Green Lantern / Green Arrow

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Edición original: Green Lantern/Green Arrow#76-87, 89 y Flash#217-219, 226.
Edición nacional/ España: Planeta DeAgostini.
Guión: Denny O’Neil, Elliot Maggin.
Dibujo: Neal Adams.
Entintado: Frank Giacoia, Dan Adkins, Dick Giordano, Berni Wrightson.
Color: Cory Adams.
Formato: Tomo.
Precio: 30€.

 

El género de los superhéroes nace a finales de los años ’30. Como punto de partida suele citarse la publicación de Action Comics#1 en junio de 1938, pero, al igual que muchas otras fechas, tiene algo de acuerdo convencional. La II Guerra Mundial dio alas a estos justicieros enmascarados que poblaron rápidamente las publicaciones de quiosco. El final del ardor patriótico enfrió esta moda y, por culpa de un solo hombre, estuvo a punto de desaparecer. El psiquiatra Fredric Wertham, autor del libro La seducción del inocente (1954), arremetió contra los cómics como causa de los desórdenes juveniles. Aunque su principal objetivo fueron las historietas de terror y crímenes (que quedaron heridas de muerte), los superhéroes también fueron atacados despiadadamente y, de resultas de ello, sólo sobrevivieron unos muy desvirtuados Superman, Batman y Wonder Woman. La implantación del Comics Code, un mecanismo de autorregulación adoptado por una industria que temía por su supervivencia, los había desarraigado de sus orígenes militantes, llevándolos a territorios de fantasía y escapismo.

Posiblemente, estos héroes disfrazados, como género, habrían ingresado en la categoría de reliquias (al igual que otras modas, como la de los salvajes de la jungla que nacieron a la sombra de Tarzan) de no ser por la visión del editor Julius Schwartz. Apasionado confeso de la ciencia ficción (había sido agente de Ray Bradbury o de Robert Bloch), ingresó como editor en DC en 1944. En la segunda mitad de los años ’50 apostó por la renovación de Flash y Green Lantern, en sus más conocidas encarnaciones de Barry Allen y Hal Jordan, respectivamente. Con ellos, sumados a los tres supervivientes mencionados (y otros que se fueron agregando, como Hawkman o Atom), los superhéroes volvían a reinar. Pero el daño estaba hecho. Sus aventuras se habían desligado contundentemente de la realidad de la calle, ancladas en un moralizante -y, a la postre, inocuo- combate entre el bien y el mal.

Se ha dicho que todo cambió con la llegada de Los 4 Fantásticos, obra de Stan Lee y Jack Kirby, para la empresa competidora, futura Marvel Comics. Es cierto en parte. El flamante cuarteto, indisimulado túrmix de The Chalengers of the Unknown con personajes clásicos de la literatura (el hombre invisible) y el cómic (Plastic Man, la Antorcha Humana original), introdujo con éxito héroes falibles, malhablados y alejados del apolíneo modelo tradicional. Pero, aunque sus peripecias transcurrían en ciudades reales (principalmente Nueva York), eran igualmente fantasiosas y respetuosas con el statu quo. Sus protagonistas parecían más cercanos, sus problemas más reales… pero no lo eran en absoluto. Incluso Spider-Man, el chaval que todos los chavales hemos querido ser, era poco permeable a la sociedad que le rodeaba. Si un tumulto social llegaba a las páginas de un tebeo es que tras él estaba Cráneo Rojo o el Doctor Muerte. Pero los ’60 avanzaban, nacía la contracultura y crecía el sentimiento de que lo que pasaba era importante. Es mas, los tebeos empezaban (¿volvían?) a ser importantes para cientos de miles de lectores. Hasta el punto de que el Congreso de EE.UU. (o así lo cuenta Stan Lee) pidió a Marvel que usara a Spider-Man para alertar a los jóvenes del peligro de las drogas. Y así se hizo en una maravillosa historia con el regreso del Duente Verde, donde Harry Osborn, el amigo del protagonista, sucumbía a la tentación, con funestos resultados. La historia seguía patrones habituales, pero los elementos accesorios habían cambiado. El Hombre Araña arrastraría ya esta subtrama, e incluiría otras, como la corrupción política o la guerra de Vietnam. Por entonces, también un icono como el Capitán América se hacía permeable a otras polémicas, como la integración racial.

