INTRODUCCIÓN
Antes de comenzar a desentrañar las aventuras del corresponsal de guerra más famoso del cómic español vamos a contextualizar un poco la carrera de su creador y descubrir los orígenes de la serie. Como sabe todo aquel mediamente conocedor de la historia del cómic nacional, con el final de la dictadura se produjo una explosión de libertades que en el ámbito del cómic se tradujo en el llamado Boom de la historieta española que supuso la aparición de decenas de revistas de cómics destinadas a un público más adulto. En recordadas cabeceras como Cimoc, Totem, Cairo, El Víbora o 1984 podíamos encontrar tebeos de diferentes géneros y estilos gráficos, procedentes de autores de mercados como el europeo y el americano, pero también tenían cabida las obras de creadores nacionales entre los que estaban, desde autores noveles que daban sus primeros pasos como Max o Daniel Torres a otros curtidos durante años en trabajos de agencia para países extranjeros como Carlos Giménez, Josep María Beà, José Ortiz y un largo etc. Este fenómeno propició, incluso, la vuelta al medio de algunos autores y artistas que se habían alejado, hastiados de años de dibujar historias planas y sin alma en las que no podían expresar lo que de verdad querían contar, como es el caso de Manfred Sommer.
El creador de Frank Cappa nació el 27 de mayo de 1933 en San Sebastián y falleció en Cartagena el 3 de octubre de 2007. De padre alemán y madre andaluza fue criado y educado en Barcelona durante la Guerra Civil, la Segunda Guerra Mundial y la posguerra lo que le llevo a concienciarse de todos los males que traían las guerras desde su infancia.
A los nueve años tuvo que pasar mucho tiempo en cama por enfermedad, un periodo en el que descubrió cómics como Mandrake, Flash Gordon y Tarzán, además de la obra de dibujantes españoles como Freixas, Moreno, Urda, Arnal, Benejam…y también una tira llamada Tom Hates que dibujaba después de salir del colegio un niño de catorce años llamado Jesús Blasco. Justo después de recuperarse descubre otros personajes entre los que se encuentra Cuto y Anita Diminuta también de Blasco. Así que ni corto ni perezoso decide presentarse en su casa para pedirle que le enseñe a dibujar. Sin embargo, el creador de Cuto no daba clases, pero le permite ir a verle dibujar cuando quiera, lo que Sommer se toma al pie de la letra pasando los siguientes años en su casa donde dibuja de forma incasable mientras ve trabajar a su joven maestro. Un aprendizaje que tiene sus frutos a los catorce años cuando en 1947 comienza a publicar para la editorial Molino empezando una trayectoria como dibujante de cómic en la que emplea los siguientes veintitantos años. En ese tiempo se dedica, también, a la animación, ilustración y publicidad, además de dibujar cómics de diversos géneros para editoriales españolas y extranjeras. También descubre a autores norteamericanos clásicos como Will Eisner, Milton Caniff y Frank Robbins y vive en lugares como Paris o Bruselas, trabajando directamente para las editoriales de estos países. Sin embargo, a principios de los sesenta hastiado de dibujar historias románticas y bélicas de agencia decide abandonar el medio y centrarse tanto en la pintura como en la ilustración, ocupaciones mucho más lucrativas y en las que podía expresarse con mayor sinceridad y profundidad.
Son las actividades a las que dedica las siguientes dos décadas, con alguna incursión esporádica en el cómic como el duodécimo número de Monsters on the Prowl en el que dibuja un guion de Stan Lee. Un gusto por el medio que no se había perdido, sino que estaba adormecido esperando el momento en el que pudiera realizar las historias que realmente quería, con total libertad algo que se produce durante la transición. Así que vuelve a un mercado en el que ya puede ejercer como autor completo y narrar sus propios argumentos. Su primer intento de crear una serie se produce en 1980 con un western titulado El lobo solitario del que aparecen cuatro entregas en los cuatro primeros números de la revista Hunter. Para su siguiente proyecto piensa en darle protagonismo a un mercenario que se vea involucrado en algunas de las múltiples guerras que azotaban el mundo en aquellos años, pero tras leer varias biografías de soldados a sueldo decide cambiarle de profesión convirtiéndolo en reportero de guerra; un personaje más crítico y noble que le permite usarlo como vehículo para denunciar las injusticias. Había nacido definitivamente Frank Cappa.
