Edición original: Marvel Comics – noviembre 1990 – junio 1991
Edición España: Comics Forum – octubre 1995
Guión: Mark Gruenwald
Dibujo: Chris Marrinan, Mark Bagley, Ron Lim, Ron Frenz
Entintado: D. Held, Dan Panosian, Danny Bulanadi, Bob Petrecoa
Color: Nelson Yomtov, Christie Scheele, Steve Buccellato, Paul Becton, Max Scheele
Portada: Ron Lim, Danny Bulanadi
Precio: 1795 pesetas (tomo en tapa blanda de 216 páginas)
El segundo tomo dedicado a las andanzas del vengador abanderado llegó con el complicado objetivo de mantener el nivel de interés, allá donde lo había dejado la primera entrega. La trepidante aventura en la que el Capi se volvía más agresivo, por obra y gracia de un involuntario escarceo con las drogas, dejó paso, sin embargo, a una etapa de transición en la que la parroquia hispánica aún debía vérselas con aventuras publicadas originalmente cinco años antes. El retraso entre las ediciones estadounidense y española era tan grande que aún estaba por verse la mitad de la larguísima etapa de Gruenwald, cuando se anunciaba su sustitución por Mark Waid. A día de hoy, y quitando algunos episodios en la forma de miniseries -como Jauría de Lobos o Último combate- o como parte de aventuras mayores -como los pertenecientes a Operación: Tormenta Galáctica- la mayor parte de estas historias permanecen inéditas en nuestro país.
La primera parte del tomo profundiza en la recién estrenada relación entre Steve Rogers y Rachel Leighton. Después de varios años jugando a la gata y al ratón, el Capi e Iguana o, mejor dicho, sus identidades civiles, se han embarcado como pareja, pero sus identidades empijamadas están llamadas a generar fricciones entre ellos. Después de todo, uno es el líder de los Vengadores y la otra una criminal enmascarada cuyas filiaciones no terminan de estar del todo claras. De hecho, la Sociedad Serpiente -el estrafalario grupo villano de evocaciones ofídicas creado por Mark Gruenwald- no tardará en cuestionar las lealtades de Iguana, poniendo a esta en aprietos. El vínculo entre Leighton y Rogers aún es endeble y habrá ciertos desencuentros, de los que será testigo un sorprendido Paladín -el mercenario que le tirara los tejos a la Avispa cuando Roger Stern y Al Milgrom contaban las aventuras de la serie vengadora principal-. Un contratiempo puntual, antes de que nos vayamos a las celebraciones por el quincuagésimo cumpleaños del Capitoste.
Al llegar el año 1991, el Capitán América avanzaba con paso firme a los fastos de sus cincuenta primaveras. Los tres años que enlazan la transición entre las décadas de los ochenta y los noventa del siglo pasado, se corresponden con el cincuentenario de los tres personajes principales de Marvel, antes de que la empresa adoptara ese nombre. Así, 1989 fue para la primera Antocha Humana; 1990, para el Hombre Submarino y, por último, pero no por ello menos importante, llegó el turno del Capi. Si tenemos en cuenta que, a nivel de popularidad, el abanderado era el más popular del trío invasor, no es extraño que contara con proyectos más especiales -como la miniserie en formato prestigio Centinela de la Libertad- o una película sobre la que es mejor correr un tupido velo. Por lo que a la colección regular se refiere, hay que indicar que el número trescientos ochenta y tres fue un especial, en el que el Capi hacía equipo con algunos de los personajes representativos del folclore estadounidense y rememoraba alguna que otra batallita en los días de la Segunda Guerra Mundial. Una curiosidad, sin mayores trascendencias respecto de las tramas regulares de la cabecera.
Después de este aniversario, Gru y Lim embarcaron al Capi en una serie de historias cortas, en las que se retomaban cabos sueltos -como el destino de Dennis Dunphy, el Hombre Demolición-, se rescataban personajes del año de la polca -como Jack Frost, de la Legión de la Libertad- o enlazaban la historia principal y la de complemento pues, como veremos, aún en esta época cada número se divide en dos. En este tomo, tendremos alguna aventura corta de Iguana, y, sobre todo, más historias protagonizadas por el USAgente. El antiguo sustituto del Capitán América seguirá escarbando en su pasado, para encontrarse en el último número con su predecesor y sucesor, escenificando las diferencias que separan a uno y otro.
