Guión: Usamaru Furuya
Dibujo: Usamaru Furuya
Edición España: EDT
Contiene: Raichi Hikari Kurabu JAP
Formato: Tomo manga rústica de 328 páginas (Tomo único)
Precio: 15,00 €
A mediados del pasado mes de septiembre tuvo lugar uno de los acontecimientos más importantes en lo que al panorama del manga en España se refiere. Editores de Tebeos, anteriormente conocida como Glénat España, recitaría una frase que quedará en la memoria de muchos: “Divorcio entre EDT y Shueisha: no nos renuevan el contrato y perdemos todas sus licencias”. En el texto redactado bajo ese título, Joan Navarro nos daría más detalles sobre la debacle.
Una vez puestos en el marco de estos acontecimientos, es bien sabido que EDT ha intentado por todos los medios no perder el respeto de sus aficionados, muchos de ellos completamente desencantados con la editorial después de numerosas cancelaciones y cambios de papel y de logo, entre otras cosas. Para ello ha abierto su catálogo manga a un lector diferente, mucho más maduro que aquel fan de Naruto o Bleach y, en la mayoría de casos, cansado de argumentos típicos y predecibles.
Gracias a esta expansión, la editorial catalana nos ha brindado en los últimos meses algunas obras que jamás habríamos pensado ver publicadas en España. Sus argumentos oscuros y violentos propios del manga más underground, sin duda se han ganado un buen público más allá incluso de las fronteras de los fans del cómic japonés. En este contexto de madurez de la editorial hemos descubierto nuevos autores hasta el momento casi desconocidos en nuestras tierras, ya que ninguna otra editorial se había aventurado nunca con este tipo de obras.
Así pues, poco a poco se fue preparando el terreno para la bomba que acabaría explotando poco después. Suehiro Maruo, autor más representativo del género ero-guro, vio publicada La Oruga en lengua castellana. La anterior obra de Maruo publicada bajo el sello de Glénat fue La extraña historia de la Isla Panorama en 2009, y para referencias anteriores no nos queda más remedio que remontarnos al año 2005 con Dr. Inugami. La Oruga recibió muy buenas críticas no sólo en webs especializadas en manga, sino también en cómic en general.
Durante el periodo transcurrido entre la publicación de La Oruga y el día de hoy, EDT ha seguido en esta línea de manga underground con autores como Hiroshi Hirata o Taiyou Matsumoto. Si bien ninguno de estos autores es tan exitoso como Maruo, también tienen un pequeño círculo de lectores que disfrutan mucho con sus historias. En Zona Negativa hemos reseñado alguna de sus obras, como pueden ser Tekkon Kinkreet (Taiyou Matsumoto) o La venganza del guerrero repudiado y Asesino (Hiroshi Hirata).
Pese a todo, fue en julio de este mismo año cuando acabó por explotar el fenómeno. Gracias a Reproducción por mitosis y otras historias de Shintaro Kago se puso luz en un camino ya de por sí muy oscuro. Sus experimentos con el concepto del cómic y un humor negro genial hicieron de este tomo casi un must-have entre los lectores. Su viralidad en internet fue instantánea: a los pocos días, todo el mundo hablaba de la genialidad de este autor. Este es el punto de partida de la nueva Editores de Tebeos.
A día de hoy, el catálogo de EDT es casi irreconocible. Ha perdido la mayoría de sus buques insignia, pero también está ganando otros. Mucho más sangrientos, experimentales y underground, pero ahora mismo constituyen la esencia de su catálogo manga. Grandísimos nombres como Suehiro Maruo, Shintaro Kago, Taiyou Matsumoto o Hiroshi Hirata, entre otros, son ahora las insignias de su catálogo. Y a esta lista se le suma el no menos aclamado Usamaru Furuya.
