Galdós y la miseria, de El Torres y Alberto Belmonte

Traemos a nuestra casa Galdós y la miseria, del escritor El Torres y el ilustrador Alberto Belmonte. Esta es la primera de las dos entregas que ocupará el proyecto, en la que se junta realidad y ficción, haciendo un sentido y muy sólido homenaje al excelso personaje que da nombre a la obra. Una delicia gráfica y narrativa.

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Edición original: Galdós y la miseria (Nuevo nueve, Diciembre de 2020)
Guion: El Torres
Dibujo: Alberto Belmonte
Color: Alberto Belmonte y en las páginas 29, 30, 64,65 y 66, Miguel Serrano.
Formato: Cartoné. 95 páginas. 22€

Galdosiano, que no sobre Galdós

«Ya no puedo escribir»

Me gustaría comenzar con unas palabras que El Torres, guionista de esta obra que traemos hoy ante vosotros, decía sobre ella en una entrevista a Rtve: “El desafío era acercarse a Galdós de una forma original, porque se ha escrito muchísimo sobre él. Por eso nuestra historia es con Galdós y no sobre Galdós. Con elementos históricos reales, pero sin ser la típica biografía”. ¿Quiénes se atrevieron a tal pretensión?

Los autores junto a la estatua de Galdós

Alberto Belmonte, nació en Jerez de la Frontera, Cádiz, el 3 de Noviembre de 1973. El dibujante jerezano trabajó como ilustrador independiente para compañías como Planeta DeAgostini, e incluso norteamericanas como IDW o Bastion Press. En 2005 comienza a desarrollar parte de su carrera en una compañía de producción de animación andaluza, Pizzel 3D Studios. Allí lleva a cabo proyectos audiovisuales, con varias nominaciones a los Goya de la academia del cine por 30 años de Oscuridad en 2011 y Alfred y Anna en 2012. Trabajó en largometrajes como Mocland, una aventura super espacial, estrenada en 2008 en cines de toda España, así como en varias series de animación, realizando fundamentalmente labores de diseño de personajes y escenarios. Paralelamente, compaginaba su trabajo en la productora con proyectos para diferentes editoriales como el caso de El carrusel de los ahorcados (Ominiky ediciones), que se trata de una colectivo de terror y elementos underground, o como la obra que hoy traemos aquí, Galdós y la miseria en la que da un salto cualitativo como autor. En la actualidad compagina su actividad como profesor de ilustración con el desarrollo de proyectos de cómic, según el artista, su verdadera pasión.

Juan Antonio Torres, más conocido como El Torres, nació el 19 de julio de 1972 en Málaga. Logró ser uno de los directores de Megamultimedia en la década de los 90, pero abandonaría el puesto para fundar Sulaco ediciones, y después Malaka estudio. Sin embargo, fue en 2012 cuando fundó Amigo Cómics, con la que al fin pudo cumplir la pretensión perseguida, que no era otra que publicar directamente en Estados Unidos. El Torres ha traído al mundo del noveno arte grandes obras como El velo (Dibbuks 2010), El bosque de los suicidas (IDW 2010-2011, y en España Dibbuks 2011, reeditada por Karras cómics 2020), como también Camisa de fuerza (Dibbuks 2017) o Phantasmagoria (Karras cómics 2020). Pero sus grandes obras, en las que, como en este caso, aparecen nombres de renombrados artistas, son las que más reconocimiento le dieron como autor: El fantasma de Gaudí (Dibbuks 2015) y Goya, lo sublime terrible (Dibbuks 2018). Por ahora iban dos “Gs”, aunque el autor dijo que este artista que ha dado nombre a su última obra, iba a ser la segunda “G”, pero que Goya se le coló. En esta ocasión nos seduce con una historia en la que Galdós hace aparición en el título de la obra, consiguiendo la primera parte de su tercera “G”, ¿seguirá con la estela de aciertos que le parecen conceder los titanes del arte a los que nombra? Descubrámoslo.

