Introducción
Conflicto equivale a historia. Esto es algo que James Tynion IV sabe bien y, por tanto, lo aplica consecuentemente en sus obras. Un gran ejemplo de ello puede ser la serie The Woods, ese fantástico cómic de aire ochentero con colegios que realizan excursiones forzadas a planetas asesinos perdidos en medio del espacio exterior y donde el escritor hace gala de su dominio del ritmo dramático.
The Woods comenzó a publicarse originalmente en 2014 por BOOM! Studios para el mercado norteamericano. Escrito por James Tynion IV, dibujado por Michael Dialynas y con color de Josan Gonzalez, el cómic fue un éxito inmediato que agotó varias tiradas editoriales en sus inicios y recibió diversos premios de la crítica. La serie terminó su recorrido en el año 2017 y se compone de 36 números en total, recopilados en nueve tomos en formato rústica por Editorial Hidra para el mercado español.
Esta historia repleta de puntos álgidos se sirve magistralmente de dos pilares esenciales para conseguir atraparnos: personajes interesantes y una trama impredecible. Gracias a esta combinación de elementos que predomina en tantas otras obras extremadamente populares (Juego de Tronos, por poner un ejemplo), el lector se sume en una espiral de interés de la que le es difícil escapar; pero… ¿cómo se llega a este punto? Bueno, esa es la pregunta del millón. Con el fin de encontrar una respuesta, merece la pena echar un vistazo al número 8 USA de The Woods (el último número en el segundo tomo de la edición española de Editorial Hidra) y su interesante forma de jugar con el conflicto. (Como es lógico, habrá spoilers de la historia).
The Woods no solo establece conflicto dentro de su propio mundo narrativo, sino que también implica al lector y juega con sus propias expectativas. Esto está muy presente en cómo James Tynion plantea a sus personajes. Si bien la mayoría de ellos se basan en modelos de otros personajes comunes en esta clase de historias con los que ya podemos estar familiarizados, el aspecto que los separa del mero estereotipo es que no se trata de esculturas directamente robadas del catálogo de otras obras, sino de moldes que sirven como base, inspirados en esas otras obras, y a los que el guionista es capaz de otorgar aspectos propios y diferenciales. Por ello, aquí los personajes no existen como estereotipos, sino como arquetipos que son utilizados de la forma correcta.
Es importante entender esto porque The Woods explora el límite del estereotipo que, presumiblemente, cada lector asociará a sus personajes, solo para aplastar las expectativas generadas en el momento apropiado y provocar así un contraste. Un continuo baile entre la apariencia y la realidad; el sí y el no; lo impredecible. Pues el contraste y la contradicción (que no incoherencia) son las bases del conflicto. Y como hemos dicho, conflicto equivale a historia.
En The Woods, el ritmo narrativo juega un papel muy importante. Se cuenta muchísimo en pocas páginas, pero sin dejar de lado el desarrollo de personajes para que los acontecimientos expuestos no pierdan impacto. Debido a ello, es común encontrar saltos temporales de considerable alcance entre tomo y tomo en los que la trama ha avanzado sobremanera. En ese momento, nos toca enterarnos de cuál es la situación actual y cómo hemos llegado a ella.
Que el lector no se pierda en medio de todo, se frustre o sienta que los cambios ocurridos son demasiado repentinos y desconecte en cierto grado de la historia no es algo en absoluto sencillo. A esto hay que añadir que es común (sobre todo en los primeros tomos) compaginar momentos del pasado con la acción actual. Para que el lector no entre en un estado de confusión, James Tynion se sirve de varias herramientas.
Su principal baza son los personajes. Si bien la situación puede haber cambiado muchísimo, el hilo conductor entre cambio y cambio van a ser siempre los personajes. El hecho de que de pronto haya un salto temporal de casi un año es mucho más digerible si, justo antes y justo después del salto, las escenas se centran en los mismos personajes. Es algo que sirve de ancla. La mínima consistencia necesaria para evitar que naufraguemos en un océano de desconcierto narrativo.
También se utilizan otras técnicas que compaginan todas las narraciones de forma complementaria entre sí con el fin de conseguir una unidad cohesionada. Al principio de la serie, por ejemplo, muchos números van alternando lo que ocurre en el presente del mundo alienígena con pequeñas historias situadas en el pasado reciente de los personajes en la Tierra. Estas analepsis se integran muy bien dentro de los acontecimientos presentes para que no resulten pesadas, y es importante que no resulten pesadas porque es la forma con la que se contará parte de un desarrollo de personajes esencial para la obra. Tendremos una escena así en cada capítulo dedicada a cada uno de los personajes principales. Escenas que, además, se conectan entre sí debido a que giran en torno a un acontecimiento común.