Y con esta larga (pero necesaria) introducción llegamos a finales de los ’60, cuando Dennis O’Neil, joven escritor interesado por lo que ocurría en su entorno, quedó fascinado con los representantes del nuevo periodismo (Norman Mailer, Hunter S. Thompson) y, según él mismo cuenta, trabó conocimiento con la gente que protagonizaba “los grandes titulares” de la época, como Dorothy Day o Paul Krasner. Aunque sin llegar a significarse en la lucha política, había probado la miel. Y entonces apareció Julius Schwartz, preocupado por la caída en las ventas de Green Lantern, y le ofreció el título para que hiciera con él lo que quisiera. Y el joven Dennis, que entonces firmaba Denny, se dijo ¿Por qué no… ? y recogió a un personaje que no le importaba a nadie (Green Arrow, a quien había hecho perder su fortuna en un reciente episodio de Justice League), lo emparejó con el superhéroe del anillo y presentó Ningún mal escapará a mi vigilancia, que en principio iba a dibujar Gil Kane pero que acabó en las capaces manos de un aún más joven Neal Adams, convirtiéndose en uno de los tebeos más citados del medio y el principio de nuestra historia.



Ningún mal escapará a mi vigilancia, aparecido en Green Lantern#76 con fecha de portada de Abril de 1970, ha sido tan citada, copiada y parodiada que hoy día es fácil pasar por alto su extraordinaria relevancia. Y es que, por primera vez desde la concepción del género (si exceptuamos, claro, a The Spirit, de Will Eisner, que jugaba en otra liga), el foco pasó del superhéroe y su mundo de fantasía a la realidad del lector, logrando un equilibrio que, en cuanto a equidistancia entre ambas partes, no ha sido superado jamás. Es decir: se puede, en efecto, ser más realista (mucho más realista) que estos cómics (piénsese en Miracleman, Watchmen o Starbrand)… pero entonces sufrirá -inevitablemente- el elemento superheroico, trasladado a una cuestión metahumana. Y se puede ser, sin discusión, mucho más superheroico… pero entonces se alejan las lacras de nuestro mundo cotidiano. O´Neil y Adams humanizan tanto a los personajes que si hubieran dado el siguiente paso ya serían tipos disfrazados y no superhéroes y si se hubieran quedado algo más cortos las cuestiones sociales que les interesaban habrían pasado a un segundo plano. La mezcla es inestable, sin duda, no exenta de problemas (que luego analizaremos), pero nadie ha sido capaz de reproducir su rara alquimia.

Para conseguirla, los autores optan por dos vías que llamaré «la dialéctica» y «la caracterización».

La dialéctica

A pesar de su juventud, O’Neil no es tan presuntuoso para creer que tiene la solución a los problemas que, no obstante, quiere denunciar. De ahí que opte por exponerlos a través de dos visiones contrapuestas y, sin embargo, complementarias. Green Lantern, como él mismo lo define, es un superpolicía, preocupado por mantener el imperio de la ley; Green Arrow, por el contrario, está más interesado en la justicia, por muy huidizo que pueda resultar este concepto, aunque ello suponga infringir las normas establecidas. En las primeras historias, un guardián de Oa hace las veces de observador/árbitro, pero es pronto sustituido por Canario Negro, más acorde a los propósitos mundanos del experimento. En el contraste de pareceres radica a menudo el conflicto en las historias.



