Bolivia es un país del cual es muy difícil conocer su producción historietística, salvo unas pocas excepciones. La dificultad radica en características particulares de este país, así como en que se han empezado a realizar historietas con mayor relevancia en los últimos años, demostrándose un crecimiento paralelo al resto de los países de la región (como ya hemos apuntado).
Hemos logrado sortear estas dificultades acudiendo a las fuentes, consultando a varios actores del cómic de Bolivia en la actualidad (Joaquín Cuevas, Marco Tóxico, Pablo Cildoz de Pseudogente, MiRo Bazoalto de Paranoia Studio y Gonzalo Ordóñez de TuKiosko Editorial), así como recurriendo a entrevistas realizadas por otros (a Frank Arbelo, Alejandro Salazar y Julio Arce) con el mismo fin de este artículo: conocer y dar a conocer la historieta en Bolivia. Por tanto, cederé la palabra a ellos.
En cuanto a historia del cómic boliviano, todas las referencias apuntan a la década de 1960 con la aparición de la revista Cascabel. Así lo cuenta al periódico La Prensa uno de sus hacedores, Julio Arce: «Cascabel se fundó en 1961 —si no me equivoco— y se cerró tras unos 50 números, en 1971, durante el golpe de Hugo Banzer. Estaba dirigida por José Luque Medina que firmaba como ‘Pepe Luque’, y trabajábamos en ella Raúl ‘Rulo’ Vali, Ricardo Frías ‘Sifrico’, René Mallea ‘Rema’ y yo, además de otros colaboradores ocasionales. Antes, Luque sacó algunos números de El Mosquito, en Oruro, en los años 50, pero creo que Cascabel se puede mencionar como el inicio real de lo que ahora se define como cómic, porque aunque todo estaba supeditado a la sátira política, la mofa a los políticos y autoridades, fue ahí donde surgieron historietas con temáticas y personajes definidos».
La década de 1970 quedó marcada a fuego en Latinoamérica por los golpes de estado que impidieron la vida democrática e impusieron gobiernos dictatoriales. Bolivia sufrió eso mismo, y como el resto de los procesos dictatoriales la cultura se vio afectada, y dentro de ella la historieta. Si bien existieron intentos de sostener publicaciones de historietas, todas fracasaban y sus autores se dedicaban a otras actividades.
Al respecto, el pintor, caricaturista, humorista gráfico e historietista Alejandro Salazar (conocido por su firma, Al-Azar) cuenta en el blog Historietólogo, «¡Casi no había publicaciones! Historieta o caricatura… había un solo periódico que sacaba caricatura. Cosas políticas. Se llamaba Aquí! ese semanario. Duró tres años hasta que mataron al director».
Además, el representante de TuKiosko Editorial nos aporta lo siguiente: «Tal vez lo que ha invisibilizado al comic boliviano en el Siglo XX han sido factores como el pequeño tamaño de su mercado, considerando que durante la mayor parte del Siglo XX gran parte de la población vivía en el campo con escaso acceso a servicios básicos y por supuesto a servicios culturales, lo cual no quiere decir que hayan existido menos talentos que en otros países, los talentos estaban, las propuestas existían, pero no había la infraestructura de mercado ni audiencias masivas que las demanden».
La democracia llegó, parcialmente, en la década de 1980, para la cual referimos nuevamente a Al-Azar, quien por entonces comenzaba su carrera artística, cuando el medio que nos interesa no era muy popular, según contó a La Prensa: «en esa época, lastimosamente, no conocí a artistas dedicados íntegramente a la historieta o la caricatura, pues la meta general eran las artes plásticas tradicionales: pintura, escultura y otras».
De la siguiente década de 1990, sólo se nos destaca la revista Aplausos dirigida por Moisés Anturiano, a pesar de haber alcanzado nada más que tres ejemplares publicados, debido a lo fuerte que caló en los jóvenes de entonces, según nos señala Pablo Cildoz. Él mismo la describe así: «Una más en una tradición muy discontinuada, de publicaciones humorísticas en mi país que se remonta a finales de 1800, inspirada en el modelo MAD, la gran novedad (…) sería la incorporación de temáticas y de manejo de leguaje local».
Debió transcurrir otra década más para que el cómic en Bolivia comenzara a despegarse de la nulidad producida en gran medida por la dictadura, ya que esta no sólo la afectó durante los años en que mandaron los gobiernos autoritarios sino también en las generaciones que los siguieron que no pudieron heredar directamente el trabajo que existía previamente, debiendo partir desde cero.