Nacido en Tokio en 1968, a día de hoy es una de las mayores referencias del manga underground en Japón. Su cuidado estilo y su virtuosismo en cualquier clase de situación y argumento le han convertido también en un autor más que atractivo que exportar a occidente. A España llega con el respaldo de EDT en esta línea de autores anteriormente comentada, por lo que uno puede ser capaz de intuirse lo que se va a encontrar.
Sin embargo, Furuya es un autor polifacético. El bello, utópico y sangriento argumento de Hikari Club, la obra que hoy tratamos en este texto, choca de manera contundente con su afán por lo experimental, como se puede ver en otras obras suyas como Palepoli. En 51 maneras de proteger a tu novia, por ejemplo, nos encontramos con un argumento completamente normal y corriente, sin las excentricidades típicas del autor. Como comentamos, su versatilidad es máxima.
A España, Furuya se le ha introducido como un posible sucesor de Suehiro Maruo. Esto es así porque en Hikari Club, su primera obra licenciada aquí, tiene muchísimo que ver con la obra en general de Maruo: rasgos delicados, la búsqueda de la belleza, simbolismo, gore… Sin embargo, las creaciones de ambos autores no son comparables más allá de Hikari Club. Es cierto que Maruo ha influenciado a Furuya, pero no hasta el punto de ser considerado un igual. Creemos importante dejar constancia de esto, puesto que Joan Navarro ya ha anunciado que les encantaría publicar la obra completa de ambos autores. Si estáis interesados en la obra Usamaru Furuya, no existe mejor gurú que Marc Bernabé para que nos explique su obra casi al completo. Y de paso, será una ventana a lo que, seguramente, acabe por llegar aquí.
Sinopsis de Hikari Club
Litchi Hikari Club: Del Teatro al Manga
En ocasiones, ciertas experiencias y vivencias pueden golpearnos fuerte hasta casi quebrarnos, marcando un punto de inflexión en la visión propia de nuestra realidad, siempre en conflicto con nuestros deseos y ambiciones. Este un proceso especialmente importante en el trasvase inevitable de la adolescencia hacia la madurez, momento en el cual más fértiles somos a todo tipo de influencias y esto, en definitiva, acaba determinándonos, no sólo como personas, sino también como posibles creadores y autores.
En el caso de Usamaru Furuya, mangaka de corte figurativo y una de los nombres más destacados del panorama actual del llamado cómic underground japonés para adultos, en la estela de Suehiro Maruo o Shintaro Kago, parece ser que las representaciones del grupo teatral japonés Tokyo Grand Guignol fueron un impacto bastante directo en sus años de bachiller a mediados de los años ochenta. Esto mismo le llevaría a realizar veinte años después la adaptación al manga de una de las obras que más impresión dejaron en él: Litchi Hikari Club. Esta es precisamente una historia, como veremos más adelante, muy relacionada con la convulsiones propias de la adolescencia y los estragos que deja a su paso.
Pero volviendo sobre la pista de Tokyo Grand Guignol, grupo de artistas presidido y fundado por Norimizu Ameya en 1984 y en cuyo arte promocional trabajó el mismísimo Suehiro Maruo -la influencia en este también es palpable en su bibliografía como se puede comprobar, por ejemplo, en La Sonrisa del Vampiro– tuvieron un corto recorrido pero dejaron su huella a través de obras como Mercuro, Galatas, Walpurgis o la mencionada Litchi Hikari Club. Sus representaciones estaban siempre marcadas por la violencia y la sangre, eso y su aportación al «territorio de sonido» teatral crearon cierto revuelo en su época.
Ahora centremos de nuevo los focos en nuestro protagonista. En su juventud, Usamaru Furuya, estudió en la Tama Art University y pronto desarrolló diversos intereses por otras artes, como la escultura, la pintura al óleo e incluso la danza Butoh -un tipo de expresión artística creada por Kazuo Ohno y Tatsumi Hijikata en 1950 a raíz de por los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki durante la Segunda Guerra Mundial y el posterior «terror nuclear» que atenazó a la población japonesa-. Mientras, las aficiones de este autor, iban determinadas también por su gusto por la música de grupos como AUTO-MOD o Sodom y las publicaciones de corte alternativo como las revistas Garô, Yso o Takarajima. Este es el caldo de cultivo en el cual nacería su personalidad como mangaka muy apegada a lo figurativo y lo abstracto y terriblemente versátil. En el año 1994 se daría a conocer con su primera obra Palepoli publicada en la citada revista Garô y con ella le llegaría el éxito convirtiéndose en lo sucesivo en un autor inclasificable e imprevisible capaz de llamar la atención con sus propuestas fuera de lo convencionaly no siendo aptas para todos los públicos.