Pero el escritor hace trampa. Vale, el problema se plantea y Green Lantern y Green Arrow debaten (a veces violentamente) acerca de cómo afrontarlo, pero, en definitiva, ambos son representantes del bien. Para que la dialéctica tuviera razón de ser, el diálogo debería plantearse entre los héroes y el villano, intentando llegar a un acuerdo sin la inevitable confrontación física de los tebeos de superhéroes. No obstante, recordemos lo dicho más arriba: el difícil equilibrio entre los convencionalismos del género y la denuncia social. O’Neil no se permite humanizar al villano, pues la dinámica superheroica pierde su sentido si el antagonista no es enemigo sino rival. Y así, los héroes pueden disentir en la mejor manera de atajar el mal presente, pero eluden pronunciarse sobre sus raíces y significados más profundos. Con un ejemplo se entenderá mejor: en Green Lantern#80, el guardián que les acompaña debe ser juzgado en un planeta ad hoc por anteponer la vida de una persona al beneficio colectivo. Sin embargo, al llegar al planeta nuestros héroes constatan que el juez es un tirano que sólo cree en la pena de muerte (esto de los juicios amañados era muy del gusto de los ’70. Consúltese Warlock, de Jim Starlin). La crítica a los juicios sumarísimos o a la indefensión del ciudadano ante la ley queda bien clara. Ahora bien, Green Lantern y Green Arrow se ponen manos a la obra y descubren que el juez no es tal juez sino un empleado psicópata que ha usurpado sus funciones. Se le quita de en medio y santas pascuas. Regresa el orden establecido. No es un caso aislado. En Green Lantern#76, tras varios intentos frustrados para desenmascararlo, un especulador inmobiliario es enchironado con la ayuda del fiscal del distrito. Una solución tan ingenua que en estos tiempos -donde los corruptos dan órdenes a la justicia- no merecería sino una sonrisa condescendiente… lo que sería, por demás, injusto, pues en 22 páginas no hay otra forma de resolverlo satisfactoriamente sin romper el canon superheroico y, además, la radiografía social es comprensiva con los que sufren los desmanes. La sensación, pese a lo que comento, no es de insatisfacción, estilo “amaga y no pega al final”, sino que la tensión inherente que produce la confrontación entre estos seres fantásticos con los problemas del día a día lleva a otro nivel dialéctico, no sé si buscado por los autores, con una conclusión más sugerente. Y es: los superhéroes son demasiado básicos para resolver problemas complejos. O, si se prefiere, los superhéroes fracasan enfrentados a los problemas del mundo real. Y cada vez que repasamos estas historias nos damos cuenta de que, a pesar de todos sus indudables esfuerzos, nada ha cambiado en la sociedad. Sus triunfos son las pequeñas victorias de cada uno de nosotros en la vida: un amor, recuperar el cariño olvidado de un amigo o llevar esperanza a quien la ha perdido. Y aquí es donde estos héroes confusos y viajeros quedan por encima de todos esos que sólo saben rescatar galaxias.

La caracterización

Lo expuesto en el antetítulo anterior no serviría de nada si los personajes carecieran de alma, pues serían como marionetas movidas por los hilos de la tesis. Un aburrimiento, en suma. Afortunadamente, no es así. Se puede ser razonablemente escéptico con el alcance de la crítica social, pero es imposible cuestionar el acierto en la definición de los principales caracteres. Son cercanos, contradictorios, sufrientes, humanos. No dejan de ser superhéroes, en el sentido de que sus motivaciones son insobornablemente honestas. No olvidamos las convenciones de género, insisto. Pero, dentro de ellas, ¿puede haber una reacción más contradictoria y, a la vez, coherente que la de Green Arrow con su pupilo? Quien abandera causas perdidas y se enfrenta a la ley por los derechos de unos desconocidos es incapaz, en su soberbia, de romper una lanza por su joven compañero; mientras que Green Lantern, el superpolicía que preconiza el cumplimiento escrupuloso de la ley, se vuelve comprensivo y humilde ante el dolor cercano.



Con extrema ligereza, se ha tachado a Green Lantern de fascista y a Green Arrow de anarquista, tal vez porque ellos mismos se lanzan estos epítetos a la menor discrepancia. En realidad, no hay diferencias ideológicas destacables, al menos en el caso que nos ocupa. Green Lantern tiene confianza en el sistema, básicamente, y Green Arrow cree que, a menudo, hay que darle un empujoncito. No van mucho más allá de eso. Como personas, sin embargo, sí son distintos. Jordan es más cerebral y tranquilo, más “correcto”, podríamos decir, sacrificado y respetuoso. Queen es más pasional y pronto al enojo, más hiriente, indisciplinado y cabezota. Canario Negro, de perfil más desdibujado, disfruta, empero, de ciertos rasgos que sugieren independencia, como que se desplace en moto o que sea viuda. No es mucho, ciertamente, menos si tenemos en cuenta que la sensación de desenvoltura que transmite se debe, sobre todo, al dibujo, pero bastante más que la mayoría de personajes femeninos de la época, incluyendo a Carol Ferris, que también se da un garbeo por aquí. Algunos secundarios, como Speedy, tienen aquí su momento de gloria y caída.