Como ya había hecho con su western, Manfred Sommer le presenta la idea a su amigo Josep Toutain, con el que seguía trabajando en Selecciones Ilustradas, para que la publique en alguna de sus revistas, pero al editor no acaba de convencerle así que la desestima. Ante la negativa Sommer repite la jugada y se la presenta a Rafa Martínez, dueño de Norma que también editaba la revista Kirk. Éste decide publicarla en el tercer número de la segunda etapa de Cimoc, revista que se convierte en la casa de la serie desde 1981, con un pequeño impasse en 1984 cuando se publica en las páginas de la revista K.O. Comics. Esta última cabecera estaba editada por Ediciones Metropol, un efímero proyecto editorial fundado por Mariano Hispano y Leopoldo Sánchez, en el que se embarcaron otros autores como José Ortiz o el propio Sommer para tener un mayor control de cómo se publicaba su obra. Tras la triste desaparición de la editorial, la serie volvió a la revista que la había visto nacer donde se mantuvo hasta que en 1988, ante la crisis del mercado de las revistas, su creador volvió a abandonar el medio. Por suerte en sus últimos años de vida lo retomaría de nuevo firmando varios Texones para la editorial italiana Bonelli, magníficamente dibujados como era habitual en él.
Lo que no tuvimos son más relatos de Frank Cappa que pasó a la posteridad gracias a tres historias largas y diez cortas, algunas a color y otras en blanco y negro que fueron recopiladas casi en su totalidad en cuatro tomos: Frank Cappa. Memorias de un corresponsal, autoeditado por Sommer en 1982; Frank Cappa en Brasil (Norma, 1983); Welcome (Norma, 1987) y Viet-song (Norma, 1989). Posteriormente Glénat publicó la serie completa en 2010 en un integral lleno de extras, pero de un tamaño reducido que no hacia justicia al trabajo artístico y narrativo de Sommer, algo que viene a solventar el fastuoso integral que acaba de publicar cARTEm Cómics. Es una edición modélica en un tamaño algo mayor que el álbum europeo, con una reproducción impecable realizada a partir del material original, en la que se incluyen todas las historias del personaje además de jugosos extras como un sentido prólogo de Carlos Giménez, bocetos de personajes, las portadas originales de los tomos recopilatorios, un epilogo de su hija, una entrevista de aquella época al autor y un largo etc.
Sin duda, la reedición material autóctono más importante de este 2024 que finaliza.
Una obra maestra por la que no pasa el tiempo, por DIEGO GARCÍA ROUCO
– Señor Cappa, usted es el cronista de guerra más importante del mundo. ¿Se debe ello a que ama la guerra?
– Todo lo contrario, la aborrezco. Pero me interesa muchísimo porque pone al hombre ante situaciones límite, transformándolo, poniendo en evidencia todo lo bueno y todo lo malo de que es capaz el ser humano. Junto a casos de abnegación sin límite, se ven actos de una ferocidad increíble incluso entre los seres más civilizados.
Que Manfred Sommer (1933- 2007) puso toda la carne en el asador con su serie Frank Cappa se puede comprobar desde la primera página de El último africano, la primera historia de la serie que vemos en este integral aparecida en las páginas del séptimo número de la revista Cimoc aparecido en 1981. Una página – que podéis ver al final de este párrafo- si concesiones en la que ya podemos ver lo que nos vamos a encontrar a lo largo de toda la serie en la que puso el dibujo clasicista y la narrativa solidísima que cultivo durante años en trabajos menores para las agencias al servicio de unas historias en las que iba denunciar la futilidad y lo terrible de todas las guerras desde una mirada humanista y actual que huida de cualquier glorificación o planteamiento maniqueo. Un planteamiento decididamente adulto que la convirtió en una de las series más recordadas y celebradas de la época atravesando nuestras fronteras para publicarse en cabeceras tan míticas como Heavy Metal (EE. UU.), l’Eternauta (Italia) o Pilote (Francia) y por la que no ha pasado en absoluto el tiempo manteniéndose tan fresca y reivindicativa como cuando se crearon cada una de las historias que podemos disfrutar en este magnífico integral.
