Esta es una historia sobre un hombre que lleva demasiado tiempo haciendo un trabajo que habría destruido a cualquier otra persona que hubiese intentado desempeñarlo. Es una historia sobre la familia que podría haber tenido si hubiese sido capaz de dejar a un lado sus responsabilidades y hubiese tenido una vida propia. Es una historia sobre el hermano al que no pudo salvar y sobre el hijo que no pudo tener. Esta es, en definitiva, una historia sobre Nick Furia, el mayor espía del Universo Marvel, y sobre la tristeza y los remordimientos que se ocultan tras su vida consagrada a combatir coloridos villanos y a desvelar retorcidas tramas de espionaje internacional. Aunque su cuerpo se mantenga joven por medio de milagrosos compuestos químicos, el espíritu de Furia siente cada vez con más intensidad el implacable peso de los años. Los recuerdos sobre el trágico destino de su hermano le fustigan sin cesar. En su interior, trata de imaginarse cómo habría sido vivir una vida normal, con una esposa normal y una familia normal. ¿Pero acaso es capaz de amar alguien que ha dedicado casi toda su existencia a luchar contra insidiosos enemigos y a desmantelar conspiraciones secretas? Esta es la historia de Lobezno y Nick Furia: Conexión Escorpio, que hoy recordamos durante el Howard Chaykin Day.
Publicada originalmente en 1989 dentro de la colección de novelas gráficas de Marvel, Lobezno y Nick Furia: Conexión Escorpio ha acabado alcanzando un lugar prominente en el recuerdo de los lectores con el paso de los años. Escrita de forma muy inteligente por Archie Goodwin (Iron Man, Fantastic Four, Epic Illustrated, Wolverine y Detective Comics, entre muchas otras cabeceras) e ilustrada por un Howard Chaykin en el mejor momento de su carrera (hablamos del Chaykin de la época de Black Kiss y American Flagg!), Lobezno y Nick Furia: Conexión Escorpio parte como un homenaje a la clásica etapa de Jim Steranko narrando las aventuras del superespía de Marvel. De hecho, la novela gráfica nos presenta a una nueva versión del villano más memorable de dicha etapa: Escorpio. En ese sentido, la presencia de Lobezno se antoja un tanto gratuita, como si fuese poco más que un reclamo para atraer a los aficionados al mutante de las garras a un cómic en el que Nick Furia es el auténtico protagonista.
Fuese un simple reclamo o no, lo cierto es que la presencia de Logan queda bien justificada en el argumento. Más allá de los típicos giros sorprendentes que se pueden esperar de una historia sobre espías internacionales y venganzas extravagantes, la historia destaca por mostrar las vericuetos más íntimos tanto del mutante como de Furia: ambos han vivido una vida más larga que la del resto de personas (ya sea a causa del factor curativo de Lobezno o de la Fórmula Infinito de Furia) y eso les ha hecho enfrentarse a la vida con una gran carga de cinismo. Ambos han atesorado a sus viejas amistades con gran celo, pero tras haber sufrido tantos ataques y traiciones saben que el próximo golpe ya viene de camino. Finalmente, ambos se han planteado en numerosas ocasiones la posibilidad de abandonar sus estilos de vida pero se han dado cuenta de que el propio mundo está empeñado en impedírselo. Esta es una historia con un sorprendente peso emocional, pese a todos los artificios y las escenas de acción propias de una aventura de James Bond.
La mención al agente secreto más famoso al servicio de Su Majestad no es gratuita, ya que el personaje creado por Ian Fleming (quizá más sus versiones cinematográficas que la de las propias novelas) fue una gran influencia para Goodwin y Chaykin en el momento de abordar esta novela gráfica. De hecho, Lobezno y Nick Furia: Conexión Escorpio comparte el esquema básico de muchas historias de 007: hay una amenaza misteriosa que está atacando a agentes secretos por todo el mundo y detrás de ella se encuentra una femme fatale de manual. Lobezno y Nick Furia viajan por todo el mundo siguiendo la pista de los ataques perpetrados por el nuevo Escorpio, que sigue las órdenes de una misteriosa mujer, lo que les lleva a visitar lugares tan exóticos como las ruinas de Machu Picchu, Venecia, Estambul o una lujosa isla en el mar Egeo. Como no podía ser de otra forma, la historia acaba con un bombástico enfrentamiento final que pone patas arriba las expectativas del lector.