Desde parámetros actuales, más sofisticados, podemos quejarnos de una explicación excesiva de pensamientos y motivaciones, rayana en el exhibicionismo. Otra vez en la línea entre el drama genuino y la exposición descarada, los asombrosos dibujos de Adams conjuran ese peligro, llevando a los personajes a una exageración casi teatral, en ángulos infrecuentes incluso para el cine. Precisamente Adams acomete aquí una magnífica labor definitoria, contribuyendo -más de lo que suele concedérsele- a la psicología de los protagonistas. Hal Jordan posee unos rasgos más austeros y un físico estirado y fibroso. Oliver Queen parece un Robin Hood malhumorado, con un cuerpo rudo y de espaldas anchas. Recordemos, además, que la perilla y el aspecto general que aquí luce (y que más frecuentemente le asociamos) es responsabilidad completa del dibujante, que lo rediseñó para un team-up con Batman (The Brave and the Bold#85). Dinah Lance, ya se ha dicho, se beneficia de una fisonomía elegante y desenvuelta, alejada de “posturitas”. Adams, sin embargo, no le busca unos rasgos específicos y su rostro, aunque hermoso, es perfectamente indistinguible de cualquier belleza morena tipo Zatanna o Wonder Woman.

Si bien es raro encontrar quien cuestione la habilidad gráfica de Neal Adams, a pesar del descuido evidente en muchos de sus fondos (y no porque no supiera hacerlos, si comprobamos las primeras páginas de los números 76 y 85), su narración es otro cantar. Yo mismo estoy lejos de ser un entusiasta de sus trabajos en Vengadores o Patrulla-X, donde sus originales paneles dificultan la lectura en vez de facilitarla. Mas aquí no cabe sino rendirse, tal vez porque la compenetración a la que llegó con O’Neil supera ampliamente a la que logró con Roy Thomas. Hay detalles que apuntan esa complicidad, como la aparición de un cartero con la pinta de Alfred Hitchcock cuando el trío protagonista cita la película Los pájaros. Lo que es innegable es que en este caso se recuerdan las historias y no determinados pasajes visualmente afortunados (como en La guerra Kree-Skrull), siendo cierto también que hay páginas muy hermosas, como la doble splash-page del cantante (#77) o la de Speedy afectado por el síndrome de abstinencia (#86).

El corpus de la obra goza de cierta unidad temática y estilística, pese a lo azaroso de su producción seriada. La colección de Green Lantern fue cancelada en el número 89 y los autores se mudaron a los complementos de Flash, donde firmaron un colofón en tres partes, digno, pero muy alejado del final de la serie, centrado en un mesías ecológico. Probablemente, la narración se resintió de tener que ajustarla a las 10 páginas del complemento, pero también es patente el abandono de causa alguna para centrarse en una “crisis de fe” de Green Arrow, con el handicap que tienen siempre estos relatos: sabemos que sus consecuencias tienen fecha de caducidad. Un intrascendente episodio en solitario de Green Lantern puso fin a la colaboración de O’Neil y Adams. Podría haber seguido. La serie evita un patrón claro y podía haber acabado tres números antes o quince después. Tal como está, sin cierre de ninguna clase, invita a seguir fabulando con futuras vicisitudes, aunque tampoco es que se eche en falta nada en concreto. No da la impresión, como otras veces, de obra truncada, sino de que no hay un final… como tampoco hay respuestas definitivas. Después de todo, el viaje que ejerció de McGuffin ya había concluido números atrás. Y la historia seguía.



Estos cómics obtuvieron una repercusión enorme en el momento de su publicación. Tal vez por ello, algunas voces han venido luego con el consabido “no era para tanto”, acusándolos de carecer de una profundidad que, en primer lugar, nunca buscaron. Pero déjenme decirlo. Sí era para tanto. Y para más. Sin ellos, no puede entenderse la irrupción de Frank Miller ni, mucho menos, la de Alan Moore (que los homenajeó en esa pequeña maravilla titulada Olimpiadas Nocturnas). Y, más allá de su impacto duradero en el género, siguen siendo unas historias magníficamente realizadas y con un sabor único e intransferible. Se publicaron hace más de 40 años, pero podemos leerlas mañana y disfrutar como el primer día. O más. ¿De cuántas se puede decir lo mismo?

