Con la estación más calurosa del año ya a cuestas en esta parte del mundo, resulta un obvio pero igualmente buen momento para dar el paseo veraniego que propone la Asociación Uruguaya de Creadores de Historieta (AUCH) en la que fuera su primera publicación antológica (seguida luego por el Otoño, ya reseñado, y el Invierno aún por venir). De tal manera, Verano significó una muestra conjunta de los talentos artísticos con los que cuenta la asociación en sus integrantes, así como uno de los primeros grandes proyectos de esta organización.
La gestación de esta antología se remonta al que fuera el primer año de vida de la AUCH, el 2011, concretándose como libro a fines del siguiente, tras un concurso interno que tuvo a Enrique Alcatena como jurado para elegir entre todas las historias presentadas, y la obtención de un Fondo Concursable para la Cultura que otorga el Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay, también a través de un concurso.
La selección del gran Quique Alcatena dio lugar a un total de 12 historietas de ocho páginas cada una, a cargo de varios de los nombres importantes del panorama del cómic de Uruguay contemporáneo, como son Rodolfo Santullo, Matías Bergara, MaGnUs, Pablo Roy Leguisamo, Nicolás Peruzzo o Maco, por citar algunos.
Este resultado además ofrece una variada muestra de estilos narrativos y visuales que refleja el buen trabajo que está realizándose allí en, al menos, los últimos cinco años. Desde historias alegres y divertidas hasta tristes, trágicas y reflexivas, aunque la mayoría se haya apegado a contar anécdotas, y con dibujos realistas, caricaturizados y hasta con ribetes experimentales.
El libro comienza con Jim Morrison Vive de Nicolás Peruzzo, una historia del “universo” de su obra Ranitas, con el dibujo propio de este y un juego con los tiempos de la narración que hace más atractiva la mera anécdota entre amigos. La segunda es un trabajo de Roy y Alejandro Figueroa, que tiene sus puntos fuertes en el dibujo de Figueroa y un buen giro que logra sorprender en el remate de su brevedad de ocho páginas.
La dupla Santullo-Bergara también apela a la anécdota de un grupo de amigos, pero en esta destaca la caracterización de los personajes que logran empatizar con el lector, además del trabajo de Bergara que tres años atrás ya demostraba un gran nivel artístico. Blancarena de Alejandro Rodríguez Juele es una mezcla de relato familiar con la historia de un balneario uruguayo, que tiene cierto interés pero no es de las mejores de esta antología.
Una de las dos historietas en colores es Cantera, de Gabriel Ciccariello, que es también uno de los guiones trágicos y tristes de este Verano. El notable trabajo gráfico, especialmente del coloreado, compensa la desazón que deja en sus páginas. La otra es trabajo de Nicolás Rodríguez Juele, con un guión algo bizarro y sinsentido que se justifica desde el buen dibujo y la calidad de su paleta de colores.
Señales de Vida es un buen ejemplo de la obra de Maco, historietista que tiene la habilidad de contar historias en donde no sucede prácticamente nada pero igualmente atrae y cautiva, tanto por el hecho mismo de “no contar nada” como por la calidad de su trazo y su gran capacidad narrativa. MaGnUs y Carlos Lemos son los únicos que presentan “una de género”, introduciéndonos a un verano de ciencia ficción apelando también a la comedia en un futuro no muy lejano, en un planeta desolador.
El humor deja paso a páginas más tristes y reflexivas. Malvín de Bea, con una historia de dos amigas muy emocional y humana, con un dibujo que logra transmitir esas sensaciones; Perfumes de enero de Federico de los Santos y Andrés y Leonardo Silva, que mediante un interesante trabajo de combinación de estilos gráficos diferentes de los hermanos Silva narra un drama familiar protagonizado por una niña sinestésica capaz de ver los olores; y Luz de Fernando Ramos, con una historieta documental sobre la desaparición de una joven en una ciudad balnearia de Uruguay que fuera incluida también en el libro Testimonios Oscuros.
Este Verano termina con otra historia algo triste pero esperanzadora como insinúa su título Lo último que se pierde, que tiene como centro la temática romántica, justamente triste y esperanzadora. Este es otro buen guión de Roy en este caso dibujado, correctamente, por Lisandro Di Pasquale.
Además de la primera y principal función de ser una lectura de entretenimiento, y de la ya referida muestra de trabajos de cómic uruguayos, esta antología al contar varios años desde su edición permite apreciar el crecimiento que han tenido la mayoría de ellos en obras posteriores más extensas y elaboradas. Esto implica, a su vez, que la calidad aquí sea inferior a lo que puede leerse en historietas más recientes de estos autores, como es lógico y esperable, pero aún así el saldo de Verano es positivo con varios puntos altos en guiones y en dibujos que confirma con cierta retroactividad el buen nivel del cómic de Uruguay.