En ese sentido, comenta Marco Tóxico sobra la falta de trayectoria: «en Bolivia la tradición de la historieta ha sido muy poca, generalmente ligada a las revistas de humor político que desaparecieron con la llegada de la dictadura en los 70s. No digo que no hayan buenos autores, pero creo que como casi en todas las demás ramas del arte o medios de expresión o como le quieras llamar, los artistas bolivianos tienen muy poca proyección internacional, si a eso le sumas el casi nulo consumo interno, pues te encuentras con una gran muralla que no permitió a los autores de historieta proyectarse ni crear escuela ni poder dedicarle el tiempo necesario a su obra como para que generen alguna especie de «escuela» entre los jóvenes autores ni una tradición de consumo entre el público».
De a poco, se abrieron varios caminos para modificar esto desde el año 2000 y hacia el futuro, con la aparición de varias personas importantes para la historieta boliviana, quienes supieron crear espacios para que esta proliferara, surgieran nuevos autores y propuestas, y con ellos, que el público pudiera tener la oportunidad de leer cómic propio de Bolivia.
Una vez más damos la palabra a Al-Azar, quien comentara que «la movida actual del cómic en La Paz tiene dos hitos fundamentales: la biblioteca del C+C de la Fundación Patiño, especializada en historietas y, el más importante, el Encuentro Internacional de Historietas [Viñetas con Altura], ambos surgidos a principios de la década del 2000. Es a partir de ahí que se hace un trabajo más profesional y más interesante en este campo».
El hito donde todo comenzó a gestarse puede marcarse en el suplemento de historieta titulado Bang, que data de 1999, el cual se publicaba en el periódico Presencia, con la dirección de Susana Villegas y la participación de Álvaro Ruilova. Ambos al día de hoy son señalados como dos de los principales emblemas del medio en Bolivia. Este suplemento abrió el camino y años después apareció la revista dedicada a la historieta denominada Crash!, en donde aparece como director otro de los pilares de este mundillo: Frank Arbelo (nacido en Cuba, emigró a Bolivia a los 32 años y allí comenzó a trabajar como historietista). Esta publicación se extendió por varios años, alcanzando alrededor de una quincena de números, durante los cuales abrió el espacio a los ya conocidos Villegas y Ruilova, como también a nuevos autores al funcionar como un lugar donde proponer y enviar trabajos.
A su vez, el lanzamiento de Crash! coincidió con la apertura de una tienda especializada en cómic, Cómic Shop, y con la llegada de Francia de la pareja de Rafael Barban y Marina Corro, que trabajaron por la creación de un festival internacional de historietas, dando lugar en 2003 a la primera edición del ya famoso Viñetas con Altura. Tal como nos contara Joaquín Cuevas, este fue «un festival grande donde no había nada», lo cual (en combinación con lo antes mencionado) produjo un boom de publicaciones bolivianas para el año 2005, en la tercera edición de aquel, en donde circularon una veintena de fanzines y revistas autoeditadas de muchos autores nuevos. Algunos de los nombres que aparecieron entonces y siguen resonando son el ya mencionado Marco Tóxico, Marcelo Fabián, Rafaela Rada y Damián Moreno. Por ese año también comienza a circular el sello Pseudogente Editores de Pablo Cildoz, con una publicación propia y con la edición de Cuentos de Cuculis de Álvaro Ruilova (que en España fue editado por Glénat). Otras publicaciones destacadas que siguieron a aquellos años son El Fanzineroso, El Trazo Tóxico, El Gringo Muerto, El Chulupi Rojo, Comicómano, Que ciudad de locos, Super Cholita (que alcanzó repercusión mediática internacional al aparecer en CNN), La Fiesta Pagana y La Venganza Boliviana (dos antologías en la cual participaron los mejores autores de Bolivia) y Ciudades Oscuras (ganador del Concurso Nacional de Historieta Petrobras).
Sobre esta época, Frank Arbelo en conversación con La Razón señaló lo siguiente: «La coincidencia de tantas cosas fue como el caldo de cultivo para los historietistas en Bolivia. Cada año aparece nueva gente que, con más o menos suerte, cultiva el género y no deja que la actividad decaiga».
Por su parte, Gonzalo Ordóñez de TuKiosko reflexionó: «en los últimos 15 años se ha visto un avance significativo en el mercado del comic, debido tal vez, como en muchos campos artísticos, a la más fácil accesibilidad a la tecnología y la mejor configuración de los factores que hacen a un ‘mercado cultural’. Por supuesto esta evolución reciente también se debe a un avance cualitativo tanto en términos educativos como económicos en el país, digamos en términos simples que hay más gente educada que antes, más gente que puede dedicarle mayor tiempo a sus intereses creativos y más gente que puede dedicarle mayor tiempo a leer y consumir productos culturales como los comics».
