Verde ambicioso
Continuamos adentrándonos en esta nueva etapa a dos que está desarrollando el guionista Geoffrey Thorne, en la que destacan sus intenciones por dar más protagonismo a elementos más tangenciales de la franquicia, apostando por protagonistas más alejados de los que hasta ahora habían estado bajo los focos.
Como ya vimos en la reseña de los primeros 6 números, no estamos cerrando propiamente ningún arco argumental, sino que continuamos inmersos en la trama con la que la serie abrió su nueva andadura. Por un lado, tenemos la historia de John Stewart buscando a los Lantern perdidos tras el apagón de la batería central como se vio en la primera entrega. Por otro, la Lantern Mullein, asume la investigación del apagón de la batería en una trama que la lleva a desentrañar secretos oscuros de dos de los Guardianes.
En la historia de Stewart lo relevante es el desarrollo que acontece alrededor de la figura de John. Ciertamente Thorne apuesta todo a esa trama, pero se relaja mucho en las subtramas que deben sostener a la principal. Tanto llega a despistarse que apenas hay relevancia alguna en el clímax argumental alrededor de la figura de los Lantern perdidos, entre los que destaca el propio Kilowog. Esto desconcierta al lector, que se ve obligado a seguir la historia perdiendo la parte más global de la misma. Esa obsesión por cambiar el estatus de John dentro de su propia historia y de la mitología de los Green Lantern, acaba por pasar factura al conjunto, pues todo se siente forzado.
Un trabajo irregular, centrado más en dar pasos de forma apresurada, que en buscar un desarrollo orgánico, progresivo, racional de la propia historia en la que John está inmerso. La falta de interacción entre los implicados en la trama, los supuestos implicados, centrando todo en ese salto divino que implica la presencia de los Nuevos Dioses, hace que el proceso que lleva a cabo John se pierda en su propio concepto. No hay una transición, una asimilación por su parte de nada, sino que de golpe todo ocurre, sin que se sienta por parte del lector un viaje interior de asumir y entender lo que implica su nueva condición. Lo importante no es tanto el resultado como el camino que lleva a ese resultado y, Thorne, parece haber olvidado por completo esa parte.
En la parte gráfica, tenemos al ya habitual Tom Raney, que no destaca especialmente en su narrativa y composición de página, y se limita a acompañar a la pobre rama diseñada por Thorne. Su dibujo no desagrada, cumple, pero no destaca, no aporta un valor extra al conjunto, lo que añade más lastre a los ya más que evidentes problemas de guion.
Afortunadamente queda la otra mitad del cómic para compensar el extraño sabor de boca que deja la historia de John Stewart.
En esta parte la acción se centra en la figura de Jo Mullein, la Lantern que debutó en el Universo DC dentro de una maxiserie en el sello Young Animal, de la mano de la escritora de ciencia ficción y fantasía, N.K. Jemisin. Desde su puesta de largo el personaje, bien diseñado y con una personalidad especialmente atractiva, ha ido ganando más y más espacio, hasta que con Thorne se ha posicionado al frente de parte central de la historia que se puede encontrar en la serie regular de los Lantern.
Para la ocasión, el guionista, sí logra mantener el pulso de la trama en la que todo gira alrededor de la investigación del atentado contra la batería de poder del cuerpo de los Lantern. Dicha investigación está siendo gestionada por Mullein, la única con un anillo de poder operativo, pues sus características, como bien saben todos cuantos hayan leído su historia de debut, no funciona como el resto de los anillos de sus compañeros.
Lo mejor de esta historia es como Mullein se despliega ante los ojos de los lectores, además de tener un desarrollo mucho más orgánico de los cambios en Simón y en Keli, la Lantern que porta un guantelete y que los lectores pueden recordar d la serie Young Justice de Bendis. Su forma de actuar y proceder resulta hipnótica, siendo la líder necesaria en una situación que tiene a Oa al borde de un golpe de estado. Miles de Lantern, sin anillo, buscan poder disponer de armas con las que defender Oa, y gestionar este polvorín, mientras se recaba información para esclarecer que ha podido pasar, hacen de la trama algo muy atractivo.
Además, en este punto, el dibujo si ayuda y mucho. El trabajo que desarrolla Marco Santucci, si deslumbra por su control anatómico, detalle técnico, composición de página y vistosidad global. Su arte añade ese extra adicional a la fusión entre historia y dibujo, haciendo que el conjunto se vea vitaminado y el resultado final resulte especialmente atractivo para el lector.
Por tanto, tenemos una serie que funciona a dos velocidades, con dos estilos que están muy descompensados, que necesita de que ambas tramas se equilibren si no se quiere caer en la desidia de tener que soportar esa primera parte en la que Stewart no acaba de despegar. Una lástima porque el trabajo que Thorne despliega con Mullein es fresco y distinto y aporta un valor añadido no solo a la franquicia, sino al personaje, que ve como su posicionamiento dentro del Universo DC se va a ampliando y, lo que es más importante, asentando con contundencia.
Lo mejor
• El trabajo realizado en la parte que atañe a Jo Mullein.
• EL dibujo de Santucci.
Lo peor
• Lo desequilibrada que es la propuesta de la serie.
• La trama de John Stewart.
Guion - 6
Dibujo - 8
Interés - 7
7
Desequilibrada porpuesta.
Una serie a dos velocidades que se muestra muy desequilibrada en su propuesta, lo que merma el impacto final de una etapa que persigue encontrar un hueco a esos Lanterna largamente ignorados.