Es importante destacar que las novelas gráficas de Marvel no pasaban por el entonces omnipresente Comics Code Authority, por lo que los autores se permiten el lujo de salpicar la historia con alguna que otra referencia sexual y con un pequeño toque de violencia. Hay un par de viñetas en las que Lobezno utiliza sus garras de forma muy expeditiva en las que no se emplea el típico truco de ocultar la herida producida con una onomatopeya y que, pese a que hoy no nos parezcan nada del otro mundo, en su momento resultaron bastante impactantes. Esas pequeñas notas de sexo y violencia sirven en todo caso para acentuar el parecido con las historias de James Bond. Es cierto que Logan difícilmente se puede considerar una chica Bond, pero si el mutante hubiese sido sustituido por una mujer despampanante que hubiese acabado compartiendo cama con Furia no tendríamos ninguna duda respecto a dicho parecido. No obstante, de haber sido así la carga dramática del cómic se habría diluido hasta desaparecer.
Los autores nos presentan a Furia como a un hombre al que ya le pesan los años. Es un viejo espía taciturno y solitario que apenas se relaciona con nadie salvo con su colega Dum Dum Dugan. Ya en las primeras páginas se nos insinúa que su relación con la Condesa Valentina Allegra de Fontaine se ha dado por terminada (o como mínimo ha quedado en un impasse) y Furia se encuentra más solo que nunca mientras nuevos rostros llegan a SHIELD. Los “buenos viejos tiempos” ya sólo son recordados por los anacronismos como Dugan o él mismo, como prueba el hecho de que los nuevos agentes no reconozcan el símbolo de Escorpio encontrado en los lugares atacados y tengan que recurrir a los archivos informáticos para informarse. Sobra decir que Furia no está hecho para vivir en un tiempo en el que los agentes secretos se dedican a recabar datos de un fichero en lugar de jugarse el cuello en una misión a vida o muerte. El superespía se ha convertido muy a su pesar en una reliquia, como lo hizo el propio James Bond tras el final de la Guerra Fría.
Aunque parezca una visión muy distinta del personaje a la que ofreció Steranko en su día, se trata en realidad de una evolución muy bien medida. Los tiempos de las aventuras psicodélicas ya quedaron atrás: no más estaciones espaciales, no más coches voladores, no más villanos vestidos con trajes de colores… y quizá por eso el regreso de Escorpio se percibe como una disrupción tan enorme en la vida del personaje. Aunque Chaykin rememora parte de esa vieja psicodelia sesentera al plasmar el apartamento de Furia o al introducir a Lobezno y a la Patrulla X mientras pelean contra Arcade, esta es una historia que tiene los pies en la tierra. Las escenas de acción son numerosas, pero el uso de gadgets imposibles es muy reducido y el único objeto extravagante que aparece es la llave de Escorpio; una reliquia de tiempos pasados, al igual que Furia. Chaykin, apoyado estupendamente por el color de Richard Ory y Barb Rausch, también hace referencia a los tiempos de Steranko cada vez que se activa el célebre objeto y su energía distorsiona las viñetas. Es un efecto propio de otros cómics surgidos de otra época, otro anacronismo.
En cuanto a la labor del guionista, la trama orquestada por Goodwin también parte del inolvidable trabajo de Steranko y se centra en los remordimientos de Furia. ¿Pudo haber hecho algo para salvar a su hermano, el Escorpio original, cuando este acabó con su vida? ¿Podrá hacerlo ahora que parece haber regresado de la muerte? Por otro lado, la implicación de Lobezno en la trama es igualmente personal, aunque un tanto más peregrina: uno de los agentes asesinados por el nuevo Escorpio en su cruzada contra SHIELD es un antiguo amigo suyo al que conoció en el desierto australiano. Goodwin muestra un manejo estupendo de los flashbacks, que aparecen siempre en el momento adecuado para potenciar el impacto de las revelaciones que se van produciendo a medida que progresa el argumento. Para cuando se desvela la identidad real del nuevo Escorpio (que no comentaremos aquí para no estropear ninguna sorpresa a quienes desconozcan la obra), el lector ya ha leído un interesante flashback que ha allanado el terreno lo suficiente como para potenciar el impacto emocional que ese descubrimiento puede tener sobre Furia. Lo mismo puede decirse sobre Lobezno, que también protagoniza un flashback que muestra la forma en la que conoció al agente asesinado. Un giro posterior sirve para recontextualizar dicho flashback y darle una adecuada conclusión emocional a la implicación de Logan en esta historia.
