Cincuenta años de kaijus
No nos vamos a engañar: los cómics derivados de franquicias suelen ser una castaña. Tampoco es algo que deba sorprender a nadie, por supuesto. A fin de cuentas, hay personajes o historias que, por encima de todo, son cajeros automáticos para sus dueños, y estos cómics no dejan de ser un accesorio más de merchandising, tan trabajados como una taza con el logo de la marca. Productos medidos, de los que sacar rédito constante exprimiendo ese poco juicioso pero leal grupo que es el fandom, manteniendo ese contrato no escrito en el que los dueños nos dicen algo así como “yo te sigo dando apariciones de tu fetiche y tú no te tomas muy en serio la tarea de juzgarlas”. Sin embargo, hay autores que gustan de darlo todo en cada trabajo que realizan. Autores que siempre saben ponerle aunque solo sea una gotita de alma a sus creaciones.
Algo así le pasa a James Stokoe, el autor responsable de la obra de la que vamos a hablar, Godzilla: La Guerra del Medio Siglo. Hablar de Stokoe es hablar de uno de los artistas más espectaculares que se pueden encontrar ahora mismo en la escena occidental, un autor con un estilo inconfundible y una personalidad arrolladora que le hizo merecedor de una nominación al Eisner por su historia corta Sobek (Shortbox), y cuyo último trabajo, Orphan and the Five Beasts (Dark Horse), esperamos como agua de mayo. Por aquí sobre todo hemos podido disfrutarlo, precisamente, en Alien: Órbita Muerta, otra obra-franquicia en la que el canadiense imprimió su firma personal. Sin embargo, en España nos ha tocado vivir la experiencia al revés, porque su coqueteo con los xenomorfos llegó en realidad unos años después de esta obra.
Godzilla: The Half-Century War se estrenó originalmente en 2012, siguiendo los esfuerzos de IDW Publishing por sacar rentabilidad a los derechos del kaiju de Tōhō, adquiridos en 2010. Distintas series regulares y miniseries vieron la luz desde entonces, pero ninguna ha tenido la recepción de la realizada por Stokoe. En España, sin embargo, no habíamos tenido la oportunidad de verlo, algo que en parte es lógico (es una obra de nicho), pero también algo sorprendente, teniendo en cuenta que durante la década pasada se pudo aprovechar el tirón cinematográfico del monsterverse de Warner Bros y Legendary. No ha sido hasta este mismo 2023 cuando la editorial Moztros se ha lanzado a rescatar este volumen único y publicarlo en la lengua de Cervantes para dicha y disfrute de los amantes de los bichejos gigantes.
La obra nos presenta al teniente Ota Murakami y su larga vida persiguiendo a Godzilla. La historia, narrada en forma de diario de su protagonista, nos cuenta las vivencias del militar nipón desde su primer encuentro con el monstruo en 1954 hasta el fin de sus días. Medio siglo de misiones dentro de la Fuerza Anti-Megalosaurus, tratando de encontrar la manera de parar al titán reptil en una guerra llena de obsesión y, en cierto modo, complicidad.
Así se plantea una obra que sabe perfectamente jugar a su juego. No se puede decir que La Guerra del Medio Siglo sea la catarsis del noveno arte en cuanto a su historia, pero James Stokoe es claramente un autor que sabe interpretar las posibilidades de una historia de encargo como esta. El artista canadiense parte de la película original en la que apareció Godzilla por primera vez allá por 1954 y, a partir de ahí, comienza a tirar del hilo y a crear una línea argumental única que va congregando a la inmensa tropa de criaturas co-protagonistas que forman parte del universo de Godzilla. Una especie de Toda una vida del personaje, que funciona como un bonito repaso y homenaje del kaiju que a cualquier fan le encantará.
Este viaje de 50 años funciona sobre todo gracias al personaje de Ota y a la habilidad de Stokoe para convertirlo en el eje narrativo del relato, a fin de lograr la complicidad del lector con algo más que un desfile de monstruos y explosiones. El teniente Ota es un personaje sólido, escrito con mucho oficio, que consigue que el simple espectáculo de destrucción se convierta en algo con más humanidad, algo más íntimo. Hay acción, por supuesto, pero Stokoe sabe encontrar el momento para poner el foco en los humanos, impotentes frente a la catástrofe, meros espectadores ante el fin de los días. No es que estemos hablando de una proeza lírica (que tampoco es que se lo fuéramos a reclamar a una obra de Godzilla), pero tiene la suficiente solidez como para diferenciarse de la montaña de productos sin alma basados en franquicias.
Pero tampoco nos devanemos mucho los sesos con el guion, porque todos sabemos a lo que hemos venido aquí: a disfrutar del arte de James Stokoe. El artista es bien conocido por su espectacular estilo de dibujo, un trazo ultradetallista al estilo de autores como Geoff Darrow o Steve Skroce, de esos que se toman la molestia de detallar cada grano de arena que sale en escena. Obviamente, en una obra como esta hay que apostar por la espectacularidad, y Stokoe cumple con creces. El autor se lo pasa en grande regalándonos grandes viñetas de monstruos y destrucción, en los que jugar con el imponente tamaño de Godzilla y agobiarnos con un sinfín de escamas perfectamente entintadas. Todo ello, por supuesto, coloreado con esos tonos anaranjados tan característicos del autor en la gran mayoría de sus obras, como si cayera el ocaso en una aldea en llamas. Un excelente trabajo para el que cuenta con la colaboración de Heather Breckel como asistente.
Cabe destacar además uno de los elementos que más me han sorprendido de la obra, y es la manera en la que decide Stokoe representar a Godzilla y al resto de monstruos. Lejos de buscar un diseño de personajes renovado y más orgánico, el artista se centra por completo en emular la estética de las películas japonesas originales. Dicho de otro modo: Godzilla es feo. Es ortopédico, está tieso, tiene una expresión vacía… pero es el auténtico, como si debajo de su piel estuviera el mismísimo Haruo Nakajima vistiendo un disfraz y paseando por una ciudad en miniatura. Esta es sin duda una decisión arriesgada, que a muchos lectores podría no atrapar, pero creo que le aporta un toque diferencial y respetuoso al material en el que se basa.
Puede que Godzilla: La Guerra del Medio Siglo sea un producto derivado de una franquicia, pero no es uno de esos cómics que nos hacen sentir como borregos. James Stokoe aprovecha la oportunidad de divertirse con los juguetes de Tōhō para crear una miniserie sólida y vibrante, que sabe entender cómo hacer un homenaje sin dejar por ello de cuidar el guion, y aupada por su magnífico dibujo, tan espectacular como siempre. Los seguidores de Godzilla saldrán encantados, y el resto podrán disfrutar de un artista excelente.
Lo mejor
• Su espectacular dibujo.
• Stokoe logra un guion sencillo, pero solvente.
Lo peor
• No deja de ser una franquicia, es sobre todo para fans de los kaijus.
Guion - 7.5
Dibujo - 8.8
Interés - 7
7.8
Monstruosa
El espectacular James Stokoe logra crear una obra digna que sirve como repaso y homenaje del kaiju más famoso de Japón.
Muy buen artículo! Personalmente, amé está miniserie: soy fan del Rey de los Monstruos y se aprecia el cariño que hay en cada página por homenajear a las películas originales.