Este 2023 se han cumplido ni más ni menos que treinta años desde que Terry Moore se diera a conocer al mundo entero gracias a Strangers in Paradise, una magnífica serie en blanco y negro, de creación propia y a la que no nos cuesta ningún trabajo calificar como un auténtico imprescindible del cómic estadounidense. Por ello hoy vemos la necesidad de recordarla dedicándole unas palabras.
Contexto de publicación
A principios de los noventa del siglo pasado, el panorama editorial estadounidense presentaba una imagen que sólo podía calificarse de convulsa. Las poderosas empresas centradas en el género súper-heroico veían como siete de sus dibujantes más rentables decidían irse por su cuenta y plantar cara a sus antiguos patronos. Las colecciones más populares arrojaban unas cifras mareantes y atraían el interés por un negocio que, en poco tiempo, se convertiría en una de esas burbujas que, periódicamente, surgen para estallar y llevarse por delante a soñadores y especuladores. Sin embargo, eso aún está por acontecer: de momento, vivimos en los tiempos del crecimiento desaforado y de los trucos de mercado para captar la atención: portadas dobles, triples y cuádruples, con ilustraciones metalizadas y hologramas en tres dimensiones. Todo vale en el amor y en la guerra y esta, después de todo, es una batalla comercial sin precedentes. Pero había algunas editoriales que se resistían a caer, al menos del todo, en estas maniobras.
Es en este escenario en el que, sin armar mucho ruido, el historietista tejano Terry Moore publicó el primer número de un tebeo que, sin las alharacas comerciales de muchos de sus contemporáneos, se convertiría en una de las obras fundamentales del cómic independiente: Strangers in Paradise.
Si se observa desde la perspectiva de aquellos años -el primer número está fechado en enero de 1993- solo se puede concluir que Moore presentó una propuesta que iba contra la corriente dominante. El autor se acercó a Antartic Press, una editorial con fuertes creencias en el creator-owned que, aunque sí que publicaba alguna licencia como Robotech, que basaba su historial de publicaciones en las obras de creación propia. Eso sí, no exactamente del estilo de Strangers in Paradise ya que el “amerimanga”, el terror o la ciencia-ficción era lo que reinaba en su catálogo.
En un mercado dominado por la, en aquel entonces, atractiva novedad del color por ordenador, tenemos un tebeo en blanco y negro; en unas estanterías pobladas por rudos y bizarros anti-héroes, nos cuenta el triángulo amoroso que surge entre tres personas. La premisa podría resultar un tanto manida, si no fuera porque, desde un primer momento, Moore deja patente que esta historia es distinta de cualquiera otra con ese punto de inicio y lo hace con un trío protagonista único, donde cada uno de sus vértices es, por propio derecho, una entidad con su propia voz y tres espejos en los que la parroquia lectora puede verse reflejada.
En un lado tenemos a Katina «Katchoo» Choovanski, una pintora cuya apariencia menuda contrasta con su fuerza y desenfado; en el otro está Francine Peters, su amiga desde los días de la secundaría, dulce, encantadora, amable y, por ello, vulnerable; en tercer lugar, está David Qin, un joven estudiante de arte que se enamorará de Katchoo en uno de los primeros números de la serie. David quiere a Katchoo que, a su vez, está enamorada de Francine. Suena conocido ¿verdad? Pero en esta historia, tan vieja como la humanidad, veremos que nada es del todo lo que parece.
Strangers in Paradise surgió, en palabras del propio Moore, como consecuencia de sus infructuosos intentos de hacer tiras cómicas de cadencia periódica. Este trabajo -uno de los más duros, en palabras de quienes lo llevan a cabo- se saldó con dos intentos: uno de animales antropomórficos y ninfas y otro con un encantador soñador modelo «Walter Mitty» o «signore Rossi». Ahí aparecen, respectivamente, Katchoo (como una ser feérico sin ningún complejo) y Francine (como la comprensiva y aguda esposa del imaginativo). Como puede imaginarse, poco o nada tienen que ver, más allá de los nombres, con sus homónimas, pero ya hay algunos detalles de la que habrá de ser la versión definitiva.