Después de su trabajo en π en el año 2005 Usamaru Furuya decidió que había adquirido la técnica y habilidad suficientes para llevar a cabo uno de sus proyectos personales más deseados: la adaptación de Litchi Hikari Club al manga. Este trabajo acabaría viendo la luz en el magazine Manga Erotics F de la editorial Ohta Publishing y contaría en 2011 con una precuela, Our Light Club, en el magazine online Pocopoco y un anuncio de adaptación al anime más reciente.
Para su interpretación de Litchi Hikari Club este atípico mangaka pudo contar con la colaboración de Norimizu Ameya, autor del guión original de la obra teatral junto a Kikyô Tagane, y con algunos otros antiguos miembros del Tokyo Grand Guignol. Para Usamaru Furuya esto supuso retornar a otra época y reconciliarse con el núcleo artístico que le ayudó a encauzar su estilo con Tokyo Grand Guignol y Suehiro Maruo como pilares básicos aunque él mismo ha declarado que de ellos ha tomado, principalmente, «la base de los valores» presente en muchas de sus obras aunque, puntualiza, «decir que he sido influenciado por ellos sería fácil, pero erróneo».
Por ello debamos interpretar su Litchi Hikari Club más como una nostálgica deuda pendiente que como una reafirmación, innecesaria a estas alturas, de su personalidad como mangaka y autor. En este sentido, por la propia y particular exposición a un material de origen tan ligado al recuerdo, en su adaptación de Litchi Hikari Club Usamaru Furuya se toma sus licencias, profundiza en las relaciones de los personajes y utiliza algún que otro desvío que su responsable explica y justifica «por la diferencia de sensación de velocidad entre el manga y la interpretación teatral; en el manga es posible proporcionar el doble de información».
El resultado es un manga de terror nada condescendiente, lleno de referencias y de una filosofía ligera pero contundente que acaba por configurar la obra posiblemente menos personal de Usamaru Furuya aunque, paradójicamente, sea una de las más intimas y significativas de su carrera.
Hikari Club: La Crueldad de la Belleza y la Juventud
En el Hikari Club de Usamaru Furuya tenemos un pastiche, en la mejor tradición del mismo y en forma de manga de terror o thriller psicológico, con una importante carga simbólica e incluso figurativa. En ella encontramos un ligero armazón filosófico en el cual se tocan temas como el significado de la belleza y la humanidad en un entorno dotado con una atmósfera opresiva y muy definida, inevitablemente teatral por su material de origen y con destacadas y bellamente estéticas dosis de violencia y sangre.
Las referencias con las que juega Hikari Club son en muchos casos evidentes, partiendo de una estructura cercana a una película de terror adolescente en la que la juventud se muestra en toda su crueldad y rebelión contra la sociedad y el mundo de los adultos, muy en la línea de algunos planteamientos recogidos en La Naranja Mecánica inmortalizada por Anthony Burgess y Stanley Kubrick. La historia se descubre y construye sobre piezas clásicas en las que iconos como Frankenstein o cuentos de hadas como La Bella y la Bestia se adhieren con naturalidad a la trama. La estética y la visión de conjunto de la obra es de todo menos complaciente, resulta visceral y con una profusión de ideas que crean una extraña sensación de irrealidad, absurdo y surrealismo. Esta combinación, entre formas e ideas, forma una cierta emoción contenida que parte de sus propios personajes, jóvenes «amenazados» y enloquecidos por su represión sexual, su inocencia e ignorancia que revierten en una actitud fanática que irremisiblemente llevarán hasta sus últimas consecuencias.
