«Pleguemos servilletas«.
El botánico Antoni Josep Cavanilles i Palop necesita que alguien le guíe por la zona de la Hoya de Castalla, en Alicante. Está realizando un catálogo de plantas por encargo del rey Carlos IV y además espera encontrar un antídoto contra la hidrofobia. Ángel Taras un joven, huérfano de madre, de 15 años será su lazarillo. Juntos recorrerán caminos, macizos, barrancos, desfiladeros y descampados catalogando flores y plantas mientras conversan amigablemente. En el camino se encontrarán una serie de sucesos extraños que pondrán a prueba su determinación y se enfrentarán también a fenómenos paranormales que los llevarán hasta el límite de la cordura.
La historia se mueve, con una estudiada ambigüedad, entre el relato costumbrista de atmósfera gótica y la epopeya lovecraftiana. Se enfrentan dos mundos; el racional y científico del botánico Cavanilles contra el arcaico y supersticioso de las autoridades y de las gentes que habitan la zona. En medio de estos dos mundos antagónicos está Angelet un chico inteligente, leído, que sueña despierto y que conoce el terreno mejor que cualquier lugareño. El conflicto entre la ilustración y la superchería estalla de manera violenta cuando los expedicionarios se adentran en lugares donde la civilización no está presente y reina el culto a la brujería y a las posesiones vampíricas.
Gerard Miquel se atreve a adaptar la novela de Fernando Arias, Yo fui guía en el infierno (2005) entre otros motivos porque conoce de primera mano la zona donde transcurre la acción. Nacido en Alaquàs (Valencia) en 1968, ha recorrido la zona de la Hoya de Castalla varias veces. Antes de realizar esta adaptación Miquel fue editor de la revista de cómics Kovalsky Fly y coeditor de Fan Cómic. Es ilustrador de publicidad, de libros infantiles y de texto y creó el personaje de Monet para la revista aranesa Era Garbèra. También ha publicado Un vas plé de històries (2017) para el Museu de Prehistòria de València.
Gerard Miquel estructura su obra en capítulos cortos donde la tensión va en crecimiento. Al principio la trama avanza de manera sosegada con reminiscencias quijotescas; el botánico y el guía intercambian conocimientos, opiniones y visiones de la vida mientras recorren un paisaje agreste pero apacible. Lentamente se suceden los fenómenos extraños, como disparos accidentales, encuentros con cadáveres incorruptos o sin sangre y también duros enfrentamientos dialécticos con autoridades eclesiásticas o fuerzas del orden. Entonces Miquel acentúa la tensión difuminando la realidad con el sueño usando a Ángel como elemento provocador. Finalmente se produce una auténtica explosión de elementos sobrenaturales que pondrán en peligro algo más que el éxito de la expedición.
Lo que en literatura puede resultar ambiguo en tebeo debe de ser mostrado y por lo tanto el artista ha de decantarse hacía una posible interpretación de los hechos. En este caso Miquel no toma una dirección concreta, se pierde intentando conjugar todas las posibilidades que le ofrece el relato sin jugar a fondo por una opción y perdiendo la fuerza necesaria para culminar la historia de manera satisfactoria. Además, convierte lo sugerido, lo insinuado, lo misterioso en algo confuso, que desconcierta al lector que se queda con la sensación de que se ha perdido algo del asunto por el camino, escamoteándole además toda posibilidad de sumergirse en la tragedia.
Lo mejor de la obra es la química generada entre los dos protagonistas que se complementan a la perfección y que posibilitan una visión plural de los acontecimientos que se les presentan durante el camino.
Para esta adaptación Gerard Miquel utiliza un estilo expresionista con contrastes acusados entre el trazo amable proveniente de la ilustración infantil y la mancha agresiva y gruesa más habitual en el cómic de terror. Estructura su página en una cuadrícula de 3 tiras de 2 viñetas casi cuadradas, pero no duda en romper este esquema en numerosos momentos cuando la historia lo requiere. Narrativamente hablando, su recreación de la novela presenta momentos brillantes; un ejemplo de ello es la secuencia de la lluvia (págs. 65-70) que se inicia con una preciosa página muda y que se resuelve después de forma elegante usando el plano fijo. Otro pasaje hermoso es la escena onírica del baile palaciego.
El uso del bitono con predominio de ocres y grises acentúa la atmosfera gótica de las páginas.
El arte de Gerard Miquel recuerda en algunos aspectos al de algunos de sus compañeros de generación como Luis Durán o Santiago Sequeiros, siempre matizado por un diseño de personajes más amable característico de la ilustración infantil. Pero para esta ocasión el artista usa otros referentes más clásicos como el de Alberto Breccia en su impresionante incursión en Los mitos de Cthulhu de H.P.Lovecraft.
La edición a cargo de Desfiladero Ediciones es bastante buena. La obra esta excelentemente impresa, contiene diversos textos explicativos a cargo de Fernando Arias y el propio Gerard Miquel, así como algunos bocetos y dibujos preliminares. El papel es bueno y el precio está dentro de los estándares de este tipo de publicaciones.
Yo fui guía en el infierno se presume como una gran historia que merecía una adaptación hecha con más brío. La obra realizada por Gerard Miquel contiene momentos formalmente hermosos y de narrativa brillante pero en general deja una sensación de desconcierto y confusión que al final resulta decepcionante para el lector, puesto que éste intuye que la historia daba para mucho más. Lástima…
Guión - 5.5
Dibujo - 7.5
Interés - 7
6.7
Irregular
Una adaptación curiosa, interesante pero también confusa.