No obstante, luego de aquel boom del 2005 se estancó y hasta decreció. Hace dos años, hablando con el diario argentino Página/12, Marco Tóxico decía: «Seguimos gozando del prestigio de ese período de exposición, pero en los últimos cuatro o cinco años hubo un declive tremendo (…) En buena parte, el boom que tuvimos era un boom de autoedición, pero evidentemente eso no se puede mantener muchos años (…) En La Paz sale un libro al año, en Santa Cruz hay quizás una o dos revistas y algunas cosas ligadas al libro ilustrado». En este mismo sentido, Cildoz agrega: «Desde aquel entonces el medio no ha cambiado demasiado, lamentablemente lo que parecía algo destinado a desarrollarse progresivamente, porcentualmente se estancó. Si bien es cierto que en estos momentos hay muchas más publicaciones en el país que antes, es evidente que en lo que respecta a calidad, la mayor parte de los productos que se ofertan deja mucho que desear».
Sin embargo, no sucederá lo que ocurría en décadas anteriores, según cree Joaquín Cuevas, debido a la existencia continua del evento Viñetas con Altura (que ya cuenta 11 ediciones) y a que siguen apareciendo nuevos autores, renovando la escena. No es el único que ve esperanza en el futuro, en base a lo creado en aquellos años; también el citado Ordóñez tiene una perspectiva optimista: «actualmente se produce más y se lee más que hace 20, 30 o 40 años y como nunca antes se ha empezado a publicar comic de licencia ‘Hecho en Bolivia’ como Marvel, Image Comics y Skybound (…) y es al menos una señal de que algo interesante está pasando en la nueva generación tanto de lectores como de creadores en Bolivia».
El mismo Cildoz también tiene qué destacar: «incluso en condiciones tan adversas se sigue produciendo material con calidad de exportación, como la reciente novela gráfica Periférica Boulevard, adaptada de la novela homónima de Adolfo Cárdenas. También debe tomarse en cuenta el importante apoyo de los municipios de las ciudades de La Paz y Cochabamba, con concursos dedicados al medio, como un importante incentivo a la producción, por parte de jóvenes autores y la edición de sendos libros de estos trabajos. Y principalmente la cada vez más positiva respuesta del público dentro del país, como en algunas incursiones realizadas al extranjero».
Sobre el mencionado título, añade: «realizado por Ruilova, Villegas y el joven Oscar Zalles en base a la novela de don Adolfo Cárdenas, esta es la primera novela grafica extensa realizada por estas tierras, al igual que la obra en que se inspira es un experimento lingüístico/narrativo, en el que se juega con la forma de accionar del idioma en el país, a través de un misterio policial muy a la boliviana, una obra maestra en sí misma».
Y por último, Marco Tóxico en conversación con Zona Negativa, también vio un hecho positivo: «Para mí el mercado recién se está formando en Bolivia. Desde hace muy poco tiempo (será 2 o 3 años) los diarios se animaron a contratar autores de historieta para que produzcan páginas para ellos. Antes de eso, la única forma de que un autor sea publicado en un diario era haciendo humor político en una sola viñeta, casi siempre dependiendo de las caricaturas. Yo tengo una visión positiva de todo esto porque creo que de acá a 10 o 15 años tendremos una movida más interesante de público y autores».
En resumen, el cómic de Bolivia tiene mucho espacio para crecer y parece contar con las herramientas para hacerlo. En primer lugar, tiene nada menos que un evento dedicado a la historieta prestigioso en la región como es Viñetas con Altura con más de 10 años de historia; segundo, hay un grupo de autores de calidad probada y amantes del cómic (incluso más de los que se mencionan en este artículo); tercero, editoriales en franco crecimiento, entre las que sobresale Pseudogente (tal como señalaron todos los consultados), pero también se destaca Paranoia Studio y habrá que estar atentos a TuKiosko que pronto publicará títulos más allá de las licencias estadounidenses, más los sellos generalistas que publican narrativa gráfica ocasionalmente y las innumerables editoriales autogestionadas; y por último, un público lector también creciente, que si recibe productos de calidad será cada vez mayor.
Con trabajo y con tiempo, el cómic boliviano puede dar mucho más de lo que ya brindó. Desde esta sección nos daremos el gusto de estar atentos a su trabajo.
Entrevistas a Julio Arce, Al-Azar y Joaquín Cuevas de La Prensa en Blogs Bolivia
Entrevista a Frank Arbelo de La Razón
Historietólogo – Taco de Ojo de la Historieta Boliviana
Entrevista a Al-Azar en Historietólogo
Entrevista a Marco Tóxico (y otros) en Página/12
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