De este modo, se consigue enlazar cada escena ambientada en el pasado con algún punto que apareciera en la escena ambientada en el pasado del número anterior, aunque estuviera dedicada a otro personaje y contase algo distinto. Conforme estas escenas avancen, veremos constantes recordatorios de que todo lo que se nos está contando de ese pasado terrestre transcurre prácticamente en el mismo momento y lugar, convirtiéndose así lo que podrían ser analepsis individuales, sin especial relación entre sí, en toda una trama paralela perfectamente compuesta para conformar un rompecabezas que resolver poco a poco y en el que todas las piezas, sin perder importancia propia, encajan entre sí.
Para que todas estas técnicas converjan en una narración efectiva, el dibujo de Michael Dialynas resulta esencial. Aparte de tratarse de un trabajo espectacular e imaginativo, la forma de presentar las escenas es siempre impecable y los personajes poseen una expresividad y naturalidad en sus gestos que los acercan mucho más al lector. Como con este artículo se pretende realizar un análisis profundo centrado sobre todo en el guion de la obra, el apartado gráfico no se comentará en exceso. A pesar de ello, consideramos pertinente el dejar constancia de su vital importancia y mérito antes de sumergirnos en el análisis en cuestión.
Dicho lo cual, ya es hora de pasar a profundizar en el número 8 de The Woods que mencionamos al principio. En él, no solo veremos cómo lo ya comentado es aplicado, sino que también observaremos cómo James Tynion solventa el inconveniente de no poder introducir demasiados giros de guion drásticos en la narración pasada porque podrían afectar negativamente a la consistencia de los personajes en el presente. Siendo consciente de ello, el guionista decide, en esencia, trasladar dichos giros a la propia mente del lector a través de una cuidada forma de contar y distribuir las escenas o, dicho de otra forma, utiliza el resto de herramientas de las que dispone para jugar con las expectativas del lector.
Análisis
En la primera escena del número, nos encontramos de bruces con Isaac y Adrian, quienes serán los protagonistas de este capítulo, a punto de finalizar una conversación en un momento pasado en la Tierra. El número anterior finalizaba con estos dos personajes en sus respectivas escenas paralelas. Por un lado, veíamos a un Isaac indefenso debido a la herida de su pierna que es salvado por otro chico. Por otro, a Adrian, que lejos de estar indefenso, acababa de adquirir unos misteriosos poderes con los que controlar el bosque entero y utilizarlo como arma contra una horda de monstruos similares. Por último, los tres aparentemente amenazadores guerreros que habían tomado cautivos a ciertos personajes del grupo protagonista reaccionan a los nuevos poderes de Adrian concluyendo, por motivos desconocidos para el lector, que si no matan a Adrian pronto, todos morirán.
Hasta ahora, Adrian era un personaje correspondiente en gran medida al estereotipo de chico pedante y frío de instituto que no tiene amigos porque no es muy agradable permanecer a su lado y porque, como él se cree superior al resto, tampoco considera importante tenerlos. Sin embargo, sigue siendo simplemente un niño en una situación límite y tampoco es que haya sido del todo malo con los demás, por lo que claro que no deseamos su muerte y que el saber que esos fieros guerreros quieren acabar con él nos impacta.
Volviendo a la primera escena del número 8, tenemos a Isaac marchándose de la casa de Adrian entre lágrimas y, mientras, a Adrian presenciando todo de forma un tanto ajena y sin aparentar sentir nada en especial. No conocemos a ciencia cierta lo ocurrido, más allá de que, justo antes de marcharse, Isaac le pregunta a Adrian si irá a su obra de teatro, que tendrá lugar al día siguiente. Aquí observamos un paralelismo claro entre la situación en la que el número anterior había dejado a ambos personajes y la de este. Tanto al final del número anterior como al principio del número 8, Isaac se nos muestra como un personaje vulnerable e inseguro, mientras que Adrian, ante una situación de peligro similar, muestra una aparente seguridad, incluso ante fuerzas que no comprende, y tiene la sangre fría suficiente como para tomar cartas en el asunto e intentar asumir el control.
