Edición original: Kodansha Ltd.
Edición nacional/ España: Ediciones Glénat.
Guión: Hisashi Sakaguchi.
Dibujo: Hisashi Sakaguchi.
Formato: 304 páginas, tapa blanda, B/N, cuatro tomos.
Precio: 12 € por tomo.
¿Quién pudo escribir tal poema de explícito contenido sexual como este: “El sexo de una mujer / es la primera boca, y no dice palabra./ La rodea un espléndido montículo de pelo, / allí puede perderse cualquier hombre sensible.”? ¿Quizás fue de algún poeta griego inspirado en Eros como Arquíloco de Paros? ¿O tal vez del poeta Catulo, famoso por sus “nueves polvos”? ¿Acaso podría ser de Vatsiaiana y que este poema estuviera recogido en su libro más famoso, el Kama sutra? ¿O probablemente pudiera pertenecer a alguien más contemporáneo como el provocador nato Charles Bukowski? Pues no es de nadie de los mencionados. Este fragmento de erotismo pertenece a un monje y poeta japonés perteneciente al budismo zen, llamado Ikkyū.
Este manga, hace un recorrido biográfico por la historia de este iconoclasta y atípico monje budista y poeta tardío, en cuatro tomos que representan cuatro etapas de su vida. Ikkyū (1394–1481), al que se le llamaba “nube loca”, nació en un pequeño suburbio de Kyoto y fue hijo bastardo del emperador Go-Komatsu. A la edad de los cinco años, lo separaron de su madre y fue obligado a entrar al templo Ankokuji para convertirse en monje. Los maestros del templo le enseñaron la cultura y el idioma chino como parte del plan de estudios, un método denominado Gozan Zen, donde además aprendió sobre poesía, arte y caligrafía. Cuando Ikkyū cumplió trece años, entró en el templo Kennin-ji, bajo la tutela de un monje muy conocido llamado Botetsu. Allí empezó a cultivar su poesía nada tradicional, donde era sumamente crítico con la jerarquía del budismo, con la falta de trato humano dentro de la organización y con la falta de zazen. En 1410, a la edad de dieciséis años, Ikkyū dejó Kennin-ji y entró en el templo Mibu-dera, en el que paso poco tiempo para más tarde acabar en el templo Saikin-ji, en la región del Lago Biwa, donde fue el único estudiante de un monje llamado Ken’o. Parecía que su búsqueda de un verdadero maestro zen había acabado, ya que Ken’o era esporádico en su enseñanza y un firme defensor del zazen. En 1414 cuando Ikkyū tenía veintiún años, su maestro Ken’o murió. Tras realizar todos los ritos funerarios pertinentes, Ikkyū ayunó durante siete días en señal de luto, para más tarde desesperado por la perdida de su maestro, intentar suicidarse ahogándose en el Lago Biwa, acto que no consiguió. Pronto, encontró un nuevo maestro llamado Kaso, en el templo Zenko-an. Kaso era muy parecido a Ken’o en cuanto al estilo de enseñanza. Durante años trabajaría con gran esfuerzo el arte de la poesía. En 1420, mientras Ikkyū estaba meditando en un barco en el Lago Biwa, el graznido de un cuervo le produjo el satori, momento en el cual, su vida cambiaría por completo. Empezó a beber, a relacionarse con las castas más baja de la sociedad y a romper con las formas del estilo monacal. Abandonó el templo de Zenko-an para vivir largo tiempo como vagabundo, relacionándose con los artistas y poetas del mundo de la noche, momento en el cual conoció al amor de su vida, una cantante ciega llamada Mori. Ikkyū empezó a trabajar el zen lejos de las instituciones religiosas formales, de una manera más carnal dándose al sexo, rechazando el materialismo y la burocracia que imperaban en aquellos tiempos, usando el alcohol como medio para alcanzar el conocimiento y predicando su palabra en burdeles y tabernas al grito de “¡Vayan con cuidado, no confíen en nadie!”. Aún rechazando la disciplina monacal, Ikkyū siguió cultivando la caligrafía, hasta tal punto de llegar a ser el calígrafo mayor de Japón; continuó practicando la flauta, renovó la anticuada ceremonia del té y siguió desarrollando su obra poética en chino, con numerosos tankas, haikus y koans. Ikkyū murió a los ochenta y siete años de un resfriado agudo.
