Misterios entre pinceles.
«Los dibujos sirven para que la gente pueda ver esos lugares lejanos. Es una forma de congelar los sentimientos y poder compartirlos.»
Tras finalizar sus estudios de Bellas Artes, Paco Roca (Valencia, 1969) comenzó a trabajar como ilustrador publicitario, aunque soñaba con abrirse camino en el complicadísimo mundo del cómic de la época. Compatibilizaba el trabajo en la publicidad con la realización de historias breves para algunas cabeceras de la época como El Víbora o Kiss Cómics, pero lo que pagaban no le permitía vivir del cómic. Una certeza que le llevo a buscar la forma de trabajar en otros mercados en los que las condiciones económicas son mejores. Así que se puso manos a la obra poniéndose en contacto con la Agencia SAF, propiedad de Ervin Rustemagic conocido por ser el agente de autores como Hermann o Alfonso Font. Ese primer contacto dio como resultado la publicación de la versión a color de El juego lúgubre en varios países, un cómic que La Cúpula había publicado en España en su versión en blanco y negro. Su siguiente proyecto con ellos era más ambicioso, ya que se trataba de una serie de aventuras pensada específicamente para el mercado francobelga en la que trato de seguir algunas de las características más habituales los cómics de más éxito de ese género, que son desde hace años una de las grandes bazas del mercado gracias a autores tan conocidos como Hergé, uno de los grandes referentes del autor valenciano. El resultado fue Hijos de La Alhambra, la primera entrega de la serie Los viajes de Alexandre Ícaro. En el volumen publicado en Francia en 2003 de la mano Erko, el sello editorial de SAF, Roca nos presentaba las aventuras de un pintor aventurero inspirado en David Roberts, uno de los pintores románticos viajeros del s. XIX. Sin embargo, aunque tras finalizar El faro (Astiberri) comenzó a trabajar en la segunda entrega de la serie, ni las ventas habían acompañado al primer álbum ni la relación con la agencia era lo bastante buena como para continuarla, así opto por comenzar un nuevo proyecto que trataba sobre el Alzheimer. El resto es historia de nuestro cómic.
Tras el éxito alcanzado por Arrugas (Astiberri), Planeta se hizo con los derechos de este primer álbum y lo publico en 2007, pero hace años que estaba descatalogado por la que la reciente edición realizada por Cartem, que supera con mucho a la anterior, nos permite descubrir, o redescubrir, la manera en la que el joven Roca entendía la aventura francobelga.
Esta primera historia transcurría a mediados del s. XIX y nos presentaba a Alexandre Ícaro, un pintor francés que, tras un desafortunado accidente, decide emprender un viaje por el mundo para pintar algunos de los lugares más exóticos y misteriosos. Un periplo que le lleva a Granada con el objetivo de dibujar la Alhambra, un lugar que conocía gracias al libro Cuentos de la Alhambra escrito por el estadounidense Washington Irving (del que Roca saco el título de este primer álbum). Mientras dibuja la fortaleza se ve envuelto en un misterio lleno de asesinatos bastante truculentos relacionados con algunas de las leyendas y secretos que existen sobre el lugar tras la expulsión de los musulmanes. Alexandre Ícaro, como sucede con buena parte de los protagonistas de las primeras obras de Paco Roca, es un soñador que emprende una huida incierta para escapar de un mundo en el que no acaba de encajar, un recorrido que le lleva a un viaje tanto interior como exterior.