Las historias aparecen en el Integral de Cartem en el mismo orden en el que fueron recopiladas en los tomos individuales, un orden que no se corresponde exactamente el de la aparición en las revistas, pero que tiene una coherencia argumental ya que casi se pueden ordenar por los países en los que suceden las historias. Unas historias en las que priman las que transcurren en lugares asolados por las guerras como África, Vietnam, Nicaragua, Afganistán o una improbable Barcelona. Sin embargo, no son los únicos lugares donde transcurren las aventuras del corresponsal de guerra, ya que también visita lugares donde no hay conflictos bélicos como Brasil o la ficticia ciudad canadiense de Utopía en la que vivió durante su niñez y adolescencia. Y es que no todas las historias del personaje están ligadas a la guerra, pero sí que están hermanadas por una visión cosmopolita del mundo – ligada a la vida de su creador que vivió en muchos lugares diferentes- y en la que siempre se trata de enseñar todas las caras de la humanidad, de las que Frank Cappa es casi siempre un observador imparcial. En ellas – como en la vida real- no hay espacio para héroes ni relatos cargados de épica, tampoco para villanos, solo vemos víctimas. Así que lo que tenemos son diferentes historias en las que podemos ver lo peor de ser humano, pero también somos testigo de que pese a estar metidos de lleno en situaciones infernales todavía hay personas capaces de reconfortarnos con su lealtad, amor incondicional o generosidad. Algo que podemos ver gracias a que Frank se sitúa siempre en primera línea para ofrecernos una visión intima de pequeñas historias muy alejadas del gran relato, como podemos ver en esa joya que es Víctimas y héroes.
Con un aspecto mezcla que el de Robert Redford y Charlton Heston tal y como lo define una amiga suya, Frank Cappa es un personaje que bebe directamente del nuevo héroe que había redefinido la ficción en los años sesenta y setenta, muy lejos de ser el defensor pluscuamperfecto del sistema y sin tacha que marcaba a los héroes clásicos. Una evolución que posibilita que Frank se convierta en el vehículo a través del que Sommer haga una denuncia de los abusos que se producían en la época y nos deje ver una crítica e inteligentísima visión del mundo marcada por el escepticismo y la impotencia ante el desarrollo de los conflictos. Así que Frank no ve patrias ni guerras regidas por macro intereses económicos y políticos, solo ve a personas en situaciones externas, pero intenta colocarse al margen. Sin bien no siempre lo consigue y en ocasiones deja de lado su papel de testigo para tomar partido por las víctimas, pero sin perder la capacidad de ver las dos caras del conflicto. A lo largo de los años de vida editorial del personaje pudimos verle de joven y en lugares alejados de la guerra viviendo historias más personales como Carnaval o Goodbye, de forma que vemos como se ha forjado su forma de ser. Algo que le dota de tridimensionalidad convirtiéndose en una especie de mezcla entre Ernie Pike, el reportero de guerra que crearon Héctor Germán Oesterheld y el dibujante italiano Hugo Pratt, y Corto Maltes también creado por el italiano. Pero, aunque Frank Cappa es ya un veterano que a lo largo de su carrera ha visto la peor cara del ser humano, no se ha inmunizado ante el dolor y el sufrimiento lo que nos demuestra habitualmente en las últimas escenas de cada historia en las que es habitual que nos deje una reflexión cargada de amargura, enfado y denuncia.
Todas esas cuestiones sobre el género humano y lo inútil de las guerras que aborda la obra no provocan que estemos ante una serie de ritmo pausada y en la que se siga un esquema repetitivo en cada capítulo, ya que nos encontramos con historias muy variadas en la que se conjuga con precisión la aventura y la acción con esa parte renovadora más reflexiva y de denuncia. No hay que olvidar que la trayectoria previa y las influencias de Sommer estaban ligada a la concepción del cómic más clásico en el que primaba la aventura y aunque en la serie incorpore otras inquietudes tiene muy claro que lo principal es entretener al lector y al juntar esas dos partes es cuando se produce la magia que hace que esta serie sea tan especial y sea una de las mejores de la historia. Se ha convertido en un clásico no por la nostalgia o haber sido editada por una editorial determinada sino por lo increíblemente actual que resulta y el carisma que desborda un protagonista que en ningún momento resulta impostado. Tanto en lo argumentos y diálogos como en el dibujo nos encontramos ante una obra de gran calidad. Los diálogos de cada personaje resultan creíbles y certeros y sirven para componer la personalidad de cada uno, aunque es cierto que en casi toda la obra nos encontramos con un sutil lirismo que revolotea por sus páginas, incluso en las más escenas más crudas. En la parte gráfica vemos al comienzo un estilo clásico muy depurado con una claridad narrativa pasmosa con muchas similitudes con el de Hugo Pratt, posiblemente producto del amor que ambos procesaban por gigantes del medio como Milton Caniff o Frank Robbins. Las primeras historias de la serie son en un blanco y negro que nos permite ver su dominio del claroscuro y un trazo tan precioso como precioso. Con el paso de los capítulos vemos cómo va variando la composición de página tan clásica que había cultivado a lo largo de su carrera va dejando paso a otra influenciado por los trabajos de madurez de Will Eisner como podemos ver sobre todo en Somoza y Gomorra, la impactante historia que transcurre en Nicaragua, llena de viñetas a sangre y viñetas que se apoyan en otras. Y no solo podemos ver la manera en la que es capaz de transportarnos a los escenarios más diversos a través del blanco y negro, ya que en las historias a color vemos como tenía también un exquisito dominio de los pinceles. Un estilo cambiante que refleja la visión del medio de un autor inquieto e inconformista que nunca se acomodaba.