“G”

En esta primera parte nos introducen en la vida reimaginada del escritor canario, sin reinventar nada de lo conocemos de la historia nacional. Una mujer en la mendicidad con un pasado algo turbulento acabará por cruzarse en su vida, mientras el dramaturgo ve, de forma figurada, pues cada vez tiene una ceguera más prominente, cómo los achaques de la edad, que no le dejaban escribir, parecen paliarse en presencia de la desventurada mujer. Todo ello rodeado del misterioso y agresivo acontecimiento con el que arranca la obra.

Esta obra huele a Galdós, sabe a Galdós y viste como Galdós, pero no os dejéis engañar; no es Galdós. Ni pretende serlo por suerte. En las páginas de esta primera entrega veremos al dramaturgo, al escritor, pero también al político, al anciano, y sobre todo al personaje que encarna. Porque un personaje, solo consigue esa entidad cuando es humano, cuando se empatiza con él, y cómo no hacerlo con el personaje planteado por El Torres.

Hay que avisar a navegantes, no, no es una biografía del escritor aunque el título lleve su nombre. Y menos mal, porque ya hay gente muy versada en el literato que ha llevado a cabo su biografía (quizás hubiese sido un buen cómic, nunca lo descubriremos), en cambio esto es un guion de El Torres, y ha hecho lo que sabe hacer mejor: Homenajear a Galdós con una historia galdosiana por antonomasia. Hay que recordar que, el cada vez más agonizante COVID19, hizo que en 2020 todas nuestras miradas estuviesen cegadas, nuestros oídos ensordecidos y nuestro mismo ser desorientado. Pero si el año pasado hubiese seguido el curso esperado de los acontecimientos, hubiese sido el año de Galdós, pues no sería otro que en el que se cumplía el centenario de su muerte.

Pero entremos en la obra. ¿Qué es lo que hay? ¿Qué se esconde en sus páginas? Pues se esconde Galdós. ¿Pero no habíamos quedado en que no iba sobre Galdós? Y efectivamente, así es, porque aquí Galdós en un personaje Galdosiano, y ese es, en parte, uno de los grandes aciertos de la obra. Que Galdós aparezca como perfume, como presencia abstracta, como estilo y virtud, y no como un personaje que cae en la pretensión de la biografía fiel. Porque, ¿cómo recrear con verdadera fidelidad a Galdós sin ser el propio Galdós? ¿Con qué potestad uno diría: “Voy a poner palabras en la boca de un gran literato y no sonará forzado ni pretencioso”? Fácil, y a la vez muy difícil. Convirtiendo a Galdós en un personaje, esa es la parte fácil. Convirtiéndolo en un personaje Galdosiano, esa es la parte muy difícil. Y aquí se consigue.

Algo que ayuda para que eso suceda, a parte de la cantidad de información, desarrollo y trabajo previo que destilan las páginas por crear el ambiente propicio de la época, es el conocimiento del personaje galdosiano. No creo que haya aquí un personaje que se libre de esa pretensión, en ocasiones más conseguidas que en otras, pero sin duda que en los personajes más relevantes logrado con gran acierto.

Tenemos a la mendiga Elena Miseria, cuyo nombre es compartido por la abuela y la hermana de El Torres, no es otra cosa que un trasunto arquetípico de Galdós. Con su condición de desamparo, fuerte pero maltratada, inteligente pero repudiada por una situación que escapa a su fortaleza o a su inteligencia. Por otra parte el villano, o los villanos, los Botines. Que en palabras de El Torres, en una entrevista, son definidos de esta guisa: “Son un retrato exagerado del banquero malvado sin escrúpulos. Pero no el banquero que te roba el dinero, sino ese para él que el dinero es más real que las personas que lo rodean”. ¿No os suena? Seguro que sí. Pues a Galdós también le sonaban, y en su obra resonaban. Y terminamos por el propio Galdós, que como hemos explicado antes, no es el autor sino el personaje, que casualmente también es autor. El propio guionista advierte, en los extras finales, que posiblemente lo que menos veracidad tenga de toda la historia sea que Galdós habla mucho, cuando era sabido que poseía un carácter más bien observador. Quizá su condición de galdosiano se derive más por el entorno que se cierne sobre él que por su misma entidad. Aun así, encontramos al hombre desvalido, perdido en un país que le duele, en un cuerpo que no le permite, y en una voluntad que le cede. Pero aparece el entorno en su ayuda, concretado en Elena, Galdós salvando a Galdós en un encuentro poético y solo sostenible y posible en estas condiciones. El Torres decía esto en la entrevista de Rtve “Elena desencadena la historia galdosiana alrededor de Galdós. Podía haber hecho una historia galdosiana con gente real, porque muchos de los personajes del escritor estaban basados en sus conocidos. O podía haber retratado a sus personajes como en la serie Dickensian, en la que todas las creaciones de Dickens conviven en el mismo lugar y tiempo. Y hubiera sido posible porque los personajes de Galdós conviven en un mismo Madrid y saltan de un libro a otro. Pero entonces no podría haber salido Galdós”. Visto lo visto, quizás al final sí que lo hizo. Su particular ¿Galdosian?

