Guerra Mundial Z: Crítica

Corría el año 2006 cuando un guionista del SNL llamado Max Brooks sacó al mercado uno de los detonantes de la moda zombi que asola todo medio cultural de consumo sin piedad. El libro se llamó Guerra Mundial Z, y junto con la Guía de Supervivencia Zombi, reinventaron el género no-muerto para meterlo en cada casa del planeta. En aquella novela, el escritor, a modo de entrevista oral, peregrinaba de uno al otro confín de la Tierra escuchando los testimonios de los supervivientes de la mayor tragedia que la humanidad haya contemplado: cómo una pandemia convirtió al 70% de la población en caminantes ávidos de cerebros que por poco no acabó con nuestra especie. El realismo preciso y clínico que imperaba en la prosa, plagado de tecnicismos, y un cuidado planteamiento geopolítico marcaba un antes y un después en el género, asustando gratamente al aficionado previo y atrayendo sin remedio al lector casual a estas páginas serias y adultas, pero delirantemente entretenidas. Cómo la Corea del Norte de los Kim Yong había desaparecido de los radares estadounidenses para hundirse en megápolis subterráneas soviéticas huyendo de los zombis, cuánto de absurdo tiene el no pensar que el paciente cero sea chino dado que suponen el ¿20%? de la población terrestre, o el desgarrador relato de un coronel de los marines relatando cómo el ejército perdía batalla tras batalla, jerga militar en boca…Un realismo y trabajo de documentación que se traducían en terror puro en el lector. En esencia, la primera novela del género que consiguió hacernos creer que realmente podía pasar, y ya nunca se nos fue del cuerpo la sensación de intranquilidad al ver en el telediario a un guardia civil declarando que un lobo había mordido a un lugareño y ahora éste presentaba síntomas de rabia.

Una tarde de verano, aburrido en su casa y con la Xbox confiscada por Angelina, el bueno de Brad Pitt se dirigió a su biblioteca municipal de confianza y allí, en el montón de novedades, encontró un título que le llamó la atención: World War Z. “Anda, y encima de Max Brooks, yo a este tío le conozco… bueno, me lo llevo, a ver qué tal. Total, es gratis…” Horas después, bien entrada la madrugada y con los ojos como platos, Brad Pitt despertó a Angelina para contarle entusiasmado que iba a hacer una película de zombis de su propio bolsillo, que este libro era increíble y que los zombis eran lo más de lo más. “Cállate y duérmete” fue la respuesta que recibió, mas eso ni por asomo minó su pasión productora… y hasta hoy. Guerra Mundial Z en el cine es una realidad. Una realidad desprovista de alma, frenética y para toda la familia. Hay que dejar claros ciertos axiomas cuando se habla de Guerra Mundial Z. El primero, que no es una película de zombis formal. Y el segundo, que cualquier similitud con la obra original es fruto del azar. Vayamos por partes. ¿Por qué Guerra Mundial Z no pertenece al género zombi y eso se convierte en su mayor error? Por un ansia comercial que establece un target casi infantil, la historia de siempre. Las películas de zombis son un género cinematográfico propio con sus propias reglas y elementos, en continente y contenido, que van desde el usual bajo presupuesto (aunque se viene aumentando últimamente) a la casquería, el enfoque fílmico o el zombi como figura narrativa y primer motor de escenas. Aunque en la película no se llega el extremo de alejamiento del zombi como hilo conductor al que llegan obras como The Walking Dead (donde el no-muerto meramente es atrezzo en la mayoría de los capítulos y el foco alumbra a las relaciones humanas en un escenario –ahora sí- de holocausto zombi), en la película los zombis tienen gran protagonismo en la mayoría de las escenas, y el problema radica en que apenas son visibles para el espectador. Si en el género, como ya decía, el enemigo es un icono al que idolatrar con la cámara, mostrándolo, jugando con su imagen para infundir terror, acaparando minutos y minutos de metraje y regocijándose en el maquillaje, en Guerra Mundial Z sucede todo lo contrario, hasta el punto de hacer desear al espectador un primer plano, un detalle, un guiño al zombi, ¡cualquier cosa!, pero algo, pues hasta bien entrada la película no veremos nada salvo una marabunta furiosa de muertos vivientes bendecidos por Usain Bolt. Y es frustrante. Bien sea por la oscuridad que rodea todas las escenas hasta pasada la segunda mitad del film, o bien por los frenéticos movimientos de la cámara, el elemento más característico en cuanto a lenguaje cinematográfico en el género zombi, el plano detalle, se desvanece y convierte (junto a otras carencias) a Guerra Mundial Z en un pseudo-thriller, o película de aventuras, donde los resurgidos únicamente poseen una función argumental, y no estética/formal. Y eso por no mencionar, pues poco se puede decir, de la ausencia total y absoluta de sangre o mordiscos siquiera. Ni una cámara enfocó unos dientes hincándose en la carne fresca. Y esto nos lleva al siguiente corolario: la nula fidelidad al libro.

