Johnny Nemo

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Edición original: Strange Days, The Johnny Nemo Magazine, Deadline (Eclipse Comics, 1984-1994).
Edición nacional/ España: Johnny Nemo (Recerca, 2006).
Guión: Peter Milligan.
Dibujo: Brett Ewins, Steve Dillon.
Color: B/N.
Formato: Tomo rústica 98 págs.
Precio: 9’95€.

 

En un mundo perfecto, un cómic británico escrito por Peter Milligan y dibujado por Brett Ewins, con una manita de Steve Dillon (es decir, el equipo responsable de la demoledora Skreemer que, poco a poco, ha ido congregando a un pequeño y fiel séquito de adoradores), no precisaría ser reivindicado. Sin embargo, mucho me temo que nuestro mercado dista de la perfección, como demuestra el poco arraigo entre nosotros de las grandes series inglesas, la mayoría de ellas inéditas aquí o publicadas con cuentagotas y sin apenas repercusión. Tal es el caso de Johnny Nemo, detective del lejano año 2921 que en España pasó con más pena que gloria en 2006, cuando un volumen con sus aventuras fue publicado por Recerca.

«Escúchame. Mi nombre es Johnny Nemo y soy un hijo de puta. No, espera. Pongámoslo de otra manera. Soy un hijo de puta y me llamo Johnny Nemo.»

El Tatcherismo dejó muy tocados a los creadores ingleses que se lanzaron a imaginar mundos futuros poblados por fascistas y ácratas de variado pelaje, lúcidas pesadillas tecnológicas que pronosticaban el sometimiento del individuo a poderes oscuros que identificamos con corporaciones rapaces, multimillonarios decadentes y gobiernos enloquecidos; entornos tóxicos al ser humano donde la única resistencia posible pasaba por un individualismo exacerbado que, paradójicamente, nos deja más desprotegidos aún… excepto en los terrenos de la imaginación. Los héroes de este período son, en realidad, antihéroes, como el Juez Dredd, representante de un fascismo hiperbólico, el terrorista V, esclavizado por una idea que le priva de identidad, la inclasificable Tank Girl, empeñada en gamberrear al status quo, y este Johnny Nemo, un detective neoliberal obsesionado por el dinero con que sufragar sus vicios.

Nemo es un canalla insoportable heredero de las creaciones de Pat Mills (Marshall Law), compañero espiritual de barrabasadas de Tank Girl (con quien llegó a compartir revista: Deadline) y precursor de las chulerías de los personajes de Mark Millar, Garth Ennis o Warren Ellis (cuyo futuro ciberpunk -en Transmetropolitan, en City of Silence, en Witchblade– apenas disimula su deuda con la aborrecible Gran Bretaña imaginada por Milligan). Nemo, como cualquier protagonista de cómic, viste siempre la misma chaqueta y los mismos pantalones azules que lo hacen identificable al lector, junto a su cresta blanca y rebelde y una pistola con su inicial. Como una suerte de Sam Spade o Mike Hammer pasado de rosca, Nemo se hace acompañar de una secretaria robótica que ejerce también de confesora y amante y que, a la postre, parece ser el único ser al que respeta.

Nemo se embarca en casos alucinantes (monjas que explotan, extraterrestres que deben llegar vírgenes al matrimonio) con el único reclamo de los disparatados emolumentos que exige por su intervención. Nemo es multimillonario -presume de ello en cada capítulo- pero su exorbitante tren de vida, con recambios periódicos para sus órganos quemados de tanto tabaco y alcohol, necesita continuas aportaciones. Milligan y Ewins se estrujan el magín para que cada entrega sorprenda, aunque la mecánica es clara y tiene tanto de parodia cáustica del clásico investigador privado como de furibunda crítica a la deshumanización de la sociedad. Dos son sus puntos fuertes: réplicas llenas de desvergüenza y vitriolo y la estructura iterativa de las investigaciones que consigue alguno de sus mejores gags con la repetición de viñetas o situaciones similares (las visitas al bar de Swoon, por ejemplo, en busca de pistas, donde puede verse a un parroquiano de sospechoso parecido con el Walter Kovacs de Watchmen; los gritos de frustración sexual de Nemo en el episodio ‘La maculada concepción’). No me tiembla el pulso al escribir que Milligan (Blanco Humano, The Extremist, Shade) nos ofrece en Johnny Nemo una muestra de su mejor prosa, vehiculada en el monólogo interior del detective. También Ewins brilla en un trabajo sin tacha, especialmente afortunado en los gestos más ruines de los personajes, con una irresistible vis cómica.

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Las páginas de Johnny Nemo aparecen trufadas de referencias a la cultura anglosajona, a veces crípticas para el lector europeo. En cualquier caso, tampoco entorpecen la lectura, ni su desconocimiento desactiva la eficacia modélica de las tramas.

En Johnny Nemo, Milligan y Ewins nos legan un puñado de historias divertidas e impecables, reflejo de una época que nos persigue como un fantasma, acaso hoy más vigentes que ayer. Ewins murió en febrero de 2015, clausurando -quizá definitivamente- las andanzas de su criatura. ¿Veremos en España alguna vez el tomo que recoge las aventuras completas de este investigador asesino y lenguaraz? Mientras, habremos de consolarnos con la selección de historietas publicada por Recerca hace casi diez años y que puede rastrearse, sin excesiva dificultad, en los mercados de segunda mano.

  Edición original: Strange Days, The Johnny Nemo Magazine, Deadline (Eclipse Comics, 1984-1994). Edición nacional/ España: Johnny Nemo (Recerca, 2006). Guión: Peter Milligan. Dibujo: Brett Ewins, Steve Dillon. Color: B/N. Formato: Tomo rústica 98 págs. Precio: 9'95€.   En un mundo perfecto, un cómic británico escrito por Peter Milligan y…
Guion - 8
Dibujo - 8
Interés - 8

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