Nos encontramos ante una estructura fragmentaria. Comenzando por el racconto por el que comienza la obra y que dado el final de esta primera parte, no ha finalizado; pasando por las visones de la juventud del atormentado autor, hasta el claroscuro pasado de nuestra adorable Elena. Como ya hizo en su laureada Goya, lo sublime terrible (Dibbuks 2018), El Torres inicia el relato en la vejez más evidente de Galdós, en su último año para ser más concreto (1919-1920). Un hombre anciano, casi ciego, arruinado, al que sus devaneos políticos le han pasado factura, y que en aquel momento venían a llamar a su puerta como antiguos fantasmas de una época pasada que está más presente que nunca; como siempre lo está. Entre ellos, y de los más recordados, fue su no concesión del Nobel, pese a ser para muchos el merecedor claro por su indiscutible calidad superior. Así lo explica el autor: “Se lo negaron las dos veces en que fue propuesto. Hubo una campaña en su contra como las que podemos vivir hoy en día en Twitter. Galdós tenía fama de anticlerical, antimonárquico y antivalores tradicionales, lo que hizo que sufriera esa campaña, con cientos de cartas y telegramas enviados a la Academia Sueca. Lo que asustó a esa institución”.

El otro gran personaje Galdosiano, y sin el que esta obra quedaría coja, es Madrid. Pese a las referencias a sus islas natales, o a su amada Santander, Madrid es sin duda la urbe protagonista, y la que envuelve a los personajes en ese halo de antigua e idealizada ciudad, en esa masa mezquina y embriagante que es tan bella como inhóspita. Tampoco se quedan fuera los famosos cafés en los que todo amante de la literatura se imagina a los literatos, compartiendo genuinas perspectivas sobre diferentes cuestiones, bebiendo y fumando en esos espacios de carácter casi mítico y de leyenda. También se dan cita los famosos personajes que hicieron de nuestro país un lugar digno de peregrinaje intelectual, y entre los que se cuentan, Gregorio Marañón, Unamuno, Benavente o Clarín entre otros. Y a parte de tomar lugares que aparecen en las novelas del dramaturgo como referencia, hay algo que consigue que todo el entorno, que todos los personajes, que lo galdosiano y lo torresiano, si se me permite, tomen esa entidad de conjunto indivisible. El dibujo.

En el apartado gráfico Alberto Belmonte se pliega a las necesidades de la obra de forma excelente. He podido leer que el ilustrador tuvo que sudar la gota gorda, dado que al inicio probó con un estilo más pictórico y expresionista, lleno de pinceladas, y del que creo haber reconocido un indicio en las cuatro primeras viñetas. Pero dado que el cómic debía ser pausado y tranquilo por su condición de tensión derivada de los diálogos, tuvieron que buscar un estilo que fuese más acorde con la historia. A título personal prefiero más el estilo pictórico que la línea clara y el dibujo limpio, pero he de reconocer que posiblemente haya sido un acierto. Porque aunque, como dice Antonio Becerra Bolaños, quien prologa la obra con gran tino y entusiasmo: “A don Benito le fascinaba explorar procedimientos expresivos eficaces para contar historias”, quizás un dibujo más expresionista hubiese dejado relegado ese galdosianismo a un segundo término, algo que sería de lamentar. Pues el de este cómic, es el estilo con el que creo que Galdós hubiese querido que dibujasen una de sus historias.

