De la advertencia amenazadora a la caricia aletargante
«Y colorín… colorado…»
Los cuentos infantiles de antaño no eran historias con un fin ocioso, sino que pretendían ser advertencias, avisos para los jóvenes que no tenían la experiencia de los adultos para ser conscientes de los peligros que se escondían tras la seguridad del hogar. Con el tiempo esos cuentos, a la par de sus mensajes, se han ido edulcorando, suavizando y difuminando. No por nada, sino porque hace 200 años casi cualquier cosa fuera de la rutina significaba la muerte, y por eso, entre otras cosas, se tenía más descendencia. Pero a día de hoy, los cuentos se presentan como adalides no de las advertencias sino de la abolición de esas mismas, creando lugares idílicos que poco tienen que ver con la realidad, pero que tanto gustan a las inocentes e ingenuas almas infantiles; y que con tanta nostalgia los recordamos los adultos. ¿Pero qué sucede cuando el lobo, la madrastra, el príncipe embaucador o la bruja se hacen reales? ¿Dónde está su fantasía cuando entra en escena la realidad? Estos dos autores lo saben.
Los emancipadores del cuento moderno
Alberto Breccia nació en Montevideo, el 15 de abril de 1919 y acabaron sus días en Buenos Aires el 10 de noviembre de 1993. Sin embargo, de alguna manera, seguirá muy presente mientras tengamos sus obras, y conociendo su calidad seguirá con nosotros mucho tiempo. Conocido por llevar a cabo obras fundamentales del cómic como Sherlock Time (1958-1959) junto a uno de sus colaboradores más alabados, Héctor Germán Oesterheld, tras la cual su calidad fue en aumento, se dice, debido a las palabras que le dejaría caer su compañero y amigo Hugo Pratt: «Vos sos una puta barata, porque estás haciendo mierda pudiendo hacer algo mejor«.
A partir de ahí sería el artífice de obras de la altura de Mort Cinder (1962-1964), la nueva versión de El Eternauta (1969), originalmente publicada en 1957 por el mismo escritor a los lápices de Francisco Solano López, pasando por diferentes adaptaciones de obras maestras de la literatura como Los mitos de Cthulhu (1973) de Lovecraft, relatos varios de Edgar Allan Poe, un Drácula (1984) algo especial o Informe sobre ciegos (1991), adaptación de uno de los pasajes más intensos y complejos de la novela de Ernesto Sabato, Sobre héroes y tumbas.
Aunque sería entre diciembre de 1979 y mayo de 1981 que se introduciría en el mundo del cuento infantil, publicando originalmente en revistas como El Péndulo, Hurra o Superhumor, las piezas que se recogen en el volumen de Había otra vez… editado por ECC.
Carlos Trillo nació en Buenos Aires, el 1 de mayo de 1943 y falleció en Londres, el 8 de mayo de 2011. Como su compañero en este volumen, está presente en todas sus obras, y aún hoy es el día que se le recuerda con mucha reverencia. Empezó su vida profesional en 1963, y entró en la revista Patoruzú en la que estuvo hasta 1968. Hasta 1975 escribió cuentos guiones para series como Hijitus, Antifaz, Topo Gigio y La Familia Panconara, entre otras. A partir de ahí entró en la revista Mengano, en la que colaboró desde el número uno con Horacio Altuna y realizó Un tal Daneri junto a nuestro otro protagonista, Alberto Breccia.
De la mano del dibujante Horacio Altuna, Carlos Trillo fue el creador de la popular tira cómica El Loco Chávez que fue publicada diariamente en el diario Clarín de Buenos Aires entre el 26 de julio de 1975 y el 10 de noviembre de 1987. Su compenetración fue tal que llevaron a cabo varias colaboraciones, una de las más renombradas fue Las puertitas del Sr. López que se presentó por primera vez en la revista de cuentos de ciencia de ciencia ficción El Péndulo en octubre de 1979, y a partir de 1980 en la revista Humor.
Ambos dos, son autores con una obra extensa y muy notable, en la que coincidieron varias veces como dupla, y que ahora ECC recupera en su nueva colección en la que estos dos autores son los protagonistas. Teniendo obras como Un tal Daneri (1975) o Buscavidas (1981-1982), que traeremos pronto a nuestra casa.
Las advertencias hechas arte
En esta obra se reúnen los cuentos de Hansel y Gretel, La cenicienta, La bella durmiente, Caperucita roja y Blancanieves. Los autores llevan a cabo una adaptación que mantiene el tono originario, pero retuercen algunos de los conceptos para que tenga una vigencia más actual, incluso en algún caso proponiendo la actualidad como ambientación. Logran hacer del cuento antiguo uno moderno pero que plantea una advertencia como en su concepción. Como sucede en Caperucita roja, que es la adaptación que todo el mundo podría imaginar, siendo uno ya adulto, que podría suceder, y que desgraciadamente sucede. Un lobo con piel de hombre esperando a una niña en la cama. Y es que cuando se deshilachan los cuentos antiguos, se ven los escalofriantes mensajes de cautela sobre los que se construyeron.
