Edición original: GCPD: The Blue Wall #1-#6 (DC Comics, 2022-2023)
Guion:John Ridley
Dibujo: Stefano Raffaele
Entintado: Stefano Raffaele
Color: Brad Anderson
Formato: Grapa. 24 páginas por número. 3,99$€

La culpa es del sistema

«The belief in the common good. The belief in that truth matters.»

John Ridley ha sido un guionista más o menos prolífico en DC los últimos años. Sin embargo, se trata de un veterano escritor y guionista. Ha escrito novelas, obras de teatro, guiones cinematográficos y ensayos. Destaca el Oscar que ganó por 12 años de esclavitud. Su obra se centra en diferentes temas, pero principalmente destaca por su lucha contra el racismo.

En DC sus obras se han visto impregnadas de esta temática desde un punto de vista de denuncia social y del sistema. Ridley suele dedicarle mucho tiempo y espacio a buscar las raíces sistémicas del racismo. Más allá de actitudes individuales, el veterano escritor nos habla de una sociedad impregnada de comportamientos racistas en todos sus ámbitos y estamentos, y como esta lacra no solo es consecuencia de una manera de entender el mundo, si no que muchas veces es un instrumento para justificar actitudes, jerarquías y la preeminencia de entidades de poder.

Lo vimos en Segundo Hijo y en Yo Soy Batman (hay referencias a esta obra), pero sobre todo en La Otra Historia del Universo DC, donde Ridley repasa la historia de los Estados Unidos y de los personajes de DC adoptando un punto de vista de denuncia social.

Por debajo del radar pasó la obra que comentamos en esta reseña. GCPD: The Blue Wall. Miniserie de seis números publicada en Estados Unidos entre 2022 y 2023, inédita en España. Esta serie limitada forma parte de la continuidad, principalmente se relaciona con la colección Detective Comics. Hay algunas referencias a ello, pero se puede leer de forma independiente.

Otra colección a la que nos retrotrae GCPD: The Blue Wall, es Gotham Central (una de las 10 mejores de DC de los últimos 25 años), ya que ambas se centran en el departamento de policía de Gotham. Ambas son historias bastante corales y los protagonistas son principalmente agentes de policía.

Sin embargo, ambas series tienen dos tonos muy diferentes. Si bien la colección escrita por Rucka y Brubaker es puramente cómic noir, policiaco, muy centrado en los personajes humanos, en su interacción con los superhumanos, en la fragilidad de las personas que conviven en medio de la guerra entre héroes y villanos… GCPD: The Blue Wall es mucho más comprometida y crítica socialmente.

En la miniserie escrita por Ridley apenas vemos superhéroes. Montoya no asume su rol de The Question, no aparece Batman, apenas vemos a Dos Caras y su obsesión con la comisaria.

Riddley escribe sobre personajes desconocidos pero que no protagonizan una pequeña historia. El guionista es ambicioso y en seis números expande este cómic para intentar explicar la mayor parte de los defectos de los Estados Unidos.

El escritor de Yo Soy Batman nos habla de los falsos mitos creados por los medios de comunicación, de la marginalidad, de la meritocracia, del abuso de poder, de la falta de comunicación, de la violencia de una sociedad extremadamente competitiva y despiadada, de racismo, del abuso policial…

La historia se centra en algunos personajes, cada uno con su trama. La maestría de Ridley a la hora de escribir un buen guion con sus líneas argumentales, sus giros de guion, con subtexto y con diálogos afilados que permitan avanzar la trama y estén llenos de significado, se muestra en todo su esplendor. Sin embargo, todo eso son técnicas que permiten construir un tapiz que incomoda e indigna, que transmite una sensación asfixiante y desesperante, que en el caso de algunos personajes desemboca en una violencia vengativa y desesperada.

Yendo a la trama… (ahora vienen los spoilers).

El cómic empieza con un discurso de Renné a los reclutas recién graduados. Un discurso lleno de significado que nos marca la visión de Montoya sobre lo que debe ser un cuerpo de policía. Una entidad que contribuya a la comunidad que sea un muro azul entre los ciudadanos y el caos, violencia, crimen… La comisaria establece una intención constructiva, positiva y de servicio público.