Se ven unas viñetas con un toque expresionista y que destacan sobre el estilo de toda la obra

El dibujante se enfrenta a los momentos de acción, los pocos que hay, y que por ello en la obra se prescinde de dinamismos y de contrapicados, o movimientos abruptos del ángulo; con tanto acierto como a los emocionales. Los rostros dibujados por Belmonte carecen de estatismo, son móviles, gracias al color que les da una verdad y movimientos internos, con el rojizo del rubor, el crema de la calma, y el azul blanquecino de la conmoción. Todos ellos rodeados por los ocres de un Madrid que palpita a su alrededor. Y como último elemento, pero no por ello de menor importancia, está esa misma ciudad. Las calles, los edificios, los coches y vestuarios, lugares emblemáticos y callejones olvidados, todos ellos con la misma firma visual. La que otorga el trabajo de documentación previa, unido al saber hacer de un dibujante, que dan como resultado un retrato tan fiel como galdosiano de nuestra capital en aquel tiempo.

La edición de Nuevo Nueve es como siempre muy acertada, con tapas gordas y firmes de tacto agradable, con páginas de gran gramaje, mantiene los altos estándares de calidad a los que ya nos tiene acostumbrados, incluyendo extras al inicio y al final de la obra. Esta es la primera de dos entregas, cuya segunda parte, Galdós y la ceguera, que se publicará en unos meses, ya esperamos con impaciencia. Pues cómo no querer lo que nos espera en este segundo volumen con las palabras que el propio guionista dejaba al respecto: “Voy a jugar un poco con lo que hacía Galdós con Fortunata y Jacinta. El primero va a ser la historia desde el punto de vista de Elena y el segundo desde el de Rosa. También cambiaré el eje de narración. Lo importante es la historia, quitar paja y crear sensaciones”.

Segunda y última entrega que verá la luz en unos meses

No sé si lo llegará a conseguir, pero lo que está claro es que a la respuesta de la pregunta planteada al principio es: Sí, parece que la “G” le ha vuelto a traer fortuna. Y por el gozo que nos deja a los lectores, deseamos que así siga siendo.

Lo mejor

• Lo galdosiano que vertebra la obra completa, recorriéndola de arriba abajo.
• No hacer una biografía de Galdós, y sí una historia de Galdós.
• Los rostros de los personajes, la maestría de las expresiones logradas junto con el color los hace aparentar vivos en el papel.

Lo peor

• Me hubiese gustado ver al primer boceto del padre de la familia Botines, Teodoro, que aparece en los extras, cobrar vida. Pero todo no se puede tener.

Edición original: Galdós y la miseria (Nuevo nueve, Diciembre de 2020) Guion: El Torres Dibujo: Alberto Belmonte Color: Alberto Belmonte y en las páginas 29, 30, 64,65 y 66, Miguel Serrano. Formato: Cartoné. 95 páginas. 22€ Galdosiano, que no sobre Galdós "Ya no puedo escribir" Me gustaría comenzar con unas…
Guion - 8
Dibujo - 7.5
Interés - 9

8.2

Galdosiano

Galdós y la miseria es una historia tanto para amantes de Galdós en particular, como para amantes de la literatura y los cómics en general. Con una trama y personajes dignos del dramaturgo, una ambientación cuidada y fiel, junto al acertado y delicado dibujo que envuelve la obra, pasa a formar parte de esas grandes obras “G”, o al menos la digna primera parte de una de ellas.

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digodiego
digodiego
Lector
20 junio, 2021 12:13

Es una pena que a pesar de que las paletas de colores sean estupendas y bastante adecuadas a la atmósfera del Madrid de Galdós, sea tan digital, tanto el dibujo como el color.
Precisamente por la naturaleza y el tema del cómic, creo que le habría venido mucho mejor la acuarela o algo más tradicional. Ver el Madrid del XIX con ese tono tan digital me sacaba un poco de la historia.