Acto seguido, la madre de Adrian aparece y comienza una conversación en la que ella escucha a su hijo hablar sobre lo que acaba de ocurrir. Por ahora, todo parece conducir hacia la típica escena en la que un personaje mentor (la madre) enseña a otro personaje más central de la historia (Adrian) cierto valor humano que se suele considerar positivo y que se verá reflejado más tarde en algún momento de la trama… Pero nos vemos sorprendidos cuando la madre se sienta, se enciende un cigarrillo y de pronto le dice a su hijo una frase que ataca directamente el rasgo que más había definido a Adrian hasta ese momento y su mayor motivo de orgullo, capaz de poner en duda la única habilidad que lo había mantenido con vida y le había dado consuelo en su soledad: «No eres tan listo como te crees».
Que la madre se siente a fumar justo al lado de su hijo únicamente para decirle después que no es tan listo como se cree en tan solo dos viñetas es algo que puede dar a entender que no solo no se preocupa demasiado por su hijo (concretamente por su salud, al sentarse a fumar justo al lado), sino que, de hecho, lo desprecia hasta cierto punto. Es algo que critica directamente la forma de ser de Adrian y que, probablemente, la madre que nos imaginábamos que estaba junto a él hace unos instantes no le diría a su hijo o, al menos, no con tal falta de tacto. Gracias a que inicialmente plantea modelos de personaje que nos son conocidos, el guionista puede romper más fácilmente nuestras expectativas hacia ellos para generar un contraste que imbuya de mayor fuerza su historia.
Conforme avanza la escena, la madre de Adrian “corrige” un poco esas bruscas maneras con las que había empezado y suaviza parte de lo que ha dicho antes. Pese a seguir mostrándose bastante fría, lo cierto es que al final acaba dejándole a su hijo la moraleja de que, si una persona no tiene cuidado, puede acabar sola, y de que eso no es algo bueno. Ante estas palabras, Adrian reflexiona con cierta resignación. Puede que al final no sea más que un chico que siempre ha estado solo, que ha aprendido a apañárselas por sí mismo y que no sabe muy bien qué hacer frente al hecho de que no tiene por qué seguir estándolo ahora que tiene a un amigo como Isaac.
Y pasamos de página. Volvemos al presente, al planeta alienígena asesino. Los ojos de Adrian sangran por el esfuerzo de usar sus recién adquiridos poderes para protegerse a sí mismo y a quienes lo acompañan de los seres que los persiguen. Los demás le piden que pare por su propio bien, pero él se niega. En un último y doloroso esfuerzo, consigue crear una barrera que los aísla del peligro inminente. Todos están aliviados a la vez que impresionados, menos los tres guerreros que secuestraron a algunos de ellos y amenazaron con matar a Adrian el número anterior, que lejos de mostrarse también aliviados, parecen aterrados. Por primera vez, parecen seres humanos normales en vez de sanguinarios soldados. Bajo una patente preocupación, comienzan a explicarle con calma a uno de los chicos que Adrian está manejando fuerzas peligrosas que desconoce y que hay que detenerlo antes de que la situación empeore.
La cosa no para. Adrian está perdiendo el control. De pronto, dos flechas impactan en él y lo dejan malherido en el suelo. Los tres guerreros vuelven a aparecer y piden a los demás chicos que lo dejen morir porque, si no, Adrian, un simple muchacho incomprendido que acaba de sufrir para salvarlos, acabará matándolos a todos.
En un lugar cercano, Isaac advierte a Ben, otro de los chicos, de que ha escuchado algo y quiere ir a ayudar, pero antes aprovecha para intentar explicarle a Ben el gran aprecio que siente por alguien tan aparentemente frío como Adrian. Le dice que sí, que quizá parezca frío, pero que en el fondo necesita a otras personas tanto como cualquiera, solo que, en su caso, se le da especialmente mal exteriorizarlo. Y todo ello se corresponde, hasta este punto, con lo que conocemos de la personalidad de Adrian.