Con los años la serie fue cogiendo mucho prestigio entre los seguidores del noveno arte y, a los tres primeros números publicados en Antartic Press, le siguió un segundo volumen de catorce grapas en Abstract Studio, que básicamente es el propio Terry Moore autopublicándose. El tiempo cambia las cosas, Image estaba buscando dar cabida a otros tipos de cómics y Strangers in Paradise se lanza con un tercer volumen en Homage Comics, un subsello de la empresa de Jim Lee, Wildstorm, que a la postre había dibujado una pequeña secuencia de la serie. Pero el sello de Image que dio vida a los WildCATS acabó por mudarse a DC Comics, de tal manera que Moore, habiendo sacado tan solo ocho números con ellos, decide volver a su propia editorial, la mencionada Abstract Studio, donde ya se queda de forma definitiva, continuando la serie ni más ni menos que con otros ochenta y dos números, finalizando en 2007.
La Trama
La historia comienza en un instituto de enseñanza secundaria estadounidense. El escenario es bien conocido por cualquiera que haya consumido series televisivas juveniles durante los últimos cuarenta años. Una nerviosa Francine espera su turno para salir en una función colegial y sufre lo que toda persona en su situación: un traspiés y se convierte en la comidilla del lugar, con esa crueldad inherente a la adolescencia que se desarrolla en masa. Un salto en el tiempo y vemos que Francine es ahora una veinteañera que tiene una relación bastante malsana con Freddie Femur, un abogado obsesionado con tener relaciones con ella y que solo puede definirse con adjetivos como «imbécil» o «gilipollas». Esa es la opinión que Katchoo tiene de él y se corta bien poco al expresarla: es consciente del deseo de su amiga por encontrar la pareja ideal, entendiéndose por tal un marido con el que tener descendencia y un perrito que les ladre; igualmente, ve con total claridad que la bondad, casi inocencia, de su amiga, atrae a toda suerte de desaprensivos que jamás estarán a la altura ni de las expectativas de Francine ni de ella misma. Por tal razón, Katchoo se arremanga cuando Femur hace daño a su amiga y deja patente, a ellos y a la audiencia, que es muy mal negocio enfrentarse a ella. Aquí presenta Moore el primer detalle de que esta joven polaco-estadounidense es mucho más de lo que aparenta, tanto en habilidades como en secretos; también dejará patente que los sentimientos que Choovanski tiene hacia Francine van más allá de lo amistoso.
En este momento hace su entrada David Qin, un joven que se queda prendado de Katina y se convertirá en un pretendiente tan contumaz como incansable. Como decía antes, David quiere a Katchoo y ésta, a su vez, a Francine, pero esta también desarrolla sentimientos hacia aquél y, respecto de ella, reconoce que es su alma gemela. Su antigua compañera de instituto, su compañera de piso, su amiga, la ve de una forma que ella no termina de percibir: ¿cómo puede verse el ser amado a través de los ojos de quien la ama? Sin embargo, sus sueños de infancia, construidos en torno a un concepto estándar de familia -marido, hijos, casa propia…- y reforzados por una madre que tuvo que afrontar el abandono por parte de su esposo, le impiden corresponder de la manera que Katchoo querría. Ésta acaba reconociendo que quiere a David, pero no de la forma que él anhela. Tres personas que buscan la felicidad y que creen tenerla frente a ellas, pero junto a barreras que parecen insalvables; tres personas cuyas virtudes se entrelazan con sus defectos y cuyas literarias existencias se desarrollan ante nosotros, experimentando vivencias que a todos nos resultarían conocidas.
La historia de Francine, Katchoo y David se cruza con las de otras personas que, como el trío protagonista, buscan su lugar en el mundo. Tenemos al estúpido Freddie Femur, al que su orgullo y arrogancia impiden reconocer que perdió a la mujer de su vida; a Casey Bullock, prometida, esposa y luego divorciada del anterior, muy preocupada por su aspecto exterior; a la madre de la propia Francine, que quiere la felicidad de su hija, pero dentro de los esquemas tradicionales… y, sobre todo, a una organización criminal cuya ominosa y opresiva presencia irá haciéndose más y más presente, amenazando a todo el mundo y revelando progresivamente algunos detalles de los atribulados pasados de Katchoo y David. Esta trama irá creciendo hasta alcanzar una importancia equivalente a la del triángulo amoroso, entrelazándose con ésta e imponiéndose, en ocasiones, a la misma, llevándose la parte del león en el relato.