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Mr. X
Mr. X
Lector
14 enero, 2013 10:31

 Magnífica reseña de uno de esos (pocos) cómics que merecen ser llamados «clásicos de ayer, hoy y siempre».

Khonshu
Khonshu
Lector
14 enero, 2013 10:44

Gran reseña Javier. Creo que valoras estos comics tal y como se merecen. Ni mitificandolos mas alla de lo que era su proposito inicial, ni restandoles la gran importancia q tuvieron. Yo ya he leido un par de reseñas en ese plan «no es para tanto» q mencionas y creo q no tienen en cuenta el valorar a la obra en el contexto de su epoca.

BLUNTMAN
BLUNTMAN
Lector
14 enero, 2013 11:22

Estas aventuras resucitaron, sobretodo a green arrow, que dejo de ser un batman de tercera para tener una definicion propia. Despues de estas aventuras llego Mike Grell y continuo, incluso profundizo, en esta linea de critica social (no confundir con el anarquismo).
Green Lanter por su parte continuo con sus aventuras espaciales pero siempre con un tono fe perdida y no triunfalista (me refiero a la perrada que le hizo Zafiro estelar).
Personalmente considero que la intencion de estos comics no es la de resolver los problemas de la gente de la calle sino la de levantar una voz de protesta con ellos (los 70 fueron una decada dificil) para hacer saber a los lectores de que en el mundo de los supers habia gente con problemas como los del mundo real. Ejemplos parecidos a estos pueden ser los miniespeciales de La Muerte hablando del sida o la JLA sobre el sida.
Una reseña muy buena.
Un saludo

Hombre de Trapo
Lector
14 enero, 2013 11:48

Estupenda reseña, Javier. Tu opinión sobre la etapa de O’Neil & Adams coincide en muchos puntos con la mía propia. Si se me permite, dejo el enlace a mi blog en el que me encargo de opinar de ‘Green Lantern / Green Arrow’.

Un saludo.

http://hombredetrapo79.blogspot.com.es/2012/09/what-can-one-man-do.html

Valdi
Valdi
Lector
14 enero, 2013 16:25

Gran reseña, me han entrado ganas de leerlo…esperemks que ECC los edite pronto.
Hombre de trapo tambien me he leido la tuya, y aunque creo que me he comido un spoiler con la historia del disparo tambien me ha gustado mucho,muy completita y con muchas fotos, y eres de Granada!! Como yo!! 🙂

flashpoint
flashpoint
Lector
14 enero, 2013 18:34

 EL COMICS ES UNA MARAVILLA!!!

Todo lector de cómic debiera de leerlo al menos una vez para percatarse que DC sí hacía obras maestras por esos años. 

ginawa
ginawa
Lector
14 enero, 2013 19:33

Increíble reseña de un gran comic. Valdi como puedes ver arriba planeta lo edito hace unos años, y estoy seguro de q si lo buscas lo encontraras y bien de precio, si eres de barcelona seguro( recuerdo haberlo visto a 20 o así)

Hombre de Trapo
Lector
14 enero, 2013 19:54

¡Ups! Lo siento, Valdi, tal vez debería haber incluido un aviso de spoiler en el blog.

La edición de Planeta de Green Lantern / Green Arrow seguro que todavía estará disponible en algunas tiendas, porque es relativamente reciente (del 2007). Lo único malo es el formato ‘Absolute’ en el que fue publicada, por poco manejable.

¡Cómo se nota que Granada es una de las ciudades con más afición al cómic de España! 😉

Goto Dengo
Goto Dengo
Lector
14 enero, 2013 20:22

Es posible que muchos tengais casi todos estos números en la colección «Clásicos DC» (nº del 1 al 12) de Zinco, en los que se publicaron los números GL 76,77,80 a 87, 89 + Flash 217 a 219; en este tomo de Planeta aparecen Green Lantern/Green Arrow#76-87, 89 y Flash#217-219, 226.