Siguiente página. Volvemos al pasado, después de la pelea al principio del número entre Isaac y Adrian y la consiguiente conversación entre este último y su madre. Vemos que Adrian al final sí ha ido a la obra de teatro de Isaac, lo cual es un gesto muy significativo. Inmediatamente pasamos al punto de vista de Isaac. El pobre, al que no le suelen salir las cosas muy bien, ni siquiera había conseguido un papel como tal en la obra, pero se conformó con dar lo mejor de sí ayudando con los decorados. Sin embargo, y aun con toda su buena fe, este sentimiento de falta de relevancia, sumado a la pelea con Adrian, minan hasta tal punto su moral que, mientras la obra transcurre, él está en los baños, llorando en soledad. Se halla tan afectado que incluso un pequeño ruido arbitrario que escucha le hace pensar que podría tratarse de Adrian, dispuesto a abrirse por fin y hacer las paces; aunque no es el caso. ¿O sí?
Al salir de los baños, Isaac se dirige a su taquilla y se topa con una sorprendente carta firmada por Adrian. En ella, Adrian le pide disculpas por todo y, elevando su honestidad emocional a cotas que nadie esperaba, también le dice que es el único amigo verdadero que tiene y que lo necesita. Este sorprendente momento cumple con las expectativas más optimistas que hubiera podido tener Isaac al respecto, sigue encajando con lo que se nos había dicho de Adrian hasta ahora y, como consecuencia, el sentirse querido por otra persona le inyecta un enorme chute de autoestima a Isaac justo cuando más baja la tenía. Definitivamente, parece que el bien y la inocencia sí existen en el interior del incomprendido Adrian.
Y volvemos al presente en el planeta alienígena, con los tres amenazantes y sanguinarios guerreros que ahora tratan de explicar de forma calmada por qué deben acabar con la vida de Adrian… Pero es Adrian, es un muchacho; un buen muchacho, por lo que vemos. ¿Qué clase de persona iba a querer matarlo a sangre fría? Seguro que solo estos tres amenazantes y sanguinarios guerreros. Uno de ellos se acerca a un Adrian muy herido e indefenso para acabar con él. Antes de hacerlo, le promete que no le dolerá; pero en el último instante, Ben e Isaac aparecen para interponerse. Isaac defiende el bien y la inocencia que hay en Adrian, que él solo quiere ayudarlos, pero que nadie lo comprende; hasta que Adrian recobra la consciencia, dice el nombre de Isaac y, por algún motivo, empieza a reírse solo.
Algo suena y ahora los guerreros no parecen tan imponentes ni tan malos. Están realmente asustados, pero lo primero que hacen es ponerse delante de los chicos para protegerlos. Adrian acaba de tomar el control de tres peligrosos dragones, se ha levantado y se ha arrancado las flechas del cuerpo como si nada. Ahora es Adrian quien parece el más amenazante de todos. Habla del poder que esconde ese lugar y de que se lo quedará todo para él solo porque nadie más parece comprenderlo, recalcando así la parte de él que se cree mejor que el resto y es egoísta.
Los tres guerreros discuten el peligro de la situación actual y deciden coger a Isaac como rehén. Entienden que es el amigo más cercano de Adrian y amenazan con matarlo si Adrian no se rinde. De nuevo, parece que los amenazantes y sanguinarios guerreros sí que son malos, a pesar de haber mostrado numerosas trazas de buena voluntad. Isaac, entre tanto, intenta mantener la calma. Está seguro de que Adrian no dejará que le pase nada porque, como le dijo en aquella inesperada carta, lo necesita. No obstante, el rostro de Adrian al contemplar la escena es muy ambiguo.
Saltamos al pasado en La Tierra por última vez en el número. Como comentábamos al principio del artículo, se mide a la perfección el ritmo narrativo para mantener la máxima fluidez posible entre tantos saltos temporales. En este caso, las dos últimas viñetas de la página anterior al salto temporal nos muestran justamente a Isaac y a Adrian, con Isaac además referenciando directamente el momento del pasado que precede al que estamos a punto de ver en la página siguiente, que los tiene a ambos como protagonistas.
Ya en la escena del pasado, Isaac corre a abrazar a Adrian a la salida del teatro. Isaac está extremadamente feliz y le da las gracias de corazón a Adrian por la carta que le ha escrito. Adrian se muestra un tanto indiferente ante todo esto, lo cual encaja con su personaje hasta ahora y con lo que él mismo explicita en la carta acerca de sus dificultades para exteriorizar lo que siente. Los dos se despiden y Adrian sube al coche de su madre, que ha ido a recogerlo. Pero el lector se encuentra con otro giro inesperado cuando Adrian, furioso, le pregunta a su madre que por qué le ha escrito esa carta a Isaac en su nombre y exige saber lo que se decía en ella.