Ridley se dedica a cargarse este discurso punto por punto. Si bien parece que quiera compartir el punto de vista de Montoya.

El centro de la serie son tres agentes de policía, tres novatos, tres reclutas. Samantha Park, Daniel Ortega y Eric Wells. Una asiática, un hispano y un negro. La diversidad racial de la historia va más allá de la representatividad de cuotas. Es significativa para dar realismo y porque muchas aristas de la trama están relacionadas con los grupos étnicos.

Park es una recluta apocada y miedosa que pasa a ser primera plana de la prensa al no descargar su arma frente a un chaval negro cuando este se saca algo del bolsillo. Park no lo ve, pero es el móvil. Los medios de comunicación la convierten en una heroína al frenar el ímpetu que se atribuye a los agentes ante este tipo de situaciones, que suelen desembocar en la muerte de inocentes. Park no dejó de disparar por ser una agente empática con el chaval, por ser una ferviente creyente del estado de derecho, del deber policial como servicio al ciudadano… no, no lo hizo por miedo. Se quedó congelada. Se sabe un fraude y así lo comunica a Montoya. Ésta silencia la versión de Park y se deja llevar por el éxito ante los medios. A la siguiente ocasión la agente Park se encuentra con una situación similar, pero al revés. Se vuelve a acobardar, esta vez ante un atracador que sí va armado y sí ha disparado sobre un inocente. La cobardía de Park cuesta una vida. Pasa a ser investigada por sus superiores. Ella les retrae que no quiso ser una heroína, que ya avisó de que no estaba preparada, pero no la quisieron escuchar borrachos del éxito ante los medios, de la “buena imagen” de una policía de Gotham ávida de este tipo de exposiciones.

Montoya es consciente de que no quiso escuchar a Park y que la culpa es de arriba abajo. Sin embargo, el poder no evita (porque puede) descargar las culpas hacía abajo, hacía el eslabón débil.

Park es amiga de Ortega. El hispano, un recluta preparado, trabajador, estudioso… que ha superado las dificultades que le supone la marginalidad de su origen para labrarse una vida y un futuro. Se trata de un ferviente creyente el sueño americano, con una visión positiva de sus posibilidades.

Danny Ortega recibe la bofetada de realidad dentro del cuerpo donde se le práctica un bullying implacable y humillante por su origen portorriqueño. A pesar de que se trata de un ciudadano americano de pleno derecho, no de un inmigrante ya que Puerto Rico forma parte de los Estados Unidos, Danny recibe una catarata de vejaciones basadas en el estereotipo hispano. El hecho de que se trata de un agente excelente, que hace se trabajo perfectamente, no le evita que la masa informe de ignorancia, en forma de agentes veteranos, le humillen una vez tras otra, deshumanizándole de forma repugnante.

Ortega vive con su padre y las conversaciones entre ambos suponen un sonrojante y duro ejercicio de confrontación de puntos de vista. Por una parte, el escepticismo crudo y realista del padre frente al idealismo y a la conducta de autoengaño de Danny, que quiere integrarse en una sociedad (el cuerpo de policía, America) que le escupe una y otra vez.

El portorriqueño es víctima del abuso de autoridad, de la ley del más fuerte, de la implacabilidad del grupo que se sabe invencible, concretado en este caso en un comportamiento racista, ignorante que atribuye todos los tópicos y la deshumanización a aquellas personas que son diferentes por color de piel, origen, idioma o nacionalidad.

Ridley nos muestra un muchacho que ha silenciado las vejaciones, que las ha reinterpretado (comprando la versión del abusador) como bromas. Una vez asume la realidad de la humillación, una vez abraza la desesperanza de ver que el sueño americano es una farsa, Danny se arma hasta los dientes para causar el mayor daño posible. Asesina a sangre fría al hermano y a la prometida de Reneé, y a todos los agentes de policía con los que se encuentra. El guionista vincula las vejaciones del sistema y la asfixia de la desesperación a las matanzas masivas tan habituales en los Estados Unidos.