Con Frank Cappa Manfred Sommer nos legó una serie inolvidable en la que dejaba ver a partes iguales su talento como historietista y su forma de ver el mundo. Una lectura por la que no pasa el tiempo y sigue vigente, de esas a las que hay que volver cada poco. Una obra MAESTRA que no debe falta en ninguna cómicteca que se precie y que gracias a la maravillosa edición de Cartem podemos disfrutar como se merece.
Bueno, el hecho es que aquí estamos tú y yo por lo de siempre… unos pocos hacen la historia y los demás la hemos de soportar.
Historia preferida de Diego García Rouco: Frank Cappa. Somoza y Gomorra.
El periodismo pervive en las viñetas, por JORDI T. PARDO
En la actualidad, el periodismo está amenazado. O según se mire, el periodismo es una amenaza en sí misma. El auge de las fake news, el amarillismo, las injerencias políticas y corporativas, la censura, las líneas editoriales que colindan con planteamientos de extrema derecha… Nada que no estuviese en décadas pasadas ya presente en la profesión, pero, ciertamente, las redes sociales e Internet han hecho que este cáncer se extienda y amenace con una metástasis que pone en peligro la vida del paciente. Y perder este paciente sería fatal para nuestra sociedad.
Sería muy interesante poder conversar hoy con Manfred Sommer sobre esta y otras cuestiones. También sería interesante poder leer nuevas historias de Frank Cappa ambientadas en los tiempos presentes y ver cómo este intrépido reportero lidia con el mundo Post 11-S. Y es que la (re)lectura de las aventuras de Frank Cappa nos deja una sensación extraña. En apariencia, es una puerta abierta a un pasado más o menos reciente, pero al mismo tiempo ese pasado se sigue pareciendo demasiado a nuestro presente. Y es que más allá de la revolución tecnológica, las miserias del ser humano no han cambiado mucho con el nuevo milenio. ¿Pero queda alguien hoy que intente hacernos reaccionar, lanzándonos estas miserias a la cara como lo haría Cappa…?
Frank Cappa es una creación única dentro de nuestro cómic nacional y para Sommer su periodista estrella se convirtió en un portavoz de sus propias opiniones sobre el por entonces mundo moderno. Sommer nació en San Sebastián con los primeros ecos de la Guerra Civil Española, su padre era alemán y protestante y su madre española y católica. Su educación tuvo lugar en Barcelona, ya en tiempos de posguerra y con Jesús Blasco como principal referente e influencia a la hora de interesarse por la historieta. El idilio con las viñetas se consagró al conocer a los grandes maestros estadounidenses: Will Eisner, Frank Robbins, Alex Raymond y Milton Canniff, entre otros.
Sommer interiorizó pronto la necesidad de huir de conceptos vacíos como el de patria y de cualquier grupo con ideas fijas que estuviese compuesto por más de un individuo. No creer nada, sentirlo todo. Todo ello definió el perfil psicológico de su periodista y fotógrafo de guerra. Un reportero gráfico íntegro, honesto y crítico con el poder establecido allí dónde estuviese establecido. No es un héroe, simplemente un observador más que sufre y que no teme levantar la voz ante la injusticia para contar al mundo lo que está pasando… Y lo que está pasando nunca ha sido agradable.
Esa impotencia que todos sentimos al escuchar las noticias a diario no anestesió a Sommer. No le hizo resignarse, ni renunciar a su conciencia y a su ambigua relación con lo humano. El alter ego de Cappa comentaba que su aprecio por la humanidad nació después de superar un pozo negro de autodestrucción que le llevó a coquetear con el suicidio. Se podría decir que en parte esa conducta pervivió en su creación, pues Cappa en sus aventuras hace gala de un estoicismo y sarcasmo que lo sitúan en no pocas veces en el punto de mira, convirtiéndolo -en cierta manera- en la noticia.
Pero en sus historias la víctima siempre es lo importante. El horror de la guerra siempre está latente. Los bandos en conflicto siempre son eso, bandos en conflicto con muertos a sus espaldas y contradicciones que los hacen… demasiado humanos. El África ecuatorial, Nicaragua, Vietnam… Cada lugar que visita Cappa es un fragmento de realidad dispuesto a rompernos el corazón, porque aunque sus historias sean ficción se inspiran brutalmente en la realidad y duelen porque nunca tienen ni pueden tener un final feliz.