Dibujado por Chaykin, Nick Furia recuerda poderosamente a un Reuben Flagg algo más envejecido y con un parche en el ojo. La característica mandíbula cuadrada con la que le dota el artista, tan propia de su estilo, encaja perfectamente con la caracterización del superespía. No es fácil expresar gráficamente las emociones de un personaje que destaca por su estoicismo, pero Chaykin refleja con maestría y sutileza el amplio abanico emocional que atraviesa Furia a lo largo de esta novela gráfica. Una vez más es necesario hacer hincapié en la vertiente emocional porque, por encima de cualquier otro aspecto, esta es una historia sobre emociones: sobre la nostalgia y la culpa, sobre la rabia y la venganza, sobre el perdón y la redención.
El sentir general de muchos lectores considera que Lobezno y Nick Furia: Conexión Escorpio es una obra maestra. Quizá sea algo exagerado calificarla como tal, ya que como cualquier otra obra no está exenta de ciertas asperezas. Sin embargo, se trata de un novela gráfica elaborada por dos autores de sobrada competencia que ofrece una lectura inmersiva y muy interesante. En ella encontramos también al mejor Howard Chaykin, que firmó uno de los trabajos más destacados de su carrera. En cuanto a narrativa, recursos, estética y dinamismo, bien puede estar entre las mejores obras de este autor tan peculiar.
Su edición española más reciente puede encontrarse dentro del tomo Marvel Gold. Lobezno y Nick Furia: Conexión Escorpio, que recopila las tres novelas gráficas que conforman la trilogía de encuentros entre ambos personajes que se inició con la obra que hemos reseñado en estas líneas. También se incluyen Lobezno: Decisiones sangrientas, un magnífico trabajo por parte de Tom DeFalco y el veterano John Buscema, y Lobezno y Nick Furia: La rebelión de Escorpio, una obra absolutamente olvidable escrita por un Howard Chaykin en sus horas más bajas e ilustrada por Shawn McManus, un dibujante bastante flojo que da rienda suelta a todos los excesos propios de la década de los noventa para plasmar un argumento que carece de todo sentido narrativo (para más información siempre puede consultarse la reseña de este tomo de la línea Marvel Gold que se publicó en Zona Negativa). Lo que es verdaderamente triste es que esta tercera entrega de la trilogía continúa los acontecimientos de Conexión Escorpio, a la que no logra hacer justicia de ninguna de las maneras. Mientras que Conexión Escorpio destaca por su habilidosa caracterización de las interioridades emocionales de Nick Furia, La rebelión de Escorpio es la típica historia de explosiones, tiroteos y dientes apretados tan típica de los cómics noventeros. Destaca por haberle dado un cierto final al personaje de Escorpio presentado en la novela gráfica original y poco más, ya que en términos generales es un ejemplo bastante triste de que hasta los autores más brillantes pueden acabar elaborando obras mediocres.
Si algo no es Conexión Escorpio es precisamente mediocre. Puede que no sea la típica fantasía superheroica, puede que el estilo de Chaykin no resulte atractivo al gusto de todos los lectores, puede que sea muy distinta a las historias de Nick Furia de Steranko… pero desde luego no se puede considerar mediocre. Esta estupenda obra sin duda merece un lugar en nuestras colecciones.
Guión - 7
Dibujo - 8
Interés - 6.5
7.2
Una obra muy interesante en el plano argumental, además de una interpretación muy atractiva del personaje de Nick Furia y su vida emocional. En el apartado gráfico encontramos a un fantástico Howard Chaykin en el mejor momento de su carrera profesional.