Habitaciones íntimas

 

Edición nacional / España: mayo 2014, Bang Ediciones.
Guión, dibujo y color: Cristina Spanó.
Formato: 112 páginas a color editadas en cartoné.
Precio: 20 €.

 

Habitaciones íntimas es un buen ejemplo de tebeo sosegado, tranquilo, cercano. Lo es porque presenta la perspectiva de aquello que va sucediendo en la vida sin aspavientos, con la diana centrada en el detalle, en la aparente anécdota aleatoria, a priori fuera de toda estructura narrativa, pero certera en su carga emotiva. La mirada íntima y femenina de su autora crea un universo particular fundamentado en el sabor de los recuerdos y la importancia de la mirada. No es nuevo, pero es necesario en un mercado pendiente de epatar al lector. Habitaciones íntimas, en cambio, es como una peli de Coixet, una taza de té en un jardín o una promenade por el campo, es decir, roza la cursilería, pero al no caer en ella, logra su objetivo con creces. Y esto es: mostrar la intimidad y el proceso de madurez de una muchacha a lo largo de su vida a través de breves pinceladas, de momentos cruciales en su trayectoria vital.

Esta sucesión de recuerdos puede parecer, como decía, arbitraria, carente de estructura narrativa convencional. Nada más lejos de la verdad. Cada memoria está escogida con inteligencia, con la finura adecuada para montar el fresco del proceso de desarrollo emocional de su protagonista al tiempo que subraya la naturaleza cíclica de la vida. Unas vidas, de unas mujeres, cuyo periplo se ve forzado a adaptarse a la emigración forzada y a los avatares del amor.
Así, de soslayo pero con eficacia, Spanó logra hablar del cambio de signo generacional respecto a la pareja, al sexo e incluso a la religión. Su intención no parece mostrar indignación o documentar una tragedia. La autora italiana no juzga, sabiamente, sino que refleja la vida desde una perspectiva emocional nada intelectualizada. Esta capacidad para evitar el tono panfletario logra que su mensaje, si es que éste existe de veras, cale de veras en el lector, pues lo hace a través de la emoción y no de la reflexión. Esto no es un documental, entonces, sino un diario personal, uno que salta de página para saltar de época. Y todo ello girando en torno a un mismo hogar, unas mismas paredes que sirven de testigo mudo del proceso de cambio de las personas que ahí habitan.

Para reforzar su idea del cambio, el uso emotivo del color es una de sus herramientas. Un evidente uso del bitono, un verde apagado y sucio y un inevitable blanco, permite a Spanó reforzar la idea del recuerdo como vehículo para transportar la trama a nivel sentimental. Si lo narrado son auténticos recuerdos, la autora italiana ha tenido la certeza y la destreza en usar este bitono como base para todo su relato, haciendo concesiones al color en momentos puntuales, como puede ser el rojo de un jersey, el rosa del arrebol sexual o el naranja de una camiseta, colores vivos todos ellos que se convierten en faros deliberados en un mar verdoso. Estas elecciones no parecen aleatorias, aunque si lo fueran, supondrían un contrapunto que marca la página con fuerza. ¿Recordáis la niña de rojo en La Lista de Schindler? Pues eso mismo. ¿Y aún crees que no era deliberado?

Una obra, en definitiva, que abre la puerta a un universo delicado y certero, donde las calidades de su autora apuntan maneras. Habrá que sintonizar el dial en busca de más noticias sobre Cristina Spanó entonces.