Edición original: Gekiga Hitler JAP (Shukan Manga Sunday / Jitsugyou no Nihonsha, 1971). Edición nacional/ España: Astiberri Ediciones (2017). Guión: Shigeru Mizuki. Dibujo: Shigeru Mizuki. Entintado: Shigeru Mizuki. Formato: Tomo rústica con solapas de 288 páginas. Colección: Sillón Orejero. Precio: 18,00€.
«Solo existen dos conclusiones posibles para nuestra lucha. Que el enemigo pase por encima de nuestros cadáveres… ¡o que nosotros pasemos por encima de los suyos!.»
Hay una máxima bastante popular relacionada con la historia que dice que ésta la escriben los vencedores. Es una aseveración cierta si miramos y analizamos con detenimiento nuestro pasado. El auge de la historiografía moderna y la disciplina y metodología académica deberían haber revertido esta tendencia. Pero no ha sido así, la historia la siguen escribiendo los vencedores. En parte, por el uso interesado que se hace muchas veces de esta ciencia que no está resguardada de creencias e ideologías capaces de minar su objetividad. Los medios de comunicación, gobiernos, religiones y los propios historiadores, se han acostumbrado a utilizarla como una herramienta para justificar fines políticos y económicos. La historia se manipula y banaliza y se convierte así un simple relato de héroes y monstruos prescidiendo de los grises que dan verdadero valor y enseñanza para aprender de nuestros errores. En este punto, en la historia moderna hay un punto de ruptura entorno a la figura de Adolf Hitler, una de las más funestas y terribles que ha conocido la humanidad.
Todos somos conscientes de que capacidad del nazismo para llevar a cabo sus acciones fue consecuencia de un discurso reaccionario, demagógico y xenófobo que caló con fuerza en las clases medias y bajas de la Alemania de la época. Los germanos, indignados por la situación política y económica, y por el trato que les había deparado Europa en la Primera Guerra Mundial, abrazaron los postulados extremos y autoritarios de un régimen genocida. Pero no hemos aprendido la lección y, en parte, esto se debe a la simplista visión histórica que tenemos de los acontecimientos relacionados con la Segunda Guerra Mundial. Los nazis son hoy monstruos de serie B, los hemos exorcizado a base de deshumanizarlos y añadirlos a la galería de seres fantásticos de la cultura pop junto a zombis, vampiros u hombres lobo.
Nos hemos negado a devolver la mirada al abismo, hemos preferido evitarlo y convertirlo en una simple caricatura. De esta manera, si pensamos en Adolf Hilter y su relación con la cultura popular, lo primero que nos vendrá a la mente es su cameo en Indiana Jones y La Última Cruzada, el meme recurrente a costa de El Hundimiento de Oliver Hirschbiegel o la llamada Ley de Godwin que establece la relación entre interacciones sociales y nazismo en Internet. Sin embargo, la biografía de este personaje está a nuestro alcance, incluso podemos acceder a su retorcida mente con la lectura de su Mein Kampf. Los vencedores no han borrado su historia, pero han favorecido la ausencia de unos matices y correspondencias básicas para que las generaciones futuras comprendan el verdadero horror de la Segunda Guerra Mundial.
En el mundo del cómic la figura de Adolf Hitler ha sido una constante. Desde el famoso puñetazo que le propinará el Capitán América en 1941 en el primer número de su cabecera, por obra y gracia de Joe Simon y Jack Kirby, a su más reciente y satírica aparición en Los Proyectos Manhattan de Jonathan Hickman y Nick Pitarra. De alguna manera, trabajos que reflejan más la idiosincrasia estadounidense y la exaltación de sus ideales, que cualquier intención de realizar una reflexión o crítica histórica. Mientras tanto, al otro lado del Atlántico, tenemos a Japón, una de las antiguas Potencias del Eje. Su relación con la Alemania nazi le sirvió para justificar atrocidades como la masacre de Nankín en 1937 y su ataque en 1941 sobre Pearl Harbour. Este último fue contestado en 1945 por Estados Unidos con los terribles bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki.