Así como Calles envenenadas es una aventura de las que dejan huella, Centinela de la libertad es más bien olvidable. Gruenwald hace lo que tan bien se le da, pero las historias que presenta no tienen gancho. Lim demuestra lo mejor de su talento, con todo lo que ello implica. En la parte de complemento, se intenta dar algo más de cancha al Güisqui-Agente… pero no es un tomo al que volver.
Después del último número contenido en esta recopilación, Ron Lim se despediría de los lápices -mas no de las portadas- para dejar paso a Rik Levins. De su paso por la serie, tuvimos por España los ejemplos de los capítulos de Operación: Tormenta Galáctica y de Jauría de Lobos (todos ellos, publicados antes que este tomo). Después de él, llegaría Dave Hoover, que se encargaría de dibujar la última fase de la larga etapa de Gruenwald. Uno y otro ejemplifican el nivel más bien bajo de los dibujantes que se asignaban para convertir en imágenes los trabajos de don Mark que, vuelvo a insistir, mereció en este apartado mejor suerte. Circunstancias de la vida, guionista e ilustradores morirían prematuramente, dejando tras de sí en la colección de cabeza alada, páginas y páginas de acción y diversión.
En aquella época recuerdo que llegaba a coleccionar unas 40 colecciones al mes, y ahora recuerdo una de las razones del porque jamás seguí al Capi, sus dibujantes siempre fueron horrendos, fue irse el gran Zeck y meternos morralla tras morralla infumable… que pesadilla Ron Lim en aquellos años, insufrible, en los 90 lo tuvimos que soportar ( junto a otros muchos, ojo ) como a Trimpe y Milgrom en los 80.
Ahora el nivel de dibujo es altísimo, en los 80-90 estaban Byrne, Pérez, Adams, Davis y pocos más, ahora es una pasada.
Prefiero a Ron Lim o a Herb Trimpe a medio gas que a muchos de los que hay pululando hoy en día por Marvel o DC. Incluso Al Milgrom (sí, incluso él) en la mini de Lobi y Kitty se mea en muchos «profesionales» de hoy en día.
Evidentemente cuestión de gustos, el Milgrom que era capaz de cambiar el rostro de un personaje 4 veces en la misma página o que dibujaba fisonomías imposibles de cintura para abajo de la misma forma viñeta tras viñeta te lo regalo, todo para ti… yo me quedo con el gran Milgrom entintador, a años luz de su faceta como dibujante.
Los defectos que le achacas a Milgrom no distan de los que tienen muchísimos de los dibujantes actuales en las dos grandes.
Será el nivel de las series del Capi… Porque si te refieres al nivel general de la época… Walt Simonson, John Romita Jr, Dan Green, Marshall Rogers, Brian Bolland, Mike Mignola, Paul Smith, Mike Zeck, Ron Frenz, Sal Buscema, John Buscema, Bill Sienkewicz, Frank Miller, Dave Gibbons, Marc Silvestri (antes de image-izarse), Barry Windsor Smith, Jim Starlin, Brent Anderson, Charles Vess, Art Adams, Bret Blevins, Sam Leith, Kevin Maguire, David Madzuchelli, Rick Leonardi, Greg Larocque, Rich Buckler, Paul Neary, Ron Lim, Mike Grell, Jim Valemtino, Jim Lee, Erik Larsen, Mark Bagley, Greg Capullo, Steve Epting, Mike Deodato Jr, Chris Bachallo, Gary Frank, Lee Weeks, Paul Ryan, Darick Robertson, Mike Wieringo, Joe Quesada, Mark Teixeira, Klaus Jansen, Bob Layton… Así de cabeza. Actuales, de cabeza, no sé si sacaré tantos, pero lo que está claro es que poquísimos llegan al nivel de la mayoría de los mentados por ti o por mí.