Edición original: noviembre de 2011; Astiberri Ediciones (Colección Sillón Orejero).
Guión: Gabi Beltrán.
Dibujo: Bartolomé Seguí.
Color: Gabi Beltrán.
Formato: tomo de 152 págs. encuadernado en cartoné.
Precio: 18,00 €.
Allá por el mes de enero del presente año, Gabi Beltrán (Palma, 1966) y Bartolomé Seguí (Palma, 1962) se hacían eco en sus respectivos blogs de la consecución del Premio Ciutat de Palma de Cómic, gracias a un proyecto que, a juicio de un jurado integrado por nombres tan ilustres como los de Purita Campos, Miguel Gallardo o Max, sobresalía entre las más de 200 propuestas recibidas: Diez historias del barrio. Pocos detalles adicionales se conocían, más allá de su contenido autobiográfico y alguna que otra página que de vez en cuando mostraba el dibujante en su bitácora. Diez meses más tarde, la obra ha llegado a las estanterías de las librerías especializadas, cortesía de Astiberri Ediciones (en castellano) y Dolmen Editorial (en catalán), y con un título ligeramente acortado: Historias del barrio.
Estructurada en forma de capítulos que recogen diferentes anécdotas –entre las que se intercala un significativo texto en prosa que ayuda a intuir las razones que impulsaron este ejercicio de revisión vital–, esta novela gráfica nos retrotrae a la Ciudad de Palma de la década de los 80. Concretamente a un barrio chino en el que el guionista pasó buena parte de su juventud, acompañado por unos amigos con los que compartió los juegos y las travesuras de turno, las primeras experiencias laborales, coqueteos con la delincuencia y las drogas o un despertar sexual alejado del halo romántico que en no pocas ocasiones imprime la ficción. Pequeños retales y bocados de una realidad tan creíble y verosímil como natural en su exposición, que una vez leídos, conforman una imagen nítida de la adolescencia de Gabi. Una adolescencia difícil, durante la cual al proceso de desarrollo físico, emocional y de la personalidad habituales, tuvo que sumar la necesidad de lidiar con un ambiente familiar que –por acción y omisión– le puso en una tesitura poco esperanzadora; y con un núcleo de amistades que, de una forma u otra, amenazaba con llevarlo por un camino sin retorno.
Quizás por la necesidad de madurar al ritmo que dictaba una realidad un tanto opresiva –una sensación no solo emocional, sino también física, perfectamente descrita por Óscar Palmer en el prólogo de la obra–, en las páginas de Historias del barrio las dosis de inocencia se limitan a aquellos momentos de ocio despreocupado que quedan marcados a fuego en la memoria de todo chaval. Pero más a fuego está grabada una acuciante voluntad de cambiar, una necesidad de dar un giro existencial que parece asolar al protagonista y que, en último término, le lleva a abstenerse de cruzar determinadas líneas que sospecha incompatibles con el deseo subyacente de encauzar su vida por derroteros mínimamente halagüeños.
Así, en esta obra apenas tiene cabida la nostalgia, que tan solo aparece de forma puntual a la hora de recordar a determinados amigos de infancia y de evocar la Palma que todavía no había sufrido las “bondades” del turismo masificado. En su lugar, prima una reafirmación tácita en las decisiones tomadas, en buena medida gracias a determinados consejos recibidos en el momento oportuno. Hay también cierto tono amargo, pero siempre ponderado y ajeno al revanchismo… tal vez debido a la mezcla de resignación ante lo inevitable de determinadas situaciones propiciadas por terceros, pero también en base a la certeza de que las decisiones finalmente asumidas le llevaron por el camino adecuado.
Historias del barrio rezuma realidad y honestidad en cada una de sus 152 páginas. Buena culpa de ello la tiene un guión tan consistente como certero en la elección de las palabras justas, los diálogos necesarios y los silencios imprescindibles para que esta revisión de la adolescencia cale tan hondo en el lector, esquivando el recurso al molesto deje plañidero apreciable en tantas autobiografías. Pero también gracias al trabajo de Bartolomé Seguí, quien para la ocasión recurre a un estilo más sencillo y espontáneo que al evidenciado en, por ejemplo, sus recientes –y notables– colaboraciones con Felipe Hernández Cava: Las serpientes ciegas y la primera entrega de Hágase el caos; proyectos en los que quizás estaba más atado por la necesidad de respetar un tono más estrictamente realista y de retratar emplazamientos ajenos. En este caso, Seguí revisita barrios de su ciudad natal, terreno sobradamente conocido en el que ubicar a unos personajes a los que logra insuflar vida propia, mediante un trazo que hace de la naturalidad, la inmediatez, la espontaneidad y la expresividad sus mayores virtudes; un trazo, dicho sea de paso, realzado por un favorecedor coloreado, obra del propio Beltrán.
Una sorpresa tan agradable como inesperada, que se postula como una de las lecturas más interesantes y gratificantes en esta recta final del 2011. A la vista de los resultados, cabe desear que ambos autores, más pronto que tarde, repitan colaboración; pero también que Gabi Beltrán se anime a continuar desarrollando una faceta como guionista que, en su proyecto más extenso hasta la fecha, ha abordado con aplomo y precisión.
Voy a aprovechar este espacio para solicitar a los lectores orientación sobre comics (o novelas gráficas) que publica editorial Astiberri que me puedan recomendar. En la FIL de Guadalajara he visto un stand con bastante material de la editorial, de inmediato tomé el tomo de arrugas y lo iba a pagar, cuando pensé que sería mejor consultarlo con los «expertos» comentadores de esta página. Había varias: El Vecino, «El Vecino 1 y 2», Bone, Arrugas, otro de Paco Roca, que he olvidado el nombre, Yo maté a Hitler (o algo así), y otros que no recuerdo el nombre.
Como mi dinero solo me permitirá comprar 2 o 3, y es probable que vuelva a tener oportunidad de comprar algo de ese material hasta la siguiente FIL pues quisiera ser lo más atinado en mi selección.
En resumen: ¿cuales son las mejores novelas gráficas de Astiberri que me puedan recomendar?
Zerfoinder, la que aquí reseño la recomendaría efusivamente, al igual que el primer volumen de El Héroe (de David Rubín). Entre el catálogo de la editorial también destacaría las obras de Shigeru Mizuki, Frederik Peeters o Jason. La inmensa mayoría, muy recomendables.
Si haces click sobre la etiqueta de la editorial que se incluye en esta reseña, podrás consultar otras publicadas en esta web. O comenta por aquí tus gustos e intereses, e intentaré recomendarte algo más específico: todo depende de qué tipo de cómic estés buscando.
Un saludo!
Muchas gracias por la recomendación, David. (esa manita verde en tu comentario la puse yo 😉