Choque generacional
Segundo domingo de mes y acudimos fieles a nuestra cita con el pasado y esas obras editadas tan solo una vez en nuestro país. Tras una larga lista de trabajos de DC editados por Zinco, pusimos ya el foco en Planeta con su edición de La Sociedad de la Justicia de Paul Levitz, porque, por mucho que nos guste Zinco, hay otras obras que llegaron a nuestras manos gracias a la labor llevada a cabo por Planeta durante los años que tuvo los derechos de DC en nuestro país.
Para la entrada de hoy hemos fijado nuestra atención en un trabajo que ha quedado muy olvidado, que podría verse como un evento, y que sirvió para poner en marcha una nueva serie de los Titanes, revitalizando a la franquicia. Nos referimos al tomo JLA/Titanes: La Imperativa Technis.
Pongamos un poco de contexto antes de adentrarnos a comentar esta obra que tiene a los lectores bastante polarizados al respecto.
La idea de los Titanes nació en julio de 1964 (estamos de 60 aniversario, y es que no damos puntada sin hilo) y fue todo un éxito cuando se decidió crear un grupo que uniera a los miembros más jóvenes del Universo DC. Aquello ocurrió en The Brave and the Bold, #54, escrita por Bob Haney y dibujada por Bruno Premiani, Robin, Kid Flash y Aqualad, formaron una especie de Liga de la Justicia adolescente motivada por ese espíritu rebelde, ese salto generacional existente entre ellos y los adultos incapaces de entenderles. Un choque generacional que siempre ha estado presente, de alguna forma, en las diversas encarnaciones del grupo a lo largo de su historia. Pero no fue hasta la publicación del The Brave and the Bold #60, en 1965, cuando recibieron el nombre por el que ahora son conocidos, los Teen Titans. Aquello fue todo un éxito editorial que llevó a DC a lanzar, un año más tarde, una serie regular con el grupo como protagonista absoluto de sus propias aventuras.
Ahí estaban de nuevo con su serie regular en marcha, donde el grupo viajaba al país sudamericano de Xochatán, de la mano de Bon Haney y Nick Cardy, como embajadores de los Cuerpos de Paz. Una historia en la que acaban enfrentándose a un robot gigante, al tiempo que ayudaban a construir un embalse y una escuela. Algo que puede resultar trivial pero que fueron los cimientos de una de las ideas y conceptos más arraigados en la historia del Universo DC y la propia tradición editorial DC. Pero el destino les tenía reservada una sorpresa de proporcionas inesperadas, una que firmaron Marv Wolfman y George Pérez.
La serie pasó por una mala época en los setenta y fue cancelada (tras 54 entregas) a finales de esa década. Fue retomada en 1980 gracias a las ideas que Wolfman puso sobre la mesa donde expuso un nuevo enfoque que estaba llamado a hacer historia. Recuperar al grupo clásico, añadiendo tres nuevos miembros de nueva creación y rescatar a un viejo personaje de DC, al que los lectores más detallistas habían podido ver como miembro de la Patrulla Condenada. Así se cerró una de las alineaciones más potentes y recordadas del grupo con Robin como líder, seguido de Kid Flash y Wonder Girl (se dejó fuera a Aqualad por el momento) y al que se sumaron Beast Boy (con cambio de nombre a Changeling), Cyborg, Raven y Starfire.
La serie se convirtió en uno de los títulos con mejores y más altas ventas de la editorial a principios de los años 80 (el otro era el de la Legión de Superhéroes) lo que favoreció que el primer volumen de estos Nuevos Titanes llegara hasta los 99 números, con una segunda etapa que se extendió hasta los 130 números. Una serie mítica dentro del catálogo de DC, cuyo intento por poner en marcha una nueva encarnación no acabó por funcionar (los Teen Titans, de Dan Jurgens en labores de guion y dibujo y George Pérez a las tintas). Corría el año 1996 y acabó tras 24 entregas en 1998, en las que colaboraría Jimenez en un par de entregas.