La madre es sincera y le dice a su hijo lo que pone en la carta: la verdad; que él necesita a su amigo Isaac. Esta conversación, que empieza con un aparente aire de inocencia, torna rápidamente su curso a algo bastante más oscuro, con la madre explicando que lo necesita, pero no en un sentido emocional, sino como herramienta, porque las personas necesitan a otras personas para conseguir lo que quieren, y la mejor forma de que otras personas te ayuden, según ella, consiste en manipularlas, en hacerles creer que las necesitas, de modo que ellas te necesiten a ti de verdad y acaben haciendo lo que sea. Por eso le interesa cuidar la amistad con Isaac o, mejor dicho, el control sobre Isaac; porque es la única persona a la que controla ahora mismo y, hasta que encuentre algo mejor, debe tratar de conservarla. Un tono bastante oscuro y macabro para una madre hablándole de «sentimientos» a su hijo; pero no se puede negar que es una estupenda justificación de por qué Adrian parece ser como es.
Volvemos una última vez al presente en el mundo alienígena asesino. Ahora sabemos que Adrian no fue quien escribió esa carta tan íntima de disculpa y que, quizá, la idea que Isaac tiene sobre él sea solo parte de una extensa manipulación por parte de Adrian al servicio de sus propios intereses.
Uno de los amenazantes y sanguinarios guerreros repite su advertencia de matar a Isaac si Adrian no se rinde. Pero Adrian se niega y dice que le da igual, que ya no necesita a Isaac. Como le dijo su madre, al fin y al cabo, «consérvalo… al menos hasta que encuentres algo mejor». Y vaya si lo ha encontrado: unas habilidades superpoderosas con las que hacer casi de todo y tres imponentes dragones con los que surcar los cielos hacia donde quiera sin oposición alguna.
Isaac se queda estupefacto. No puede creer lo que está presenciando. Adrian, por si fuera poco, manda a Isaac callar y le dice que está muy cansado de sus insignificantes problemas, que ahora por fin tiene un propósito mayor al que solo él puede servir.
Adrian parte finalmente en solitario. Los chicos del grupo, aunque muy en especial Isaac, están destrozados por todo lo que acaba de suceder. Isaac, siempre tan amable y contenido hasta ese momento, les grita a todos que no quiere su ayuda y se aleja de ellos. Los demás se abrazan e intentan asimilarlo como pueden.
A unos pocos metros se encuentran los tres guerreros que, lejos de seguir pareciendo amenazantes y sanguinarios como al principio, ahora hablan de que son solo unos críos y parecen decididos a cuidar de ellos (como ya se vio antes cuando se pusieron delante para protegerlos). Rápidamente, dos de los guerreros empiezan a planear el viaje que les espera para partir cuanto antes, pero un rotundo «No» sale de la boca de Gideon, uno de los guerreros; el único de los tres, de hecho, que no había dicho absolutamente nada hasta el momento y el que parecía más duro de todos… Porque resulta que es justo ese guerrero quien cree que los chicos se merecen un pequeño descanso después de todo lo que ha pasado. Y con razón.
En un solo número, la frialdad de Adrian parece encontrar justificación en sus dificultades para expresar lo que siente, entendemos su forma de ver las cosas y nos construimos una imagen de él bien distinta a la que teníamos antes; que se derrumba en el momento en que se revela como un muchacho tristemente criado bajo el dogma de la manipulación y el egoísmo.
En un solo número, la madre de Adrian pasa de parecer una «madre promedio» que se preocupa por su hijo a una persona un tanto cruda y calculadora; después, a alguien que, pese a todo, sí que se preocupa por su hijo como cabría esperar de una madre; hasta que, al final, descubrimos lo de la carta y vemos definitivamente lo fría y manipuladora que es hacia todos, incluido su hijo, al que educa bajo esos valores.
En un solo número, nos sumergimos en la fragilidad emocional de Isaac para entender en mayor profundidad su relación de dependencia hacia Adrian.
En un solo número, aquellos que parecían tres amenazantes y sanguinarios guerreros que ponían en riesgo la vida de un chico inocente, van demostrando, poco a poco, que no son tan malos como parece y actúan con un motivo. Eso sí, mientras se someten a una constante danza que los hace parecer «buenos» en una escena y «malos» en otra en función del punto de vista. Este cambio se consigue de forma muy natural, mantiene la intriga en el lector y además hace que cuando se revelan como «personas buenas» definitivamente al final, resulte creíble y no suponga un salto demasiado brusco ni repentino respecto a la percepción que se tenía de ellos al principio.