La lectura de Strangers in Paradise es una auténtica delicia, pues permite que reflexionemos en torno a las complejidades de la vida: sobre la premisa de un deseo, tan básico como complejo, como es el de la felicidad. Encontramos que ésta puede encontrarse en los lugares más inesperados, mientras está ausente en los que podrían resultar obvios. Francine quiere un marido e hijos, pero sabe que nadie la querrá nunca como lo hace Katchoo; Katchoo asume que David siempre estará a su lado, pero nunca podrá quererle como quiere a Francine; David asume que su amor por Katchoo jamás podrá hacerla olvidar a Francine; Francine quiere a Katchoo, pero ella no encaja en el dibujo que ha hecho de su futuro.
En un viejo tebeo de Thor -el primero realizado por Tom DeFalco y Ron Frenz– la Encantadora decía que el amor era un raro invitado al que había que recibir con alegría y nunca con desdén. Ahora bien ¿quién no ha vivido la sensación de querer a alguien que no le corresponde o ser querido por alguien a quien no puede corresponder? ¿Podemos forzar los sentimientos en un sentido u otro? Don Terry considera que no, habida cuenta de las tribulaciones por las que hace pasar a sus criaturas, que luchan, cada una a su manera, contra sus sentimientos. La compasiva Francine, con resignación; la aguerrida Katchoo, con furia; el estoico David, con fe.
La historia tiene varios arcos argumentales, de entre los que destacaría el primero de todos, por su frescura y porque presenta una historia que puede disfrutarse de forma independiente al conjunto. En los siguientes, la trama de la organización criminal que amenaza las vidas del trío principal irá tomando fuerza, en la forma de una serie de vueltas de tuerca que no terminan de tener el impacto del relato original. La introducción de tramas conspirativas al más alto nivel político puede restar fuerza a la historia principal, por mucho que el autor las utilice como motor para hacer las vidas de los protagonistas más interesantes. Con todo, hay que decir esto no es casual, en la medida en la que, en algún momento, Moore juega con la idea de que quizá, una vez más, las cosas no sean como parecen, con el fin de demostrar que la forma en la que afrontamos una vivencia especialmente traumática puede marcar nuestra vida posterior. Para tal objetivo, se dedica a dar saltos hacia atrás y hacia adelante en el tiempo, dejando que las lagunas en la trama vayan picando la curiosidad de la audiencia.
Con Strangers in Paradise, Terry Moore sigue el ejemplo de otros ilustres autores del ámbito independiente, algunos de los cuales influyeron notablemente en sus trabajos. Treinta años después de su primera aparición, Francine, Katchoo y David son los destacados exponentes de una historia que, más allá de los aspectos exteriores, sigue estando tan vigente hoy en día como en el momento en el que vio la luz. Un triángulo amoroso como nunca lo habías visto; una historia de amor con una intensidad como la que cualquiera querría vivir.
El Regreso
Terry Moore daba por concluida la obra en 2007, como decíamos antes, para dar paso a nuevos trabajos. Tras ella, y siempre dentro de su Abstract Studio, vieron la luz series, independientes unas de otras, llamadas Echo, Rachel Rising, SIP Kids, Motor Girl, Ever y Serial, forjándose así una carrera envidiable dentro del mundo del cómic. Pero no sería la última vez que nos encontraríamos con los protagonistas de Strangers in Paradise.
Con motivo de su veinticinco aniversario, Moore retomó la serie como Strangers in Paradise XXV, en 2018 obviamente. Se trata de una miniserie de diez números ambientada años después del final de la original. El tiempo ha pasado, las cosas han cambiado y… seguir desde ahí sería entrar en unos spoilers innecesarios para este artículo.
Pero no se vayan que aún hay más. Terry Moore hizo un extraño e inesperado movimiento con Cinco Años, otra miniserie de diez números en la que se encontraban todas sus series. Es curioso porque tenemos esta Strangers in Paradise, cercana a la realidad, unida a muertos vivientes o monos mecánicos, todo ello junto para intentar salvar el mundo. Y hasta aquí llega todo… de momento.
La Publicación en España
La colección llegó a nuestro país en 1998 de la mano de la editorial asturiana Dude Cómics, que llegó a publicar dieciséis números en formato grapa. Unos años después, en 2005, fue Norma Editorial quien tomó el testigo para completar la colección en siete tomos, ahora descatalogados. Pero que nadie se asuste, a día de hoy la misma está disponible en tomos integrales, de los que ya han salido tres a la venta. De la misma manera, Norma ha publicado tanto Strangers in Paradise XXV en un tomo integral y Cinco años en otro, así como todos los trabajos de Terry Moore hasta la fecha. También muy recomendables, pero eso lo dejamos para otra ocasión.
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