En las aventuras de Cappa por regiones pérdidas de África se pone de relieve los desmanes occidentales en el continente y el reduccionismo y los prejuicios con los que solemos ver las noticias que nos hablan del hambre, la miseria y la guerra que aún hoy siguen azotando a muchos países africanos. “No es un país, es un engendro fabricado con los restos del colonialismo”, denuncia Cappa. Uno de tantos en el que las potencias occidentales fagocitaron antiguos odios tribales y raciales, con la intención de expoliar el territorio de turno y situar bases estratégicas en él.
Nos habla con ello Sommer de civilización. Nos habla de su fragilidad y ambigüedad. Y lo hace poniendo en valor la vida de aquellos que la pierden cuando la civilización falla. Porque las guerras acaban siendo olvidadas por la prensa y con ello también pasan a un plano ni tan sólo secundario en el ciudadano de a pie. Todos perdemos con ello.
No siempre la guerra es la temática central de las historias de Sommer. Eso podemos apreciarlo en la estancia de Cappa en Brasil donde nos ofrece una visión íntima de un país en el que encontramos la muerte y la pobreza de unos y las crueles aspiraciones de otros. Y Cappa está entre medias, visibilizando las vidas de unos y alzando la voz contra las actitudes de ellos. Solo él puede hacerlo, pues Cappa no es de ningún sitio en concreto y un pasaporte no va a contradecir lo que siente al respecto.
Y es que aunque el periodista nunca debe ser la noticia, los pequeños retazos biográficos que Manfred Sommer nos aporta en su regreso a Canadá son interesantes para comprender su forma de ser y la fuerza de sus convicciones. Hasta su madurez Cappa ha sido un hombre sin pasado y, por tanto, como le hace ver su padre adoptivo, eso le permite mirar siempre hacía adelante. Cappa se crió en la pequeña localidad de Utopía en Canadá, aunque nació en la Alemania de la Segunda Guerra Mundial, fruto de una violación. El futuro reportero llegó al mundo y su madre lo abandonó, siendo acogido por una pareja descendientes de esclavos, que prosperaron en Canadá gracias a la relación de su abuelo con un fotógrafo y ex-soldado italiano apodado Cappa que se definía a sí mismo como “un poeta aventurero como Lord Byron”.
Los paralelismos con la propia vida de Sommer son más que evidentes y refuerzan la idea de alter ego creado con una única finalidad: denunciar lo inhumano que existe en todos nosotros. En ese sentido, Cappa está dónde se le necesita, sea en Hong Kong para hablarnos de la lacra de la prostitución infantil con un acercamiento que nos deja una absoluta sensación de impotencia; en Nicaragua, en plena revolución sandinista contra la dictadura de la familia Somoza, poniendo de relieve las contradicciones e ironías de aquellos que enarbolan la bandera de la libertad; en Afganistán, en una historia inacabada y abandonada por Sommer que comienza con Cappa huyendo de Irán y el gobierno de Jomeini por sus críticos reportajes contra el régimen; y, por supuesto, en Vietnam, el país en el que Cappa descubre el lado más oscuro del periodismo, el que le grita que antes que las personas está la noticia y su deber es con ella. Un principio que Cappa nunca aceptará.
El reportero gráfico de Sommer tiene claro que él es la crítica, la oposición y que su único ideal es la verdad. Un compromiso que le traerá no pocos problemas con los militares y gobiernos a lo largo de su carrera. Su caracterización a medio camino entre Robert Redford y Charlton Heston nos habla casi más de su carácter, por los personajes que estos actores interpretaron en la gran pantalla, que de su físico, que igualmente nos remite a ellos. Pero esta es una banalidad que Cappa siempre habría ignorado, así como lo hace con cualquier atisbo de tener una vida tranquila y rutinaria.
Puede que lo mejor que describa a Cappa sea una reflexión que lanza en un momento dado a una compañera de profesión cuando le habla de “los gobiernos tienen la obligación de proteger al pueblo y el pueblo tiene el derecho a protegerse de los gobiernos”. “El fracaso de ese compromiso es lo que conocemos como historia universal”, sentencia Sommer a través de su personaje. Pero si tenemos que reducir todo a una imagen, especialmente sentida es Aquel día en Barcelona, un relato ambientado en la Ciudad Condal en el que Cappa intenta salvar a una niña. No lo consigue y, por tanto, solo queda la noticia… Hacer una foto a su pequeño cuerpo inerte. Cappa tira su cámara.
La historia preferida de Jordi T. Pardo es: No hay que perder la cabeza.