Tanto Carlos Trillo como Alberto Breccia hacen aparición en el cómic en forma de personajes, en un principio de manera puntual como aquellos narradores que rompían la cuarta pared al final del cuento, hasta en un momento dado, sin dejar de ser narradores, llegando a tomar el rol principal.
La longitud de los relatos varía desde el más breve de 4 páginas, al más extenso de 16 páginas. Uno de los más largos, el de Blancanieves, es algo más reservado y más afín al cuento que todos conocemos aunque tiene una sorpresa macabra al final del relato. Pero su historia no se ve tan genuina como la de las demás adaptaciones, a excepción del apartado que vuelve únicas a todas ellas, el gráfico.
El arte de Breccia es como siempre una delicia para la vista y para los sentidos. Esta vez se aleja de su famoso trazo en blanco y negro y nos inunda de colores y formas psicodélicas. Parecen los collages hechos por un asesino que manda una nota cuyas letras son una mezcla de diferentes textos. Hay algo de criminal que se presenta desde el principio en todas estas historias, algo de advertencia que tenía el cuento primigenio y que estas adaptaciones mantienen. En este sentido ambos autores van a la par apoyando la explosión colorida que parece prevenirnos de su contenido, con las tramas nada edulcoradas que ejecutan con efectividad el propósito de sus antiguos creadores.
La ficción como herramienta
Los autores hacen una crítica a todos los cuentos, hasta un punto en el que comparan a Walt Disney, y su famoso mito que dice estar congelado esperando a que la ciencia avance lo suficiente para volver, como una suerte de bella durmiente actualizada o traída a la realidad. Curiosamente una realidad ficcionada. Es difícil no imaginar una intención subtextual en la que Disney sería esa antigua advertencia congelada, dormida, esperando que un príncipe, o varios, vengan a rescatarla de su letargo, a despertarla de su pompa idealizada, en pos de unas historias no tan edulcoradas a favor de una recepción vacía de contenido extrapolable, más allá de la evidente pretensión maniquea, y llena de colores estroboscópicos.
Sin olvidarnos que los autores hacían este llamamiento en los años 80, sería difícil imaginar lo que platearían en una época como la actual en la que a los niños se les protege de la realidad privándoles de ella, en vez de haciéndoles participar de la misma de forma alegórica. Aunque esta tendencia no es cosa exclusiva de la franja infantil, ya que es una simple víctima de la sociedad y la cultura que tiende, e incluso procura, con pasmosa apatía, a estar en habitaciones acolchadas arropados con camisas de fuerza digitales-audiovisuales. No parece haber una salida de esa tendencia, que de cambiar es fácil temer que sea un cambio diametralmente opuesto y por tanto con un resultado equivalente en carencia pero inverso al actual. Al menos, y es un consuelo, siempre podremos refugiarnos de su avance, incluso frenarlo levemente con obras como esta.
Lo mejor
• El foco en la crítica al edulcoramiento de los cuentos infantiles que se deja entrever en sus páginas.
• El dibujo, que es tan agradable como escalofriante, lo que hace de éste el acompañamiento perfecto de las historias.
Lo peor
• La poca genuinidad del relato de Blancanieves en contraposición con los demás, pese a su evidente calidad.
Guión - 8.5
Dibujo - 9.5
Interés - 9
9
Crudo
Había otra vez… es, en definitiva, una buena forma de recordar lo que una vez fueron los cuentos infantiles y cuál era su propósito. Una herramienta de advertencia y protección, más que de entretenimiento y evasión.
Que bueno que están reeditando todo Breccia, el otro día leí el Eternauta del ´69 (el que tuvieron que cortar porqué la gente no entendía un fulbo…), enorme, gracias por otra reseña y que gran reflexión final cada día es más cierto…
Más que no gustar a la gente, donde no gusto realmente fue en la dictadura de Ongania y su secuaces militares que posteriormente asesinarian a Oesterheld junto a miles de personas.
Supongo que fue una combinación de cosas, porqué el mismo Breccia en los artículos que acompañan dicen que recibían cartas mencionando lo «feo» e incomprensible de sus dibujos, por lo cual el editor (¡que incluso pide disculpas en el último número de Gente!!) le habría dado un final precipitado. Pero seguro, como pasó con el cierre de Satiricón un par de años después, debe haber habido algo de presión desde la Revolución Argentina, por esa vuelta de tuerca genial donde los países del Norte nos dejaban como carne de cañón (35 años antes de X-Files!!). Oesterheld ya no se andaba con vueltas.