Nunca caminarás solo
«Gerrard contra Olympiakos»
Hace apenas cuatro meses, reseñábamos el primer tomo de la miniserie. Las conclusiones entonces fueron muy positivas, especialmente en lo relativo a la caracterización del personaje y entorno, así como en lo que entraña al aspecto artístico, con un notable desempeño por parte de Darick Robertson (con el que tuvimos ocasión de hablar de la serie) y Diego Rodríguez al dibujo y color, respectivamente. Ahora, con la conclusión definitiva de la misma, cabe preguntarse lo siguiente: ¿mantuvo la serie el nivel pasado el primer cliffhanger?
La historia sigue con su misma línea prevalente. Con un mcguffin de manual (un “ángel” ensartado en una iglesia) surge todo un drama que remite a la tierna infancia de Constantine, de clásico conflicto propio en su vida pendenciera: la muerte de su mejor amigo. Como en todo lo que le concierne, parte de la culpa (o toda) le corresponde y, ahora, ya adulto, le llegan las consecuencias. En el papel de secundarios, tenemos a Aisha (a la que ya conocimos en el Libro Uno) y, como novedad a partir del segundo, al Diablo. Ambos ayudaran al bastardo en la búsqueda de la verdad.
Particularmente, resulta acertado por parte de Tom Taylor el modo de introducir a Satán en la historia, irrumpiendo con hábito socarrón, perfectamente desarrollado desde su primera intervención. Es toda una lección de guion, engrandeciendo su figura en oposición a la de John a través de los detalles. Por su parte, Aisha (amiga desde niños del fumador) pierde el potencial que había desplegado con anterioridad, en un segundo plano, muy lejos de sus dos compañeros. El escritor de Nightwing opta por una narración más pausada en el intermedio, centrándose en la pura investigación. El humor funciona muy bien para la aventura, reduciéndose los momentos brutales, de impacto total en la violencia, que poblaban el primer tomo.
En el último tramo del Libro Segundo, no obstante, el argumento se encasquilla, con dificultad a la hora de avanzar por la reiteración de escenarios e intervenciones. Constantine deambula por su ciudad natal en busca de respuestas. Solo vuelve a respirar con el comienzo de la conclusión. Tanto Darick Robertson como Diego Rodríguez realizan un trabajo sensacional. El diseño de Constantine resulta brutal, feísta, con potencial para ser icónico. El color y los distintos tonos que propone le dan un aire decadente y terrorífico tanto al personaje como a la historia, captando a la perfección su personalidad y pasado.
Para el comienzo del Tercer Libro, sus autores disponen de todos sus medios, previamente construidos, para la espectacularidad. Vuelven los diseños de página más arriesgados, las viñetas mudas con momentos de poder y el horror como hilo conductor de la historia. Después de haberse movido de un modo renqueante al final del número anterior, Taylor maneja para este los tiempos, la distribución de escenarios y las intervenciones como un reloj. Se hace evidente la gran preparación e importancia que se le daba a este último tramo de la miniserie, claramente más elaborado y distribuido.
Por su parte, el dibujante de Transmetropolitan continúa con acierto en todo lo que respecta a la historia, por varios motivos. En primer lugar, por las expresiones faciales, entendidas estas no solo las de los personajes principales y villano, sino también de la gente de la calle y el modo en el que reaccionan a lo que acontece a los héroes. En segundo, por la definición del terror, en muchos momentos acompañado por el humor; algo particularmente difícil. Y en tercero, por la configuración de las calles de Liverpool y el modo en el que relaciona el espíritu de la ciudad con lo demoniaco de la historia. El color de Diego Rodríguez, de nuevo, resulta el elemento definitorio de la personalidad del relato, sin el cual el resto de aspectos no podrían funcionar. El color rojo que domina buena parte de las viñetas principales se convierte en un asfixiante y adictivo elemento para el disfrute (y dolor) del lector.
Como en tantas ocasiones, Tom Taylor maneja con oficio dos aspectos a priori antagónicos, el terror y la comedia, unido a lo sentimental y profundo que define la mayoría de sus obras. En este caso, tira de vida personal, su afición por el Liverpool FC, para cerrar la historia, dándole homenaje a su equipo y los sentimientos que le despierta el fútbol.
En conclusión, tenemos una miniserie notable, con tres autores funcionando a la perfección a la hora de narrar y construir la aventura, yendo del drama a la comedia y del horror al suspense. La combinación de géneros, tan presente en la larga trayectoria de Constantine, se maneja con mucho acierto en su mayoría, a excepción del momento comentado. La caracterización del personaje dista de lo visto en los noventa, lo cual no debe ser apreciado como un elemento negativo. Las historias avanzan, los protagonistas avanzan. Hay mucho Constantine de Vertigo en la serie, no obstante, con las debidas adaptaciones al medio y público actual, pero sin olvidarse del punto oscuro y macabro que ha de estar siempre presente en todo tebeo del mago de la gabardina.
Lo mejor
• La caracterización de Constantine.
• El extraordinario color y dibujo a cargo de Diego Rodríguez y Darick Robertson.
Lo peor
• Cierta dificultad a la hora de situar las piezas para el desenlace de la obra.
FANTÁSTICA
Guion - 8
Dibujo - 8.5
Interés - 8.5
8.3
Una miniserie llena de sorpresas, con un equilibrio sublime entre la nostalgia y la novedad, y una visión honesta sobre el personaje.
Tiene buena pinta y se agradece este alejamiento del Constantine de Los Nuevos 52,lamentablemente este polémico formato de ECC de tomos de 48 páginas va a hacer que me mantenga alejado de él salvo que aparezca en el futuro en formato integral en la misma línea y precio que el Question de Lemire,Cowan y Sienkiewicz.
Gracias por la reseña.
A ver si para finales de año nos la traen Integral y puedes disfrutarla. Una gran obra! Gracias a ti por tu comentario, Jaime. Un saludo
Han anunciado que lo van a sacar en mayo.