La sociedad japonesa quedó totalmente tocada por el final de la Segunda Guerra Mundial. Su culpabilidad y pánico nuclear acabaron haciendo mella en su mentalidad. Esta es la razón de ser de creaciones como Godzilla, y el germen de historias como Akira de Katsuhiro Otomo. Pero también de otros clásicos del cómic japonés de corte histórico como el Adolf de Osamu Tezuka, Pies Descalzos de Keiji Nakazawa, o la presente Hitler del maestro Shigeru Mizuki. Esta última ha sido recientemente reeditada en nuestro país por Astiberri Ediciones, borrando el apelativo de «la novela gráfica» que mantenía la edición de Ediciones Glénat en su portada. Un detalle que puede pasar desapercibido, pero importante dado el carácter biográfico de este manga y la pertenencia de la obra a la llamada corriente manga del gekiga.
El punto de vista que aporta Shigeru Mizuki al tema resulta único, porque él mismo combatió durante la Segunda Guerra Mundial. Es un pasaje crudo de su propia historia que ha reflejado en trabajos como Operación Muerte, Showa 1944-1953: Una historia de Japón o su completa Autobiografía. En este aspecto, la bibliografía de Mizuki tiene muchos trazos personales, posiblemente porque era su manera de exorcizar demonios internos. Los que finalmente tomaron la forma de yokais en sus relatos. En el epílogo de Hitler, el autor habla de la fascinación que generaba en su época la figura del canciller alemán, la fuerza y capacidad de seducción que este tenía para jóvenes como él. Esta idea es la que le llevó en 1971 a intentar escribir una biografía documentada y veraz del personaje, aprovechando el ofrecimiento del editor de la revista Shukan Manga Sunday, publicación de la editorial Jitsugyou no Nihonsha.
Hitler es una aproximación diferente a la historia del infame dictador alemán. Es un retrato que nos habla del dictador, el genocida, el monstruo, pero también de la persona que los alimentaba y daba fuerza. Es un manga lleno de información que se centra en una figura tan polémica como intrigante y misteriosa. La historia hace un recorrido desde la juventud de Adolf Hitler, como fracasado pintor artístico y entregado soldado en la Primera Guerra Mundial, hasta sus últimos momentos en su bunker de Berlín. La obra intenta aportar un detallado perfil psicológico del Führer, una proyección de su personalidad obsesiva, airada y controladora. Pero también pone énfasis Mizuki en radiografiar el contexto de su época, con la convulsión política interna de Alemania, los estragos de las crisis económica y el auge del nacionalsocialismo.
Por las páginas de Hitler se mueven los principales protagonistas de la política interna alemana, y también los actores más destacados de la geopolítica internacional de la primera mitad del siglo XX. Este es el caso del dictador italiano Benito Mussolini o el soviético Iósif Stalin, el primer ministro británico Wiston Churchill o su homólogo japonés Hideki Tōjō. Todos sombras al lado de Adolf Hitler, sus papeles apenas están esbozados en la mayoría de casos cumpliendo una función pragmática y contextual en la trama. Es una biografía con todo lo que eso conlleva, la presencia de su protagonista se torna opresiva y solo vemos los sucesos desde su punto de vista, con los matices introducidos como narrador por Mizuki. Esto no hace de Hitler una lectura sencilla, incluso aunque su autor evite enseñarnos las consecuencias más directas y trágicas de las decisiones de su protagonista en el campo de batalla.
El relato de Mizuki se mueve en espacios políticos, en las reuniones de Hitler con altos dirigentes y colaboradores de su partido, en la intimidad de las dependencias de su residencia o en los mítines políticos. El horror de la guerra es algo que imaginamos por las datos que aporta el relato, pero no porque se trate en detalle en el manga. Es curioso como figuras como Joseph Goebbels o Eva Braun, mitificadas por la cultura popular y la historiografía, apenas tienen un lugar en esta aproximación del dictador. Pero más llamativo es el hecho de qué las referencias al holocausto y los campos de concentración aparezcan apenas en su introducción. Se nos habla del antisemitismo de Hitler, y se hace hincapie en sus excesos y su personalidad megalómana, pero no se llega a abordar decisiones clave de su régimen como fue la persecución de los judíos y otras minorías.