Estan muy bien si te gustan los clásicos, pero yo pasé de comprar este tomo porque solo me faltaban 3 números… y eso que soy de Barcelona y efectivamente se podía encontrar por 18€ (aunque creo que ya no desde hace algún mes)


molon labe
molon labe
Lector
14 enero, 2013 20:29

 Espero que si ECC le da por publicarlo, lo haga con papel poroso, color original y se deje de polladas e inventos varios (tamaños monstruosos, color con degradaditos. etc,etc) con obras como estas hay que ponerse serios.

Ocioso
Ocioso
Lector
14 enero, 2013 21:05

Hombre de Trapo ha comentado: Lo único malo es el formato ‘Absolute’ en el que fue publicada, por poco manejable.

¿Por qué? ¿Te lo vas a llevar de camping? A mí me gustan los tebeos grandes, que me desborden el ángulo de visión. Lo ideal es que se publiquen en el tamaño para el que fueron dibujados, pero puestos a hacer cosas raras mejor ampliar que reducir. Es cierto que no todos los estilos de dibujo soportan una pequeña ampliación: a George Perez le sienta mal y a Frank Miller fenomenal. A Neal Adams le sienta…depende de la página.

Lo importante es elegir bien el papel. Los colores planos van en papel poroso, y los que llevan degradados en satinado. El Absolute de GL/GA de Planeta, que va en papel satinado, lleva de los dos tipos y mientras la parte en color plano te deja las corneas hechas mierda, la última historia que está recoloreada digitalmente queda razonablemente bien. También hay que decir que es la única en la que se ha restaurado la línea de negro porque en la mayor parte del tomo en cuando se juntan dos líneas se hace pegote. ¡Urge remasterización!

molon labe
molon labe
Lector
14 enero, 2013 21:11

 Estoy totalmente de acuerdo en lo que expone Ocioso hasta que me demuestren lo contrario.

Ocioso
Ocioso
Lector
14 enero, 2013 21:16

¡Pues yo no estoy de acuerdo del todo con lo que he dicho!
Comentaba que el recoloreado digital de la última historia queda razonablemente bien…pero no del todo bien. No creo que sea tanto un problema de técnica inadecuada como de colorista con mal gusto. Pero bueno, si le dieran el encargo a Laura Martin segúro que quedaba de maravilla.

molon labe
molon labe
Lector
14 enero, 2013 21:21

 Remasterizacion de linea, color plano lo mas parecido al original y papel poroso, lo demas ya es para sibaritas y decadentes.

Hombre de Trapo
Lector
14 enero, 2013 21:44

Ocioso ha comentado: A mí me gustan los tebeos grandes, que me desborden el campo de visión.

Ocioso, me remito al chiste que le hizo Woody Allen a Diane Keaton en ‘Manhattan’:

– Escucha, tengo que ir por mi perro. ¿Me esperas? Voy a sacarlo a caminar.

-¿Qué tipo de perro tienes?

-Lo peor, un salchicha. Para mi es un sustituto del pene.

-Ah, pues en ese caso deberías tener un gran danés, ¿no?

El que inventó el formato Absolute seguro que tenía complejo de micropene. Aquellos de nosotros que calzamos una buena talla no necesitamos cómics de tamaños desmesurados ni subterfugios absurdos con los que sublimar las carencias. Nos basta con la envidia del resto de los mortales.

Y por cierto, eso de que te gusta que los tebeos ‘te desborden’ ha sonado muy gay. 😉

Spirit
Spirit
Lector
14 enero, 2013 21:47

Magnífica reseña! Mis felicitaciones. Incluso incide en dos aspectos que yo siempre he pensado para mí; que los tebeos iniciales marvel tenían muchas virtudes, pero no eran muy sociales, que Neal Adams a veces se escaquea y no dibuja fondos y que normalmente se compenetraba más con Dennis O¨Neil que con Roy Thomas.