Del dibujo de su autor, Hisashi Sakaguchi, decir que es de formas suaves, con un trazo marcadamente oriental que desborda detalles. La narrativa es pausada, y retrata tanto la vida social de Japón como la abrumadora naturaleza. Uno de los recursos más originales de la obra, es el uso metafórico de algunos elementos para referirse a inquietudes personales del protagonista. El estilo de narrar del autor, está muy ligado a una visión naturalista y simple de la vida. Las batallas se retratan crueles, pero a la vez épicas; la vejez nostálgica pero a la vez romántica, y sobre todo, se retrata una exuberante e imponente naturaleza. Así como el apartado gráfico es inmenso, la documentación histórica es igual. Es verdad que el intento de contextualizar la narración por parte de su autor pueda ser algo denso, pues se le añade a la historia continuos datos a pie de página y una serie de apéndices, mapas y guías de lectura que pueden ralentizar o sacar de la lectura al entorpecer el ritmo del relato.
Ikkyū tuvo un anime desarrollado por la productora Toei Animation en 1975, el cual duró en antena seis años. El anime se centraba en la infancia de Ikkyū, suavizando la violencia de aquel periodo histórico para centrarse en los razonamientos del propio Ikkyū para resolver los diferentes problemas que se le planteaban. Originalmente el anime fue bien recibido en todo Japón y en toda Asia. Más tarde, el canal de televisión Fuji TV, compró los derechos del anime para realizar un live-action del mismo, del que salió un especial de tres capítulos. También y de manera más alternativa, hubo homenajes a la figura de Ikkyū, desde la compañía de teatro experimental y de danza Butō, inkBoat, quienes por la quinceava centuria de la muerte del monje, realizaron una performance donde exploraban la complejidad de la experiencia humana a través de este icono del budismo zen.
Del autor, Hisashi Sakaguchi, decir que fue un artista intermitente. Dejó el colegio a los diecisiete años para empezar a trabajar en Mushi Productions de animador, bajo la tutela del “maestro del manga” Osamu Tezuka, participando de manera activa en las producciones de Astroboy, Kimba o Chopy y la princesa. En 1969 debuta en el manga con Osaraba Shiro en la revista COM (fundada por Tezuka). Más tarde volvería a la animación y al largometraje, para nuevamente volver al manga. Poco tiempo después de publicar Ikkyū, su obra más importante, falleció tempranamente a la edad de 49 años.
Desde luego un gran tesoro para los amantes de los mangas históricos, los que quieran conocer la historia de este emblemático monje budista o la propia historia social del Japón de aquel tiempo. Y al igual que se empezó esta reseña con una oda al sexo, no podría acabar de otra manera, con otro de los koans de este autor que fue traducido al castellano gracias al esfuerzo de Aurelio Asiain, que recopiló sus poemas en un libro llamado “Ikkyū Sōjun. Un puñado de poemas”.
“Tanto koan
te enseñará el camino,
pero no al rico
coñito de muchacha
al que yo me dirijo.”
Guión - 8.5
Dibujo - 8.5
Interés - 9
8.7
Desde luego un gran tesoro para los amantes de los mangas históricos, los que quieran conocer la historia de este emblemático monje budista o la propia historia social del Japón de aquel tiempo.
Gran reseña.
Tengo los 4 tomos y los leí ya hace años pero guardo buenos recuerdos.
Como bien indicas en la reseña, la lectura está llena de datos históricos y comentarios a pie de página, pero en mi caso no me molesta.
Recuerdo que el dibujo me gustó y el argumento me sorprendió porque no sabía de qué iba ni tenía referencia alguna… Simplemente me lo compré porque me llamaba la atención y tenía el presentimiento de que se salía del manga habitual de aquella época.
Sin duda lo recomiendo