Piedras en el camino
Ya lo decíamos en el Magazindie de este mes, los premios Eisner del año pasado están llegando muy rápido a España, nada que ver con las veces anteriores, donde podíamos tardar varios años en ver uno por aquí, pero el mercado se está acelerando y prueba de ello es este cómic. Invisible Kingdom se llevó el premio a mejor serie nueva en 2020, habiéndose publicado su primer número hace ahora dos años y, por cierto, muy cerca de alcanzar su final, ya que la serie constará de tres tomos. Así que ya podemos decir que lo que tenemos en nuestras manos en un tercio de la colección.
No obstante, Eisners a parte, Invisible Kingdom ya lleva otro sello de calidad en su edición, a saber, el que pone eso de Berger Books, porque esta serie es una de las elegidas por la gran editora Karen Berger para formar parte de su parcela dentro de la editorial Dark Horse. La que fuera encargada de Vertigo en DC siempre ha demostrado preocupación y buen gusto por lo que lleva su nombre. Por mucho que adorne un Eisner, ya tenemos claro que Berger sabe lo que hace.
Pero aún hay más, y es que la autoría de este cómic no es precisamente de personas desconocidas o nuevas en el medio. G. Willow Wilson es una escritora de éxito tanto con sus premiadas novelas como en el noveno arte, con series como Air o pasando por Superman o Wonder Woman, pero donde más hemos visto su nombre es asociado a Ms Marvel, y lo cierto es que se nota mucho la diferencia cuando escribe superhéroes, aún siendo en ambas una escritora bastante agradable y de tono ligero con algo de trasfondo, cuando lo hace con obras de creación propia el peso aumenta, los mundos creados son más complejos y el mensaje es más amplio. Y si se va a hacer una serie de ciencia-ficción espacial como esta, esas bases resultan fundamentales.
Christian Ward tampoco nos es extraño, ya por su trabajo en Marvel, como dibujante y portadista en múltiples ocasiones, como por sus series en el mercado independiente, con gente como Matt Fraction (ODY-C) o Nick Spencer (Infinite Vacation), aunque su punto álgido llegó en la casa de las ideas con Rayo Negro, serie por la que se llevaría un Eisner. Considerado por estos premios como “mejor artista digital” el pasado año, el trabajo de Ward es muy llamativo. Los diseños de estos personajes extraterrestres consiguen identidad propia, no solo por su forma sino también por su ropa, elemento que tiende a ser olvidado en este tipo de historias. Su narrativa es muy buena, con especial peso en la comunicación no verbal, manos y poses resaltan en los diálogos, aunque si algo resalta de verdad es la ambientación que consigue en los distintos escenarios, gracias en gran medida a su excepcional aplicación del color y diversos efecto que ayudan con ese toque sci-fi. Aunque hay un “pero”, las partes de batalla o de maniobras de las naves espaciales están muy mal contadas, son caóticas y hacen que el lector tenga que fijarse bien y apoyarse en los diálogos para saber lo que realmente está pasando. También hay alguna que otra viñeta, sobre todo aquellas que dan perspectivas más generales, que están muy poco detalladas y casi parecen un boceto coloreado.
Invisible Kingdom es una historia que pretender ser muy fantástica y muy mundana a la vez, y lo consigue. Comienza dividiendo la acción en dos partes, ambas nos dan una visión general de los mundos a tratar, pero por suerte no tardan en unirse, de forma que la trama avanza rápido sin perderse en los tópicos lentos en los que casi parece interesar más el choque de personajes que la historia en sí.
Otro acierto es el escenario que crean para la obra, un sistema planetario en el que cuatro de ellos están habitados por distintas especies. Nada de viajes interestelares, todo está relativamente cerca y cada uno de ellos ha generado una cultura propia, pero que también han llegado a mezclar, con sus excepciones, en los planetas más grandes. Las similitudes con nuestras sociedades son muy evidentes, aunque le echan bastante imaginación, pero sobre todo es bueno para la historia porque la hace más directa, y como se va a desarrollar en tres tomos tampoco hay hueco para mucho más.
Aunque hay más personajes, y alguno más sobresaldrá en momentos puntuales, la historia gira en torno a Vess y Grix. La primera es una Nona de la Renunciación que se dispone a recorrer el camino al Reino Invisible, de forma austera y dentro de una religión organizada, para la que G. Willow Wilson utiliza como inspiración las monjas del medievo europeo. La autora es una persona muy unida a su religión, el Islam, aunque siempre afirmó que se acercó a él inicialmente desde el ateísmo, y el tema de la fe está muy presente porque, de hecho, el otro personaje, Grix, pilota una nave de carga y niega la existencia, por lo menos, de ese Reino Invisible.
A priori se podía decir que son personajes muy diferentes por sus creencias, pero en realidad son iguales, son buenas personas, en un mundo de abusos y mentiras, que intentan hacer algo decente por los demás. Son dos luchadoras que han peleado duro por vivir la vida a su manera y eso hace que no haya choque, que la unión y la comprensión sea inmediata. Aunque lo de tener un enemigo común es algo que siempre une a las personas.
Ese enemigo escogido es curioso pues sus armas son la mentira y la corrupción, y la manera que los autores tienen de contar todo esto está muy bien llevada precisamente por los paralelismos con la realidad. “La gente no quiere la verdad. Solo quieren información que apoye lo que creen que ya saben”, esta frase resume muy bien el sentir de ese mundo y no nos cuesta nada entenderla a día de hoy, aunque en boca de Vess puede sonar algo rara y es ahí donde da la impresión de que hacía falta desarrollar un poco más este personaje, se queda un poco corto al primar tanto la acción en la segunda mitad del tomo.
Y ese es uno de los problemas de Invisible Kingdom, que es demasiado ligera, que todos los problemas de ese mundo se resumen demasiado y que parece escrita para un público más cercano al “young-adult” donde la crítica es muy suave para que entre bien, sin mucha explicación ni conflicto ideológico. Y eso que está muy bien cómo trata la corrupción, desde fuera de la esfera política haciendo que no se caiga en los mismos tópicos de siempre, pero falta explicación del funcionamiento de los dos bandos enfrentados, el empresarial adinerado y el religioso austero. Queda por ver si más adelante se potencia esta parte y la serie gira hacia algo más profundo, o si su visión es muy sesgada. Eso sí, es una aventura trepidante, eso no se puede negar, y es lo que hace a la serie interesante.
Lo mejor
• Los diseños de Christian Ward y la ambientación que consigue con su color.
• Las ideas de partida.
• El mundo creado en este sistema planetario.
Lo peor
• Ideas poco desarrolladas, se habla de todo muy por encima sin fundamentar las cosas.
• Personajes algo planos.
• El dibujo de las batallas espaciales es muy caótico.
Guión - 7
Dibujo - 7.5
Interés - 7
7.2
Camino
Una aventura espacial ligera y personal. Quizás no muy original en su desarrollo aunque sí en el planteamiento.