Ortega no solo se lanza a las masacres por el racismo humillante al que es sometido. Danny es un creyente del sistema (hasta que deja de serlo) y recurre a los mandos y procedimientos para denunciar el bullying racista al que es sometido. El sistema le da la espalda. Al final el castigado es él, y se le recluye a un trabajo de oficina.

Atrapado, desesperado, ahogado… Daniel Ortega se arma y deja claro su mensaje, usando las herramientas de las que le ha dotado el sistema (entrenamiento policial y armas). Riddley nos deja claro que la sociedad dota a la policía de recursos para la violencia, pero no para la empatía, la comprensión y la integración.

Montoya, con la vida destrozada, empatiza con Ortega y hace autocrítica. Asume la culpa personal como parte de una organización podrida, impregnada de las mismas lacras de la sociedad, con el agravante de que se trata de una organización armada con cobertura legal (y corporativismo) para el uso de la fuerza.

Tenemos otra historia sobre un secuaz de la banda de Dos Caras que, con la mujer embarazada, quiere encauzar su vida. Hacer el bien. Para ello decide colaborar con los fuerzas del orden lo que supone ser asesinado por sus excompañeros. Acorralado por un sistema que no le da salida, que lo deja a merced de los criminales y no le da nada a cambio. Éste ve que su única salir es ponerle precio a su cabeza (se hace un seguro de vida) para facilitar la vida de su familia. Una subtrama cruda, arrogante y cruel, extremadamente crítica.

Por otra parte, tenemos el arco que hace referencia a Reneé Montoya, que viene a ser el hilo conductor de la serie, sobre su lucha por ser una buena comisaria en un sistema podrido, asfixiantemente competitiva, en un cuerpo policial violento y que adolece de las mismas taras que la sociedad.

Se trata de una serie crudamente crítica con la policía, con su visión de servicio público. Ridley critica a la sociedad, a los intangibles efluvios de la discriminación, el racismo, la marginalidad… que solo son mecanismos del poder para mantener en el poder a los mismos, herramientas que impidan su pérdida de privilegios.

Muy bien, muy crítico con America, pero no deja de ser un ejemplo extrapolable a todo tipo de sociedades en las que las estructuras de poder usan la xenofobia, el racismo, el machismo y la discriminación como herramientas para mantener las divisiones sociales que permiten la posición de “los de siempre”.

Un cómic asfixiante, desesperante, pero profundamente crítico… sin embargo, a través de Reneé Montoya y de forma simbólica mediante la adopción de un perrito, Riddley nos da ciertas esperanzas, cierta capacidad de confiar en un futuro mejor… algún día…

El guionista nos da indicios de solución para evitar la deshumanización y la discriminación. Serían la comprensión, la empatía, la escucha… pero se ven como instrumentos débiles frente a la fuerte y la capacidad destructiva de conductas profundamente arraigados… y que al final solo sirven para beneficiar a los que no van a renunciar a sus beneficios.

Si bien, le podríamos criticar que el espíritu reivindicativo de la obra hace que Ridley sea mucho menos detallado y específico a la hora de ver como Reneé asume la muerte de sus seres queridos, por ejemplo. Ejemplos como éste se dan en más de una ocasión.

Stefano Raffaele es el excelente dibujante del tebeo, con un estilo realista, muy cargado de tintas y una caracterización perfecta de los personajes. La expresividad de los protagonistas, la capacidad para reflejar sus sentimientos y emociones, la habilidad para trasladarnos su psicología hace que probablemente sea la mejor obra del italiano en DC.

La mayoría de páginas se estructuran mediante viñetas apaisadas que relajan la vista y facilitan la lectura, no en vano la densidad de la historia precisa de una atención reposada y centrada en los matices.

La atmosfera a la que Raffaele somete a las páginas refleja perfectamente la angustia y asfixia que Ridley quiere transmitir. a lo que contribuye de forma excelente en color de Brad Anderson.

Ambos autores se compaginan de manera magistral y perpetran uno de los mejores, más trascendentales y críticos cómics de DC en los últimos años. Un tebeo explosivo, incómodo y profundamente político.

Lo mejor

• el esfuerzo para explicar la compeljidad de una sociedad asfixiante.

Lo peor

• Hay aspectos de los personajes que los autores obvian.

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