Efectivamente, son tebeos que hay que valorar en su contexto, pero que sin ellos quizás no tuviéramos las obras de Moore o esa visión más adulta. Gráficamente, se nota mucho los números en los que Adams le pone ganas y los que anda un poco más ajustado. Personalmente, creo que O´Neil peca muchas veces de simple, pero por eso digo que hay que valorarlos en su contexto…supongo que en esa época era un tanto «fuerte» hablar de conceptos como la planificación familiar, la pobreza, el medio ambiente, las drogas con toda su crudeza (en el que creo que es el mejor episodio dibujado por Adams), etc…

En lo que sí que estoy totalmente en desacuerdo es en la publicación de estos epìsodios en formato absolute. No por el tema del color, si no porque a Adams le sienta fatal el formato grande. Un estilo foto- realista, con pocos fondos (normalmente) y grandes espacios en blanco en la página, sin detalles minuciosos salvo en las sombras y arrugas y tal…no luce especialmente bien en ese formato.

 

train hard. fight hard. party hard.
train hard. fight hard. party hard.
Lector
15 enero, 2013 1:38

 vaya, ese dialogo con el afroamericano es muy jocoso, y cierto!! jaja

Valdi
Valdi
Lector
15 enero, 2013 15:19

Tranquilo Hombre de Trapo,no pasa nada por el Spoiler 🙂 ya te lo he dicho,una reseña muy buena asi que no problemo.
Y gracias a ti, a Ginawa y a los demas por recomendarme la edicion,pensaba buscarla la verdad,pero no soy fan de el absolute y si es en ese formato…creo que casi me espero a ECC (seguro lo publican) ya que ellos lo publicaran en su «formato comic-book» como dicen ellos que la verdad, para mi es un formato muy apañado y prefiero esperar y leerlo bien a comprarlo desesperadamente y no disfrutarlo bien. Pero de todos modos si lo encuentro me lo pensare.
Y gracias!!

Retranqueiro
Retranqueiro
Lector
16 enero, 2013 6:38

Yo también opino que el formato absolute hace un flaco favor al dibujo de Adams (no pasa lo mismo con Rude, por ejemplo), pero también a las tintas de Giordano.

Y es que voy a aprovechar que el Pisuerga pasa por Valladolid para desahogarme. No trago a Giordano. Desde hace unos cuantos años; cuando compré el número 9 de La Espada Salvaje de Conan, en la que el citado señor «dibujaba» la adaptación de Las Joyas de Gwahulur. Y digo «dibujaba» porque prácticamente todo el tebeo lo hizo fusilando viñetas (calcadas y por inri facilmente reconicibles) de otras historias de Conan. A poco que uno se fije verá viñetas de Buscema, Barry Smith, Neal Adams y Gil Kane. Aquello no era un tebeo; era una estafa.

Hala, ya lo he dicho.

molon labe
molon labe
Lector
16 enero, 2013 7:16

 Pues con Gary Kwaspisz te ibas a descojonar, no es que fusile, ametralla todo lo que huela a Buscema…

Retranqueiro
Retranqueiro
Lector
16 enero, 2013 7:25

E incluso Asterix. Que en uno de los correos pusieron un par de viñetas para comparar y ver como había «diseñado» el fuerte que aparecía en un número anterior.

molon labe
molon labe
Lector
16 enero, 2013 7:30

 Si, la verdad es que alguno lleva la palabra «inspiracion» hasta sus ultimas consecuencias…

Ala!! me marcho que llego tarde a currar!!

Spirit
Spirit
Lector
16 enero, 2013 17:41

Eh, un respeto a GIORDANO! Puede que como dibujante fuese bastante mediocre y encima copión, pero la verdad es que se compenetraba perfectamente como entintador de Adams (no tantos con otros dibujantes más detallistas) y en los 80, con su cargo ejectuvio de mandamás en DC, fue uno de los impulsores de las GRANDES OBRAS de los 80 en dicha editorial (la época dorada del SUPERMAN DE BYRNE, LA WONDER WOMAN DE PÉREZ, etc…).

No parece nada interesada ECC en obras de los 70, por visto. En su todavía corto peregrinar no han publicado nada de ésa época, y todas las preguntas que les he hecho al respecto han tenido la callada por respuesta. Si publican este GREEN LANTER/ GREEN ARROW en tomito, que cuenten conmigo, que los CLASICOS DC de ZINCO ya los tengo un tanto usados y además, desde que tengo el Batman de Rogers, me estorban por tener el 50% del material repetido.

He visto el ABSOLUTE de Planeta con grandes descuentos por ahí, pero es que ese formato no le beneficia en nada a Adams…