Edición original: Hellboy and BRPD: 1952, #´s 1-5 (de 5), Dark Horse Comics.
Edición nacional/ España: Norma Editorial.
Guión: Mike Mignola y John Arcudi.
Dibujo: Alex Maleev.
Color: Dave Stewart.
Formato: Libro rústica, 144 páginas.
Precio: 18,50 €.
Las aventuras situadas en el pasado de Hellboy han sido una constante desde su primera aparición. Haciendo uso de la extraña longevidad del personaje, su creador Mike Mignola ha aprovechado esta circunstancia para narrarnos, de forma no lineal y según le fuese apeteciendo, episodios diversos de la carrera de Anung Un Rama como investigador de lo paranormal a lo largo y ancho del mundo y la segunda mitad del siglo 20. De ese modo, con los años, poco a poco hemos podido ir construyendo un mosaico aproximado de la biografía del protagonista de cuernos aserrados, patas de cabra y piel roja que siempre deja convenientes huecos que más adelante rellenar al gusto. Es una estrategia que a partir de ahora vendrá mejor que nunca, con el final cronológico de sus aventuras ya en el horizonte, ya que de ese modo siempre se puede retomar al peculiar héroe contando uno de sus encuentros pasados con lo sobrenatural. Pero ya digo que es un recurso usado de forma muy habitual en el Mignolaverso. Y es que no solo la cabecera central del mismo se ha beneficiado de esta aproximación: ahí están por ejemplo las tres miniseries (agrupadas por Norma recientemente en un muy recomendable tomo) de la Agencia para la Investigación y Defensa de lo Paranormal en las que se nos relataban los primeros pasos de esta organización tras la segunda guerra mundial en 1946, 1947 y 1948.
Hellboy y la AIDP: 1952 es heredera directa de estas, incluso un poco más allá de la lógica interna de que se haga referencia a lo sucedido en ellas y todo deba encajar como parte del mismo universo. Es la bisagra entre esas tres series limitadas y las propias andanzas del héroe central de ese universo, una suerte de Año Uno (o por lo menos Mes Uno) del mismo. De nuevo nos encontramos con el profesor Trevor Bruttenholm, director de la Agencia, atormentado por la extraña relación que ha construido con la inquietante Varvara (la cabeza visible del equivalente soviético de la AIDP), y por la responsabilidad de criar como a un hijo a un niño demonio del que se ha profetizado que traerá consigo el apocalipsis. Bruttenholm se niega a aceptar dicho destino y lucha para evitarlo mediante educación y amor paternal.
El tomo se abre de hecho, antes de entrar en materia, con una pequeña parada en la Francia de 1946 que ilustra estas dos cuestiones que aquejan al profesor. Seis años después, Bruttenholm reúne a cuatro agentes, varios de ellos veteranos curtidos de la segunda guerra mundial para que investiguen unos misteriosos sucesos en Brasil. A ellos se unirá el entonces todavía joven Hellboy, en su primera misión de campo. Prácticamente finalizada su adolescencia, en este bautismo de fuego y rito de transición a la madurez tendrá su primer encuentro con una de sus némesis recurrentes, y obtendrá ese status de humano honorario que sabíamos que en algún momento la ONU le otorgó.
Si bien el guión de Mignola (y, no lo olvidemos, de ese John Arcudi que tan bien vertebra su universo ficticio) es correcto y se presta atención a la caracterización del protagonista, de Bruttenholm y de los diversos agentes, la auténtica estrella de la función es el apartado gráfico de Alex Maleev y Dave Stewart. Ya habíamos visto en Daredevil las altísimas cotas visuales que Maleev alcanza a la hora de coger un escenario realista, oscuro y sórdido e insertar en él a un personaje principal de aspecto demoníaco. La estupenda paleta cromática aplicada por Stewart, contrastando colores predominantemente fríos con el rojo de la piel de Hellboy y con los tonos más cálidos en las puntuales escenas de acción, ayudan a cimentar una atmósfera que parece sacada de un film de terror de los 70: es como si El Exorcista de William Friedkin transcurriese en el medio rural brasileño de veinte años antes. Quizás la referencia a este director pueda ser doble, si tenemos en cuenta su selvática cinta Sorcerer de 1977.
Sin embargo, la verdad es que todo decae un poco hacia el final del volumen, cuando se descubre el pastel de qué está pasando realmente. El giro no es improcedente, dado el espíritu que aúna el terror con la ficción pulp de la franquicia, y cosas parecidas hemos visto a menudo en proyectos de la misma sin que nos llamasen la atención para nada más que para bien. Sin embargo el arte de Maleev se resiente un poco al sacarlo de ese primer tramo de terror puro en el que tan bien se desenvuelve, cuando el asunto experimenta una transición más hacia el Dieselpunk y la maquinaria estilo Weird Science. Que para nada es que lo haga mal, no me malinterpreten. Pero es verdad que por un lado se nota que el registro inmediatamente anterior es el que le viene como anillo al dedo, y que por otra parte da la impresión de que las fechas de entrega se echaban encima en los últimos números. Con todo, en ellos parece que supo determinar en qué escenas aplicar el tiempo y esfuerzo, y definitivamente su resolución de las mismas es sobresaliente. Aunque es verdad que esto le hace un favor todavía algo más flaco a las viñetas contiguas, menos trabajadas.
Una cuestión que empaña un poco un tomo que por lo demás, gráficamente es brillante y cuya historia, sin ser nada del otro jueves, hace las delicias de los que somos seguidores de Hellboy. Y es que estamos ante un hito de cierta importancia en su continuidad que, aunque efectivamente ya intuíamos y nada realmente sorprendente aporta, por fin podemos descubrir con mas detalle.
Edición original: Hellboy and BRPD: 1952, #´s 1-5 (de 5), Dark Horse Comics. Edición nacional/ España: Norma Editorial. Guión: Mike Mignola y John Arcudi. Dibujo: Alex Maleev. Color: Dave Stewart. Formato: Libro rústica, 144 páginas. Precio: 18,50 €. Las aventuras situadas en el pasado de Hellboy han sido…
Hellboy y la AIDP: 1952
Hellboy y la AIDP: 1952
2016-07-13
Sergio Aguirre
Guión - 6
Dibujo - 8
Interés - 7
Vosotros puntuáis: 8.1 ( 1 votos)
Disfruté mucho de este tomo. El arte de Maleev encaja a la perfección con el tono de relato de terror de la primera mitad y no desentona en el desmadrado final. Y en cuanto al guion, no he seguido AIDP y no sé cuanto habrá aportado Arcudi a la historia pero a mi me pareció puro Mignola con sus defectos y sus genialidades y con ese humor tan particular suyo.
Suscribo todo lo dicho por Alejandro, además es un buen punto de inicio para todo aquel que no haya leído Hellboy aún, ya que se desarrolla en los inicios del personaje como investigador de lo paranormal.
Maleev cuando no ilustra las idas de bola de Bendis demuestra que puede hacer más, mucho más y te sumerge en mundos llenos de oscuridad y misterio con aparente sencillez, pero que evocan cosas que están en segundo plano y que te atrapan poco a poco.
Tal vez no he abundado en los aspectos que sacáis a relucir los dos, y bien merecen ser resaltados: tanto el disfrute genuino de la lectura, como el arte de Maleev y esa ideoneidad del tomo como punto de partida para empezar a leer Hellboy.
Muchísimas gracias comentar a los dos y un saludo.
Lo acabo de leer y me ha encantado.Maleev es un artista formidable.El universo Hellboy es una fuente de satisfacción.