso que se ve amenazado por la existencia de un lado tenebroso, oscuro, que consume lo que toca, pero que hasta ahora se mantenía en equilibrio gracias a la entropía que destruía tales mundos. Ante esta situación, el protector del multiverso busca a un héroe capaz de evitar la extinción de todo y ese héroe es, como cabe esperar, Wally West.
Con este planteamiento inicial Lobdell sientas las bases de una epopeya que deambula por varias Tierras del Multiverso, para ir calentando las piernas, ya que apenas son acontecimientos relevantes para la trama, que se siente algo errática en el primer tramo de la miniserie. Errática por como se gestiona la acción, resultando poco estimulante, ayudada por la confusa narrativa que realiza Booth que continúa usando recursos que caducaron hace ya más de dos décadas.
La siguiente entrega estira más la dinámica vista en el primer número y continúa narrando los nuevos viajes de Wally en el multiverso. Sin embargo, Lobdell, ya deja caer pequeñas perlas que estabilizan la trama. Aquí ya hay una preocupación real por el personaje, que busca expirar sus pecados, asumiendo su realidad y dejando salir las emociones que lo tienen atenazado. Son pequeños soplos de aire fresco que oxigenan la historia lo suficiente como para no perder el interés en la misma. Se dibuja una estampa familiar del mayor anhelo de Wally, de su razón para vivir, que muestra la evolución del personaje en el tiempo, desde la muerte de Barry en Crisis.
La tercera entrega es el paso final en esta historia y pone todo sobre la mesa de forma que un lector asiduo al velocista, seguidor de las andanzas de Flash desde los años ochenta, verá en una sola página todo un despliegue de interesantes guiños al lector que, al reconocerlos, despertaran interesantes recuerdos.
Llega el momento de las explicaciones, algo complacientes, algo forzadas, pero necesarias para dar el paso final que lleva a Wally a tener que enfrentarse a su mayor sacrificio. Aquí Lobdell si está acertado y logra transmitir al lector, de forma clara y directa, el ADN que compone a Wally. Un momento emotivo, cargado de desazón, de sensación de perdida, que posee el sabor de las lágrimas no derramadas, agrias y calientes, por el devenir que va a tener que emprender Wally.
Se sigue abusando de los diálogos redundantes, el precio a pagar cuando Lobdell está involucrado, pero llega el cambio, la evolución, la transformación definitiva del personaje que volverá a polarizar a los lectores y aficionados de manera clara y contundente.
Y todo esto se concentra en la última entrega, acrecentándose la sensación de vacío de las dos anteriores. Todo está aquí, concentrado y uno se pregunta las razones para haber dado tantas vueltas. Lobdell se preocupa en explicarlo y al hacerlo se ven las costuras cuando intenta convencer de que lo leído funciona.
El aspecto gráfico es deplorable. Booth es un narrador caótico, lleno de vicios caducos, que acierta de vez en cuando por pura casualidad, demostrando su incapacidad para afrontar un proyecto que hubiera necesitado de un mejor narrador con el que Lobdell hubiera podido ahorrar.
La gran incógnita está en el aire. ¿Qué va a pasar a partir de este momento? Las dudas son muchas, las posibilidades otras tantas. Lo que ocurra a partir de este punto solo DC lo puede saber. La miniserie cumple con su cometido, de forma confusa en lo visual, errática en lo narrativo, pero cierra un ciclo para Wally y abre otro de infinitas posibilidades.
No es la primera vez que a un importante personaje de DC lo someten a un intenso cambio. Hal Jordan fue Parallax, para luego ser el Espectro, y representa el máximo exponente en lo que a cambios se refiere. Hasta ahora. Veremos cuanto dura, como evoluciona y si se sabe jugar con este nuevo juguete, pero sea como sea, lo que depara el futuro a Wally es realmente interesante.
Provocadora e irregular.
Guion - 5.5
Dibujo - 5
Interés - 7
5.8
Un trabajo que abre nuevos campos para su protagonista, pero que se desarrolla con cierta torpeza y un apartado gráfico muy caótico. Una obra que genera sentimientos encontrados y que difícilmente puede satisfacer a la gran inmensa de aficionados a Wally West,
Horrible cómic. Podrían haber puesto un equipo creativo de mínimo nivel para recuperar al personaje. El dibujo me hace sangrar los ojos
¡¡A mí me encantó esta miniserie, la amé de principio a fin!! Scott Lobdell nos da una historia con un ritmo endiablado, divertido y lleno de acción. Es además una historia muy profunda y humana. Es la desgarradora historia de un hombre que lo perdió todo, sus amigos, sus hijos, su universo… Desde entonces la realidad hizo todo por erradicarle, [spoiler title=»y cuando por fin lo recupera todo tras un largo viaje, se ve obligado a sacrificar su personalidad y sus sentimientos, sentándose en la silla de Mobius para salvar el Multiverso.»]
Simplemente hermoso.
Y a mí me gusta Brett Booth. No es un mago de la narrativa pero a mí me pareció bastante aceptable.
En conclusión, adoro este cómic. Viva Wally West.
Viendo la muestra de las páginas interiores, duele pensar lo que habría mejorado este cómic sólo con que Doc Shaner no se hubiese encargado únicamente de las portadas…