Fragmentos del mal

 

Edición nacional: ECC Cómics
Autor: Junji Ito
Formato: Rústica, 224 págs. Blanco y negro.
Precio: 9,95€

 

De vez en cuanto aparece una persona dotada de intelecto muy superior a la media, alguien capaz de ver cosas que el hombre normal apenas observar. No me estoy refiriendo a un a ser superior desde el punto de vista evolutivo, sino a ese individuo dotado de un don especial, a su capacidad de traspasar fronteras con su pensamiento. Desde un punto de vista egoísta, esos genios me dan envidia, me siento impotente al saber que teniendo solo una vida, ni de lejos va a alcanzar tales cotas de genialidad como las que pudo alcanzar, por ejemplo, Shakespeare o Proust o Dostoievski. ¿Qué es lo que ocurre en sus cabezas? ¿Qué ven ellos que yo no soy capaz de ver? Sin duda, si ellos son genios es porque el resto no lo somos, y desde nuestra posición solo nos queda contemplarles con humildad. Pero si hay algo que muchos de ellos han hecho, y esta es la parte buena, es ofrecernos una porción de su genio en forma de arte; ya sea en forma de ficción, con la pintura o la música: que aquellos hombres se dedicasen a escribir o pintar o componer es nuestra única oportunidad de atisbar, aunque sea desde lejos, todo aquello con lo que a muchos de nosotros se nos ha privado. Tal vez nombrando a esos tres escritores pongo el listón muy alto, pero sin duda el gran valor del arte se basa en cierto modo en eso, en adentrarnos en un mundo o en un tipo de pensamiento al que no teníamos acceso, en poder comprender de manera distinta todo aquello que tenemos a nuestro alrededor y de que que aquello sobre lo que estábamos tan seguros puede verse de varios puntos de vista, puede criticarse y analizarse más profundamente. No hace falta ser Shakespeare ni Mozart: hay mucha gente en el mundo y todos pueden decir algo nuevo; hay muchos genios y de muchos tipos, genios —entendido como una capacidad excepcional para llevar a cabo una determinada actividad— que nos ofrecen su particular visión de mundo, que nos abren una pequeña puerta a su cabeza.

Comento esto porque cuando leo a Junji Ito no puedo dejar de pensar en que esta es una de esas oportunidades que se nos brindan. Su trabajo es único, totalmente personal, y su visión del horror es totalmente nueva y distinta. Creo que el terror de Junji Ito se basa en el absurdo y lo extraordinario y grotesco, pero gran parte de sus relatos, al final, acaban con un explicación racional que los convierte en algo más extraño si cabe. En cierto modo, una buena parte de la ficción de terror se basa en un absurdo ambiguo, y las posibles explicaciones que se le dan a determinados sucesos son paranormales e insólitas. La obra de Ito acaba siempre con un giro racional de los acontecimientos que, de manera unívoca, me lleva a pensar una cosa: no hay nada más extraño que lo real, lo humano. Si en sus relatos suceden tragedias no se deben a un ente alienígena, sino que se nos culpa indirectamente a nosotros, a la maldad del individuo y a la sociedad.

Estos relatos son lo que más he disfrutado del autor hasta el momento. Después de Black Paradox, que se me atragantó un poco, y la locura total de Gyo, creo que donde mejor veo al autor es en este formato. El planteamiento en el que se basan sus historias es totalmente disparatado y absurdo, y creo que alargar el chicle a veces puede ser dañino para el resultado final. Me pasó con Black Paradox, cuyo primer capítulo me pareció magnífico, pero según se fue alargando y la trama se complicaba el interés poco a poco decaía. En estas pequeñas piezas de alrededor de treinta páginas, el autor presenta la historia, la desarrolla y la cierra sin que llegue a dar la sensación de que falten páginas; no llega a parecer concentrado y se desarrolla con fluidez.

El estilo de Ito sigue en su línea: trazo fino durante la presentación de la historia y un trazo más grueso y sucio en las escenas dramáticas además de una narración bastante convencional y calculada. Hay piezas que son verdaderamente buenas. De entre mis relatos favoritos está «Espectros de madera», en el que una mujer desarrolla una obsesión malsana con una casa que ha sido declarada patrimonio histórico. «Miss Disección» nos habla de una mujer que se hace pasar por un cadáver en la sala de disección de un hospital universitario para satisfacer sus deseos de ser diseccionada. O «El ave negra», cuyo juego de sombras para cargar la atmósfera funciona de maravilla. Me llaman la atención una cosa más que voy a dejar en el aire para comentar en futuros textos sobre el autor: el papel de la mujer en sus historias, que está entre lo sumiso en roles en los que la mujer es únicamente una espectadora pasiva de los acontecimientos, o aquellos en los que se va al otro extremo, el de una mujer malvada o chiflada.