Memorias de un ser humano, por TRISTAN CARDONA
Creo que los gobiernos tienen la obligación de proteger al pueblo y que el pueblo tiene el derecho de protegerse de los gobiernos… Cosa que ninguno de los dos ha hecho muy bien hasta ahora. Y a este fracaso lo llamamos «Historia universal».
El gran aliciente de esta versión integral de Frank Cappa, la obra magna de Manfred Sommer, es la calidad de su edición. El tamaño es muy importante, por supuesto, pero también la reproducción, la compilación de contenidos y el cuidado en la elección de materiales adicionales como los artículos o las galerías de ilustraciones y bocetos.
El referente más cercano que tenemos es la recopilación que publicó Glenat en 2010 de un tamaño claramente insuficiente aunque también contaba con buenos extras y presentaba exactamente el mismo material.
La serie nació a principios de la década de los ochenta, convirtiéndose en el proyecto más ambicioso y prolongado en el tiempo de un autor que se fogueó en el comic más comercial de agencia, pero que siempre mantuvo intacta su condición de autor.
Su personaje principal, Frank Cappa es un desclasado, de motu proprio y también empujado por las circunstancias. Es un nómada de la existencia que se erige en testigo voluntario y profesional de las peores atrocidades que cometen los seres humanos y de algunas de sus mejores acciones. Desde su infancia en Canadá, en el seno de una familia negra siendo él rubio y de piel blanca, Cappa impone a los demás un halo de diferencia, mantiene una distancia preventiva que cuando se rompe revela a una persona empática, sincera y solidaria, más cerca de los desfavorecidos, a los que él llama el Pueblo, que de las élites dominantes. En la serie lo conocemos en su faceta más profesional; sus reportajes fotográficos, sus entrevistas a líderes revolucionarios incluso en los momentos en los que está preparando un libro de relatos. Pero también conocemos su dimensión más personal; sus romances – a veces trágicos – sus orígenes familiares y su infancia realmente singulares, además de su formación como aprendiz de reportero.
En la saga podemos distinguir unas 5 etapas.
La primera está agrupada en el primer álbum, autopublicado por Sommer, bajo el título de Frank Cappa. Memorias de un corresponsal (1982) y está compuesta por 3 historias de mediano formato tituladas El último africano; No hay que perder la cabeza y Víctimas y Héroes. Es el ciclo africano en el que el reportero protagonista se incrusta en diversos ejércitos mercenarios que prestan sus sangrientos servicios a diferentes gobiernos subsaharianos. Son 3 relatos duros, sangrientos, donde Cappa analiza la violencia del ser humano y reniega de la guerra, a pesar de que es la parte esencial de su trabajo. Sommer utiliza la inteligencia, el humor, la paradoja y un cierto cinismo para denunciar la barbarie de los conflictos armados y huye en todo momento del maniqueísmo, la condescendencia bien intencionada y de los tópicos más extendidos.
Gráficamente hablando, estamos ante el trabajo de un artista muy experimentado, donde se explora los límites de la mancha enfrentada a la superficie en blanco, donde el principal referente artístico es el trabajo de Milton Caniff de la parte final de Terry and the pirates y donde se impone una narrativa seca, dinámica y sin artificios, pero no exenta de momentos realmente espectaculares.
En esta segunda etapa la acción se traslada de la selva africana a la selva amazónica. Estamos ante el período brasileño. Allí el reportero de guerra se toma un respiro y se convierte en escritor, en amante y en víctima de un macabro desafío. Los conflictos son más domésticos e incluso en la primera historia el protagonismo está compartido con el matrimonio formado por Clara y Paulinho. Este ciclo está formado por 3 historias, también de medio formato, tituladas Jangada, Carnaval y La caza que, como las primeras historias africanas, se publicaron en la revista mensual Cimoc y luego se agruparon en el tomo titulado Frank Cappa en Brasil (1983) publicado por Norma Editorial.
En el apartado gráfico-narrativo este ciclo destaca por el uso del color, sin renunciar a las grandes manchas de negro muy contrastadas, y por un esquema de composición narrativa muy rígido de 3 tiras con dos viñetas prácticamente cuadradas cada una. El color se incluyó posteriormente salvo en la historia Carnaval que se publicó originalmente a todo color y con una estructura de página algo más libre.
El tercer ciclo es el canadiense, formado por una historia larga dividida en dos partes tituladas Welcome y Good-Bye, respectivamente, que se recopilaron en un álbum titulado Frank Cappa. Welcome (1987) publicado por Norma, tras su paso por Cimoc.