En los tres primeros casos, también podemos encontrar un patrón común de ascendencia gradual del estatus de un personaje que termina en una drástica caída. Empezamos con un Adrian que se va ganando nuestro cariño cada vez más, hasta que se revela de golpe su verdadero lado oscuro al final. Empezamos con un Isaac muy inseguro, destrozado porque Adrian no corresponde sus sentimientos con la misma intensidad, pero que recupera su seguridad cuando se siente necesitado por Adrian; todo ello con el objetivo de que la frustración de Isaac se maximice al final, cuando Adrian no solo no le corresponde, sino que directamente admite estar cansado de él. Empezamos con la madre de Adrian que, a pesar de la impresión inicial, poco a poco va pareciendo una madre más atenta y considerada respecto a su hijo, únicamente para consolidarse como una persona tan manipuladora y fría con el giro del final.
Si la información no se hubiera secuenciado de esa forma, no podríamos haber empatizado tanto con Adrian a lo largo de todo el número, por lo que no nos habría importado tanto si le pasa algo o no mientras aún lo vemos como un buen muchacho. Tampoco lo habríamos visto desde el punto de vista de Isaac, el que percibimos nosotros antes de la revelación de que la madre escribió la carta y que hace que empaticemos mucho más con el desplome emocional de Isaac. No habríamos sentido la manipulación de la madre tan de primera mano, ni habríamos encontrado una justificación tan convincente, a su vez, para las cuestionables acciones de Adrian. Ni mucho menos habríamos tenido ese juego de «ahora bueno y ahora malo» de los tres guerreros que nos mantiene en tensión durante todo el número, lo cual tampoco habría sido tan eficaz si no se compaginara con el progresivo aprecio que vamos sintiendo por Adrian y que nos hace pensar que, si estos guerreros quieren matar a un niño como él a sangre fría, deben de ser malos.
Incluso hay un detalle pequeño pero muy significativo que condensa el método de escritura de James Tynion IV en The Woods. El guionista se preocupa por establecer a uno de los tres guerreros como el más amenazante y duro de los tres, de mostrarlo siempre callado y no dejar que diga una sola palabra. Gracias a esa preparación, cuando ese guerrero misterioso habla por primera vez solo para tener un gesto de bondad y comprensión hacia los chicos a los que creíamos que quería hacer daño más que nadie, acaba resultando un momento impactante, cargado de intensidad dramática y que, junto al detalle final de llamarlo por su nombre, Gideon, ayuda a humanizar definitivamente a estos tres desde luego no tan amenazantes y sanguinarios guerreros.
Porque, en definitiva, todo parte de lo mismo: un contraste. Un continuo baile entre la apariencia y la realidad; el sí y el no; lo impredecible. Pues el contraste y la contradicción (que no incoherencia) son las bases del conflicto. Y como hemos dicho, conflicto equivale a historia. Así es como James Tynion IV escribió esta obra. Así es como The Woods juega con las expectativas.
Me comí unos spoilers deliciosos pero necesarios para abrirme el apetito de esta The Woods. Tynion IV sabe jugar con los giros como he podido leer en su reciente The Department of Truth, y se nota que domina los jueguitos de punto de vista. De lo poco que me he leído de él, no me ha decepcionado. Junto a Remender, Kot y otros es de quien tengo más interés en este mundo indie (y Peter Milligan, que anda on fire ese señor). Muy buen artículo y muy buena elección del mes (justo hoy termina el primer arco de The Deparment of Truth).
Saludos desde Venezuela y hasta el próximo mes.
P. D. ¿También harán estos artículos para hablar de autores? Porque uno de Ales Kot quedaría bueno.
Hola, Vielmehr. En efecto, justo el 27 salía ese número de The Department of Truth (serie a la que habrá que estar muy atentos) que comentas, una casualidad en la que no me había fijado, pero que no me extraña dado el abrumador ritmo de publicación que mantiene James Tynion IV, que rara vez flojea en sus trabajos pese a ello. Y sí, en esta sección hay cabida para muchas ideas interesantes que se nos vayan ocurriendo, así que es posible que en algún momento aparezcan artículos centrados en autores.
¡Gracias por tu comentario y un saludico a ti también!