Mark Grayson, el superhumano conocido como Invencible, está atrapado en una dimensión paralela. Desoyendo el consejo de su amada Eve, el joven semiviltrumita viajó allí siguiendo a su enemigo Armstrong Levy para acabar con su amenaza de manera definitiva, y ahora no tiene medios para volver a casa. Mientras los encuentra, debe mantener una charada, haciéndose pasar por su equivalente en este plano, una malvada versión de sí mismo que ha conquistado la Tierra y se ha proclamado emperador del Imperio Viltrumita. ¿Estarán dispuestos los duplicados en esta otra tierra de varios de sus conocidos a creer en su historia y echarle una mano? Y más importante: si consigue volver a su mundo de origen, a Eve, a la hija que esperan… ¿qué se encontrará allí?
Invencible: Amigos es uno de los tomos más importantes de la serie hasta la fecha. En él se presentan auténticos y sorprendentes cambios al statu quo del universo de la que sin duda es la mejor colección de superhéroes de por lo menos los últimos diez años. Espérense ustedes paternidades, acción superheroica que alcanza momentos gore, una terrible experiencia (que aparte de a este protagonista, uno no recuerda haber visto sufrir a ningún otro personaje masculino de ficción), relaciones rotas, traiciones, un final estremecedor…y bajas. Bajas muy importantes.
Es sorprendente el nivel que Robert Kirkman, el creador de The Walking Dead, sigue manteniendo sin flaquear en un título con ya más de cien entregas. De hecho en este volumen se cumple el centenar de episodios dibujados por Ryan Ottley (segundo artista de la cabecera tras Cory Walker), el cual tampoco detiene su mejora. Las labores que sobre sus lápices efectúan los habituales Cliff Rathburn (a las tintas) y John Rauch (al color) no desmerecen en absoluto, embelleciendo sobremanera su ágil e impactante narrativa.
Lo cierto es que ya es marca de fábrica de Kirkman encontrarnos con grandes sorpresas, bruscos giros sobre tramas que se han ido construyendo de manera orgánica a lo largo de muchos números. Pero quizás por eso mismo, es meritorio que sigan impactando del mismo modo o superior, en lugar de pasar a ser un rancio tic de autor, como cabría esperar. Invencible no defrauda, y en este volumen asistimos a algunos de los ejemplos más paradigmáticos de todo ello en su ya dilatada andadura.
Resulta muy complicado comentar la trama de este volumen sin incurrir en spoilers y arruinar la cautivante diversión de su lectura. Casi mejor prescindiremos de ello y continuaremos insistiendo en eso de que Invencible es la mejor colección de género superheroico en todo el mercado, cosa que está muy lejos de ser un topicazo: para nada (pero para nada; créanme) es que la cabecera tire de fama y glorias pasadas.
Disfrutémosla mientras podamos, porque como ya sabemos, Kirkman va a concluir la serie en breve: su último episodio saldrá publicado en Estados Unidos a principios del año que viene. Y si bien la desaparición de un título así, ya destinado a convertirse en un clásico rotundo, podría lógicamente ser algo a lamentar, hay motivos por lo que paradójicamente celebrarlo. Después de todo, uno de los factores más importantes de entre los que han hecho grande a Invencible es su orgánico transcurrir, la lógica interna de sus historias cocinadas a fuego lento que, usando esa inercia autogenerada, nos conduce a impactantes momentos. Y si Kirkman y Ottley han decidido que tras 144 números, su historia ha llegado a su conclusión natural y no tiene sentido prolongarla, creo que se han ganado un voto de confianza para asegurarnos que tendremos una soberbia andadura —con probablemente un estupendo broche— que recordaremos con respeto y cariño en los años venideros. Mientras su relectura nos vaya a permitir saborear tomos tan sabrosos como éste, yo no pienso quejarme.
Esperemos Aleta haya recuperado el ritmo de publicación
una serie cojonuda que, a pesar del desgaste del tiempo, mantiene un nivel bastante alto; lo raro es que aún quede alguien leyéndola en españa con el maltrato que está recibiendo por parte de la editorial, tanto en la edición en tomitos, como en la tocha, que es la que me estoy haciendo yo.
basalo, ponte las pilas y saca esto pa’lante de una vez y, si no puedes, deja que otro más capaz lo haga.