La historia de este primer álbum incorpora casi todos los elementos que caracterizan a una obra francófona de aventuras históricas con su dosis de acción, misterio y un escenario tan interesante como la Alhambra, que no ha sido muy utilizado en el cómic. También hay que destacar lo bien construido y ligado a la historia real que están los misterios que vemos en la obra, lo que dejar ver el gran trabajo de documentación previo del autor valenciano, algo que es una constante en todos sus trabajos, y que también se refleja en el mimo y la atención al detalle con los que dibujó los fondos que resultan muy realistas, lo que contrasta con unos personajes dibujados con un estilo más sencillo. Algo que nos permite descubrir un entorno fascinante como era la Alhambra de aquella época que había dejado atrás el esplendor de sus mejores días, que recuperaría en muy pocos años, y que encerraba una serie de leyendas fascinantes. Un trabajo a la hora de reflejar el contexto histórico realmente notable, pero que acaba eclipsando a la propia historia. Ese rigor es la principal virtud de Hijos de la Alhambra, pero no la única, ya que también hay que destacar la decisión de incorporar como personajes secundarios a Isabel, una mujer fuerte y valiente lo que para era nada habitual en la época y que, a diferencia de los que vemos en la mayor parte de los cómics históricos franceses, no es únicamente el interés amoroso del protagonista. Ella no es único personaje secundario de la serie interesante ya que también vemos a un personaje con tantas posibilidades como Iñigo Badia, aunque la no continuación de la serie hizo que cayeran en saco roto. Algo que también pasa con algunos elementos que Roca va sembrando por todo el tomo sobre el pasado del protagonista que dejaban ver que tenía un plan trazado para una serie larga y que solo estábamos ante el preámbulo de lo que estaba por llegar.
El álbum resulta una lectura amena y su trama, aunque bastante sencilla y no excesivamente original, está bien construida. Sin embargo, el resultado final, aunque tiene bastantes elementos acertados que hemos citado en el párrafo previo, tiene algunos problemas muy evidentes que hacen que la lectura nos deje una sensación agridulce. El más importante está ligado con la cantidad de páginas que es habitual en los álbumes francobelgas, algo que hace que si el autor no sabe acotar la cantidad de información que quiere meter en la historia, como sucede en este caso, la lectura nos provoque una sensación de estar ante un desarrollo muy atropellado y una enorme premura en la resolución de la trama. Esa falta de páginas también provoca que los personajes, aunque en principio sean muy interesantes, estén muy poco desarrollados y resulten bastante planos y arquetípicos, sin que apenas se exploren sus relaciones y motivaciones.
Como ya hemos dicho, gráficamente brilla con luz propia el dibujo de todos los escenarios en los que transcurre la obra, en particular, los de la Alhambra y los del Palacio Secreto de Ibrahim Ayub que nos remiten a los trabajos de Piranesi, pero también están igual de trabajados los ropajes, los objetos cotidianos, etc… todo lo que nos hace viajar a los años en los que transcurre la historia. De la misma manera hay que destacar la claridad narrativa que siempre encontramos en las obras de Roca, al igual que sucede con la expresividad de la que consigue dotar a sus personajes. Lo más diferente con respecto a los trabajos actuales de Roca es el tratamiento del color, ya que en lugar de encontrarnos con los colores planos que tan bien le sientan a su dibujo, tenemos unos llenos de efectos y volúmenes que buscan asemejarse al que empleaban los pintores románticos como el propio Roberts y a esa sensación de irrealidad de sus obras. La parte menos conseguida del dibujo la encontramos en las escenas de acción que resultan bastante estáticas.
Aunque no estamos ante un mal cómic, esta primera entrega de Los viajes de Alexandre Ícaro resulta un poco fallida y desde luego no está entre los mejores trabajos que nos ha dado Paco Roca. Pero sí que es una historia excelentemente documentada que nos permite disfrutar de una cara del autor que no solemos ver.
Podéis ver un tráiler del cómic pulsado el play:
Lo mejor
• El gran trabajo de documentación y en los dibujos de los fondos.
• Sabe capturar la esencia de los cómics de aventuras históricas francobelgas…
Lo peor
• …pero no está al nivel de los mejores trabajos del género ni al de los grandes trabajos de Roca.
• El nulo desarrollo de los personajes.
Guión - 6
Dibujo - 7
Interés - 7
6.7
Aventuras clásicas made in Roca.
Una muestra de lo que nos podía haber ofrecido Paco Roca como autor de aventuras históricas siguiendo la tradición francobelga de autores como Hergé, Bourgeon o Martin. Sin embargo, su carrera fue por otros derroteros más estimulantes tanto para él como para sus lectores.