Y es aquí donde apareció Devin Grayson al guion, acompañada del dibujante Phil Jimenez (que también aportó en la parte de guion), para reflotar la franquicia Titan, estancada desde que cerrara su serie en el ya citado número 130. Y lo hicieron con la miniserie JLA/Titanes, centrada en la figura de Cyborg, que poseído y controlado por los alienígenas Technis, colonizaban la luna y secuestraban a muchos de los miembros de los titanes, activando una misión de rescate por parte de la JLA. Aquella miniserie se lanzó en diciembre de 1998 (el mismo año que se puso a la venta el primer número de Young Justice de Peter David que supo encontrar a los aficionados del momento uniendo a los nuevos ayudantes de los héroes del momento, Robin, Impulso, Superboy, Arrowette… en una repetición de la fórmula orquestada en 1964). Grayson y Jimenez tenían muy claro que no podían poner en marcha una nueva serie regular de los Titanes sin antes hacer los deberes y preparar el terreno para el aterrizaje de este nuevo grupo.
Tan conscientes eran que no dudaron en dar un arriesgado paso que justificara una nueva encarnación del grupo, que ya no podía considerarse un grupo juvenil, pues habían crecido y era necesario dar un nuevo giro al concepto que asentara al grupo para toda una nueva generación de lectores. Grayson tenía un plan y como tal había de ejecutarse con precisión… Un plan que se entiende mejor si le dedicamos unas líneas su propia carrera profesional y se ven las fechas desde su debut en la industria y la llegada de este trabajo.
Devin Grayson nació en Connecticut, pero se crio en California, donde mostró interés por la interpretación y las artes escénicas. Mientras cursaba en la Escuela de Artes de San Francisco reorientó su carrera hacía la escritura, lo que hizo que se trasladara a Nueva York. Y fue en la Gran Mazana donde la llamada del noveno arte le llegó a través de la serie de animación de Batman de los noventa. Su debut en el cómic se produjo en 1997 con una historia corta de 10 páginas en Batman Chronicles. Y esto es muy relevante, porque antes de realizar este trabajo que nos ocupa, de enormes proporciones como vamos a ver, Grayson apenas acababa de llegar a la industria.
Aquella miniserie (que puede ser vista como un evento en sí misma) fue algo más que una simple excusa para cruzar a los dos grupos. Aquello fue todo un enfrentamiento generacional de carácter épico porque reflejaron algo más complejo que una disputa familiar donde los héroes más grandes se oponían a los Titanes. Con la alineación de Nightwing, Starfire, Troia, Changeling, Tempest y Flash, que se ve dividido entre sus dos grupos, la JLA, y en el que creció, los Titanes. Con un esquema de este tipo sobre la mesa, se puede ya intuir que lo que cualquier lector puede interpretar como un cómic más de grupetes de DC, esconde en su interior todo un manual de uso de cómo se deben escribir a los Titanes y sobre todo es un catálogo visual de lo que representa para cada uno de ellos haber sido un Titán.
Hay que puntualizar que esta aventura sucede (temporalmente en el Universo DC) mucho antes de que se formara Young Justice en su propia colección regular de 1998.
La historia que desarrollaron Grayson y Jimenez respondía a una necesidad muy personal, ya que ambos eran admiradores de la etapa de Marv Wolfman y George Perez. Jimenez, como pupilo de Perez y Grayson deudora del trabajo de Wolfman, se vieron obligados por tales circunstancias a recurrir a la formación más clásica posible, dadas las circunstancias y sus planes futuros, para dar forma a estos tres números de la Imperativa Technis.
La puesta en marcha de la miniserie, su elaboración, planificación y desarrollo, fue todo un infierno para sus dos autores por la ingente cantidad de personajes que parecían, obligándoles a una profunda labor de documentación. Además, se vieron atacados por infinidad de editores que se peleaban por decir algo al respecto de lo que se quería contar. Si un personaje salía mucho, estaba mal, si salía poco, tampoco gustaba, si en su serie regular pasaban ciertas cosas estas debían reflejarse en la historia… en resumen un calvario imposible de poder coordinar con un mínimo de éxito.