Como adaptación, ni siquiera se nutre del formato oral o la cadena cronológica de la obra original. ¿Es esto un problema? No debería. La similitud trans-media es algo abocado al fracaso y hoy en día trae menos frustración esperar inspiración y nada más que querer una clonación y acabar echando espumajos por la boca. También es cierto que viendo Guerra Mundial Z uno sale del cine con la sensación de que tenían una materia prima riquísima, la cual revolucionó el género zombi, y que si al hubieran aprovechado el producto final hubiera ganado enteros, y muchos. El carácter itinerante del libro, saciando la curiosidad del lector sobre la actuación de cada país (siempre en el estereotipo), una de sus mayores virtudes, está totalmente desaprovechado y Brad Pitt, aunque sí es cierto que recorre el mapa ampliamente, no indaga en el conflicto interno de cada país más allá de Israel, una breve alusión a Corea y poco más. ¡Ni siquiera los propios Estados Unidos son analizados! Esto desinfla la película brutalmente para el que esperara más similitud aparte del título. Y para rizar el rizo, el factor tiempo, la cronología retrospectiva que el libro iba estableciendo capítulo a capítulo, no tiene cabida en un film de temporalidad lineal. Una lástima, ya que dado el final conclusivo de la película, se diluyen las esperanzas de ver el desarrollo de los acontecimientos en las secuelas. ¿Otro brote? ¿Imperfecciones en el remedio a la infestación? Quién sabe, pero yo quiero una batalla de Yonkers como dios manda, y la quiero pronto. En conclusión, Guerra Mundial Z mantiene un único protagonista viviendo los hechos en tiempo real, en busca de una panacea contrarreloj, y esto no es sino todo lo contrario a lo que el libro de Brooks nos contaba.

Pero no todo está mal, y es que es en el enfoque realista donde gana. Esta película, corríjanme si erro, es, al igual que el libro, la producción cinematográfica que con más realismo, detalle y seriedad ha tratado a los muertos vivientes. Es decir, lo que no puede tener una película del género zombi (o sí, pero a los hechos me remito). Detalles como el protegerse los brazos y las pantorrillas (zonas más vulnerables al mordisco) con cartón y cinta aislante hablan por sí mismos. Y aunque sólo se roce la superficie del acongojante ahínco político de la obra en papel, ya es suficiente para introducir en sus escasas dos horas a agentes del Mossad hablando como agentes del Mossad (conozco a muchos, sé de lo que hablo) o un demente encarcelado al que nadie presta atención (¡mira, un elemento típico del género!) que con dos frases de geopolítica básica ya nos sitúa en un marco mucho más real que cualquier otra película. Sólo se desvanece ese envoltorio “más serio” al final, cuando la solución a los zombis es una tontería típica de esta clase de películas, que sumándolo a la escenita de Pitt y el zombi mano a mano -que en vez de crear tensión saca una carcajada por los estrambóticos movimientos de la quijada del resurrecto- se ríe en la cara de todos los puntos establecidos anteriormente. Policías tirando la placa y robando suministros en vez de mantener el orden, o el cinismo al hablar de un experto biólogo en pandemias sitúan al espectador en un escenario totalmente mundano que otorga seriedad a la par que asusta e incomoda.

En otros orden de cosas, el film engaña totalmente con su estructura, y acostumbrados a una presentación en la que el brote vírico aumenta paulatinamente cambiando el mundo, en Guerra Mundial Z tenemos un mundo asolado en los primeros diez minutos de película, teletransportando al espectador al centro del problema en un sprint narrativo sin parangón, y es así como la acción estalla recién acabados los trailers pillando desprevenido al más resabido sin mostrar siquiera un minuto entre el inicio del problema y un mundo sumido en el caos absoluto y plagado de zombis. Y por cierto, es este primer corte lo mejor con diferencia de todo el metraje, sobre todo por el mimo con el que ha sido rodado (recordemos que esto no es una película de zombis) por Marc Foster, con unos planos aéreos desoladores que muestran hordas de millares de caminantes (mejor dicho corredores) arrasando con todo a su paso, convirtiendo Nueva York en escasos diez minutos de la capital del mundo a un infierno en vida. El trabajo de dirección es notable, y aunque flojea considerablemente en las escenas de interiores, confusas y oscuras a más no poder, en exteriores las escenas poseen mucha potencia visual y hablan por sí mismas. En cuanto a las actuaciones, dado que no sería atrevido afirmar que el único personaje es Brad Pitt -pues los demás apenas pasan de los quince minutos cada uno-, cumple. Es Brad Pitt, sin más, en una película comercial, a lo bueno y a lo malo, con algún momento sobresaliente pero con un aprobado como media general. Tampoco da para más la producción, y aunque ya sabemos que el hombre puede ser brillante si quiere (a Babel me remito), Guerra Mundial Z no es el lugar ni el momento. Los dos mejores puntos de la película son el montaje de los primeros minutos y la banda sonora. Lo primero que nos muestra la película es una sucesión de escenas de naturaleza violenta o incómoda a ritmo de Isolated System de Muse, una melodía al piano realmente inquietante que le va como anillo al dedo a semejante yuxtaposición de globalización y muerte. Flujo de personas entrando a trabajar a millares, lobos cazando, noticiarios alarmistas e imágenes del estilo, con gran contraste dando a entender el ridículo esfuerzo de civilización moderna humana y lo cerca que estamos todavía del abismo aniquilador. Nuestros rascacielos de acero y cristal no nos alejan de la naturaleza asesina que el virus zombi despierta y todos llevamos dentro. Además, la tonadilla se repetirá a lo largo de toda la película haciendo de leit motif, rememorando la escena inicial y lo rápido que todo nuestro sistema se ha ido al garete más apocalíptico. En resumidas cuentas, Guerra Mundial Z es una película más que decente para una tarde de verano, pero que puede defraudar a los que esperen cierta fidelidad al best-seller original o a aquellos aficionados al género zombi, a las vísceras y a lo explícito. Entretenida como ella sola, no se hace larga en absoluto, todo lo contrario, y el enfoque realista, aunque de soslayo, aporta otra perspectiva al género, que buena falta le hacía. De todos modos, la sensación de lo pudo haber sido y no fue, hasta para los desconocedores del libro, sobrevuela al espectador constantemente. El ocaso de la moda zombi, ¿o quizás un empujón?