Edición original: Gemma Bovery (The Guardian, 1999).
Edición nacional/ España: Gemma Bovery (Ediciones Sins Entido, 2010).
Guión y Dibujo: Posy Simmonds.
Color: B/N.
Formato: Novela Gráfica cartoné 112 págs.
Precio: 20€.
Recomendaba hace meses las excelencias de Tamara Drewe, obra que ningún lector exigente y sensible debe dejar pasar. Diez años antes que su obra maestra, la inglesa Posy Simmonds había probado sus armas con Gemma Bovery.
Como su mismo nombre indica, Gemma Bovery revisita, en clave actual y -hasta cierto punto- paródica, la célebre novela del escritor francés Gustave Flaubert Madame Bovary, publicada en 1857 y pilar universal de la literatura realista. En esta paráfrasis, un matrimonio inglés, Charly y Gemma Bovery, se traslada a vivir a Normandía, deseando huir de los problemas de Londres y confiando en empezar una nueva vida en el campo francés. La situación, al principio idílica, empieza a aburrir a Gemma, que cae en brazos de un amante más joven. Un panadero con ínfulas artísticas será el testigo (¿y tal vez algo más?) de las vicisitudes que acabarán en tragedia. El relato empieza con la muerte de Gemma. Sus allegados, con el concurso de los diarios de la finada, habrán de reconstruir los hechos hasta su inevitable fin.
La autora, que estudió unos años en la Sorbonne, parece querer vengarse de sus lecturas escolares con esta obra… a la vez que las homenajea cariñosamente. Por un lado, los asumidos paralelismos con el clásico de Flaubert dejan poco espacio a la sorpresa. Las coincidencias son incluso apuntadas por Joubert, el panadero voyeur, obsesionado con la joven. La propia Gemma acaba leyendo la novela, renuente a creer en la maldición que apunta su apellido. Y el (simpático) guiño final despeja cualquier duda. Por otro lado, lo que importa no es “lo que pasa” (lo sabemos desde las primeras páginas) sino “por qué pasa”. Y ahí es donde apreciamos la relectura de Simmonds, gracias a su indudable punto fuerte: la caracterización de los personajes.
El panadero Joubert es el narrador predominante, aunque se ayude de los escritos de Gemma (que hurta de casa de su viudo) y de declaraciones de otros personajes. Es un tipo obsesivo, fatuo y un poco cargante, a la vez que humano en sus tristes aspiraciones. Su necesidad de desvelar el misterio de Gemma le vuelve un tanto repulsivo, como reconoce él mismo. Es, también, contradictorio. Simmonds pone tanto cuidado en su retrato que el lector llega a conocerlo mejor de lo que él se conoce a sí mismo, anticipándonos a sus afectos, desarmando sus mentirijillas, perdonándole sus (algunas) injerencias. Es a través de él como conocemos a Gemma, pues incluso los fragmentos de sus diarios que Joubert reproduce van acompañados de sus impresiones, no siempre benevolentes. La visión masculina le sirve a la autora para ironizar sobre la condición femenina, señalando tópicos (p.ej.: el corte de pelo que acompaña a una ruptura amorosa) con la precisa distancia para autentificarlos y, a la vez, subvertirlos. La fascinación de Joubert no cae en la idealización, el recurrente peligro de los jóvenes narradores varones. Simmonds, con 54 años en el momento de publicación, traslada su mirada descreída a Joubert y, por su intermediación, a la misma Gemma; ambos son los personajes mejor retratados del elenco. La madurez de la autora planea por unas relaciones más complejas de las habituales en cualquier tebeo, como la estudiada tirantez de Charly y su ex mujer o la atracción del joven estudiante por Gemma, “la mujer experimentada”, cual El graduado (M. Nichols, 1967).
La historia se divide en cuatro partes de extensión variable y un epílogo de una página. Al lector ocasional puede sobrecoger la abundancia de texto. Hay más palabras en una página de Gemma Bovery que en las 20 de un tebeo mainstream al uso; también debo decir que mucho mejor escritas. Muchos pasajes pueden recordar a las “novelas ilustradas”. Otros, en cambio, son auténticas planchas de cómic, con elaboradas composiciones como la de la página 58, donde el principio y el fin de una velada social queda cohesionado por las viñetas en que Gemma recuerda su pasión adúltera, a su vez con sus propios diálogos y pensamientos.
En muchos aspectos, esta obra es un borrador imperfecto de Tamara Drewe: el mismo estilo de dibujo, aunque no tan depurado, tal vez por la ausencia de color (que añadía una belleza prístina a las páginas de Tamara Drewe); las mismas soluciones gráficas, aunque no tan brillantes ni memorables; personajes similares (se pueden establecer equivalencias claras tanto en psicologías como en fisonomías), aunque menos atractivos. No digo que sea un clon descafeinado y que la lectura no merezca la pena. Ya quisieran muchos guionistas renombrados, muchos afamados hot artist contar en su haber con una obra tan potente como Gemma Bovery. Sólo digo que son del mismo palo y si Tamara Drewe es un 9, esta es un 7. Así de simple.
Gemma Bovery fue publicada en 2010 por Ediciones Sins Entido, aprovechando la notoriedad alcanzada por la autora gracias a la adaptación cinematográfica de Tamara Drewe efectuada por el siempre notable Stephen Frears, con la guapísima Gemma Arterton de protagonista. La actriz le ha debido coger el gusto a las obras de Simmonds, pues ha firmado para interpretar a su tocaya Bovery en la película homónima que prepara la realizadora Anne Fontaine (Coco, de la rebeldía a la leyenda de Chanel, 2009) para el próximo año.
Espero que cuando se estrene la película más gente se acuerde del cómic. 🙁
No caiga vuesa merced en el error de pensar que por poco comentado no es leído. Disfruté muchísimo en su momento de este artículo (no tanto como con el de Tamara Drewe, pero básicamente porque en aquel encadené relectura del cómic, revisionado de la película y lectura del artículo) y, es más, estoy tan de acuerdo que acabo siendo menos benevolente: Gemma Bovery es una obra que debe ser leída antes que Tamara Drewe porque parece un estudio de esta última. Tanto es así que, si se hace al revés, queda un regusto a «lo mismo, peor peor» que empaña las bondades del cómic que nos ocupa.
¡Lo tengo en la pila, no me estreseeeees…!
Es una injusticia que no se publiquen más cosas de esta autora. Para mí que tendría una difusión óptima entre lectores no habituales, por ejemplo, entre quienes disfruten con las Mujeres Alteradas de Maitena (un superventas, por lo visto).