De ahí que se pueda hablar de un evento, contenido, claro, sin cruces con otras series pero que, por argumento, desarrollo, proporciones y desenlace, cumplía con los requisitos para ser denominado de esta forma. Y es que no hay evento que se precie donde no se generen tensiones internas dentro de las distintas oficinas creativas de DC, y JLA/Titanes no fue ajeno a todo esto. Las injerencias externas no amilanaron a Grayson ni a Jimenez que prosiguieron de forma firme con su idea original, dejando que el respeto y el cariño por todos esos personajes fuera lo que imperase cada vez que la escritora de Catwoman se sentaba frente a su teclado o el dibujante de Wonder Woman se ponía a trazar bocetos en su mesa de dibujo.
Tan excelente fue el resultado que se trata de una miniserie que sirve de puerta de entrada a cualquier lector que desee acercarse a la JLA o a los Titanes, pues en sus páginas va a encontrar todo un oásis clásico que homenajea a los dos de los grupos más importantes de DC (con permiso de la Legión y la JSA y para los paladares amantes de lo extraño, la Patrulla Condenada).
Las fortalezas de esta historia se esconden en un guion que es toda una carta de amor al género de superhéroes. Un guion que pone de manifiesto los problemas de tener un universo compartido, pero también deja ver, claramente, la fortaleza de un concepto de este tipo. Y es que la propia Grayson en algunas entrevistas del momento expresaba, no sin cierto tono de frustración, que lo que había llegado a las tiendas, era la reescritura trigésimo-novena de su idea original. Lidiar hasta con 60 personajes en tres números no fue un ejercicio baladí e implicó realizar un trabajo ingente de gestión interna y burocrática, que se tradujo en revisiones constantes de la idea inicial.
Centrando ya la atención en la propia obra, lo que tenemos entre manos es un trabajo detallado, minucioso, lleno de detalles entomológicos, que se despliegan ante el lector de manera contundente gracias al trabajo de Jimenez. Pero es una obra que no puede quedarse solo en eso, necesita algo más, necesita un conflicto potente con el que poder generar la interacción y el choque generacional. Y es que esa es la raíz de todo, el ver como colisionan la JLA y los Titanes vendiendo dos conceptos diametralmente opuestos. Los jóvenes se definen como una familia que no deja atrás a nadie, mientras que la JLA se posiciona como la defensa global y el sacrificio como la opción más lógica ante la situación que tienen entre manos. La lógica contra lo emocional. Grayson construye este discurso de forma que acaba verbalizándose en Batman y Nightwing, un duelo que es algo más que un Titan versus miembro de la Liga. Es un diálogo entre pupilo y mentor, donde el primero se desliga del segundo y asume su propio camino retándole mediante argumentos que vienen a demostrar que siempre hay dos puntos de vista de un mismo problema.
Sin embargo, leyendo estas líneas puede parecer que es necesario tener una idea muy clara de la historia editorial del grupo de los Titanes, pero en realidad estamos ante una lectura que puede disfrutarse sin conocimiento previo y que sirve como puerta de entrada al Universo DC. Para dar cohesión a esto la obra cuenta con el talento de Grayson y de Jimenez, en una trama que quiere ser grande y fastuosa, una enorme amenaza que ponga en marcha todos los mecanismos necesarios para justificar la intervención de tantos personajes.
El conflicto estallaba cuando se descubría que en medio de esta amenaza se encontraba uno de los Titanes, Cyborg, y por tanto la visión de este ataque cambiaba para los que alguna vez formaron parte de los Titanes. Ahí está lo que hemos comentado anteriormente sobre la diferencia de enfoque ante un mismo problema por parte de los Titanes y de la JLA. Los artistas persiguen mostrar como la juventud se aferra más a una visión idealista, centrada en los sentimientos, en la lealtad, mientras que la JLA apuesta más una solución centrada en los resultados inmediatos. Dos puntos de vista antagónicos, que resulta interesantes, pero que precisan de cierto salto de fe por parte del lector ya que ante un escenario como el planteado, puede parecer excesivamente complejo de considerar creíble dentro, claro está, de la atmósfera en el que se mueve la historia. Salvar a un amigo o salvar el mundo. Es una dura y complicada decisión.
