Edición nacional / España: mayo 2014, Colección Sillón Orejero, Astiberri Ediciones.
Guión, dibujo, tinta y color: Javier de Isusi.
Formato: 168 páginas a color editadas en cartoné.
Precio: 18 €.
Este país es peligroso. Aunque no lo parezca. A pesar de la fama de fiesta, vino y siesta. Este país es peligroso, entre otras cosas, porque expresarse libremente cada vez resulta un ejercicio más difícil y desde luego, menos saludable para quien pretende lanzar sus ideas a los medios. Por eso, cualquier acto de libre expresión ya debería ser sinónimo de aliento y aplauso por parte del receptor de esas ideas. Máxime si ese pensamiento orbita en torno a uno de los temas más complejos y más hirientes de la España contemporánea. Hablar sobre ETA es un ejercicio temerario, no cabe duda y hacerlo desde la plataforma ombliguista del cómic, quizá aún más. ¿Por qué? Porque el mundo del tebeo español, diminuto en tamaño que no en calidad, es un caldo de cultivo para las envidias y las malas pasiones, que te pueden cerrar puertas con rapidez, dejándote en el banquillo de los indeseables durante un tiempo demasiado largo. Pero también es cierto que en el panorama del tebeo nacional hay espacio para la camaradería, y ciertos actos de valentía pueden ser contagiados gracias a un primer arranque, a un primer impulso como este He visto ballenas. Es esta virtud última, la valentía, la que define la publicación de este tebeo. Hablar sobre ETA y el problema vasco, como decía, suele resultar complicado, arriesgado cuanto menos. Pues es que a pesar de la sobre-proyección del tema en prensa y TV, la gente apenas tiene por lo general una perspectiva intimista del asunto. He visto ballenas viene a ser un ejemplo de ese tipo de literatura, ese necesario producto que ahonda en la intrahistoria de las víctimas y los ejecutores, desde esa perspectiva tan cercana que se echa en falta al analizar el conflicto.
Así, De Isusi ha tenido redaños para realizar la obra y Astiberri para publicarla. Y punto. Aquí no hay discusión. Donde si debe haberla -y la habrá- es en las miradas humanas que personifican la obra. El autor no duda en seguir la máxima de que una historia siempre tiene dos lados, de modo que vertebra el asunto a través no solo de dos sino de tres tramas, cada una representando versiones del conflicto. Así, como espina dorsal, el asesinato del padre de Antón a manos de ETA sirve para vehicular la mirada de la víctima, del asesino y, como acertado complemento, del asesino del asesino. Antón, hijo de la víctima, seminarista apocado, sufre el rechazo de su amigo, Josu, quien efectivamente abrazará la ideología terrorista al entrar a formar parte de la banda. Ambos crecerán y madurarán sin verse de nuevo, pero con sus vidas girando en torno a ese terrible suceso. Mientras Antón trata de soportar ambas pérdidas durante su vida como cura, Josu entra en prisión, lugar que inevitablemente, le arrancará severas reflexiones sobre la moral de sus actos bajo el mandato de la banda terrorista. En este entorno, conocerá a Emmanuel, un mercenario del GAL que cumple perpetua. Esto permitirá a De Isusi abordar la perspectiva mentada del cazador de asesinos, otros asesino en sí mismo, cuya finalidad, el dinero, a priori es más inhumana que la del terrorista, cuya intención política connota sus actos con otras intenciones.
De Isusi logra con He visto ballenas lo que ha priori resulta más complicado: no juzga a sus personajes. El autor procura, sobretodo a través del diálogo, mostrar la realidad de cada arquetipo representado, durante las conversaciones que mantienen. No hay gestas, no hay acciones, salvo la necesidad de cada personaje de expresar su pensamiento y sobretodo sus remordimientos. Pues esta es una obra sobre la culpa y como gestionamos el resultado de nuestras acciones. Y un análisis cercano de los usos de la violencia. Pero sobretodo, de sus consecuencias.
El autor, con sabiduría, ha suavizado su trazo y atemperado su paleta. El lápiz ligero y fino, donde los personajes aparecen casi esbozados, tímidos, diluyen la incomodidad del tema tratado, mientras el uso del color, con páginas bitono, envuelve de cierta suavidad, de un deje aparentemente edulcorado, ese mundo temible que expone De Isusi. La elección del gris y el amarillo como colores únicos con los que vestir las viñetas no es aleatoria. El amarillo, junto con un tono tan complementario como el gris azulado, provoca en el lector una sensación desasosegante, una que a priori no percibe como evidente, lo que fomenta el reflejo de la ansiedad de sus personajes. Esta decisión, consciente o no, resulta otro de los merecidos aplausos del tebeo.
Otro acierto editorial de Astiberri y probablemente una de las obras nacionales a tener en cuenta en este 2014.
Vaya. Habrá que echarle un ojo. Más allá de la calidad o de lo acertado que esté el autor es de alabar que se atreva a tratar un tema que a día de hoy todavía es, prácticamente, tabú.
Apuntado queda en mi wishlist para echarle un vistazo en la tienda. Buena pinta.
Grandísima reseña Raúl. Me interesa mucho esta obra pues como bien señalas una de sus grandes bazas es su valentía a la hora de tratar un tema tan abrupto. Sin embargo, el dibujo me echa un poco para atrás. Sé que en este tipo de obras no es tan importante el trazo y eso que la acuarela es una técnica que me chifla pero da la impresión (por la previa, no he visto más) de que la paleta se ha quedado un poco limitada y el tono decadente que pretende buscar Javier de Isusi queda demasiado latente. Le echaré un ojo en la librería y decidiremos. ¡Ah! Y bravo por Astiberri.
Leído. Y me ha parecido muy bueno. Y muy recomendable. Personalmente, no me ha emocionado o llegado de la misma forma que lo hicieron otros tebeos pero me ha parecido una gran obra. Y valiente. E incluso, como en el caso de Los Surcos del Azar de Paco Roca, una obra necesaria.
Me ha gustado el guión, el dibujo, la sensibilidad con la que toca el tema. sin cursilerías, sin extremismos, sin necesidad de mostrar la sangre pero sin edulcorar los hechos.
Y me ha gustado especialmente que, más que de asesinos, de víctimas o de bandos, hable de personas.
Al acabar de leerlo me acordé del día (hace ya un porrón de años, joder…) en que fui a ver al cine Días Contados. Tras la peli, uno de los colegas que me acompañaba estaba indignadísimo de que al etarra (el personaje de Carmelo Gómez) se lo mostrase como a un ser humano más con sus dudas, sus anhelos, capaz de amar, etc… en lugar de mostrarlo como alguien sanguinario y sin sentimientos; como a un monstruo en lugar de como a una persona. Yo no estaba de acuerdo con él. No sé si el ver a los asesinos como monstruos sin alma es una forma de autodefensa, si nos hace más fácil el enfrentarnos a ellos o si es que lo que nos da miedo de verdad es pensar que esa gente es igual al resto; que son personas igual que nosotros. No digo que el verlo desde esta perspectiva justifique o disminuya el alcance de sus actos; sólo digo que son seres humanos como el resto.
Que igual hay quien me dice «eso es muy fácil de decir desde tu rinconcito en Galicia pero a ver qué opinabas si vivieras aquí». Y tampoco sé exactamente cómo respondería a eso. O si me viese afectado muy de cerca. Tampoco creo que deba seguir por aquí, que acabaré por meterme en camisa de once varas.
Que tampoco digo que el enfoque de Javier de Isusi sea el único válido; tal vez, no lo sé, ni siquiera que sea el mejor. Pero sí que es uno necesario