No siempre los personajes actúan con lógica en la obra de Usamaru Furuya, ni en otros muchos trabajos suyos, porque no hay una búsqueda exhaustiva de este tipo de realidad y sí una exploración introspectiva de la misma locura. El terror en Hikari Club es muy humano pero no son ajenos los elementos fantásticos en el relato y, en consecuencia, la obra resulta en una propuesta brutal, no por su carga violenta, la cual además tiene un sentido y significado y no resulta lo gratuita que podría parecer a primera visto, sino por su perspectiva y alcance de miras y por las sensaciones que es capaz de transmitir.
En el trasfondo parece pervivir cierto ánimo de subvertir o ridiculizar algunos valores de la cultura japonesa, siguiendo las directrices de la película de culto The Rocky Horror Picture Show dirigida en 1975 por Jim Sharmany que podría haber sido un referente, no tanto estético como ideológico, para la obra de teatro original de Tokyo Grand Guignol. De esta manera, habría así una correlación entre la crítica al conservadurismo y la american way of life del film de Jim Sharmany y la insensibilidad y desnaturalización de la sociedad moderna japonesa mientras ambas convergen en aspectos y temas más concretos como la mencionada represión sexual. En esta línea, tenemos que mencionar cierta carga de la imaginería cristiana también presente en Hikari Club, sirviendo como parte más visible del simbolismo utilizado por Usamaru Furuya en la obra. Y, por otro lado, descartando la definición religioso, algunos personajes se atreven a definirse a través de sus homólogos de carácter histórico. En este plano juegan una representatividad importante la figura del emperador romano Heliogábalo y la de Yang Guifei, consorte del emperador Xuanzong y una de las Cuatro Bellezas de la antigua China, definiendo y marcando el destino y papel de los personajes en este perverso y oscuro cuento.
Los protagonistas son, paradójicamente, alumnos ejemplares en su vida normal, aunque en ningún momento los conocemos en su día a día, sólo mayormente a través de sus vivencias en el Hikari Club. Este es todo un mundo aparte situado en una fábrica abandonada en el que se muestran en su faceta más extrema, utilizando pseudónimos y entregados en obediencia a su megalómano líder, Zera, como auténticos miembros de una despiadada secta u organización secreta. El Hikari Club tiene una misión entre manos que pasa por la construcción de un autómata que funciona a través de un combustible orgánico, los litchis, un fruto originario del sur de China, y cuya finalidad última es un secreto pero que abrirá, directa e indirectamente, toda una serie de acontecimientos marcados por las envidias, celos, rencores y ambiciones de los diferentes miembros del club. Todos los personajes visten y siguen una estética idéntica como miembros del club y como alumnos de secundaria, atenuada por sus propias características físicas, pero a través de sus diálogos, muchas veces de un tono intencionalmente críptico y grandilocuente, y de la parca y absorbente expresividad del dibujo de Usamaru Furuya, se logra dotarlos a todos ellos de una sucia y llamativa caracterización.
Entre ellos se produce una inquietante simbiosis, formando una conciencia de grupo como ente en sí mismo y determinada por los misterios y secretos de cadauno de sus componentes. Es de reseñar también la habilidad de Usamaru Furuya para ser capaz de pasar de las escenas más intimas e introspectivas, en las que la inocencia y la perversión se dan la mano trágicamente, a los momentos dominados por una violencia cruel, exagerada y descreída y mantener aún así todos los hilos de la narración bien atados.