El protagonista vuelve a casa, a un pueblo canadiense llamado Utopie que se encuentra cerca de la frontera con los Estados Unidos. Cappa va a visitar a sus padres adoptivos, tras una muy larga ausencia, para estar presente en los últimos días de vida de su madre y acompañar a su padre en este trágico lance. En la primera parte de la historia, Frank descubre sus violentos orígenes – siempre condicionados por la guerra – y la azarosa vida de los antepasados de sus padres no biológicos. En la segunda se enfrenta a un episodio del pasado que no ha sido bien digerido y a un crimen del presente que lo convierte en el chivo expiatorio ideal.
Es una aventura atípica, de carácter introspectivo y crepuscular que nos da muchas coordenadas sentimentales y biográficas de un personaje que cada vez se va volviendo más complejo, humano y tridimensional.
Tanto en el apartado narrativo como en el gráfico, este ciclo destaca por la extraordinaria madurez artística del autor de Cartagena que nos entrega un relato de 46 páginas en blanco y negro perfectamente hilvanado, narrado de manera límpida, elegante y atractiva con un uso de la composición, el dibujo y el entintado realmente magistral. Estamos ante uno de los momentos más brillantes de la saga.
El cuarto ciclo, que podríamos definir como centroamericano o nicaragüense, fue el más caótico y desordenado en su publicación original y está compuesto por una historia larga titulada de manera magistral como Somoza y Gomorra y el relato de mediana longitud llamado El tiburón de agua dulce.
El relato mayor trata del estallido de la revolución sandinista, con su empuje inicial de esperanza y liberación. Frank Cappa vuelve a estar incrustado en un ejército que combate, en este caso en el batallón revolucionario del comandante Alfonso, que va camino de Ciudad de Rivas para enfrentarse al ejército del dictador Somoza.
Sommer explora el concepto de lucha revolucionaria y las dificultades de mantener las promesas de libertad una vez los rebeldes empiezan a asumir el poder. La oleada inicial de esperanza se marchitará rápidamente a medida que se enfrente a los retos cotidianos de la reconstrucción y la gobernanza. Frank Cappa adopta una postura de testigo, ligeramente cínica y, según confiesa, mucho más cómoda que la de los revolucionarios. Este relato se publicó por entregas en la revista K.O. Comics en 1984 y nunca se llegó a recopilar en álbum hasta la publicación del integral editado en 2010 por Glenat.
Debido al menor tamaño de la revista donde se publicó, Manfred Sommer varía la estructura y composición de página de esta historia entregando unas planchas en blanco y negro de menos viñetas y más grandes. Predomina el esquema de 2 tiras con uno o dos cuadros cada una, a menudo sin bordes definidos. El trazo es más suelto y las manchas de negro menos densas, pero el conjunto resalta por su fluidez narrativa y por el atractivo de su acabado. Son inolvidables tanto algunas escenas de lucha como las más cotidianas de descripción del ambiente urbano o selvático. En general las largas discusiones políticas y filosóficas están bien resueltas y todo el conjunto acaba componiendo otro de los puntos álgidos de la saga.
El relato El tiburón de agua dulce se publicó a color en el 47 de la revista Cimoc de 1985 y se recopiló como complemento en el álbum Frank Cappa. Welcome (1987) en blanco y negro. Trata una anécdota menor, pero muy emotiva, y se centra en las contradicciones internas, de política exterior y mediáticas del régimen Sandinista y en general de todos los procesos revolucionarios que acaban asumiendo el poder. De nuevo Cappa adopta una postura distanciada y algo fría respecto a la posición más ingenua y entusiasta de su compañera, más novata en el oficio.
En el aspecto gráfico Sommer vuelve a la parrilla de 3 tiras con 2 viñetas que le define en muchas de sus historias con Cappa y prescinde de las manchas densas de tinta para potenciar el color. Tanto el integral de Glenat como este de cARTEm Cómics que comentamos nos ofrecen la versión coloreada que es la que corresponde.
La quinta y última etapa completa sería la vietnamita u oriental que comprende los relatos de media duración titulados ¿Qué diablos hago aquí?; El espía y el traidor y un relato muy breve titulado La ciudad de los tres mil placeres. Los 2 primeros se publicaron a color en la revista Cimoc entre finales de 1987 y principios de 1988, luego se recopilaron en el álbum Frank Cappa. Viet-Song (1989), también a color. El relato breve fue publicado en el Especial Erotismo de la revista Cimoc publicado en 1981 y posteriormente incluido de segundo complemento en el álbum Frank Cappa. Welcome (1987), en todos los casos en blanco y negro como fue concebido.
