Edición original: Una última carta (Dead Pop).
Guión: Damián Connelly.
Dibujo: Lauri Fernández.
Formato: Rústica, 72 páginas.
Entre las varias nuevas publicaciones de este 2014, Dead Pop sumó un segundo libro a su catálogo catalogado como novela gráfica, siendo el segundo también que escribe Damián Connelly para la editorial (la anterior era Las chicas de nadie). Una última carta es una muestra del crecimiento de este sello argentino, así como también lo es del trabajo de uno de sus principales guionistas hasta la fecha (que hasta noviembre de este mismo 2014, también cumplía el rol de co-director editorial). Y no sólo habla del desarrollo de Dead Pop, sino que también es una precisa representación de su eslogan “cómics de género, libros de autor”. Este trabajo de Connelly junto a la dibujante Lauri Fernández es exactamente eso: una historieta que se inscribe marcadamente en el género del policial negro, pero imprimiéndole a este sus señas propias, personales.
Es en el dibujo de Fernández donde se hacen más evidentes las marcas autorales, dado que el estilo de ella no es uno que el lector esperaría encontrarse en el típico cómic policial negro, presentando un trazo más relajado, no tan realista, más cerca de Robert Crumb que de Sean Philips, por ejemplificarlo con nombres absolutamente reconocidos. Dependerá del gusto del lector la valoración en este aspecto, si es más tradicionalista o está abierto a las propuestas que rompen con lo típicamente esperado. Pero en cuanto a calidad narrativa y compositiva, el trabajo de Lauri Fernández es inobjetable, además de que en estas particularidades sí se ciñe a lo clásico. También lo hace en lo que respecta al entintado, apelando al juego de contrastes, con luces y sombras para construir las escenas y marcar las acciones.
El trabajo de dibujo es igualmente indiscutible en su capacidad de dar vida a los personajes en sus expresiones y a las intensas secuencias de la historia, desde el sexo hasta las peleas y tiroteos, uniéndose al trabajo de guión de Damián Connelly para involucrar a sus lectores en este mundo, quienes se dejarán contar la historia y estarán atentos al devenir de los personajes. Los principales serán dos: Trevor Callaghan, sicario de un mafioso irlandés llamado O’Brien, quien querrá abandonar este negocio para tomarse un descanso y dejar así su última carta (seña que depositaba en sus víctimas); y Alina, la mujer que se cruzará en su camino y traerá el conflicto que pondrá en peligro sus planes.
Los tópicos del género están claramente presentes: mafiosos, antihéroes, mujeres fatales, planes de retiro que no salen bien… Connelly los manipula conociendo bien con lo que está trabajando, lo que le permite algunos elementos más poéticos, particularmente en la caracterización y en la relación de sus personajes principales, con pases musicales al ritmo del jazz. Pero donde más se luce el guionista es en la construcción de su novela gráfica breve, controlando el ritmo de la narración situando la acción donde cabe, marcando las pausas cuando hace falta, dejándose llevar por el frenesí y soltarnos en un final, una vez más, tan propio de este género.
En pocas palabras, Una última carta es un trabajo muy bien logrado en todos sus aspectos, del guión al dibujo así como en lo que tiene que ver con la edición de Dead Pop, en diseño, impresión y encuadernación casi perfecta. Lo único que le criticaría es su brevedad, que deja con ganas de disfrutar un poco más de este mundo, pero tal como dice la sabiduría popular “lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Y en este caso se aplica a la relectura, que al leerlo dos veces Una última carta se disfruta aún más.