El trazo de Usamaru Furuya presente en Hikari Club, madurado desde sus primeros trabajos en Palepoli, Short Cuts o Garden, se compenetra muy bien con los temas tratados en la obra. Su dibujo resulta una imperfecta belleza, humana y con una inquietante y hierática expresividad, el «yo autómata», dando así lugar a una espectacularidad sórdida y oscura. Más de alguna imagen será capaz de revolver algo en nuestro interior o quitarnos el aliento. No obstante, al contrario que otros autores, Usamaru Furuya no busca la provocación y la polémica por sí misma, sino que a su manera nos incita a pensar y reflexionar. De hecho, hasta sus compases finales, en Hikari Club es más lo que se intuye y nos intenta dar a entender que lo que realmente vemos con nuestros propios ojos aunque quizá eso sea precisamente lo más turbador del conjunto, mucho más que el macabro gore que salpica en otros momentos de la forma más contundente y gráfica. No hay moralinas ni maniqueísmos baratos en el Hikari Club de Usamaru Furuya, como seguramente no lo había en la obra original de Tokyo Grand Guignol, y eso hace a este trabajo algo atemporal y revisitable como espectáculo e “historia total”.
En definitiva, Hikari Club no es un manga apto para todos los públicos, han de abstenerse de él los más timoratos, para el resto del mundo, si por casualidad se atreven a darle una oportunidad, encontrarán una obra que no les dejará nunca indiferentes. La amarán culpablemente o la despreciarán sin remedio y al final eso es lo que cuenta: historias que nos golpeen y nos hagan sentir. Por lo tanto, sabedlo, no hay posible equivocación, estamos ante una de las mejores obras publicadas en el último año en nuestro país y esperemos que su éxito sea tal que en un futuro no muy lejano el nombre de Usamaru Furuya y su obra nos sean terriblemente conocidos y familiares.
Es sorprendente. Decía Álvaro Pons que cuando creía saber algo del mundo del cómic, de repente aparecía un señor, completamente desconocido en España, con una obra maestra bajo el brazo y te hacía tambalear los esquemas. Y se preguntaba cuántos autores habría por ahí escondidos, de valía incontestable, sin que nosotros lo supiéramos.
Eso el Sr. Pons. Imagínense ya mi caso, cuando apenas estoy familiarizado con un par de obras de los citados Maruo e Hirata. ¡En fin! Parece que EDT, fruto de su nueva situación, va a rastrear el mercado asiático en busca de sus nuevos valores. Si le sale bien, todos saldremos ganando. De momento, esta que reseñáis, Hikari Club, queda apuntada en mi lista para las navidades. Aunque, por lo visto, no tenga la potencia alucinatoria de Maruo, promete hacernos pasar sus buenos malos ratos.
Esa es la magia del medio artístico, siempre aparecerá alguien para cambiarte los esquemas, en este caso es curioso porque Hikari Club es posiblemente una de las obras más convencionales de Usamaru Furuya, y aún así es una auténtica pasada, pero sólo hay que investigar por internet un poco a este autor para comprobar su terrible versatilidad, sus cambios de estilo, sus ideas, historias, etc; y, sólo sabiendo eso, cualquiera puede entender porque sus obras deben seguir llegando por estos lares.
Es de agradecer que EDT se atreva con la publicacion de estas obras, algo que como lector les agradecere siempre. Supongo que habran realizado un estudio de mercado antes de editarlas y que estas recibiran una buena acogida, pero hay que tener en cuenta que los compradores seguramente estaran dentro de los siguientes perfiles: aficionado al comic acostumbrado a estas obras, comprador de manga «mainstream» que se acerca por primera vez a este tipo de planteamientos o lector que quiere algo diferente, lo que equivale a una tirada de ejemplares pequeña. Espero y deseo que tengan el respaldo de la gente aunque las ventas no sean las mismas que tenian con «Bleach» ó «Naruto», pero nunca se sabe…
Salu2
Solo decir que cuando lo lei hace un tiempo en ingles me parecio una obra maestra,quizas ya sea my repetida la escena de «lamer el ojo del otro»,pero resulta igual de perturbador,y justamente en esta obra lo perturbador sera una constante.
Lo que no sabia era lo de la obra de teatro,mirare por youtube por si se puede ver por hay,asi que agradezco que este articulo me rebelara esto,gracias.