Se trata de un ciclo donde se explora otra vez el pasado del protagonista, en este caso su aprendizaje y sus primeros pasos como reportero de guerra. En el relato inicial seguimos a Cappa en uno de sus primeros viajes profesinales que lo lleva a cubrir la Guerra de Vietnam. Estamos ante sus inicios como ayudante de un reportero consolidado, de la vieja escuela, que tiende a ser tramposo y negligente con sus obligaciones profesionales. En esta ocasión el joven Frank adopta una postura comprometida con los deberes morales y sociales de su cometido, frente a un veterano quemado que se ha abandonado completamente. Por mucho tiempo y experiencia que Frank Cappa acumule en su profesión, nunca llegará al grado de deserción de su mentor.
En la segunda historia el fotoperiodista se ve involucrado en un episodio que le lleva a vivir una de las peores experiencias que se pueden sufrir en cualquier conflicto bélico, ser un prisionero de guerra. Es una historia terrible, muy dolorosa que como es habitual en esta serie se centra en el drama humano de los más desfavorecidos y huye de los maniqueísmos ideológicos e históricos.
En todo este arco se notan mucho las inevitables referencias cinematográficas de obras como El cazador (1978), de Michael Cimino; Platoon (1986), de Oliver Stone o El año que vivimos peligrosamente (1982), de Peter Weir, entre otras y también podemos percibir un cierto cansancio del autor con la serie que se percibe en un apartado artístico algo más rutinario y con algunos fallos de rácord no muy exagerados.
Los dos relatos cortos, La ciudad de los tres mil placeres y Aquel día en Barcelona se incluyeron en números especiales temáticos de la revista Cimoc y mantienen el nivel, siendo muy significativo el segundo, publicado en el Especial 3ª Guerra Mundial (1982) de la revista Cimoc, porque parece poner un amargo epílogo a la serie.
Finalmente, El país amarillo – en su momento Frank Cappa en Afganistán – es el proyecto de una historia larga, inacabada que vuelve a situar al reportero en una zona de conflicto, aunque no sabemos muy bien con que motivo. Sommer acabó 9 páginas y media de esta historia e incluyo otra página escrita a mano con la conclusión de la anécdota introductoria. La intención inicial era construir un relato extenso que no se materializó por varias razones, entre ellas el vértigo y el hastío ante la envergadura del proyecto.
Con lo poco que podemos entrever, Frank Cappa en Afganistán recuperaba las mejores características de la serie, con un arte muy atractivo, centrado otra vez en la mancha de tinta, con algunos toques de trama mecánica y estructurando las páginas con la consabida parrilla de 3 tiras de 2 viñetas prácticamente cuadradas. Es una lástima que no podamos disfrutar de esta obra terminada.
La publicación inicial de la serie Frank Cappa de Manfred Sommer supuso en su momento una auténtica conmoción aunque, en algunos casos, no fue del todo entendida. Con el paso de los años y el progreso de la saga la mayoría vimos que estábamos ante una obra muy relevante que proponía una manera diferente de acercarse a los conflictos más absurdos y sangrientos del momento que, además, contaba con unos personajes tridimensionales llenos de contradicciones, virtudes y carencias capaces de realizar acciones extraordinarias o terriblemente abyectas. Esta serie nos muestra una forma de entender el cómic de manera adulta, sin escatimarle nada al lector, pero sin tratarlo de manera condescendiente.
Con su obra Manfred Sommer contribuyó a elevar el listón del cómic en castellano. Como persona solo cabe leer estas palabras, dichas a Salvador Corberó en una interesante entrevista en la revista Cimoc, donde explica sus convicciones más esenciales tras superar una grave crisis existencial.
“…acumulo una sensación de cariño y hasta de comprensión hacia el ser humano. Así como una absoluta necesidad de sorber en cada momento lo que me ofrece la vida”.
Revista Cimoc #036. Febrero 1984.
Esta edición de la serie Frank Cappa que cARTEm Cómics nos presenta de una forma tan atractiva es un auténtico regalo de parte de Manfred Sommer a cualquier aficionada/o al cómic inteligente, sincero, honesto y de calidad.
Nosotros hemos avisado…
Salut!
Historia preferida de Tristan Cardona: Frank Cappa. Welcome.
Lo mejor
• La forma certera que tiene de reflejar la realidad de las guerras.
• La humanidad que rezuma la creación de Manfred Sommer.
• Una obra única, realizada de forma hermosa, sincera e inteligente.
Lo peor
• Que el precio de este integral pueda alejar a futuros lectores.
Guion - 9.3
Dibujo - 9.2
Interés - 9.8
9.4
Libre
Estamos ante una magnífica edición de un clásico del comic nacional. No se puede pedir nada más