Grandes autores Batman: Matt Wagner – Rostros

 

Edición original: Batman: Legends of the Dark Knight núms. 28 a 30 USA
Edición nacional/ España: ECC Ediciones
Guión: Matt Wagner
Dibujo: Matt Wagner
Entintado: Matt Wagner
Color: Steve Oliff
Formato: Cartoné, 96 págs. A color.
Precio: 12,95 euros

 

En 1989 en DC arrancó una nueva serie regular dedicada a Batman. Su éxito en la gran pantalla, con el estreno de la película en septiembre de ese año había desatado un hambre enorme por todo cuanto estuviera relacionado con el murciélago y desde las oficinas de DC no iban a dejar escapar la oportunidad. Con eso en mente nace Legend of the Dark Knight. Una serie atípica en concepto, porque se lanza con un objetivo muy distanciado de lo que puede ser una serie normal, al estar formada por arcos argumentales de entre tres y cinco números, escritos y dibujados por diferentes autores. No es por tanto una serie de autor, sino de muchos autores, algunos de ellos, por no decir todos, de renombre y de probada solvencia tanto con la pluma como con el lápiz.

La serie fue publicada en su día por Zinco y fue en su número 27 cuando se pudo leer por primera vez el arco argumental Rostros, del autor completo Matt Wagner. Hoy de la mano de ECC nos llega dentro de su colección de Grandes Autores de Batman, con tapa dura y un par de extras en forma de algunos bocetos y una introducción que magnifica la obra.

¿Pero es Rostros tan buena como nos venden en la introducción?

Es Matt Wagner. Nada debería salir mal. Este hombre sabe lo que hace y Batman es un personaje tan versátil que se puede adaptar al estilo de cualquiera. Por la serie pasaron gente tan dispar como Grant Morrison, Dennis O´Neil, Gil Kane, Bart Sears, José Luis García Lopez, Paul Gulacy, Doug Moench, James Robinson, Tim Sale… Con mayor o menor acierto, pero siempre cumpliendo.

Por lo tanto Wagner no podía ser menos.

Su trabajo como autor completo nos deja una historia contada en tres partes, con Dos Caras más obsesionado que nunca con la dualidad y la belleza, dejándose llevar por el caos de su lado oscuro.
La trama que plantea Wagner es bienvenida en cuanto a que nos planeta una historia en dos frentes. Una donde Bruce Wayne es el protagonista y otra donde Batman toma las riendas. Porque esa es la raíz de todo este montaje, la dualidad. No ya entre el bien y el mal, sino entre la belleza y la deformidad. Wagner nos quiere adentrar en la mente de este enorme villano de Batman, explorando el núcleo de su demencia. Wagner quiere dar forma a esa locura manifestándola a través de un plan que aunque puede parecer razonable, termina por resultar algo tosco y porque no decirlo infantil. Es como una pataleta, una auto reafirmación de Dos Caras en su búsqueda de esa dualidad que le ata a cada decisión que toma.

Por el contrario tenemos otra historia detrás, una más interesante en la que Batman desarrolla labores detectivescas, que es cuando el personaje es más fiel a sí mismo, escudriñando en las escenas del crimen con el fin de poder adelantarse a Dos Caras y su infame plan maestro.

Y llegamos a la parte que nada tiene que ver con Batman o Dos Caras y se centra en Wayne y en su figura de hombre rico. Aquí Wagner nos mete de lleno en la negociación para la compra por parte de Industrias Wayne de una isla a un magnate que arde en deseos de quitársela de encima. Alrededor de esta trama pululan varios secundarios que van colocando las piezas en el lugar adecuado de forma que Wagner tan solo deba sentarse a esperar a ver como caen en cascada.

Esta obra optó al premio Eisner de aquel año, por lo que en su esencia está la matriz de una gran historia. Wagner nos lleva de la mano hacia la oscuridad, ese lado perverso que está dentro de todos nosotros y nos lo muestra tal cual, sin adornos, pero falla a la hora de plasmar al villano. Todo gira alrededor de Dos Caras y como epicentro de toda la historia no está a la altura. Dent no destaca, no asusta, no llega a enganchar al lector y por tanto el castillo de naipes de Wagner se derrumba.

Indudablemente estamos ante una historia con enormes aciertos, destellos de genialidad que aporta un autor de enorme talento que en esta ocasión no ha logrado cohesionar todo de forma sólida.
Su trabajo en la parte gráfica destaca como es habitual en él. Su trazo es totalmente reconocible y su Batman nos recuerda enormemente al que dibujara en su día David Mazzuchelli en Año Uno. Wagner juega con el negro y lo convierte en sombras donde acecha lo desconocido. Su capacidad para añadir volumen con precisas manchas de negro es descomunal, aunque su dibujo dista mucho de ser detallista y en algunas ocasiones parece a medio terminar. El conjunto, el todo, forma un duro bloque compacto de mármol en el que imprime su buen hacer como narrador. Y es que su ritmo narrativo visual es indudablemente magistral. Sus tempos están quirúrgicamente medidos y no hay viñeta que sobre o que falte. Así es la economía del dibujo de Wagner.

Estamos, por tanto, ante un cómic elegante y maduro, bien escrito, bien dibujado, magistralmente orquestado, pero que no termina de atrapar, de meternos de lleno en la historia y sus ramificaciones. Una lectura de claroscuros que acaban por dejar una sensación de haber estado a punto de leer algo grande, pero que en algún momento se perdió entre las oscuras viñetas.