La criba de información y las lagunas en una biografía de este tipo, y en un contexto tan amplio, con tantos intereses y fuerzas en liza, puede ser lógicas a efectos narrativos. Lo que intenta Mizuki es realizar una aproximación muy sentimental a su protaganista, pero no abordar ciertas cuestiones intrínsecas e ineludibles a la doctrina y pensamiento de Adolf Hitler hacen cojear esta recreación. Estados Unidos tampoco tiene un peso muy destacado en la trama de Hitler, el manga se centra más en la ambigüedad de la relación entre Alemania y la Unión Soviética, la lucha de poderes en Europa y las tácticas militares de las respectivas naciones en conflicto. En definitiva, hay una voluntad de ofrecer una visión global de los sucesos y sus protagonistas, pero las consecuencias y repercusiones de sus actos no se abordan en tanta profundidad.
En la obra de Shigeru Mizuki encontramos además una profusión de textos explicativos y espesos párrafos de información que hacen resentir severamente la fluidez de su narrativa. Pese a una distribución clásica de viñetas estás se encuentran rellenas de datos. Estos son necesarios para situarnos y seguir la lectura, pero acaban trasladando la sensación final es estar leyendo un libro ilustrado y no un cómic o una novela gráfica. Es habitual para Mizuki utilizar documentación gráfica, superponiendo imágenes de archivo, y por tanto de corte más realista, con su estilo más caricaturesco y reconocible. De esta manera, algunos secundarios se fusionan con fondos y paisajes que imitan ligeramente la sensación del grabado, haciendo resaltar algunas escenas por sus composiciones y también por las portadas que abren cadauno de los capítulos del manga.
Shigeru Mizuki fue unos de los pioneros en el desarrollo de historias gekiga, y Hitler es una obra singular en su producción, pero en la que todavía no había alcanzado la madurez de otras obras suyas. No osbtante, su retrato del famoso dictador alemán tiene muchos puntos de interés, aportan una visión del personaje cercana y desmitificadora que añade matices a tener en cuenta para hacer la radiografía del funesto dictador alemán. Hitler también sirve para sacar conclusiones sobre el horror, para reconocer la culpabilidad que otras naciones y dirigentes tuvieron en el auge del nazismo y en el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Porque como otros monstruos de nuestra cultura popular, Adolf Hitler habla de nosotros, de nuestra intrínseca crueldad, odio y rencor. Y de los errores que siempre volvemos a cometer.
Edición original: Gekiga Hitler JAP (Shukan Manga Sunday / Jitsugyou no Nihonsha, 1971). Edición nacional/ España: Astiberri Ediciones (2017). Guión: Shigeru Mizuki. Dibujo: Shigeru Mizuki. Entintado: Shigeru Mizuki. Formato: Tomo rústica con solapas de 288 páginas. Colección: Sillón Orejero. Precio: 18,00€. "Solo existen dos conclusiones posibles para nuestra…
Hitler, de Shigeru Mizuki
Hitler, de Shigeru Mizuki
2017-07-25
Jordi T. Pardo
VALORACIÓN GLOBAL
Guión - 7
Dibujo - 7
Interés - 8
73
7.3
Histórica
El Hitler de Shigeru Mizuki es un clásico del cómic japonés y las publicaciones gekiga. Esto confiere a la obra un cierto valor histórico y la convierte en un imprescidible para los aficionado al manga, en general, y para los seguidores de la producción de Mizuki, en particular. La aproximación a la figura de Adolf Hitler es interesante por su punto de vista, aunque es una lectura densa y presenta algunos huecos que lastran su intenciones.
Yo, en cambio, Sr Gog, le invito a que se machaque usted los cataplines con dos gruesos ejemplares del Mein Kampf a ritmo de la cabalgata de las valkirias.
Ejecute dicha maniobra durante dos horas, y notará como su taradez comienza a remitir a pasos agigantados.
Si la cosa no funciona, siempre puede darse una ducha.
Una de esas -que según gente como usted- jamás existieron.
Y circule, hombre, circule, que esta web no va de esto.
Yo, en cambio, Sr Gog, le invito a que se machaque usted los cataplines con dos gruesos ejemplares del Mein Kampf a ritmo de la cabalgata de las valkirias.
Ejecute dicha maniobra durante dos horas, y notará como su taradez comienza a remitir a pasos agigantados.
Si la cosa no funciona, siempre puede darse una ducha.
Una de esas -que según gente como usted- jamás existieron.
Y circule, hombre, circule, que esta web no va de esto.