Guión: Simon Hanselmann
Dibujo: Simon Hanselmann
Edición España: Fulgencio Pimentel (2014)
Formato: Tomo rústica de176 páginas
Precio: 22,95 €
Valoración:
La historia se podría describir como una suerte de memoria atávica de un determinado pueblo, sociedad o civilización, un recuerdo capaz de dar sentido y continuidad a la cultura y pensamientos humanos, transmutándolo casi en espíritu puro, como ha popularizado en la actualidad la expresión alemana zeitgeist que solemos traducir como «el espíritu del tiempo». Pero hay tantas versiones de la historia como estados y naciones, eludiendo todas ellas al individuo, reduciéndolo a unas meras estadísticas y persistiendo en una falsa concepción evolutiva del mundo para enmascarar su inevitable y verdadera faceta cíclica. Los períodos de crisis, prosperidad y guerras se van intercalando, las generaciones se suceden, cuestionando siempre el trabajo de sus pioneros antepasados y preparando las bases de un futuro que acabará siendo desechado por sus jóvenes. El espíritu de nuestra época lo hallamos en la literatura moderna, en la televisión, en el cine y también en internet; Los Simpsons de Matt Groening, El Club de la Lucha de Chuck Palahniuk o la efervescencia de redes sociales como facebook o twitter han logrado sintetizar y reflejar la ironía, la impotencia, el sentimiento autodestructivo y la necesidad de cambio de esta generación.
No son pocos los estudiosos, poetas, filósofos y otra gente de malvivir que han declarado a lo largo de la historia como la sociedad tiene vida propia y se muestra como un monstruo entregado a su tarea de concebir individuos enfermos, un cuestión que reverbera contra las formas de expresión artísticas de cualquier comunidad. En este sentido, en un mundo infectado por la depresión y otros problemas psicológicos, un mal demasiado común en la vida diaria de la civilización contemporánea, no son pocos los autores y artistas que han manifestado como el mismo arte ha sido una terapia para superar sus propios disgustos y contrariedades. Entre todos los medios de expresión artísticos, tan válidos unos como otros, la viñeta ha sido siempre un método predispuesto para ahondar en la mente de sus creadores, un medio visual, narrativo y especialmente dotado para conectar con el elemento biográfico intrínseco al ser humano. En esta «tradición» podemos situar al australiano Simon Hanselmann, ilustrador, guionista y dibujante responsable de las escépticas, pasotas y extremas aventuras de Megg, Mogg & Owl en las que nos presenta una visión personalmente lisérgica sobre los tiempos que corren y el espíritu que malogra su generación.
Para Simon Hanselmann sus coqueteos con el mundo del cómic han sido una verdadera fuga, una manera de superar su tendencia depresiva y sobrevellar una existencia llena de penalidades, utilizando las aventuras de la bruja Megg y sus compañeros, el gato Mogg y el búho Búho, como un interpretación cotidianamente fantástica de sus propias experiencias. El elemento autobiográfico se palpa opresivamente en estas historias nacidas originalmente en fanzines y lanzadas al estrellato en el tumblr de su autor, tiras autoconclusivas dibujadas en muchos casos simplemente con acuarelas y lápices de colores y con muchas referencias a la cultura pop en la que tienen una especial presencia propuestas catódicas tan dispares como Expediente X, iCarly o Los Simpsons. Pero la influencia televisiva va más allá de lo referencial porque Megg, Mogg & Owl, cuyas primeras historias publica ahora Fulgencio Pimentel en nuestro país en el presente recopilatorio titulado Hechizo Total, se comporta a todas luces como una sitcom protagonizada por una serie de personajes desfasados y neuróticos, adictos al consumo descontrolado de alcohol, drogas y maratones televisivos y sometidos a relaciones degradantes y un cierto «culto jackass» por el dolor y la cruda humillación.
El tono de las aventuras de Megg, Mogg & Owl presenta un humor descarnado, psicológicamente hiriente e invasivo para el lector, con pasajes capaces de producir un rechazo contradictoriamente atractivo pese a un apartado visual, sencillo y directo, concebido casi como una fábula o un cuento de hadas. Esto último no resulta demasiado casual si tenemos en cuenta que sus personajes principales se basan precisamente en una exitosa serie de cuentos infantiles, Meg and Mog, creada en la década de los sesenta por los británicos Helen Nicoll y Jan Pienkowski. Pero esta base resulta pervertida y violada por Simon Hanselmann, untando y deformando su atmósfera con un costumbrismo áspero y sórdido, repleto de excesos de todo tipo que conectan con otros universos de ficción como el del cineasta y guionista estadounidense Todd Solondz o los del historietista Peter Bagge a los que nuestro autor reconoce entre sus inspiraciones. El trabajo de Simon Hanselmann en Megg, Mogg & Owl le valió el año pasado a este una nominación a los premios Ignatz por su historia en Bahía de San Búho, un reconociemto que ha servido de acicate para acabar de despertar el interés por este autor por parte de editoriales estadounidenses como Space Face y Fantagraphics.
Por estos lares, Fulgencio Pimentel se ha adelantado a esta fiebre del cómic alternativa, recogiendo en Hechizo Total las primeras historias de la creación de Simon Hanselmann en las que la melancolía y la apatía se acaban dando la mano con un sentido del humor hirientemente psicotrópico. Desde luego, Megg, Mogg & Owl resulta una obra difícil de encajar al primer trago, en ella presentimos un constante regusto amargo e incómodo, siempre al acecho en cada uno de sus páginas, como si El Mago de Oz de Lyman Frank Baum hubiese estallado contra nuestro mundo y quedado preso en la estupefaciente maraña del Trainspotting de Irvine Welsh. En todo caso, este es el primer contacto del lector español con un autor capaz de inquietarnos y repelernos de una manera que acaba dejando en nosotros una huella perdurable y una mórbida curiosidad. Por ello, el definir a Simon Hanselmann bajo la hipócrita valoración de «placer culpable» resulta en sí mismo de perogrullo porque su obra logra sobrevivir al lector arañando y mordiendo. La infección se acaba extendiendo rápidamente y pronto nos encontramos a traición paladeando este conciso universo situado en una extraña intersección dónde se dan la mano el costumbrismo más árido, un surrealismo psicológicamente invasivo y un humor constantemente grueso, corrosivo y supurante.
Parece un Hora de Aventuras más gamberro y adulto.
Así que Simon Hanselmann, ¿eh?… http://media.thethousands.com.au/media_versions/2013/12/12/23/58/13/847/3t_434_lifezone_2.jpg para que luego llamen escéntrico a Moore.
Tiene buen apinta. Tanto este como Aspirina estan en mi agenda de Fulgencio
Tentador parece, sí.