Por tanto, tenemos una amenaza de enormes proporciones. Tenemos un conflicto interno entre ambos grupos. Mientras se despliega un monumental trabajo de dibujo que debe ser capaz de narrar la trama y desgranar la ingente cantidad de datos e información que se va sembrado a lo largo de la historia. Suena magnifico, pero hay un punto en contra, la densidad de dibujo y algunas decisiones narrativas de Jimenez resultan desconcertantes para el flujo natural de la lectura, llegando a saturar los sentidos y restando impacto al conjunto. Busca jugar con la propia estructura narrativa, innovando, llevando al exceso la colocación algunos momentos de la acción y los diálogos en la página. Algo que apabulla visualmente y hay que dedicarle un momento a buscar el siguiente bocadillo de texto.
Jimenez nació en Los Ángeles en 1970, pero su formación artística la recibió en Nueva York, graduándose en bellas artes en 1991. A los 21 años ya fue contratado en DC por Neal Pozner y debutó en el infame evento conocido con el nombre de La Guerra de los Dioses, donde dibujó cuatro páginas. En 1994 asumió en solitario la realización de una miniserie dedicada a Tempest (el antiguo Aqualad), un proyecto con una fuerte carga emocional para el artista y que es posible poder leerlo en la edición que realizó ECC del Aquaman de Peter David. Alumno aventajado de Pérez, llegaría a trabajar con él en Wonder Woman y asumiría el manto de la serie en solitario como hiciera Pérez en su relanzamiento tras Crisis. Su lápiz también se ha podido disfrutar el Marvel, con Morrison al guion, en la mítica etapa de New X-Men.
La obra se publicó en España en el año 2006, en un solo tomo, y marcó ese punto de inflexión dentro del Universo DC para el lanzamiento de la nueva serie de los Titanes, editada también por Planeta, donde los primeros 25 números son una etapa notable y muy digna del legado de tan insigne grupo. Hasta hoy no ha sido reeditada y ha pasado a ser una de esas muchas obras que duermen el sueño de los justos. Esperamos que aquellos que la conozcan vuelvan a acercarse a ella y aquellos que no la conocieran hayan descubierto un trabajo, que lejos de ser perfecto, si esconde en su interior todo eso que debe ser y tener un cómic de superhéroe.
Lo mejor
• Su valor como obra / evento donde conocer el Universo DC a golpe de tres números.
• El trabajo de Jimenez.
• El profundo conocimiento de los Titanes del que hace gala el equipo creativo.
Lo peor
• El trabajo de Jimenez puede resultar confuso en algunos momentos.
• Puede intimidar a los nuevos en el Universo DC.
Guion - 7
Dibujo - 8
Interés - 10
8.3
Apabullante.
Un trabajo que es todo un canto al género de superhéroes, que funciona como evento contenido, y da entrada al Universo DC de manera muy efectiva. Un descomunal ejercicio visual, que apabulla, pero también llega a despistar, para plasmar un guion de proporciones más grande que la propia vida.
Gracias por otra pedazo de reseña.
Por cierto, en su día Devin Grayson prometía bastante y hoy en día no tengo la menor idea de dónde anda esta mujer, está desaparecidisima. Lo último suyo que recuerdo creo que fue una mini de la Viuda Negra para los Marvel Knights de Quesada. Qué pasó con ella?
Una editorial normal, habría recuperado tanto a Titanes como a la JLA, por ser dos series troncales del Universo DC. En ellas aparecen los principales personajes de la editorial y son las que más repercusión tienen. Pero no, ECC las ignora. Ignora el pasado, pero también el presente reciente. No tenemos ninguna serie de estos personajes 100% recuperada. Etapas completas o pérdidas, o inéditas.