En este rincón solemos hablar de tebeos que, por razones diversas (pobre difusión, falta de publicidad, tiempo sin estar en el mercado), no han encontrado su público o han sido injustamente olvidados por él. Sin embargo, también hay historietas que cumplieron su función, discretamente, y que el paso del tiempo ha arrumbado en favor de otras con más méritos; es decir, viñetas cuyo único interés para el rescate es el conocimiento histórico, el detalle de una época, la plasmación menor de un sentimiento y un entorno por otros mejor representados. Este último caso puede aplicarse a Jalisco, escrita y dibujada en 1963 por el valenciano
Quienes ya vamos contando décadas en vez de años recordamos con cariño mayormente injustificado el tiempo en que los tebeos españoles eran un entretenimiento barato y popular, también exquisitamente despreciado por las elites intelectuales, que es algo en lo que casi nunca reparamos. Cada uno tiene sus preferidos, ¡faltaría más!: El guerrero del antifaz, Roberto Alcázar y Pedrín, El capitán Trueno, El inspector Dan, Hazañas Bélicas, El Cachorro, El Aguilucho, Aventuras del FBI, etc., también algunos foráneos como Flash Gordon, El Hombre Enmascarado o Príncipe Valiente. Con sinceridad dudo de que nadie recuerde a Jalisco, voluntariosa coctelera de prototipos del western que pasó entonces sin pena ni gloria, como atestiguan sus escasas 20 entregas.
Leído hoy, Jalisco guarda pocos tesoros para quien no se confiese enamorado de esa forma desprejuiciada de hacer historietas: con guiones endebles, casi vagos pretextos para escenas de acción; con personajes estereotipados, a medio camino de la sobria tradición norteamericana y la más jacarandosa motivación patria; con dibujos que soportan mal las perspectivas y las proporciones y que ni siquiera son capaces de fijar los rasgos definitorios de su protagonista, por otra parte los típicos del héroe modelados al uso de Tarzan o Superman. El caso es que Jalisco carece de la energía de otras obras que, antes y después, resultan memorables casi con los mismos atributos. Tal vez porque en Jalisco solo medran los defectos, sin el vigor de los clásicos del tebeo español de aventuras por los que profeso fervor… motivo de que me acercara, en primer lugar, a esta reciente reedición.
Entiéndaseme. La obra no carece de virtudes. Faltan, sin embargo, focos de interés específico que la vuelvan rescatable. El sombrero cordobés y las chorreras no bastan para convertir a
Con 20 entregas publicadas, como se ha dicho, Jalisco fracasa en hallar su lugar en el mercado y, lo que es peor, en el corazón del aficionado. Quizá el error imperdonable no sea ninguno de los citados antes sino la falta de ritmo que evita que quedemos atrapados en unos sucesos que se presumen emocionantes, sin tregua. Claro que… ¿cuántas veces aceptaremos el escondite oculto tras la cortina de una catarata o al enmascarado traidor de quien pronto adivinamos su identidad? La transparente ingenuidad de la propuesta roza el sonrojo cuando al enemigo lo apodan “Dólar” o “Colt” o los protagonistas entran en un villorrio llamado Madera City (sic), pues la industria principal del enclave es la tala de árboles y su transporte por el río.
No es un mal tebeo, exactamente, pese a sus torpezas, sino un ejemplo clarísimo de historieta superada casi -me atrevería a decir- desde el día en que salió.